[Ensayo] «Lo llamaban comandante Pepe»: Simplemente un ideal

El escritor valdiviano Rubén González Lefno recrea un cuadro intimista de todo lo ocurrido por esos años (1970 – 1974) en la llamada Región de los Ríos, y violenta al lector con lo crudo de la escena, cuando describe la persecución, la tortura y el fusilamiento que sufrieron la mayoría de los integrantes de ese Macondo criollo.

Por Aníbal Ricci Anduaga

Publicado el 14.3.2024

Ideología, según la RAE, sería un: «conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad o época». No es la deformación que tan despectivamente utilizan algunos grupos políticos en la actualidad, en tiempos en donde esas doctrinas más bien responden a un recuerdo de épocas pasadas.

Vivimos en la vorágine de las redes sociales donde conviven discursos identitarios y, por el contrario, formas inarticuladas para expresar malestar, agrado, a veces enojo, pero que son textos breves sin mucha profundidad y, una tercera variante, meras descalificaciones o apuntes que no concitan más que unas líneas.

En el mundo de las ideas lo contemporáneo carece de ideología e incluso muchos intelectuales, incluso filósofos, desarrollan ideas fácilmente digeribles para un público que consume internet como única vía para adquirir conocimiento.

El libro de Rubén González Lefno (Valdivia, 1950) echa de menos esos tiempos donde una figura como Gregorio Liendo Vera se alzaba sobre el resto y conducía como un verdadero líder, en base a su trabajo arduo y compartiendo labores con todos los trabajadores que a futuro estarán congregados bajo la empresa estatal Complejo Forestal Maderero Panguipulli.

¿Qué hacía diferente del resto al comandante Pepe?

Simplemente un ideal: mejorar las condiciones de los trabajadores del sector maderero de la hoy denominada Región de Los Ríos, básicamente los habitantes de la precordillera de los lagos Calafquén, Panguipulli, Riñihue y Ranco.

¿Por qué alrededor de este integrante del MIR se plegaron más de veinte tomas de fundos?

Primero, Gregorio Liendo fue a alfabetizar la zona, sabía que se debían conquistar las tierras de la precordillera donde históricamente los patrones de fundo habían acallado a los movimientos sociales de forma violenta y sometían a los trabajadores a extenuantes jornadas laborales.

Un año después de esos ejercicios, que coincidió con el triunfo de Salvador Allende en las urnas, Liendo protagonizó numerosas tomas de terreno, ofreciendo liderazgo y organización, una mezcla de decisión y de valentía.

Los grupos de derecha de la zona, pero también los partidos de la Unidad Popular, a ambos lados de la vereda veían con temor el poder que concitaba el comandante Pepe, a unos por arrebatarle el control de las tierras, y a otros por el alto grado de sofisticación que supuso tal empresa.

Ambos bandos demonizaron a Liendo y a los trabajadores como verdaderas hordas de terroristas que asolaban la zona mediante el uso de armas, cosa que el comandante Pepe siempre evitó para no desperfilar la lucha legítima de los trabajadores.

Hay que entender la época y pensar que el socialismo, en la década de 1970, estaba instalado en las dos terceras partes de los territorios del planeta.

 

Otorgar la dignidad que merece todo ser humano

Rubén González Lefno recrea los tiempos del gobierno de Allende, pero también hace suya la defensa actual de los territorios de los mapuche. Hubo muchos despojos de tierra amparados por los gobiernos de turno, y una futura contaminación de lagos e inundaciones de tierras ancestrales por parte de las hidroeléctricas.

El autor reivindica también la toma de terrenos, por las razones ideológicas expresadas, en línea con: «quién roba a un ladrón tiene 100 años de perdón». Tiene más sentido la lucha por las condiciones salariales y el fin de las pulperías, en realidad otorgar la dignidad que merece todo ser humano.

La idea de que tomaron esos fundos que pertenecían ancestralmente a los mapuche no sigue una línea argumental rigurosa, en el libro no se despliega evidencia por parte del movimiento del comandante Pepe que haga pensar en el respeto a la cosmogonía indígena ni en darle a ese pueblo algún poder de representatividad sobre sus antiguas tierras.

Al comparar su proyecto en procura del bienestar de los trabajadores, con luchas más actuales que reivindican esas tierras mapuche, parece un recurso oportunista más propio de estos tiempos de redes sociales. El proyecto del comandante Pepe era muy transparente y no requiere vestirse de ropajes ajenos.

Gregorio Liendo Vera era la persona, que conformó una comunidad y fue artífice de una época, un ideólogo que el autor recuerda con nostalgia, debido al esfuerzo sobrehumano que fue configurar la existencia del Complejo Forestal Maderero Panguipulli, cuyas oficinas ubicadas en Neltume serán controladas a futuro por gente afín a la Unidad Popular.

Liendo, amigos universitarios y otros jóvenes lugareños lograron conformar y empoderar a los sindicatos de cada fundo y colocan la voz de alerta en el Congreso que reunió a los fundos con objeto de articular el poder de decisión de las comunidades en el funcionamiento del Complejo.

Al producirse el Golpe de Estado, este hombre de ideas pasó a ser el enemigo número uno del nuevo régimen y en sólo siete días dieron con su paradero. El ideal que representaba fue entonces recibido con ráfagas de metralleta, apresado y torturado durante dos semanas.

Luego de acaecido el levantamiento militar, Liendo intenta apoderarse del retén policial de Neltume y al fracasar en la asonada, vendrán las persecuciones y la desaparición de muchos que lo acompañaron en su gesta social. De más está en reparar que la acción de las Fuerzas Armadas fue brutal y en consecuencia el autor llama «asesinos» a los ejecutores (de los fusilamientos) por lo desproporcionado del uso de la fuerza.

 

«La memoria es el único paraíso del que no podemos ser expulsados»

El autor ha insertado la biografía en primera persona de muchos de los que murieron en el camino, lo hace con cariño por la lealtad a toda prueba hacia el comandante Pepe. Incluso les permite expresarse después de muertos, un detalle que otorga dignidad a todo su sacrificio. La mayoría jóvenes que vivieron en tres años lo que cualquier ser humano no alcanza a experimentar en toda una vida.

Hay poesía y calidad narrativa, por parte del autor, para dar cuenta de esos bosques impenetrables, esos silencios tan alejados del bullicio de nuestras actuales ciudades. Casi sentimos el olor del raulí, la tepa y el coigüe; González Lefno nos monta a caballo para alcanzar esos miradores sin tiempo.

Los zigzagueos temporales en la narración, con antes y después, donde incluso tras la muerte del comandante Pepe, este reaparece arengando a los trabajadores para que consoliden sus planteamientos al interior de cada uno de los sindicatos; es un recurso que dota de fuerza dramática al texto y hace que el lector reflexione acerca de los acontecimientos.

Estamos frente a un documento historiográfico con datos y conversaciones de muy difícil acceso para historiadores inclusive, donde el propio autor permaneció en la zona y conoció a muchos de los nombres mencionados.

Rubén González Lefno recrea un cuadro intimista de todo lo ocurrido por esos años y violenta al lector con lo crudo de la escena. Asimismo, describe la persecución, la tortura y el fusilamiento sufridos por la mayoría de los integrantes de ese Macondo criollo, pero ellos no eran seres atravesados por la soledad, sino gente que aprendió a vivir en completa comunión con el prójimo a través de jornadas de trabajo llenas de camaradería.

Entre los que sobrevivieron al violento exterminio aún se recuerdan aquellos días en que lograron fijar horas razonables de trabajo, mejores salarios y tiempo con la familia.

Hay dos palabras que recorren todo el texto, una es «nostalgia» por un tiempo pasado que fue mejor, y la otra es «dignidad» porque el comandante Pepe les hizo ver que era posible un camino más justo para los trabajadores.

«La memoria es el único paraíso del que no podemos ser expulsados».

 

 

 

 

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Aníbal Ricci Anduaga (Santiago, 1968) es un ingeniero comercial titulado en la Pontificia Universidad Católica de Chile, con estudios formales de estética del cine cursados en la misma casa de estudios (bajo la tutela del profesor Luis Cecereu Lagos), y también es magíster en gestión cultural de la Universidad ARCIS.

Como escritor ha publicado con gran éxito de crítica y de lectores las novelas Fear (Mosquito Editores, 2007), Tan lejos. Tan cerca (Simplemente Editores, 2011), El rincón más lejano (Simplemente Editores, 2013), El pasado nunca termina de ocurrir (Mosquito Editores, 2016) y las nouvelles Siempre me roban el reloj (Mosquito Editores, 2014) y El martirio de los días y las noches (Editorial Escritores.cl, 2015).

Además, ha lanzado los volúmenes de cuentos Sin besos en la boca (Mosquito Editores, 2008), los relatos y ensayos de Meditaciones de los jueves (Renkü Editores, 2013) y los textos cinematográficos de Reflexiones de la imagen (Editorial Escritores.cl, 2014).

Sus últimos libros puestos en circulación son las novelas Voces en mi cabeza (Editorial Vicio Impune, 2020), Miedo (Zuramérica Ediciones, 2021), Pensamiento delirante (Editorial Vicio Impune, 2023) y la recopilación de críticas audiovisuales Hablemos de cine (Ediciones Liz, 2023).

 

«Lo llamaban comandante Pepe», de Rubén González Lefno (Ediciones Escaparate, 2023)

 

 

Aníbal Ricci Anduaga

 

 

Imagen destacada: Rubén González Lefno.