[Crónica] El portal de la lujuria

En el Hotel Inglaterra de La Habana se hospedaron Enrique Caruso, Federico García Lorca, la divina Gabriela Mistral, así como Rubén Darío, también el poeta y héroe cubano José Martí, y entre los políticos destaca sin lugar a dudas un joven periodista, Winston Churchill, es decir un sitio icónico de la cultura isleña.

Por Iván Ramírez Araya

Publicado el 25.7.2023

En la mayoría de las ciudades hispana del mundo y quizá como un sello que nos ha dejado la arquitectura de la Madre Patria, existentes los portales, que muchas veces rodean las principales plazas de las ciudades. El portal entonces pasa a ser un factor muy principal de una ciudad que se aprecie como tal.

Al hablar de portal nos referimos a entradas monumentales, puertas de acceso o a espacios caracterizados por su majestuosidad, aunque más simple aún portal viene de puerta.

En este caso me refiero al pórtico de un edificio o conjunto de ellos de algún edificio suntuoso. Quizá para mejor entender el Portal Fernández Concha que frente a la plaza de armas de Santiago ha sido un lugar icónico de la capital, donde lo principal al menos para mí en aquellos años juveniles era una visita obligada a dicho lugar a comer los ricos hot dog en el Bahamondes untados de una imbatible mayonesa cuya fórmula exclusiva aún se utiliza en los tales preparados.

Al interior de mi cuidad, Ovalle, últimamente han emergido algunos remedos de portales frente a la plaza principal donde algunos parroquianos los llamados rumiantes ovallinos comparten algún café, mientras alguien comenta la noticia que de refilón vio en la tele, generalmente se trata de fast news y así se acorta la mañana, vacía e insustancial.

Bueno, de portales los hay y muchos, de los más variados tamaños, formas y propósitos, siempre recuerdo aquel que rodea la plaza Mayor de Madrid que bajo la atenta mirada de Felipe III, un público ávido del buen yantar entre tapas, copas y sangrías llenan los locales que saben a cocido madrileño, callos a la madrileña, natillas, jamones, cervezas y churros que le dan su sello característico.

Más de alguien mencionara el barrio rojo holandés, que en mi modesta opinión no cuadra con el concepto de portal, sería entonces el Portal de las Putas, putas legales, pero putas al fin, de indudable atracción turística para los viajeros ávidos de conocer, aunque sea a través de las ventanas, aquellas rubias naturales y de piernas largas que por algunos florines ofrecen sus cuerpos aun tersos, al que pueda pagar.

Últimamente he tenido la oportunidad de conocer un lugar de por si bello, dentro de una arquitectura clásica que enfrenta el Parque Central de La Habana, Cuba. Es una unidad, y aunque no es parte de los portales es imposible no mencionar al edificio emblemático de Cuba, el Capitolio, bello monumento producto del imaginario humano.

Ya forma parte de estos portales el edificio donde Alicia Alonso deslumbraba con sus interpretaciones en el Ballet Nacional de Cuba que le dio nombradía a la isla toda a nivel planetario por ser una eximia intérprete de los ballets más clásicos universales. Merecidamente el teatro que lleva su nombre, el gran teatro de La Habana de estilo neobarroco, es patrimonio cultural del país.

Vecino al hermoso y elegante Hotel Inglaterra, hotel insigne de la capital cubana, emblema de La Habana vieja, el más antiguo de Cuba, también es parte de la historia habanera y merecidamente reconocido como parte del patrimonio universal de la humanidad.

Además, su hermosa arquitectura mudejar, en contraste con su fachada neoclásica, y también por haber tenido el inmenso honor de haber hospedado a notables personalidades mundiales de la literatura, el cine, la música ,las letras.

En ese edificio se hospedaron Enrique Caruso, Federico García Lorca, la divina Gabriela, así como Rubén Darío, también el poeta héroe cubano José Martí, y entre los políticos destaca sin lugar a dudas un joven periodista, Winston Churchill, es decir un sitio icónico de la cultura cubana.

 

Ahí está el alma de Cuba

Flanquea al Hotel Inglaterra, un lugar impensado algunos años.

Su portal es la continuación del portal del teatro: se trata del Hotel Telégrafo, que luce con mucho orgullo en su frontis la bandera del grupo LGBT, y al decir de algunos cubanos es un centro de encuentro de la comunidad homosexual tanto cubana como extranjera.

Entonces aquello del gran portal, único que enfrenta el Parque Central de La Habana vieja. Qué inmerecido nombre, para tan bella cuidad, que de vieja no tiene nada. En todo caso se trataría de una vieja más bien joven, lozana, hermosa y vital (al menos así la veo yo).

Así, en estos portales, desde tempranas horas de la mañana, a las 10 de la mañana y todos los días, empieza a sonar la rumba, la fiesta cubana, esa fiesta que alegra los espíritus y refresca el alma. Música estimulante, sonoridad y relajo son el sello común e inconfundible de este lugar que en sí se constituye un solo gran portal.

En los portales habaneros desde muy temprano empieza la música con ese sello tan característico, la música caribeña que para mí, un auténtico sudaca venido de un lugar frío, opaco, oscuro, en donde ocasionalmente se suele escuchar música en las plazas públicas.

Pues es difícil imaginar que en le Plaza de Armas de mi cuidad, Ovalle, que era un paseo obligado para ir a escuchar la Banda de Música en un comienzo de la empresa de Ferrocarriles del Estado y luego municipal.

Músicos uniformados, es decir, desde ya formales, dejan o quizá dejaban oír piezas musicales opacas, básicas, lo poco que logran obtener dentro de una severa disciplina, ensayaban todos los días algunas obras menores y quizá lo más principal a la 1 de la tarde en punto, el día domingo, en fila marchaban a su sede, una marcha en estricto orden marcial.

Acá, todo eso es la antítesis, se escucha una explosión de sonidos, vibrantes, sonoros, rítmicos con una matriz común, el ritmo sincopado que de los instrumentos musicales obtienen los interpretes para el gozo de la persona, del oyente:

en el cuarto de Tula
se corrió candela…

Y es entonces la Tumbaora, la que da el ritmo y que hace que el más pacífico y tranquilo de los parroquianos se mueva, aunque sea unas manos desde los asientos:

…y no apago la vela… y no apagooo la vela… y no apago la vela… y como por encanto la audiencia empieza a moverse con ese ritmo endiablado… y noooo… nnoooo apago la vela…otros/ otras se entrelazan con pasos frenéticos de danza entre lujuriosa, erótica y lasciva…. Y noooo…. noooo…. nooo apago la vela… y todos nos sumamos al coro… y nooo y nnooo apago la vela…

Y corrioooo candela… y noooo… nnooo apago la vela. Entre Tumabaora trompetas… y noooo y noooo apago la vela, empiezan a llegar las mariposas exuberantes, se asoman más menos a eso de las ocho de la noche, volotean y revolotean entre las mesas y noooo y nnoooo apago la vela…

Y ya todo es movimiento rítmico, una onda magnética hace que las neuronas ya autonómicamente ordenan a las hipófisis, y a las endorfinas algunas ya medias dormidas, reciben la orden y, noooo apago la vela… noooo… noooo la vela…

Entonces, ya todo es jolgorio, las hormonas alineadas con la música solo tienen que seguir el ritmo, ritmo caliente, lujurioso y… noooo y nnooo apago la vela…, y laaaa candela… se quedó dormía y… nooooo apago la vela… nuestro cuerpo en pleno desasosiego obedece… sigue el ritmo candongo y febril… y nooo se apagó la vela… nooo apago la vela…

De pronto, como por encanto, aparecen los Mojitos, bebida ideada por satanás que y nooo apago la vela… que mezcla la azúcar, la menta y el ron con mucho hielo, es decir ahí está el alma de Cuba, en el tal mojito, la azúcar morena cubana, el ron que es destilado de caña y la menta.

La sed, entonces, se apaga con aquel brebaje olorosito a vida y que refresca no solo el hígado (el mojito el elixir del hígado), sino que te da la energía en el momento preciso para seguir el ritmo de la Tumbaora cuyas ondas rítmicas te alegran la vida coooñññoooo.

Entre tanto, las mariposas con sus piernas largas, sus curvas exóticas, su sonrisa amplia y su corazón de oro, te invitan a bailar.

Y, nooo… nooo…. noooo…. apago la vela.

 

 

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Iván Ramírez Araya nació en Chile, en las tierras semidesérticas de la provincia de Limarí, el 30 de agosto de 1937. Hijo de don Ángel Custodio Ramírez Galleguillos y de doña Pabla Ida Araya Carvajal de Ramírez.

De profesión médico veterinario, titulado en la Universidad de Chile, ha ejercido en diferentes lugares del país. Fue funcionario del Servicio Agrícola Ganadero (SAG), del Ministerio de Agricultura durante 30 años, hasta su jubilación. Se ha perfeccionado en su especialidad en el extranjero y en materias de ciencias sociales en el Crefal, Pátzcuaro, Michoacán, México.

Durante el gobierno del presidente Salvador Allende (1970 – 1973) ocupó cargos de responsabilidad política en materias de su especialidad profesional, y más tarde, en el primer gobierno de la Concertación (1990-1994) se desempeñó como director regional de Corfo (Corporación de Fomento de la Producción) y, de seremi de Economía en la Región de Coquimbo.

 

Iván Ramírez Araya

 

 

Imagen destacada: Hotel Inglaterra de La Habana.