[Ensayo] «Batman»: La oscuridad de los matices

¿Es este crédito la adaptación definitiva desde el mundo del cómic para el eterno hombre murciélago? Probablemente en varios meses más deje de serlo, cuando otro título le arrebate el cetro. De momento, y lo que importa al final del día, es que el filme del realizador estadounidense Matt Reeves es una obra audiovisual que cumple, emociona y, por sobre todo, entretiene un montón a sus potenciales espectadores.

Por Felipe Stark Bittencourt

Publicado el 4.3.2022

En el saturado mundo de las adaptaciones del cómic al cine aparece, cada cierto tiempo, una película que es la «definitiva» y la mejor en su clase. La crítica la avala y la encumbra; la Academia le concede una nominación fuera de las categorías técnicas; y el público seguidor de estas historias respira tranquilo. Su afición ha sido validada por una autoridad y ya no hay quien pueda criticarla.

Pasan algunos meses, quizá un par de años, y nuevamente se estrena un título que desbanca al anterior. Ahora sí. Ha llegado el baluarte del género que callará a quienes tienen la bilis negra con las mallas, las capas y los planes para conquistar el mundo o acabar con este. No hay vuelta atrás. El fanático nuevamente puede respirar tranquilo entre tanto título mediocre que ha hecho temblar su amor resoluto hacia estas adaptaciones.

Hay películas buenas, algunas extraordinarias, y eso nadie lo puede negar. Pero también las hay algunas agotadoras, malas y otras horribles.

Por supuesto que las hay, pero también sucede lo mismo con muchos otros géneros. El buen cine es una cosa más profunda y sencilla y, aunque no rehúye de lo estridente (muchas veces lo abraza), al menos parece no jactarse de ello. A la vez, la cuestión del género es más simple de lo que se puede creer. Son puntos de partida, formas de aproximarse a una historia y no necesariamente son metas o dogmas que creer bajo pena de anatema.

Esta nueva adaptación de Batman pasará por ese ciclo como lo hicieron anteriormente Guasón y El caballero de la noche en su momento (curiosamente, todas ellas pertenecientes a un mismo imaginario): cautivará al público, a la crítica y dará de que hablar por meses.

Me alegro, porque la de este año no se achica y en algunos aspectos es incluso superior, aunque en otros sea más opaca que a la primera de ellas (innecesariamente sobrevalorada, pero innegablemente efervescente y visceral).

 

La discreción de lo dramático

Matt Reeves y compañía trabajan con materia prima conocida y buena que conecta con su audiencia en distintos niveles. Batman es un favorito de muchos por razones más que sabidas y es un arquetipo que se presta a distintas transformaciones y reinterpretaciones.

En un contexto como el nuestro, no es de extrañar que la corrupción de Ciudad Gótica se haga más aguda entre las altas esferas y que eso agote la paciencia de la gente común y corriente…, aunque también la de los outsiders, los extremistas y los violentos. En este nuevo Batman hay bastante de eso y eso incluye al mismísimo Bruce Wayne (Bruno Díaz para los más amigos).

Si hace un par de años Guasón sorprendió por su crudeza, el Batman de Reeves lo hará por similares razones. No es de extrañar en cuanto ambos personajes son las caras de una misma moneda, pero tampoco lo es por el éxito que alcanzó la película de Todd Phillips en el mismo año en que Scorsese se lanzó en picada contra Marvel (y con justa razón) y cuando abundaron títulos con un componente de crítica social no menor (Parasite, Sorry We Missed You, The Irishman, Perro bomba en Chile, y hasta la mismísima Ad Astra que se vio empañada en nuestro país por el payaso).

En nuestro 2022, luego de una pandemia que paralizó la producción de esta nueva Batman (y de otros tantos títulos); que se cansó furiosamente del racismo aun presente en nuestra sociedad; y que ha visto diversidad de revueltas y estallidos en varios países (uno de ellos en el nuestro por supuesto), no es de extrañar que el adalid de la justicia que es el hombre murciélago se haga cargo de esa olla de grillos con una virulencia que, sin ser ajena al personaje, no parece común en la pantalla, al menos para el mainstream.

El resultado es indudablemente bueno y atractivo. Volviendo a las comparaciones odiosas, es mejor que Guasón en varios aspectos, aun sabiendo que Reeves le pide prestado a Phillips más de la cuenta, cosa que no aplica al apartado visual. Si bien es esperable que Ciudad Gótica sea el antro que es, resulta notable que las aproximaciones en fotografía sean tan distintas, aunque complementarias.

Reeves recurre a Greig Fraser para hacer de la ciudad un laberinto de luces y carteles publicitarios, sugiriendo que es nuestro mundo consumista el que ha dado pie a la corrupción. Todo es capaz de ser brillante a la vez que siniestro. El desenfoque fotográfico, fuente de belleza natural para el retrato, aquí se reviste de algo inquietante.

Cuando Reeves nos regala un plano general, Gótica se parece al Times Square de Nueva York y, en apariencia, todo está bien, aunque sabemos que por dentro se pudre lentamente. No es evidente de buenas a primeras, pero a la larga se hace obvio y atroz.

Cuando en Guasón Phillips dejó que Lawrence Sher le diera el aspecto a la ciudad, consiguió un resultado mucho más directo y que apelaba al impacto inmediato a través de un tono verdoso que evocaba enfermedad y putrefacción. Gótica se convertía en un personaje más dentro de la película. Era causa de la locura de Arthur Fleck a la vez que su hogar. Si había luz y saturación cromática, eran para acentuar la mente desequilibrada del personaje.

En Batman, Reeves opta por la discreción de lo dramático. La corrupción y la locura si bien son similares a los de Guasón, en el fondo están en otro frente. Aquí hay un énfasis en los personajes, sobre todo en los individuos que, siendo parte de nuestra sociedad, normalmente son mal vistos, incluso por los autoproclamados justicieros sociales.

En la presente película, Batman lucha contra el Acertijo, un villano que a Paul Dano le queda de perilla y al que le saca el jugo como lo hizo en el pasado con Eli Sunday en Petróleo sangriento o con John Tibeats en aquella breve interpretación de 12 años de esclavitud.

Este Acertijo, sin embargo, no mueve a compasión. Es la peor versión de Arthur Fleck que podemos imaginar. Es un asesino en serie desquiciado con aires mesiánicos y que es la consecuencia nefasta de los pecados de una sociedad corrupta y ciega al mal.

Por supuesto que en él se concentran las rabias sociales del Guasón, pero sin la mirada melancólica y trágica que le dio el Oscar a Joaquin Phoenix.

El Acertijo es un villano terrible y oscuro que juega con la misma tónica dual que históricamente han tenido el payaso con el hombre murciélago. Sus arranques de violencia, llevados a la pantalla con la lógica visual del terrorismo, se jactan de justos y necesarios (porque Ciudad Gótica está podrida y nadie se hace cargo y bla, bla, bla… más de lo mismo, cosa triste por las implicancias que tiene en nuestro mundo), aunque su lógica sea claramente la de un hombre enfermo y malvado.

 

Un hombre vulnerable y triste

Batman, por su parte, no es un hombre enfermo, pero sí uno que ha sido carcomido en vida por la venganza y el odio. No es el playboy insoportable que finge ser el Bruce Wayne de Christian Bale. Está más cercano a la trasnochada encarnación de Ben Affleck (y que fue injustamente criticada en su momento). No obstante, Robert Pattison crea su propia versión del personaje.

El resultado es un héroe casi al borde de la locura, muy parecido al Guasón de Phoenix, pero, sobre todo, un hombre vulnerable y triste. No sonríe y es todo oscuridad. Pero incluso en esa negrura total hay espacio para los matices. No es un emo así sin más. Su colaboración con Selina Kyle, de hecho, lo hace poner los pies en la tierra y lo vuelven mucho más equilibrado.

Su relación Alfred es también otro punto destacable. Reeves comprende la relación filial que se forja entre estos personajes en las páginas del cómic y la lleva a pantalla para decirnos que el mayordomo de Batman es más que el mayordomo de Batman. Es un amigo, es un guía y, en última instancia, un padre.

Reeves alcanza así un perfecto balance con una película que se toma su tiempo para desplegar su historia sin ser aburrida en ningún momento. Sus casi tres horas de duración mantienen la atención y hasta son ligeras, pese a que la producción es aparatosa y estridente.

Este es un Batman muy especial, imposible de imaginar hace cinco años, y mucho menos hace quince o treinta. Es un Batman del resultado de un género que ha crecido mucho y que ha traspasado las barreras del nicho para instalarse en el mainstream.

Por supuesto, este mérito no descansa en una sola persona y eso de que el cine es un arte colectivo aquí se hace patente. Ya no son los productores los que han dibujado la hoja de ruta de lo que están siendo estas películas (a menos que el productor sea el artífice y el amante del género, aunque no por eso la mejor persona para llevarlo a cabo).

Quizá ni siquiera lo sean los colegas de Reeves como Nolan o Phillips. En última instancia es la audiencia y el fanatismo benevolente del espectador hecho cineasta que ha tomado una cámara para contar, una vez más, la historia de un huérfano que arrastra sufrimientos indecibles. Ese que está en su torre de marfil, ajeno a los horrores de la sociedad, pero también para dar voz a ese otro que se hizo adulto entre la pestilencia, las ratas aladas y la droga.

¿Es la adaptación definitiva del mundo del cómic? Probablemente en varios meses más deje de serlo, cuando otro título le arrebate el cetro. De momento, y lo que importa al final del día, es que el Batman de Matt Reeves es una película que cumple, emociona y, por sobre todo, entretiene un montón.

Que el futuro se preocupe de la escatología del género. Usted vaya a ver la película.

 

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Felipe Stark Bittencourt (1993) es licenciado en literatura por la Universidad de los Andes (Chile), magíster en estudios de cine por el Instituto de Estética y alumno del magíster en estudios humanísticos por la Universidad San Sebastián.

Sus áreas de interés son las aproximaciones interdisciplinarias entre la literatura y el cine, el guionismo y la ciencia ficción. También es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

 

 

Tráiler:

 

 

Felipe Stark Bittencourt

 

 

Imagen destacada: The Batman (2022).