“Se me desgarra el pecho al pensar que solo en sueños podré volver a esta casa tan vacía”: Las dicotomías de Chile

Las contradicciones que brinda una obra teatral costumbrista como la que analizamos (campo/ciudad, patrones/servidumbre, mujer/hombre) y adaptada en esta ocasión por los directores Carla Zúñiga y Javier Casanga desde la clásica «Mama Rosa», de Fernando Debesa, sin duda ofrecen la posibilidad de articular reflexiones críticas sobre el pasado y el presente del país, y sobre cómo se han transformado las dinámicas sociales, familiares y hasta sexuales de mediados del siglo XX, en la actualidad. Se presentó este último fin de semana en la sala Sidarte.

Por Jessenia Chamorro Salas

Publicado el 16.4.2019

A través de la dupla fresca y aguda, conformada por Carla Zúñiga y Javier Casanga (fundadores de la Compañía La niña horrible), vuelve remasterizada, una de las obras más relevantes de mediados del siglo XX, el pieza costumbrista Mama Rosa, escrita en 1984 por Fernando Debesa (1921-2006) y llevada a las tablas en 1982 bajo la dirección de Pedro Mortheiru, en donde el rol protagónico lo encarnó la emblemática actriz recientemente fallecida el 2018, Nelly Meruane.

Esta reescritura se trata de la obra ganadora del reciente Festival Exit – festival de egresos organizado por Teatro Sidarte -, destacado montaje de egreso de la Escuela de Teatro de la Pontificia Universidad Católica de Chile, que se presentó en la sala Sidarte este 12 y 13 de abril.

Se trata de la historia de Rosa, una joven de campo que llega a trabajar a la ciudad como empleada de una familia latifundista dirigida por la madre que ha quedado viuda, Misiá Manuela, y sus tres hijos, una niña coqueta, una niña coja, y un niño con rasgos “afeminados”. Rosa llega del sur, para ayudar en las labores de la casa, ahora que Mama Chana, la longeva ama de llaves, ha envejecido; aunque ella no desea ayuda de la joven recién llegada y en un comienzo le dificulta su llegada.

Poco a poco, la joven Rosa irá formando parte del entramado familiar, ocupando el puesto que, por su avanzada edad, Mama Chana ha ido dejando. Pasados los años, Rosa habrá replicado la vida de su antecesora, olvidando sus sueños e ilusiones juveniles, y dejando atrás a su familia y a su amor, Custodio, quien se cansó de esperarla, se casó, y luego murió sin que ella volviera a su encuentro.

Resulta conmovedor el personaje de Mama Chana, quien representa el anticipo del rol que tendrá Rosa a lo largo del tiempo, ella dice que olvidó a sus propios hijos por criar los ajenos, y que el peso de la vida es el que la ha llevado al alcoholismo, para olvidar las penurias de haberse alejado de su propia vida, por ello aconseja a la aun joven Rosa, volver a su pueblo, con su madre y con su amor. No obstante, Rosa, inconsciente aun de la fugacidad del tiempo, y movida quizá por el ímpetu de la juventud, no hace caso del sabio consejo y termina quedándose en casa de Misiá Manuela y posteriormente bajo las órdenes de su hija Leonor.

Son ambos personajes, Rosa y Mama Chana, los más cómicos debido a la idiosincrasia de su hablar y la honestidad de su actuar, pero a la vez, resultan los más conmovedores, por la hondura de sus sentimientos, la postergación emocional y social que viven y la resignada soledad de sus existencias, cuyo nostálgico monólogo, de una Mama Rosa convertida en anciana en la escena final, estremece.

Las dicotomías que brinda una obra costumbrista como Mama Rosa (campo/ciudad, patrones/servidumbre, mujer/hombre) sin duda ofrecen la posibilidad de articular reflexiones críticas sobre el pasado y el presente, y sobre cómo se han transformado las dinámicas sociales y familiares de mediados del siglo XX, en la actualidad.

Por ello es que la relectura que realiza la dupla Zúñiga-Casanga es sumamente interesante, pues resitúa a los personajes en un contexto que pese a no perder su tono de época, lo enriquece abordando temas que pudieron ser invisibilizados medio siglo atrás – como la homosexualidad -, pero que durante las últimas décadas han sido develados con el fin de naturalizar su situación.

Así, al incorporar temas actuales como la homosexualidad, la crítica a la religiosidad puritana y la libertad sexual femenina, el montaje se ve favorecido, ya que no se aborda solo la problemática social y la lucha de clases, pues el abanico de problemáticas desplegadas es mayor, al abordar temas de género, feministas e incluso religiosos.

La familia representada en esta reescritura, dista bastante de la familia originalmente pensada en Mama Rosa, pues de los cuatro personajes que representan a los hijos, el montaje solo mantiene a tres, Margarita, de quien se dice que se casa y enviuda, pero en esta relectura, se ha casado más de cuatro veces, hecho que la hace objeto de la crítica social; Leonor, quien permanece viviendo con su madre, aunque esta versión incluye el defecto físico de la cojera y de la hija que tiene soltera, la cual muere por una afección cardíaca; y Javier, quien originalmente muere en un accidente, pero que ocupa un rol importante desde la óptica Zúñiga-Casanga, ya que su homosexualidad y travestismo genera una serie de conflictos familiares, en especial con su madre, quien no lo acepta, por lo que el hijo termina alejándose y posteriormente se suicida.

Además, se agrega la información de que la madre, Misiá Manuela, padece de cáncer, noticia que los hijos tratan de esconderle pero que termina por cobrarle la vida. De todo esto es testigo Rosa, la joven empleada que va envejeciendo junto a su familia, que no es la suya, pero con quienes a compartido el riguroso paso del tiempo.

Diálogos punzantes y ácidos, llenos de miedos, prejuicios y resentimientos acompañan a los integrantes de la familia, un matriarcado encabezado por Misiá Manuela, señora cuya ética, moral y religiosidad extrema la han hecho olvidar y resentir los lazos afectivos de sus hijos, a quienes critica y de quienes dice, solo le han dado preocupaciones, vergüenzas y desilusiones, Margarita por su excesiva vida sexual, Leonor por su falta de vida sexual, y Javier, por su vida sexual disruptiva. De ahí entonces que el tema sexual sea relevante en los conflictos familiares, y sea uno de los aspectos criticados en los jóvenes hijos por parte de su madre, ya que sus modos de vida no calzan con las normas sociales y moral religiosa que ella proclama.

La propuesta escénica, pese a tener un carácter minimalista en cuanto a la escenografía –quizás por tratarse de un montaje de egreso, y por tanto, contar presupuesto acotado -, conserva la estética de la dupla Zúñiga-Casanga, el sello particular del grotesco, el kitsch y lo esperpéntico, aunque solo en la caracterización de los personajes.

Además, el recurso de invertir los géneros al envejecer los personajes tiene un efecto potente, ya que acentúa la distancia temporal al endurecer los rasgos de los personajes, e incorpora el burdo como elemento de extrañamiento, recurso utilizado por la dupla en los montajes de La niña horrible, ya que se critica a Javier por vestirse de mujer, pero posteriormente los personajes femeninos son encarnados por hombres, hecho que parodia la problemática del género.

Se me desgarra el pecho al pensar que solo en sueños podré volver a esta casa tan vacía es sin duda, un montaje que no puede pasar desapercibido en la escena actual, ya que no solo rescata una pieza clásica del teatro chileno, sino que la enriquece y revitaliza a través de la incorporación de problemáticas contingentes, y recursos escénicos innovadores.

 

Jessenia Chamorro Salas es licenciada en lengua y literatura hispánica de la Universidad de Chile, profesora de lenguaje y comunicación de la Pontificia Universidad Católica de Chile, magíster en literatura latinoamericana de la Universidad de Santiago de Chile, y doctora (c) en literatura de la Universidad de Chile. Igualmente es redactora estable del Diario Cine y Literatura.

 

Los directores Javier Casanga y Carla Zúñiga

 

Ficha técnica:

Dirección: Javier Casanga.

Dramaturgia: Carla Zuñiga.

Diseño escenográfico: Sebastián Escalona.

Diseño de iluminación: José Carrera.

Composición musical: Alejandro Miranda.

Producción: Mauricio Andrades.

Elenco: Rocío Álvarez, Natalia Araya, Mauricio Andrades, Annick Durán, Camila Gatica, Hernán Jeldres, Ignacio Molina, Gabriel Oro, Elisa Osorio, Maximiliano Parra, Paula Vásquez y Cristhian Vilches.

 

 

Crédito de la imagen destacada: Teatro Sidarte.