«Ema», de Cristina Chain: Un artefacto de relojería insertado en nuestra zona oscura

La creación de la literata chilena posee una rica polifonía de voces, que por cierto incluye pulsiones de la biografía de la misma poeta. La autora inaugura el caso a través de una particular forma de diario al que denomina biogra- fría. Lo cual podría ser leído como una especie de autopsia, dado que, la multiplicidad de discursos femeninos, emanan de cuerpos congelados, de residuos como si ya estuvieran en la morgue.

Por Marcelo Gatica Bravo

Publicado el 8.3.2018

«Ema» (2016), de Cristina Chain es una propuesta literaria experimental con una fuerte carga reflexiva anclada en un territorio desplazado como lo puede ser el asesinato de una mujer aparecido en una crónica roja. El cuerpo femenino es circunscrito como residuo de una psiquis social en descomposición. Lugar en que, por cierto, se manifiestan fuerzas esotéricas, conectadas con ciertos instintos primarios que laten bajo la piel (normas sociales). La propia escritora en una entrevista opina sobre la sociedad desde una mirada clínica: “Yo creo más que nada hoy existe una psicopatía social. Hay enfermedades que van surgiendo desde las mismas relaciones de afecto y eso habla de una enfermedad, una sociedad coja. Algunas relaciones presentan rasgos de una enfermedad, producto de todos los estímulos visuales, gráficos, diarios, de expectativas”. No por nada, el libro comienza por la sugerencia de la escritura de un diario realizada por el Doctor Killer.

La propuesta de Chain es valiente, pues la disposición para presentarnos un caso conocido a través de la crónica roja, el asesinato de Marcela Casanueva (secretaria en el Minvu, Ministerio de Vivienda y Urbanismo) y el suicidio de Ema Pinto (una mujer vidente), lo que a priori puede presentar algún riesgo en el armado de la obra. «Ema» posee una rica polifonía de voces, que por cierto incluye pulsiones de la biografía de la poeta. Chain inaugura el caso a través de una particular forma de diario al que denomina biogra- fría. Lo cual podría ser leído como una especie de autopsia, dado que, la multiplicidad de voces femeninas, emanaran de cuerpos congelados, residuos como si ya estuvieran en la morgue. Idea que constatada en el texto titulado “Sin tarea”:

Mi verdadera tarea ahora (porque creo que hay prioridades antes
de vivir) es otra.
Es materializar un trabajo, desfragmentar y volverlo a armar.
Mi cuerpo no está preparado aún para ser diseccionado por
Estudiantes de medicina
Habría que esperar a que me descongele
Veo el mechón blanco sobre mi párpado izquierdo, apenas
Abierto
Cómo puedo ver
Cómo puedo oler aquí

Cómo puedo ser yo

Cómo puedo ser Marcela

Asimismo, «Ema» se enmarca dentro de las coordenadas de una escritura híbrida tan propia del giro literario neovanguardista chileno. Pues la conjugación del diario-mortuorio posee un engranaje de voces, y una estructuración rizomática (deleziana), que da como resultado un bello mapa inorgánico, en el que se pueden leer poemas independientes del hilo conductor de la doble muerte (Marcela/ Ema) y del desnudo recorrido biográfico de la autora. En efecto, la línea de tiempo del diario abarca de Mayo a Julio del 2007, pero el contenido incluye saltos temporales y psíquicos vitales para aproximarnos a la rica propuesta del libro. Por otro lado, destacamos la fuerza telúrica propia de nuestra tradición literaria femenina en textos imprescindibles como “Dios”, “Mar /Sin mar”, “They Shoot Horses, Dont They?”, “Sangre abajo” donde parafrasea un neologismo de Rodrigo Lira, y quizás, uno de mis favoritos “Yo/vida” que presento a continuación:

Hay más vidas microscópicas además de la mía. Como la de mi leche.
Como la de quienes murieron pequeños hombres en el útero. En el mío
Nací el 68. Histérica-mente en la línea de tiempo sucedieron cosas.
Yo no creo en la luna. Yo sé del sol.
No creo en la luna ni en la bandera flameando ni en las
trasmisiones, si cada transbordador que sale disparado, se incendia
a vista de todos
Yo crecí y no crecí. Todo en mí creció. La fealdad y mi discutible
belleza.
Me golpeó una ola y me dejó registrada en la arena de la Playa
Mirasol en las costas chileno-españolas.
¿Qué por qué me salvaron? Debió haber sido por mi cara-angustia de
mar bravo.
Trabajé miles de oficios y huí renunciando sin plata sin oro sin
Ojos. Como una obrera de la clase media-turca emigrante de mierda.
Estudié y mi curriculum es indebido.
Yo amé por sobre todas las cosas el sol sobre el astronauta.
Apenas salí a saber; los torturadores me vencieron, todos nos
vencimos todos vencimos.
Y morí alcanzando el teléfono para avisarle que la asunción de la
virgen me pillaba.

La mixtura de géneros es tan propia de nuestra coordenada neovanguardista, pero no hay que engañarse, la disposición estructural de Ema no tiene nada que ver con cierta escenografía estética evasora, sino que nos sitúa en zonas opacas de nuestra realidad social. Una especie de psicopoyesis que escarba en territorios oscuros, idea que estuvo en boga a través de algunos representantes de la neovangaurdia chilensis, donde el cuerpo era vaciado como resistencia al sistema represivo (gobierno de Augusto Pinochet). Pareciera, que dicho marco habría sido clausurado, sin embargo, esta obra nace de algo inconcluso, el asesinato real ocurre en la llamada transición a la democracia, o sea, se evidencia que la paradoja permanece indemne. Elvira Hernández en un texto dedicado a Lira, plantea una idea radical. “A Rodrigo Lira lo mató el sistema”. Locura y poesía ente siamés que es manejado con una fina elegancia por Chain, lo que queda reflejado en el tratamiento de Ema Pinto, la vidente, lo que comprobamos en el texto “Vidente/Autopsia”, y “Fin de la noticia”, del último dejo un fragmento:

Ahorcada en una sábana húmeda, en la celda de alta seguridad, sin
cámara sin perfil sin celular sin hijo sin amor sin piedad sin asesino sin
sangre.
La lengua extendida como alfombra roja hacia el paraíso de las Videntes.
Con barba marca “Pelucas Avatte”, vestida de hombre asesinó, según
testimonio del testigo bajo juramento.

Otro rasgo a destacar, en esta propuesta psicopoética es la inclusión de elementos del mundo popular romántico y representantes del pop-rock norteamericano, desde los más nihilistas (emos) hasta los más rockeros. Perfectamente, dada la disposición plástica de los textos donde hay una infinidad de alusiones a cantantes, fragmentos de canciones, se puede concluir que «Ema» posee su propia banda sonora. Y si alguien es valiente, perfectamente, puede tomar este texto como guion para un corto o película, pues tiene asegurado la tensión, una fuerte carga poética, la fotografía y la música. Ya la carátula de Jean Claude Claeys tiene su lugar, como portada es insuperable.

En suma, estamos frente un artefacto literario en que se intercalan voces femeninas vaciadas por sus circunstancias, en un intrincado cruce de géneros literarios. La riqueza de «Ema» radica en que un tema policial lo convierte en una pieza en la que reflexiona sobre el amor-desamor, el mal como dispositivo normalizador, la mujer como margen institucionalizado, y lo opaco de la institución psiquiátrica. Pese a los riesgos de su propuesta sale airosa una joya literaria de relojería insertada como artefacto explosivo en la zona oscuras de la crónica roja nacional, en definitiva, de nuestro Chile profundo y alterno, pero cuya lectura puede ser universal.

Yo / Llego hasta aquí a sentarme cada quince días cada un mes cada tres cada seis cada año con mi Dr Killer, para desmenuzarlos a ustedes, los de perfil numerado detrás del espejo, y lanzarles migas para que vean en las palomas: mis pájaros ávidos.

 

El volumen de la poeta nacional Cristina Chain, editado por Piélago