En un lugar cálido y profano: La poesía del puertorriqueño Juan Casillas

Dueño de un verbo lírico cotidiano y a la vez indagador de las realidades eróticas y religiosas más personales, los versos de este escritor caribeño se debaten entre la elaboración literaria refinada y cerebral, versus el retrato en titilantes imágenes de momentos de felicidad íntima y casuales. Aquí, la belleza de nueve de sus creaciones, en títulos ya publicados, y en otros, algunos, inéditos, remitidos con fraternal amistad para el Diario «Cine y Literatura».

Por Juan Casillas Álvarez

Publicado el 7.5.2018

 

1

La inmunidad

 

Me da igual

el último pecado

porque no habrá

manera de saberlo.

Han dicho los códigos

que es un delito robar

la ajena inspiración.

Aquí mismo me declaro culpable

De escamotear un poema

Que llegó a mi corazón

Pero para qué sirve

un poeta delincuente

que ha ofendido una escuela

para que sirve su confesión

o su horno de pruebas,

cuando en la calle

disfruta

de su inocente perfil.

Entonces,

Que lo azoten

que digan su nombre

que digan dónde vive,

porque anda suelto

como un diablo

mordiéndose la lengua

 

2

Balada a la goma de mascar

 

Aún conservo en mi escritorio

Como si fuera una ánfora tatuada

Tu dulce goma de mascar.

De la fresca humedad de tu boca

Se formó una pieza de porcelana

que no es cualquier cosa

porque lleva la pintura

de tus labios tiernos.

Y tus dientes simétricamente

Acomodados

Han dejado grabado

Tu celeste dentadura.

Ya no es más un trozo magullado

Sino un detalle vivo de cerámica

Derivado de la alfarería de tu sonrisa

Es un adorable talismán mimado

Que me hace pensar

Como tiritaban tus dientes

Tocados por los míos.

Ya no veo la goma de mascar

como una cosa insignificante

Sino como una pieza diáfana

De expresión de tu vida,

Cristalizada para siempre

En un rincón de mi escritorio.

 

3

El corazón

 

Sigue siendo algo

      que muestra lo que soy.

Sigue siendo algo natural

      mi indomable confesión

Que rasga el lienzo invisible

      que ciega la escultura de bronce

Y dormita en un poema criminal.

      Sigue siendo algo

Que no puedo controlar

      que esta fuera de mi

Que saca de mi pecho

      la pasmosa locura

Que lleva el ritmo primitivo

      que hace temblar

Que no perdona.

      sigue siendo algo

Que provoca besarte

      que provoca decirte

Lo que esperas

      y no puedo darte

Sigue siendo algo

     que no se aparta de mi

Es la vida que no aprende

     a enamorarse

Porque sigue siendo algo

    Inventado

por el mismo corazón.

 

 

4

Balada al epistolario

 

La inventaron los tiempos antiguos

            De Macedonia a Corintios

Viajaron secretamente por la mar

            Y por la tierra

Documentaron el esplendor

            Y la decadencia de la historia

Los amantes inmortales intercambiaron

            Las dramáticas circunstancias de la pasión

Fueron el breve epilogo del Salmo

            y eran suplicas siniestras del condenado

Pero, cuando cayeron en las manos de Medea

            Se fue al juzgado con sus abogados

Y con las cartas de amor traducidas

            Tradujo con exactitud lo que decían

Equivalente al eco del corazón

            Tradujo verdaderamente

Las secuencias de mi voz y mis hechos

            Equivalentes a un espejo de ojos.

Hablan ellas de mi ausencia codificada

            Porque ellas transportan mi tristeza

Ellas transfieren la intolerable carencia

            De sus caras y sus días

Ellas guían la bolsa que carga el emisario

            Son de colores el manto que las cubre

Y las deposita en una canasta de estampas

            Te mando las cartas desde mi atalaya

Te envió mi vida en cuartillas fragmentadas

            Ahora están en sus manos y te da miedo descubrirlas

Te da miedo que hablen, que abran los ojos

            Que traigan la brisa de mi casa y de mi torre.

Te da miedo que se despidan las gaviotas

            Con mi nombre y mis abrazos

Te sorprende que sobrevivan hasta tu puerta

            Y que las toques certificadas con mi sangre

Y que las leas vividas de afectos

            A pesar del tiempo deplorable

A pesar de la innumerable soledad.

            Qué son mis cartas sino oraciones

De inmensa curiosidad

            Porque se quedo conmigo

El corazón de mis hijos.

 

5

El sótano

 

En el sótano solamente

las lagrimas las veía yo.

El sótano era un taller,

las herramientas colgaban

de los muros y lo inservible

no lo abandonaba.

Debajo de la casa

se repetía un mantra oscuro.

Allí a veces encontraba

la alegría.

Fue un refugio

para escapar de la torpeza,

no tenía otra.

Me amontonaba

En los cachivaches

de los niños

como si fuera una criatura

subterránea.

Así pasaban días

puliendo la desesperación

Como Isósceles

“Nada me cuadraba”.

Y como se hacía

polvo la voluntad

de los dos.

Metido en lo más bajo

Ignoraba el agua abierta del grifo

y el taconeo en mi cabeza.

Allí se pasaron muchos días

mis manos magulladas,

mis rodillas mugrosas,

y mi espalda jorobada.

Debajo de los pisos

mi corazón era mío solamente

Sótano gris donde intenté

Arrancarme  las buenas memorias.

 

6

A la Iglesia Inmaculada de Las Piedras

 

La flamante maquina de acero

avanzaba levantando pellejos

quebraba la angosta calle

y hacia temblar las paredes

tensando el miedo y el asombro.

La pesada procesión no traía azucenas

ni traía pliegos de pólvora para la reina

milímetro a milímetro avanzaba

el torpedo más implacable.

Aun parpadeaban los ventanales azules,

pero ya su pulso se esfumaba.

La portentosa escuadra arañaba

la cumbre y mordía la boca.

Fue erigida sobre un morro de piedras

y los pobres sin nada peinaban su melena.

Era blanca como una almohada de cal

sensual como la lejana Mompox

y hermana americana de Sor Juana.

¿De qué le acusaban? ¿Cuál era el crimen?

Sin embargo, los inquisidores vendían sus bienes.

Redoblaron las últimas campanadas

todos se hincaron de rodillas

para adivinar tu intima naturaleza.

Vieja eran las mamposterías, viejas sus vigas,

vieja la bóveda, viejo el abanico y la faldeta.

No tuvo espejos ni candelabros,

viejas sus manos, sus aldabones y sus bisagras.

¿A dónde se fue tu retablo laminado de oro?

¿Quién pintó tu vientre de ángeles arrebol?

¿Quién puso tus galerías y tus sillerías sin un clavo?

¿Por qué eras posada para la sed y el hambre?

No tenías una puerta monumental, solo las amapolas.

Por tus gitanos azulejos de Sevilla

desfilaron con tu mantilla la flor y el fusil.

Cinco siglos aguantando resquebrajaduras.

Pero la altísima y suprema maquina

seguía la marcha hacia el altar mayor.

Y tiritaban sus bujías en inglés.

El sequito de niños nada comprendían.

Pujaban los vecinos del vaivén que traía

el ovillo gigantesco de hierro.

La construyeron las albañiles de Triana

en colaboración con los masones de Lisboa,

que a su vez habían construido catedrales.

Finalmente, las trompetas de humo estallaron.

Todos éramos verdugos y el síndrome.

Había resistido la rabia indígena,

resistió las renuncias y los errores;

resistió también a la invasión y a la constitución.

Y dimitió a la menguada y fatigada vida.

Tú foto risueña aun cuelga en el viejo cafetín.

Empinaron el basto caliente y soltaron el cañonazo

que la atravesó de principio a final.

Tenías un archivo de sangrante epistolario,

un catastro de señores, y hembra era su lengua.

.

No se despidieron de ella y cerraron los ojos.

Tuvo un limonero para los forasteros.

Los novios su belleza la celebraban en el monte.

Te dieron el flamboyán para desnudarte.

Allí tiraron sus escombros y allí quemaron sus almohadas.

 

7

El prodigio

 

Eyaculando con la risa

       llenaron el río de sangre.

Y la savia rodaba mutilada

      y los pequeños arrodillados

con el prepucio de ambos lados.

       Estaban los brazos reposados

cuando la navaja pasó por la pilila.

       Vieron la erosión de la carne desprendida.

Vieron que no se arrastraron por la tierra.

       ¿A dónde tiraron el retoño de mieles?

¡Oh, truncado niño de Vitruvio!

        El corte era equivalente a un tierno compás.

Eran trozos meridianos de órganos.

        Lo subrayaron como un tesoro catastrófico

y no sabían a dónde llevar los tejidos ni la culpa

       del pequeño compañero tajado

como un tronco como una rama.

       Quizás temieron al huerto de Príapo

de la gracia de retoñar otra vez.

       Quebraron la punta del unicornio

sin el pinchazo de la vergüenza interior.

       Ni fue arrancado, ni vencido.

Y sacaron una vela del vientre del cachorro.

       Las manos adolescentes la frotaron.

Brotaron, entonces, las plumas germinadas

      entre millones de espermatozoides.

Y forrado de minerales y membranas

     apareció el toro sobrenatural:

mugiendo, resoplando la sangre.

 

8

Oda a un beso chiquitín

 

Me han dado el beso más

pequeñito del mundo

y lo reconozco,

era casi nada

reducido de carnes

sin fuerzas

inseguro

todo una puntita

entre labios

sin profundidad

más breve que

el beso del anillo

más leve que el beso

de la liturgia

y sin romper

el hechizo

apenas presionó

las cavidades

de la Bella Durmiente,

beso diminuto

como las puntiagudas

güajanas

sin inclinación

de ojos,

beso equis,

un pezón espigado

beso primate

mini-lingüístico

pico evaporado,

puntada de lanza

ni robada

ni perdida,

beso sin látigo

de concisa contracción

un talismán de piedra

afilado.

Supe del beso más pequeño

del mundo,

no me dejo

ni la suplica

ni la sacudida

ni la protesta

beso chiquitito

casi aire

beso asombroso,

plasmado de puntas.

 

9

La pequeñez

 

Por lo que sea

mi destino

no estuvo en mis manos.

Yo no hice nada

para estar aquí,

me dieron la vida

y la sobrellevo

con buenos modales.

Un día el placer

me causó sorpresa.

Fue una experiencia

personal.

Y comencé a creer

en la seducción,

alcanzarla

y después soltarla,

es vivir y morir.

No me canso de otras cosas

pues es pequeño lo que busco

sin amor soy casi nada,

Sí, la pequeñez,

es lo que más me calma.

 

 

El autor Juan Casilllas al medio, acompañado por los poetas Samir Delgado (escritor de las Islas Canarias) y la poetisa y docente Rosa Vazquez Jiménez (de Chiapas, México)

 

 

 

La portada del poemario «Lugar profano», de Juan Casillas, por Isla Negra Editores (Puerto Rico, 2015)

 

 

Juan Casillas Álvarez. Natural del pueblo de Las Piedras, se matriculó en la Universidad de Puerto Rico (su país natal) en donde fue estudiante de historia y de literatura, y luego en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe. También hizo cursos graduados en la Universidad de Connecticut, en la cual terminó su maestría en historia comparada. Igualmente, ha cursado estudios en Harvard University. Ha dedicado, así, buena parte de su vida a la enseñanza en las escuelas publicas de Boston y de Cambridge, en Massachussets, Estados Unidos. Ha publicado en Internacional Poetry Review, de la University of North Carolina, y ha participado en varios recitales en diferentes ciudades norteamericanas. En 2015 publicó su primer libro de poemas «Lugar profano” bajo el sello editorial Isla Negra. También sus ensayos políticos aparecen habitualmente publicados en el periódico Diálogos de la Universidad de Puerto Rico. Actualmente, ha terminado su primera novela: Renaida, que lleva como tema el hermafrodismo. Es supersticioso, y se hace leer las manos y el tarot con asidua frecuencia. Le encanta el tenis, viajar y cocinar. En la hora presente vive en los Estados Unidos y visita frecuentemente a sus buenos amigos, a sus novias, y a sus queridos compatriotas puertorriqueños.

 

 

Imagen destacada: Los actores James McAvoy y Alicia Vikander en un fotograma del filme «Submergence» (2017), del director alemán Wim Wenders