[Ensayo] «The Rack»: Un relato directo y sin exageraciones acerca de la tortura

El largometraje audiovisual protagonizado por Paul Newman y concebido por el realizador norteamericano Arnold Laven, exhibe el drama de la vuelta a casa de los prisioneros de guerra estadounidenses luego de la llamada Guerra de Corea (1950 – 1953), un acontecimiento que se repetiría con mayor gravedad y dureza con los veteranos del posterior conflicto bélico de Vietnam.

Por Luis Miguel Iruela

Publicado el 3.12.2025

The Rack es una película de 1956 dirigida por Arnold Laven y basada en un episodio para la serie The U.S. Steel Hour de la televisión, escrita por Rod Serling. Registra el drama de la vuelta a casa de los prisioneros de guerra norteamericanos durante el conflicto de Corea. Acontecimiento que se repetiría con mayor gravedad y dureza si cabe con los veteranos de Vietnam.

Rack es una voz inglesa que admite una verdadera polisemia en la traducción. En este caso alude al potro de tortura empleado desde la Antigüedad hasta bien entrado el Renacimiento para lograr la confesión de los prisioneros por el procedimiento de descoyuntar sus miembros.

En la película, la palabra no es literal, sino que adquiere un cariz simbólico. Cariz que se refleja en otra acepción de rack, la que significa «reja o rejilla», sugiriendo la condición de cautivo del protagonista en un campo de prisioneros.

Además, podría citarse también en el sentido de «desmoronamiento» del capitán cuya historia se narra en el filme.

El relato muestra la trayectoria del consejo de guerra contra un oficial acusado de colaborar con el enemigo y ser traidor a su patria. Y se describe en él de forma pormenorizada el procedimiento sistemático de tortura a que fue sometida la víctima durante su cautiverio, algo solo posible de ser planeado por mentalidades sádicas y asesinas.

Así, en primer lugar, el torturado es aislado en un frío cuarto oscuro, húmedo, maloliente con sus propios excrementos. Mal alimentado con escasa y podrida comida; se interrumpe su descanso con frecuencia cuando trata de dormir. Se crispan sus nervios a base de un sonido monótono chirriante e inacabable.

Para facilitar un desahogo del reo, se le entrega papel y medios de escritura al objeto de que redacte su autobiografía con el propósito de hallar el lado más vulnerable y escondido que todos llevamos dentro. Una importante carencia afectiva de la infancia en el caso de la película.

Una vez obtenido, se explota esta grieta emocional hasta conseguir que la resistencia del prisionero se quiebre y acepte lo que sea para acabar con la tortura.

Nada de lo aquí señalado es desconocido en propia carne por los sudamericanos.

 

El remordimiento que nos acompañará toda la vida

Por su tema espinoso y, por qué no decirlo, humillante para los Estados Unidos, el largometraje no tuvo éxito, recaudando apenas dinero en taquilla. Algún crítico acusó a la puesta en escena de poco dramática, cuando lo cierto es que se ve un momento de gran emotividad.

Hay que subrayar que la película carece de pretensiones artísticas y dirige su mensaje al público en general, utilizando un lenguaje llano y eficaz. Quiere señalar un problema y lo hace sin ambages. No hay belleza, sino un relato directo sin exageraciones.

Este método está recogido por Alexis de Tocqueville en su libro La democracia en América, donde señala que los escritores estadounidenses buscan, al contrario que los europeos de mayor elaboración literaria, conectar con el pueblo y contarle sin más las cosas que le afectan.

Algo parecido contiene la anécdota del gran orador ateniense Demóstenes, quien, ante la amenaza de los macedonios, hablaba en el ágora a los presentes con escaso resultado. Decidió entonces contarles las penurias de un asno y vio con regocijo como empezaban a atenderle los circunstantes. A lo que observó: «No sabía que los atenienses estaban más interesados en los asuntos de un burro que en los problemas de la ciudad».

Otra película, esta de mayor calidad, que trata con pulso firme el tema de la tortura es La confesión filmada por Costa-Gavras en 1970, sobre un guion de Jorge Semprún acerca de los Procesos de Praga de 1952, durante las purgas estalinistas. Un ministro del gobierno checo, Artur London, fue acusado de espiar para Occidente y sometido a un proceso cruel de tormentos para arrancarle delitos que no había cometido.

En The Rack, el veredicto es el de culpable de colaboracionismo y traición a la patria, pero concluye con una importante reflexión. Indica que en la vida podemos encontrarnos (de hecho, nos sucede) en situaciones límite.

Lo que hagamos entonces si acertamos en la respuesta, nos llenará de orgullo; pero si nos equivocamos por miedo, por debilidad, por miseria moral encerrará en nuestro interior un remordimiento que nos acompañará toda la vida y nos impedirá conocer una verdadera alegría.

 

 

 

 

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Luis Miguel Iruela Cuadrado es un poeta y escritor, doctor en medicina y cirugía por la Universidad Complutense de Madrid. Especialista en psiquiatría, jefe emérito del servicio de psiquiatría del Hospital Universitario Puerta de Hierro (Madrid), y profesor asociado (jubilado) de psiquiatría de la Universidad Autónoma de Madrid.

Dentro de sus obras literarias se encuentran: A flor de agua, Tiempo diamante, Disclinaciones, No-verdad y Diccionario poético de psiquiatría.

En la actualidad ejerce como asesor editorial y de contenidos del Diario Cine y Literatura.

 

 

 

 

Tráiler:

 

 

 

Luis Miguel Iruela Cuadrado

 

 

Imagen destacada: The Rack (1952).