[Ensayo] «La aventura equinoccial»: El libro que inspiró a Werner Herzog para filmar ‘La cólera de Dios’

Lope de Aguirre, apodado «El Traidor» y «El Tirano», es un carácter que alcanza en altura literaria a personajes shakesperianos como Macbeth, Yago o Ricardo III: su truculenta historia reúne las características de una epopeya macabra y de una tragedia.

Por Luis Miguel Iruela

Publicado el 24.11.2025

Consideraba Borges que el Western ofrece el último espacio mítico para la epopeya. Resulta sorprendente que no citara La Pampa Argentina, donde se desarrolla la trama del poema nacional Martín Fierro, al que el propio escritor dedicó uno de sus mejores cuentos, «El fin», recogido en el librito Artificios.

Pero, hay también otra trayectoria sudamericana realmente grandiosa. Se trata de la peripecia de Lope de Aguirre, narrada con precisión y arte por Ramón J. Sender en su novela La aventura equinoccial de Lope de Aguirre, figura a la que asimismo dedicaría Werner Herzog una cruda película titulada La cólera de Dios.

Se le tiene por un personaje impar en la historia hispanoamericana que participó en la expedición capitaneada por Pedro de Ursúa y dirigida a encontrar el fabuloso Eldorado, la ciudad de oro de los indios Omagua.

Los exploradores (llamados «marañones» o «cimarrones») partieron de Perú descendiendo por el Río Marañón (afluente del Amazonas) hacia el mar.

Durante la travesía fluvial, se produjo una revuelta sangrienta conducida por el cojo Aguirre, quien se hizo con el poder tras el asesinato de Ursúa y de su amante Inés de Atienza para levantarse más tarde contra el rey Felipe II de España con una famosa carta y nombrar a Fernando de Guzmán príncipe del Perú, matándolo de igual manera poco después.

Lope de Aguirre, apodado «El Traidor» y «El Tirano», es un carácter que alcanza en altura literaria a personajes shakesperianos como Macbeth, Yago o Ricardo III. Su truculenta historia reúne las características de una epopeya macabra y de una tragedia.

Si el Western tiene un aura de epopeya, lo tiene, desde luego de dilema ético. Todas sus obras maestras plantean cuestiones de cómo comportarse en situaciones a veces desesperadas.

Con todo, en el género es constante el tema de la venganza o el de la legitimidad de la muerte de los malvados por las armas, lo mismo que el de la justicia como fundamento para la civilización de un territorio o las cuestiones racistas para con los indios y los mexicanos, y el abuso de la ley.

Estas ideas se ejemplifican y debaten en la película Hombre (1967) dirigida por Martin Ritt. Pertenece este al grupo de largometrajes que comenzaron a filmarse en los años 60 y 70 del pasado siglo en defensa de los aborígenes con un propósito descalificador de los clásicos tópicos del cine.

Así, entre estos filmes destacan: Pequeño gran hombre, de Arthur Penn; Apache, de Robert Aldrich; El gran combate (Otoño Cheyenne), de John Ford; El valle del fugitivo, de Abraham Polonski y un largo etcétera.

 

«Hombre»: El western como dilema ético

Hombre está basada en el relato homónimo de Elmore Leonard, autor de novelas y guiones que han dado lugar a excelentes películas del Oeste, tales como: El tren de las 3,10, de Delmer Davies o ¡Qué viene Valdez!, de Robert Aldrich. Asimismo es el escritor del mejor filme de Tarantino, Jackie Brown. Y creador de conocidas series de novela negra a cargo del arquetípico alguacil Raylan.

Martin Ritt, el director, colaboró durante muchos años con el actor Paul Newman, produciendo una interesante filmografía.

Es destacable además en su obra un largometraje que realizó con Woody Allen en 1976, titulado The Front (El testaferro) acerca de las condiciones de trabajo de guionistas, escritores, cineastas y gentes de la televisión durante la «caza de brujas» desencadenada por el senador McCarthy y sus «listas negras», que dejaban sin empleo a los profesionales sospechosos de comunismo.

Hombre guarda un aire de familia con la obra maestra de John Ford, La diligencia. Cuenta el viaje ético de unos personajes sólidos, coherentes, bien construidos con unos diálogos directos que siempre dicen algo al espectador.

El hilo de Ariadna que conduce al desenlace moral se alarga a través del análisis de los protagonistas de la historia, que se estructura en la relación de acercamiento y alejamiento, de encuentro y desencuentro, que mantienen Jessie y John Russell que, si bien hay entre ellos una corriente de atracción, permanecen distantes a lo largo de todo el relato.

Pero veamos lo que representa cada intérprete. El doctor Favor (doctor en filosofía) es un hombre culto e inteligente, no solo por su título universitario en una tierra salvaje, sino porque conquistó a una mujer joven y bella, recitando con elocuencia los poemas de Robert Browning.

La vejez lo ha sorprendido en un puesto por debajo de sus expectativas y de su capacidad. El cargo de «Agente para los indios» es inferior al concepto que tiene de sí mismo. Sobre todo, si como resulta el caso, se es racista.

Acaba convirtiéndose en un prevaricador que utiliza su jerarquía para cometer fraude, no solo por codicia, sino por miedo y amargura, por resentimiento contra la sociedad y el mundo, por sentir que no ha obtenido de la vida lo que creía merecer y esperaba recibir.

Emplea su formación, su cultura, su oratoria y sus modales para robar al gobierno y a los apaches. Es un claro ejemplo de que la educación y el conocimiento no garantizan la bondad y la justicia de las acciones, al contrario de lo que Sócrates y Platón pensaban.

La esposa de Favor, eje del drama final, resulta ser una mujer calculadora que se cree una dama, basándose en su belleza, y que pensó en su matrimonio como una manera de conseguir más bienestar y lujo del obtenido. Racista y clasista, compone con su marido una pareja hipócrita y codiciosa, despectiva con todo aquel que considera situado más abajo en la escala social.

Solo la satisfacen los bienes materiales.

 

Diálogo moral y encuentro

Otra «damita» insatisfecha es Doris, la mujer del muchacho Billy Lee. Se casó con él sin amor para escapar de un rancho mísero y exhibe una conducta inmadura y quejosa que la empuja a mostrar provocaciones eróticas ante pistoleros peligrosos.

Cicero Grimes es la figura del asesino, explotador de los demás, capaz de matar por la menor circunstancia que se interponga en sus planes. Siempre amenazador y torcido.

Méndez, el mexicano (por vez primera se presenta a un mexicano en un Western sin tintes graciosos, ridículos, bárbaros o miserables) es un hombre que se da perfecta cuenta de la injusticia social en la que vive: racismo, agresividad, clasismo; pero prefiere ceder a enfrentarse, ser acomodaticio a hacerse notar. Es incapaz de matar a nadie. Respeta la vida y siente la necesidad de una justicia trascendente.

—Dios nos ve –dice Méndez.

—Dios no existe –contesta Favor.

—¿No hay infierno –doctor?

—Sí, hay infierno –acaba Favor.

Para Méndez, sin valor ante la violencia, el infierno es nuestra conducta frente a la injusticia.

Favor es lúcido y cobarde; consciente y mezquino. Méndez es clarividente y débil, un buen hombre feble.

El carácter del sheriff está prodigiosamente descrito en la escena con Jessie, donde se presenta con nitidez como un perdedor, lo que le lleva al delito y a la muerte. Una secuencia vigorosa en la que ambos quedan definidos.

Jessie representa a la mujer valiente que no pierde de vista la realidad. No se hace ilusiones, afronta las situaciones, no siente miedo a pesar de su condición femenina en un mundo violento. Pero lo más importante es que, aun siendo una perdedora a quien la vida le ha ido mal, mantiene una visión ética y humana superior al resto de los personajes: hay que ayudar al que lo necesita porque lo necesita.

«Si solo nos ayudaran cuando lo merecemos, nadie recibiría ayuda», declara. Y es capaz de arriesgar su vida por socorrer a la poco empática mujer de Favor.

John Russell, el principal protagonista, es un hombre radical. Raptado por los indios durante su infancia, se ha criado con ellos y, cuando puede integrarse en el mundo de los blancos al ser adoptado en primer lugar y recibir una herencia después, decide volver con los apaches.

Russell se ha educado en la dureza de la vida salvaje y ha aprendido a mirar la realidad y la muerte de frente y con radicalidad. Es sobrio, directo, realista, carente de hipocresía, cree que la sociedad del hombre blanco está podrida.

Y solo cuando ve que Jessie está dispuesta a morir por sus ideas, actúa dando la vida por ella. Russell recibe de la mujer un estímulo ético que admira y responde generosamente con un casi seguro sacrificio. Lo que no haría nada más que por su pueblo, lo hace por Jessie.

Este diálogo moral cierra el filme de una manera espléndida. Russell pregunta y ella le ofrece una respuesta que por vez primera lo conmueve a lo largo de la historia. Es un breve pero suficiente encuentro entre ambos personajes.

 

 

 

 

 

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Luis Miguel Iruela Cuadrado es un poeta y escritor, doctor en medicina y cirugía por la Universidad Complutense de Madrid. Especialista en psiquiatría, jefe emérito del servicio de psiquiatría del Hospital Universitario Puerta de Hierro (Madrid), y profesor asociado (jubilado) de psiquiatría de la Universidad Autónoma de Madrid.

Dentro de sus obras literarias se encuentran: A flor de agua, Tiempo diamante, Disclinaciones, No-verdad y Diccionario poético de psiquiatría.

En la actualidad ejerce como asesor editorial y de contenidos del Diario Cine y Literatura.

 

 

 

 

Tráiler:

 

 

 

Luis Miguel Iruela

 

 

Imagen destacada: Aguirre, la cólera de Dios (1972).