“El sacrificio de un ciervo sagrado”: Ojo por ojo…

Más allá de la impecable banda sonora que otorga tensión a lo largo de la historia audiovisual, la resolución de este largometraje de ficción -actualmente en cartelera- se entrampa en una serie de decisiones narrativas que sin clarificar la intención del director, más bien la oscurece, y donde el final sobreviene, fortuito, incoherente, inverosímil.

Por Francisco Marín-Naritelli

Publicado el 17.4.2018

“Esposo: / Vuélvete, paloma, / Que el ciervo vulnerado / Por el otero asoma, / Al aire de tu vuelo, y fresco toma”.
San Juan de la Cruz

El tópico literario, de naturaleza alegórica y religiosa, dice lo siguiente: un ciervo, que representa a Cristo o el alma, acude a beber agua a una fuente, la cual es portadora de un sentido espiritual, de búsqueda y crecimiento interior. En el caso del largometraje (2017) del controvertido director griego Yorgos Lanthimos, el ciervo sagrado debe ser sacrificado a riesgo de perderlo todo.

Con movimientos de cámara ralentizados y planos generales, la película ganadora del Festival de Cannes en la categoría de Mejor Guión (2017), cuenta la historia de Steven, un eminente cirujano cardiólogo, quien entabla amistad con Martín, un adolescente de 16 años, en apariencia simpático y algo torpe. De a poco las cosas comienzan a complicarse y dan un giro siniestro y perturbador cuando Steven lo presenta a su familia, una familia en apariencia perfecta, sólida y racional. Martín, cuya ausencia del padre será decisiva, demuestra una personalidad extraña, obsesiva, que amenaza con destruir los cimientos de aquella familia de clase acomodada, y transformar en un caos su aparente calma.

Imposible de clasificar, ya que responde al género de thriller psicológico pero también al drama, el misterio y lo sobrenatural, el largometraje protagonizado por Colin Farrel y Nicole Kidman busca hacernos reflexionar sobre la contemporaneidad, esto es, la sociedad moderna atravesada por el individualismo hiperbólico. También, en otro nivel de análisis, aborda la impredecibilidad de la existencia humana, donde no siempre los eventos desencadenados en la vida responden a la causalidad y el raciocinio calculante.

Hay giros imprevistos que desafían las propias certezas, las concepciones, las confianzas, lo que obliga a actuar sobre la base del reconocimiento de los propios errores. Detrás del velo del orgullo, de la moral y la impersonalidad, está el castigo devenido en sacrificio y muerte. Hay un remezón valórico que enfrenta a los personajes, antes fríos e indiferentes, con sus propios miedos. La desesperación y la frustración cunden revelando la verdadera naturaleza de cada uno de ellos. Sin embargo, más allá de la impecable banda sonora que otorga tensión a lo largo de la historia, “El sacrificio de un ciervo sagrado” se entrampa en una serie de decisiones narrativas que más que clarificar la intención del director, la oscurece, y donde el final sobreviene, fortuito, incoherente, inverosímil.

 

Los actores Colin Farrell y Barry Keoghan en una escena de «El sacrificio de un ciervo sagrado» (2017)

 

Tráiler: