[Ensayo] «Exhumada»: Cuando la muerte no acaba en la muerte

Con este libro que se reedita dieciséis años después de su publicación original (ocurrida en 2009), el autor chileno Marcelo Arce Garín crea un imaginario que lleva lo real a su propio límite —el cual excede con creces a la ficción poética— para situarse en la resurrección de un cuerpo fallecido y ultrajado por la historia patria, en 1977.

Por Héctor Hernández Montecinos

Publicado el 20.8.2025

La poesía no solo crea mundos dentro de este sino que también los habita. Voces, susurros, gritos, palabras que no se dijeron allá, pero aquí sí y esa continuidad de una vida que sigue a la vida, o que está más adentro, a lo que lleva finalmente es a hacer del presente un solo espacio donde vivos y muertos sufren por igual.

Un lugar en que todo lo que no está se parece a lo que nos rodea, un momento en que todo habla como si no hubiese otra oportunidad, un punto que es el límite imaginario que separa al mundo del universo.

Ese es el inframundo del lenguaje, el inconsciente del idioma, la zona muda de las lenguas, en que los bordes de los significantes y los significados se despegan y lo que no tenía nombre aparece como si fuera la primera vez que es lo mismo que la última.

Con todo, Exhumada (Editorial Oso de Agua, 2025) de Marcelo Arce Garín (1976) es un libro que viene de ese otro lugar. No solo porque esta edición sea una resurrección con respecto a la del 2009, sino porque la pregunta que instala en este momento es justamente por el fin de ese retorno.

Así, en un mundo de muertos, postestallidos sociales en Latinoamérica, postpandemias en el globo, en plena guerra y ad portas de un desastre mayor es que este libro nos encara haciéndonos ver una desaparición e inquiriéndonos una cuestión radical: a qué presente hacemos presente a nuestros muertos.

 

La única metáfora posible es la voz

No se es consciente de lo que no está hasta que aparece y de entrada Antonio Silva y Carmen Berenguer cercan este camposanto con sus textos de entrada y salida como el propio rizoma que son sus obras y estas palabras que no solo leen este libro sino que un estado de la poesía chilena más a oscuras que bajo el reflector del poder, más afuerina que centrípeta, más poblada por muchos que por una sola voz que cree puede nombrar el mundo.

La palabra «exhumada» viene de ex humus, fuera de la tierra, arrancada de un origen, pero también de un destino. Desenterrar es volver a la escritura, al cadáver que es todo lenguaje.

Allí la única metáfora posible es la voz.

En el libro esa enunciación espectral es la que se presenta ante el lector convirtiéndolo en testigo. Son escenas, recuerdos, imágenes de vidas anónimas, pero también de muertes públicas. Memoria y sueño se confunden tal como pasado y futuro porque en esta dimensión de las palabras y las cosas lo que morirá es lo que sale de la boca.

Lo oral y lo mortal se emparentan en una genealogía de las últimas palabras que es siempre la poesía. Prosopopeya plebeya. Personificación del erial del discurso.

«Doble periferia», dice Antonio; «desenterrar lo extraviado», Carmen.

 

La condición natural de la poesía

Canchas, mediaguas, fritangas, como utilería del desamparo en esta secuencia descrita con la precisión de quien regresa a la vida solo para poder nombrar lo que desaparecerá. Es el destino de la crónica: testimonio de lo que ya no estará o de lo que frente a nuestros ojos se transforma sin poder acariciarlo.

Los bordes, márgenes, extrarradios, no desaparecen, cambian de lugar, se agrandan y achican, se camuflan o se instalan con otros nombres en la carencia no solo económica. No se trata de una deuda sino cuán deudos somos todos de un país.

En efecto, el paisaje que crea el libro es en realidad una admonición: todos estamos muertos y muchos no están viviendo sino exhumando sus propios retazos para parecerse a sí mismos. Esa es la tragedia hoy. Lo terrible en que la pregunta a la exhumación es para qué volver, a qué.

Marcelo Arce Garín crea un corpus que lleva lo real a su propio límite que no es la ficción poética sino, por el contrario, un cuerpo.

Más allá que San Bernardo y Jenny Barra Rosales sean en este caso nombres propios la única propiedad posible acá es la de la ficción en donde se reúne la infancia, la adolescencia y la juventud en un solo momento. El resto, es lo que el secuestro calificado y homicidio de 1977 no permitió que tuviera más palabras.

Este libro es esa resurrección y un triunfo de la poesía que es cuando la muerte no acaba en la muerte.

Hace cinco meses cinco exagentes de la DINA fueron condenados por el crimen de este libro. Entre ellos el brigadier Espinoza y Krassnoff. No, Jenny no murió. Junto a Carmen y Antonio son los que terminaron de escribirlo y es lo que hoy celebramos aunque estas palabras no lo parezcan.

La muerte no triunfa aquí. Los poetas somos la sombra de los muertos y el título de este libro es la condición natural de la poesía. ¿Para qué volver?, ¿a qué?

 

 

 

 

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Héctor Hernández Montecinos (1979) es un poeta, ensayista, editor y gestor cultural chileno, y quien sido considerado por la crítica especializada como una de las voces más destacadas de su generación.

 

«Exhumada» (Oso de Agua, 2025)

 

 

 

Héctor Hernández Montecinos

 

 

Imagen destacada: Marcelo Arce Garín (por Aurora Rojas Briceño).