[Ensayo] «Magníficos rebeldes»: El origen del idealismo alemán

El espléndido libro de la historiadora germana Andrea Wulf —subtitulado «Los primeros románticos y la invención del yo»— es la antorcha que nos ofrenda para que nos introduzcamos en ese fascinante laberinto de pasiones e ideas que cambiaron la faz del pensamiento occidental.

Por Alfonso Matus Santa Cruz

Publicado el 2.12.2022

Si pudiésemos echar mano a un medidor del voltaje intelectual filosófico y poético, y tratar de dilucidar en qué momentos y lugares de la historia se alcanzaron las cotas más altas y condensadas de esta expresión de mentes reunidas, seguramente uno de los ejemplos más contundentes sería el del círculo de Jena, el grupo de pensadores y escritores alemanes que dio forma a una nueva cosmovisión.

Lo que hoy conocemos como romanticismo, pero que bien podría ser la fundación del individuo moderno, pero no la versión egoísta y narcisista en que se ha desvirtuado el yo, sino una revolucionaria visión integral de la libertad individual en sintonía con el gran organismo de la naturaleza.

Durante la última década del siglo XVIII, con los ecos convulsivos de la Revolución Francesa contagiando a los pensadores con el ideal de la libertad, un grupo de jóvenes escritores, entre los cuales estaban Schiller, Novalis, los hermanos Schlegel y más tarde Schelling, comenzó a reunirse en la pequeña ciudad de Jena, cerca de Weimar, donde vivía el ídolo de todos, Goethe, padrino del romanticismo, quien había comenzado un oleaje pasional sin precedentes con la publicación de su Werther.

Esta comunidad de mentes que respiraban filosofía, poesía y naturaleza, sobre todo gracias a la aparición del aventurero y siempre curioso joven Alexander von Humboldt, quien pasaría por allí antes de su viaje de cinco años al nuevo continente, se fue articulando gracias a la Universidad de Jena y la revista Die Horen, que editaba Schiller.

Y en el núcleo de todo estaba una mujer imparable, magnética y erudita, Caroline, que primero fue compañera del mayor de los hermanos Schlegel y luego quedó prendada del filósofo de la naturaleza, el joven Schelling.

 

Un carnaval de voces

Este período fascinante de la historia del pensamiento occidental, quizás uno de los más influyentes de los últimos siglos, es el que retrata con una espléndida prosa, casi novelesca, y con un cuidado por los detalles y los vaivenes de las cartas, las relaciones y los documentos que quedaron de la época, la escritora Andrea Wulf, en su libro Magníficos rebeldes, editado por Taurus.

Así, y en la estela de La invención de la naturaleza, el magnífico libro sobre el viaje terrenal y mental de Alexander von Humboldt, que la lanzó a las grandes ligas literarias, Wulf propone un relato polifónico, que va tejiéndose año a año, deslizando el protagonismo entre los personajes, centrándose en los días de dicha y comunidad, pero también en las rencillas y polémicas internas, en las roturas de relaciones, el impacto de las muertes, el desfile de las esperanzas y la brutalidad de la historia que los asediaba con Napoleón a la cabeza del ejército francés.

En este carnaval de voces que se dedican a «sinfilosofar», debatiendo sobre todo en las noches con vino y música del pensamiento, expresando sus ideas más quemantes y rebeldes frente a la monarquía o la Iglesia Católica, enarbolando la experiencia íntima, el buceo profundo en los movimientos del pensamiento que nos dan forma, explorando la autoconciencia y el poder creativo de itch, el concepto del yo de Fitche, la voz y sensibilidad de Caroline se revelan como el núcleo sobre el que orbitan, a veces con pasión y a veces con ataques personales, los hombres, como su segundo esposo, August Wilhelm Schlegel, quien publica con su nombre sus escritos y traducciones en colaboración sobre las obras de Shakespare.

De esta manera, en una alianza que atraviesa las fronteras del espacio y tiempo, refugiándose en el círculo de Jena durante la aislación provocada por la pandemia, Wundt halla en Caroline un ejemplo de mujer indomable, genuina y fiel a sí misma, dispuesta a recibir los embates y chismorreos de la conservadora sociedad prusiana, abriéndose paso por derecho propio, maravillando y contrariando a sus pares masculinos por su libertad y profundidad de pensamiento, su manejo de las lenguas clásicas y su acuciosa destreza como lectora crítica y escritora de reseñas y cartas que son el reflejo más incandescente e ilustrativo de esta trama de pensadores magníficos y rebeldes, como Andrea Wulf los llama.

En el interregno que va desde Kant a Hegel, quien por cierto llegaría a Jena cuando el círculo de Jena ya estaba disgregándose, Fitche, con su ideal Yo autónomo, y luego Schelling, con su pensamiento reunificador del humano y la naturaleza, el arte y las ciencias, robustecieron la arquitectura del idealismo alemán y contagiaron la pasión por la libertad y la autoafirmación del individuo, llevando al territorio interior lo que los franceses habían hecho a nivel social y político.

Novalis inspeccionando minas y tallando el dolor provocado por la pérdida de su joven prometida en sus Himnos a la noche; Goethe llevando al teatro las obras de Schiller y metabolizando la naturphilosophie de Schelling en su Fausto; éste último compartiendo habitación con Hölderlin y Hegel durante su educación universitaria; Schlegel, el hermano menor, trasvasando su apasionada experiencia erótica con Dorothea, en ese entonces su amante, en su Lucinde, novela fragmentaria que posiblemente haya influenciado a Joyce y sirva de antepasado a la revolución sexual de los 60.

 

La faz del pensamiento occidental

La tensión entre los debates pródigos de una ferviente comunidad intelectual y las inflaciones de egos masculinos, entre la generosidad intelectual y la mezquindad al momento de criticar al otro o negarle espacio para publicar en las respectivas revistas; la pulsión, en fin, del lado fecundo y luminoso de los individuos y sus celos y caras más oscuras, es lo que se expresa en todos sus matices, desde la libertad y el libertinaje, hasta el narcisismo más desaforado y destructivo, este relato sobre un grupo pequeño de pensadores y de escritores irrepetibles.

Fenómeno que refleja mucho de los complejos presentes en la actualidad, entre las demandas sociales y los derechos del individuo, la colisión entre lo privado y lo público, sus desavenencias y puntos de encuentro.

Pese a que la cultura haya sido alterada radicalmente por la tecnología y la esfera de las comunicaciones digitales, los mismos complejos, temores y esperanzas del círculo de Jena, siguen presentes, y el prisma con que ellas y ellos los enfrentaron, el coraje y la búsqueda de aventuras intelectuales sin concesiones, arrojan luz y perspectiva sobre lo que nos toca vivir día a día.

No en vano el romanticismo inglés y el trascendentalismo norteamericano, con Coleridge y Emerson a la cabeza respectivamente, se nutrieron y reinventaron gracias a las obras de este grupo de rebeldes apasionados, críticos y profundamente autoconscientes.

El espléndido libro de Wulf es la antorcha que nos ofrenda para que nos introduzcamos en ese fascinante laberinto de pasiones e ideas que cambiaron la faz del pensamiento occidental.

 

 

 

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Alfonso Matus Santa Cruz (1995) es un poeta y escritor autodidacta, que después de egresar de la Scuola Italiana Vittorio Montiglio de Santiago incursionó en las carreras de sociología y de filosofía en la Universidad de Chile, para luego viajar por el cono sur desempeñando diversos oficios, entre los cuales destacan el de garzón, el de barista y el de brigadista forestal.

Actualmente reside en la ciudad Puerto Varas, y acaba de publicar su primer poemario, titulado Tallar silencios (Notebook Poiesis, 2021). Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

«Magníficos rebeldes», de Andrea Wulf (Editorial Taurus, 2022)

 

 

 

Alfonso Matus Santa Cruz

 

 

Imagen destacada: Andrea Wulf.