[Ensayo] «Los libros de Jacob»: La mágica narrativa de una obra maestra

La Premio Nobel de Literatura 2018, la escritora polaca Olga Tokarczuk ha redactado una nueva obra fundamental del canon occidental en lo que va del siglo XXI, comparada por la bifurcación de sus voces artísticas y la amplitud de sus tópicos argumentales, con el impacto que causó en su momento, la inmensa «2666» del autor chileno Roberto Bolaño.

Por Alfonso Matus Santa Cruz

Publicado el 25.7.2023

La vida privada de un lector es un viaje de duración indefinida a través del inmenso océano de la literatura, las más de las veces a la deriva, atravesando mareas, días escampados, desiertos de libros irregulares, islas extravagantes con personajes que lo saludan desde sus orillas casi inaccesibles.

Así, la orientación de la travesía, el mapa secreto en que se traza la trayectoria de los libros leídos, puede ser descrito gracias a la presencia decisiva de unos pocos libros, esas obras maestras, universales o íntimas, que tuercen y encauzan el movimiento de la nave que es el cuerpo lector, su memoria, sus pasiones y su geografía imaginaria.

Todo lector avezado reconoce cuales son las obras que cumplen este rol en su vida, aunque a veces, con algunas, ocurre años después de la primera lectura, en la segunda o quinta relectura.

Las ocasiones en que la primera lectura de una obra nos remece el espinazo y acompaña nuestros días o semanas con una intensidad peculiar, quizá invisible para familiares y amigos, son contadas con los dedos de las manos.

Esa sensación me recorre al leer las páginas finales de Los libros de Jacob, la novela torrencial y milagrosa de la escritora polaca Olga Tokarczuk (1962), una de las narradoras vivas más extraordinarias y fascinantes.

La obra de ficción, publicada originalmente en 2014, fue uno de los factores de mayor peso en la decisión del jurado que le otorgó el premio Nobel de Literatura 2018, y finalmente ha sido publicada en castellano por la casa editorial Anagrama.

 

Cantidad de puntos de vista

Estamos frente a uno de esos libros-ladrillo, un volumen que sobrepasa las mil páginas, cuyo subtítulo, del que solo comparto una parte, es una declaración de intenciones que, pese a su envergadura delirante, se cumplirá con creces.

Los libros de Jacob o gran viaje a través de siete fronteras, cinco lenguas y tres grandes religiones, sin contar otras pequeñas. Contado por los MUERTOS y completado por la AUTORA siguiendo el método de la CONJETURA y de muchos otros LIBROS extraído, y asimismo reforzado con la IMAGINACIÓN, que es el mayor DON natural del ser humano.

Así es, y falta una breve dedicatoria. Tamaña propuesta, lo crean o no, es la aventura que desplegará frente al ojo interior del lector alucinado por esta cruza de historia y de ficción que nos deja perplejos y asombrados a partes iguales.

La historia troncal de la novela relata la vida y la obra de un profeta herético que parece un personaje de Dostoievski, Jacob Frank, pero su vida fue muy real y los documentos históricos que lo retrataron atraviesan y nutren la narración, amparada a su vez en la conjetura e imaginación, como deja en claro la narradora polaca.

Nos situamos en el territorio del reino polaco (actual Ucrania), siglo XVIII, donde nace el hijo de un rabino que llegará a cuestionar los fundamentos del judaísmo luego de formarse leyendo los textos sagrados y viajar al medio oriente, donde conoció la vida y obra de Shabtai Tzvi, autoproclamado mesías judío que fundó la secta herética de los sabateos en Turquía el siglo anterior.

Con esa influencia volvería a Polonia con el espíritu descendido en su cuerpo, escena de una magnitud cardinal en la novela, y la voluntad de formar su propia secta con potente carácter místico y anti talmudista.

Durante la novela asistiremos a la formación de esta secta, a los viajes y ritos primerizos, a las primeras transgresiones de las normas talmúdicas y a las orgías y ceremonias que exaltaban lo dionisíaco y lo femenino, inculcando un pensamiento embebido en la cábala, el gnosticismo y en gran parte de la tradición esotérica occidental.

Una de las principales proezas de la obra es la diversidad y cantidad de puntos de vista que nos ofrece Tokarczuk para seguir el periplo de Frank y sus seguidores, los hechos y los rumores alrededor de su figura.

Están los personajes más cercanos al autoproclamado mesías y reencarnación de Shabtai Tzvi, como Nachman y Moliwda, que puedes ser narrados tanto en tercera persona como a partir de textos suyos que refieren los acontecimientos que acaecen a la secta y las palabras de Frank a modo de testimonio directo.

Asimismo, se encuentra también el cura Chmielowski, decano del pueblo de Rohatyn y autor de La nueva Atenas, obra didáctica de carácter enciclopédico, la primera de ese tipo en Polonia (y clave para entender la pasión enciclopédica de la novela), así como también una muerta no muerta, la vidente Yenta, que se tragó un papelito con la letra sagrada y, en vez de fallecer, pasó a ocupar una atalaya omnisciente que le permite seguir a todos los personajes, los devaneos de sus corazones y de sus pensamientos.

 

Un narrador, un profesor y un hechicero

A estas perspectivas y recursos literarios se suma un abundante número de cartas entre algunos de los personajes y algunos documentos propios de la época, así como un ilustrativo corpus de imágenes cabalísticas, grabados urbanos, diarios o manifiestos que conforman el apartado documental de una historia que oscila entre la realidad y la ficción.

De esta manera, y aunque la envergadura narrativa sea épica, la construcción de la obra en pequeños capítulos permite que leamos el tejido de la historia a partir de sus múltiples nudos, en forma de una constelación caleidoscópica en la cual la vida íntima y cotidiana de sus personajes es narrada con un lenguaje espléndido, preciso y hermoso a la vez.

Es así como nos enteramos de sus formas de preparar pan, realizar un funeral, hacer el amor o estudiar las escrituras sagradas.

Recuerdo que en alguna parte Vladimir Nabokov afirma que en todo escritor hay un narrador, un profesor y un hechicero, siendo éste último el que denota su grandeza. Es difícil hallar un equilibrio entre esa triada, es más difícil aún sostener un acto de hechicería tan constante como una novela que supera las mil páginas y atraviesa dos siglos, muchos países, idiomas y religiones.

Esa proeza es la que logra Tokarczuk con esta novela que convoca tanto a los clásicos decimonónicos (a los que nada tiene que envidiarle) como a las estrategias narrativas más contemporáneas de las perspectivas múltiples y los puntos ciegos alrededor de los cuales prolifera la trama con sus bifurcaciones, estratos y resonancias.

A esas virtudes narrativas añade la atención minuciosa a los matices escénicos, a la atmósfera interna y externa de los personajes, así como a la visión penetrante y paradójica de algunos de sus roles femeninos, que a veces ponen en contradicho la figura patriarcal de Jacob, y a veces la abrazan con un erotismo abrasador, como ocurre con su hija Ewa, cuya relación ambigua, entre la ternura y los juegos de poder, es una de las arterias principales de la trama.

Por último, huelga decir que los temas que dan cuerda a la novela —el eclecticismo cultural, la heterodoxia, la posibilidad de convivir con creencias diversas, la tensión entre la tradición y la transgresión, la ambigüedad entre el pragmatismo y la voluntad trascendental, mística y profética—, son tan centrales hoy como hace dos siglos.

Más aún si considerando el contexto bélico presente en una Europa oriental que desde los tiempos de Heródoto ha sido una encrucijada cultural de religiones, lenguas y pueblos. Junto a 2666 es, sin duda, una de las novelas imprescindibles de nuestro siglo, sin necesidad de exagerar, una obra maestra que calará hondo en el lector que se atreva a abordarla.

 

 

 

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Alfonso Matus Santa Cruz (1995) es un poeta y escritor autodidacta, que después de egresar de la Scuola Italiana Vittorio Montiglio de Santiago incursionó en las carreras de sociología y de filosofía en la Universidad de Chile, para luego viajar por el cono sur desempeñando diversos oficios, entre los cuales destacan el de garzón, el de barista y el de brigadista forestal.

Actualmente reside en la ciudad Puerto Varas, y acaba de publicar su primer poemario, titulado Tallar silencios (Notebook Poiesis, 2021). Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

«Los libros de Jacob», de Olga Tokarczuk (Editorial Anagrama, 2023)

 

 

 

Alfonso Matus Santa Cruz

 

 

Imagen destacada: Olga Tokarczuk.