[Ensayo] «El Gatopardo»: Las demoliciones de la historia

Gracias a esta nueva versión, preparada por el hijo adoptivo de Giuseppe Tomasi di Lampedusa (su recordado autor), y acompañada de un posfacio de Carlo Feltrinelli, podemos penetrar con mayor soltura en la intimidad y en el contexto temporal, político y cultural sobre el cual fue concebida y publicada la emblemática obra.

Por Alfonso Matus Santa Cruz

Publicado el 26.8.2021

Hubo un hombre que se pasó la vida leyendo, conversando y observando con perspicacia la demolición paulatina del ilustre linaje al que pertenecía.

Este hombre, no muy alto, de nariz encorvada, orejas amplias y con una mirada en que destellaba cierta oscuridad, que acaso oscilaba entre la suspicacia y la melancolía, nació en Palermo, hacia el 1896, sobrevivió las dos guerras mundiales y murió en Roma, en 1957, sin presenciar la publicación de su obra magna, El Gatopardo, hoy reeditada en su versión definitiva por Anagrama.

Es que Giuseppe Tomasi di Lampedusa se pasó sus últimos años recordando, charlando con amigos en algunos cafés y escribiendo la gran novela en que se cifra el fin de la antigua Italia y el parto espasmódico de la Italia moderna.

Con dichos precedentes, algún etiquetador, guiado por la inercia del marketing editorial, oirá en su mente la frase “novela histórica”, en una voz silente y autocomplaciente. Pero las cosas no son tan simples con esta obra capaz de fusionar la gran novela decimonónica a la estratificación temporal y conceptual propia de la narrativa del siglo XX.

Y es que su camino hacia las vitrinas no fue para nada simple. Es más, solo unas semanas antes de morir Lampedusa recibió una carta que certificaba el segundo rechazo editorial.

El autor, poseedor de una estética que se sostiene en la piedra angular de una ética sobria, estoica y coherente, estaba convencido del valor de su obra, como deja ver en una carta escrita a quien entrega la única copia mecanografiado de la novela: “Te ruego también que lo leas con cuidado porque cada palabra ha sido pensada y muchas cosas no están dichas claramente, sino solo sugeridas.”

En la misma carta Lampedusa afirma que narra la historia de su bisabuelo, de la desintegración de su familia, en una prosa que elude el veneno del rencor y el entusiasmo de la épica, una prosa que no está exenta de cierta poesía melancólica.

 

El parto de la Italia moderna

La narración es una prolongada oda de despedida a la Sicilia que lo vio crecer, una obra en que conviven la belleza y la desolación de un paisaje que alberga un sol apabullante en verano y monzones casi tropicales en la parte opuesta del año; una tierra de pobladores tan antiguos como vanidosos, orgullosos de su estática resolución, del eco de los griegos en Taormina y los cantos de las sirenas mediterráneas.

Si bien el trasfondo histórico, que otorga un armazón a la obra, es el desembarco de los mil que comanda Garibaldi y el proceso de unificación de la vieja Italia feudal, la enjundia y la tragicomedia de la narración está puesta en el tío Fabrizio y su sobrino Tancredi, en la desasosegada contemplación del viejo ante la descomposición de su mundo, y la astucia irónica con la que el joven se involucra en el proceso revolucionario para luego contraer matrimonio y llegar a ser un diplomático de la extrema izquierda de la extrema derecha.

El tío lo pasa todo y a todos, al padre Pirrone como a su hija Concetta, por un cedazo cargado de una escéptica aceptación del destino histórico que le ha tocado atravesar. Se da cuenta que es el último de los Salinas, el bastión final del linaje que habita esta isla, semejante a una vieja centenaria en silla de ruedas paseando con desgano por las ferias universales.

Si hasta las estrellas fijas cambian de posición, como le permite apreciar su pericia astronómica. ¿Qué queda, entonces, de permanente sobre la tierra?

Acaso el terco no obrar de los sicilianos, su condición de forasteros en su propio terruño que ha sido colonia de unos u otros por más de un milenio. Todo ello lo deja en claro cuando se le ofrece el puesto de senador, quizá uno de los pasajes más reveladores y gravitantes de la obra.

Gracias a esta edición, preparada por el hijo adoptivo de Lampedusa, Gioacchino Lanza Tomassi, y acompañada de un posfacio de Carlo Feltrinelli, podemos penetrar con mayor soltura en la intimidad y el contexto con que fue concebido y publicado El Gatopardo.

Al texto lo acompañan algunos apéndices que no fueron añadidos a la versión definitiva, algunos poemas adjudicados al padre Pirrone y al tío Fabrizio, y un par de cartas que nos ayudan a ver la mano límpida y discreta con que el autor reflexiona sobre su composición, a la vez que valora la amistad y el apoyo del pequeño círculo que tuvo la suficiente visión como para ver en su novela el potencial de lo que acabaría siendo: un clásico que se avejenta con irremisible mansedumbre, fortaleciéndose con el paso del tiempo, inaugurando una senda narrativa que interpela a los engranajes de la historia desde los gestos del perro Bendicò, una de las discretas claves de la obra, los bailes y las conversaciones de sobremesa.

 

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Alfonso Matus Santa Cruz (1995) es un poeta y escritor autodidacta, que después de egresar de la Scuola Italiana Vittorio Montiglio de Santiago incursionó en las carreras de sociología y de filosofía en la Universidad de Chile, para luego viajar por el cono sur desempeñando diversos oficios, entre los cuales destacan el de garzón, barista y brigadista forestal.

Actualmente reside en la ciudad Punta Arenas, y acaba de publicar su primer poemario, titulado Tallar silencios (Notebook poiesis, 2021). Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

«El Gatopardo», de Giuseppe Tomasi di Lampedusa (Editorial Anagrama, 2021)

 

 

Alfonso Matus Santa Cruz

 

 

Imagen destacada: Editorial Anagrama.