[Ensayo] «Vida y destino»: Una novela fundamental del siglo XX

La obra del escritor ruso Vasili Grossman —y la cual se público mucho después de su muerte— ha sido comparada con el corpus «La guerra y la paz» de su compatriota decimonónico León Tolstoi y es considerada una de las grandes ficciones con sustento histórico de la literatura universal de cuño contemporáneo.

Por Cristián Uribe Moreno

Publicado el 3.2.2022

Vida y destino (Zhizn i subdá) de Vasili Grossman (1905 – 1964) es un libro enorme, como una catedral, no solo por la cantidad de páginas, alrededor de mil 100, sino también porque da cuenta de la gesta humana de resistencia que vivió el pueblo ruso durante la Segunda Guerra Mundial.

Si hemos de creer en Wikipedia, las vicisitudes que tuvo que vivir el escrito de Grossman para que viera la luz, fueron innumerables. Terminado en 1960, fue prohibido en la Unión Soviética y su autor no pudo ver en vida el texto publicado.

Solo en el año 1988 se publicó en Francia una versión sacada clandestinamente de su país de origen. Desde su aparición, se ha vinculado el libro de Grossman con Guerra y paz de León Tolstoi, tanto por el marco de guerra en el que transcurren los hechos, como por la cantidad de personajes que intervienen en el relato.

El marco temporal de Vida… es el invierno de 1942 y 1943, durante el sitio de Stalingrado. Se podría decir que el relato se centra mayormente en la suerte de la familia Sháposhnikov, constituida por Liudmila, su esposo Viktor Shtrum y su hija Nadia.

Pero la historia es mucho más amplia y se disgrega en decenas de otros personajes y otras latitudes. La mayor parte de los caracteres están relacionados de alguna forma con los Sháposhnikov pero otras historias no. Aunque todos conscientes de lo que ocurría en Stalingrado:

«Escuchando las conversaciones entre los reclusos a menudo descubría la palabra “Stalingrado”. A eso, tanto si le gustaba como si no, estaba unido el destino del mundo».

 

El totalitarismo y sus dos caras

El destino de todos dependía de lo que ocurría allí. Este hecho sirve de excusa a Grossman para intentar dar una muestra del espectro social que existía en ese momento. Personajes de las más diversas ocupaciones y edades pueblan este pequeño universo: soldados, científicos, doctores, campesinos, comisarios políticos, obreros, intelectuales, prisioneros de guerra y políticos, etcétera.

Todos ellos diseminados no solo en el campo de batalla: Kazán, Moscú, Ufá, Kúibishev, Ucrania, un campo de prisionero alemán, un sitio de trabajos de prisioneros políticos rusos, los campos de exterminio alemanes, la cámara de gases, los trenes que se dirigen hacia allá, son algunos de los lugares que muestran como la vida está siendo impactada por la guerra.

No obstante, en el caso de la sociedad rusa no solo deben lidiar con los alemanes. Es su propia y agitada historia la que desfila ante nuestros ojos: la revolución, la guerra civil, la colectivización forzosa, las grandes purgas. De alguna manera, todo esto se siente o está presente en las conversaciones familiares, en el día a día que da cuenta el relato o en los pensamientos de sus personajes.

Por tanto, la lucha del colectivo es tanto contra “la bestia fascista” que trató de invadir su territorio como también contra su propio gobierno que vigila férreamente a sus compatriotas.

De aquí una de las conversaciones más interesantes que se incluyen en el relato, es la que tienen el oficial del ejército alemán Liss y el prisionero Mostovskói, un viejo soldado bolchevique, prisionero en un campo nazi: «Ustedes creen que nos odian, pero es solo una apariencia: se odian ustedes mismos en nosotros», dice Liss al prisionero. Y va más allá el oficial Liss en esa idea de lo similar que eran ambas naciones:

“Nosotros somos enemigos mortales, sí. Pero nuestra victoria será también su victoria ¿Lo comprendes? Si ustedes ganan, nosotros moriremos y viviremos en vuestra victoria. Es algo paradójico: si perdemos la guerra, seremos los vencedores, continuaremos desarrollándonos bajo otra forma, pero conservando nuestra esencia”.

La idea de que ambos totalitarismos son iguales y que Hitler y Stalin sean dos caras de la misma moneda, se refuerza cuando aparece el contrataque soviético a las fuerzas del 6° Ejército Alemán, que lucha en Stalingrado. Ahí Grossman dedica un capítulo a contar las reacciones de ambos dictadores. Los ficcionaliza como si ambos estuvieran pendientes de los movimientos del otro.

Y no son los únicos personajes ficcionalizados. Además aparecen, por el lado soviético, los generales Yeremenko, Chuikov o Krilov, entre otros. Y del lado alemán, Paulus, Schmidt y Adam, a cargo del Sexto Ejército.

 

Los que llevan por nombre seres humanos

Y en medio del horror de la guerra y el miedo a la ira del Estado emerge el espíritu de los personajes tratando de sobrevivir. Tratando de mantener su humanidad e individualidad.

En esto, las historias que entrelaza la prosa de Grossman es lo mejor del relato. Porque sin perder de vistas las infinidades de hechos que se van sucediendo, su voz tiene toques de cierto lirismo para dar cuenta del destino de estas mujeres y hombres en tiempos tan tremendos:

«Un joven teniente de espalda estrecha va por el bosque con la guerrera roída. ¡Cuántos como él serán olvidados en tiempos inolvidables!».

Así como unos no sobrevivirán, otros tantos sí lo harán. Esto es lo que al final va ocurriendo. En algunos momentos, la valentía y convicciones de algunos no escaparán a la muerte, así como otros, sin buscarlo, alcanzarán la gloria. Otros sucumbirán con la fe intacta en el Estado y otros resistirán con todas sus dudas a cuesta.

Muchos inocentes, serán devorados por la máquina de la guerra. Otros, claramente agentes del Estado, saldrán adelante. Esa esencia del ser humano a pesar de todos los factores en contra, surgirá para enfrentar al enemigo de manera colectiva. No hay un único héroe. Es la conciencia colectiva o nacional, la que se siente está presente para hacer frente al enemigo:

«La conciencia nacional es una fuerza potente y maravillosa en tiempos de adversidad. Es maravillosa no porque sea nacional, sino porque es humana; es la manifestación de la dignidad del hombre, de un amor por la libertad, de su fe en el bien».

Esa fe en el colectivo, en esa unión humana que pese a la adversidad sale adelante, se diluye cuando habla del Estado y la revolución:

«La fuerza de la revolución se había aliado con el miedo a la muerte, el terror y la tortura».

«Ni el destino ni la historia ni la ira del Estado ni la gloria o la infamia de la batalla tienen poder para transformar a los que llevan por nombre seres humanos».

En síntesis, Vida y destino es una novela con una fuerza interior arrolladora. Un relato coral que se prodiga en mostrar la fuerza interior de los hombres en momentos “inolvidables». Una narración de un escritor, Vasili Grossman, que estuvo en el sitio de Stalingrado y que vio con sus ojos la crudeza de la guerra y sufrió los designios arbitrarios del Estado.

Y a pesar de todo, nos legó esta magnífica narración. Una novela total.

 

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Cristian Uribe Moreno (Santiago, 1971) estudió en el Instituto Nacional «General José Miguel Carrera», y es licenciado en literatura hispánica y magíster en estudios latinoamericanos de la Universidad de Chile, y también es un profesor en educación media de lenguaje y comunicación, titulado en la Universidad Andrés Bello.

Aficionado a la literatura y el cine, y poeta ocasional, publicó en 2017 el libro Versos y yerros.

 

«Vida y destino», de Vasili Grossman (Debolsillo, 2016)

 

 

Cristián Uribe Moreno

 

 

Imagen destacada: Vasili Grossman.