[Entrevista] Editor Vicente Undurraga: «La poesía de Eunice Odio ocupa un lugar sobresaliente en la tradición latinoamericana»

El infatigable investigador nacional presenta —con el respaldo de la local La Pollera Ediciones— un volumen antológico que congrega veinticinco poemas debidos a la polémica autora costarricense, escogidos y prologados por él mismo, que titulados «Este es el bosque» pretenden hacer circular la desconocida producción de una obra artísticamente poderosa.

Por Nicolás Poblete Pardo

Publicado el 11.11.2021

Un nombre propio en el circuito editorial chileno actual es el de Vicente Undurraga Rodríguez (Viña del Mar, 1981), actual curador de la división literaria en el país de la gigante transnacional Random House Mondadori.

Antes, nuestro entrevistado fue el editor de la sección de cultura del semanario The Clinic, y desde luego su firma se ha paseado por las principales plataformas mediales y especializadas de la plaza local, a saber: Dossier, Revista de Libros de El Mercurio, la revista Santiago de la Universidad Diego Portales, y un largo etcétera.

En esta oportunidad, recurrimos a su meditada interpelación a raíz de la selección que ha hecho para la editorial La Pollera en torno a la obra de la poeta costarricense Eunice Odio (1919-1974), valiéndose de veinticinco creaciones líricas, en versos reunidos por Undurraga bajo el seductor título de Este es el bosque (2021).

Sin ir más lejos, el libro se hace cargo de las diferentes etapas artísticas de la controvertida y provocadora poeta centroamericana, y la cual es considerada «una voz fuera de serie de la literatura latinoamericana» por la crítica especializada, comenzando por el entusiasta juicio estético de Undurraga Rodríguez.

 

La poeta Eunice Odio

 

Exploración erótica e intenso diálogo con la tradición literaria y bíblica

—En el imaginario de Eunice Odio se palpa una noción de abismo, en particular, gracias a ciertas imágenes de “Los elementos terrestres” (“Sola/como el primer hombre cuando descubrió/la primera sonrisa”; poema quinto, “Esterilidad”) o en el sexto, “Creación” (donde se destacan imágenes de inauguración, de límite y borde), así como de flujo vital (“La sangre está ya en marcha”. Hay un “pecho errante” y “aires de nacimiento”). Los versos resaltan la idea de creación, destrucción, flujo, regeneración; el lugar del cuerpo humano. ¿Cómo fueron seleccionados los poemas? Háblanos de tu trabajo en la participación de esta publicación.

—Sí, están presentes esas nociones. Y otras, como la muerte misma. El canto de duelo y la intuición del propio morir son terrenos en los que esta poesía se adentra con intrepidez. Se arroja, cabría decir. Y al mismo tiempo es capaz Eunice Odio de escribir “Esta mañana he amanecido alegre”, un poema celebratorio de la vida.

Y entre medio están los elementos cotidianos, a los que logra imprimirles un extrañamiento o, al menos, un peso y un aire distintos, ya sea al pan, al polvo, a los dígitos. Y qué decir de su exploración erótica o su intenso diálogo con la tradición literaria y bíblica.

Asumiendo que por estos lados el libro sería para la mayoría una puerta de entrada a la obra de Odio, se pensó en un volumen breve que recogiera esas principales líneas, dando cuenta de paso de su versatilidad formal (poemas largos, versos extensos y breves, repeticiones y diálogos).

Pero me temo que detrás de todas esas consideraciones está, siempre está, el buen o mal gusto del que elige y dispone un ordenamiento.

En ese sentido, sólo puedo dar un testimonio: fueron inmensos el placer y el asombro de ver poemas resistiendo diez, quince, veinte lecturas seguidas. Y no sólo resistiendo sino dando siempre algo nuevo de sí. El resto fue el entusiasmo y buen cuidado de La Pollera.

 

«La exploración en lo incierto y las posibilidades del castellano a sus límites»

—Mistral, Vallejo, Paz, Salvador Elizondo, Mario Levrero, Marosa di Giorgio: estos y otros nombres acompañan la presentación de Eunice Odio. ¿Cuál viene a ser su lugar en la tradición latinoamericana?

—Me parece que, por la potencia y la belleza de su escritura, por el despliegue de una intuición extraordinaria, por cómo sus versos hacen ver el tiempo, las cosas y sus relaciones de otro modo, por cómo, en fin, en ella el castellano crece, la poesía de Eunice Odio no puede sino ocupar un lugar sobresaliente en la tradición latinoamericana.

La veo junto a los poetas radicales de la lengua, aquellos que han llevado la exploración en lo incierto y las posibilidades del castellano a sus límites, ampliándolo y renovándolo, siempre en diálogo con la tradición. Es en ese sentido que establezco similitudes entre su escritura y, por ejemplo, la de Vallejo o Carlos Martínez Rivas.

A propósito, Odio y Martínez Rivas me parece que, junto a Roque Dalton, conforman una especie de Gran Tríada dentro de la literatura centroamericana, donde la poesía de la lengua ha tenido inmensos quiebres y renuevos desde Rubén Darío en adelante.

 

«El principal deber del poeta es escribir poemas que abran algo»

—Aunque se la compara con voces nítidas en su denuncia social (como Mistral, Vallejo, Pizarnik y Orozco), vemos una paradoja en cuanto a la postura respecto al género. En un momento, “se define contraria al feminismo en duros términos”. ¿Cómo leemos esta postura, hoy?

—Como con toda obra, creo que cada quien habrá de leerla como quiera y pueda. Lo que yo no haría, lo que nunca he hecho es pedirles a los textos que sean lo que no son. Es evidente que no hay en Eunice Odio una línea de denuncia social directa como sí la hay, por ejemplo, en Roque Dalton. Son caminos distintos.

Es la de Eunice Odio una opción por cuestiones, si se quiere, menos urgentes, aunque siempre el ser humano la concierne y no carece su poesía de una mirada compasiva o al menos comprensiva hacia la humanidad y sus grandezas y miserias.

Pienso que su obra puede ser vista como se ofrecen los versos del poema “Carta para uno que no vivió como quiso”, que comienza así: ‘Hermano, amigo mío, / para ti esta carta que se hace esperar / como los renuevos del pecho en verano’.

En cuanto a sus dichos contrarios al feminismo, están en un escrito privado, una carta dirigida a Juan Liscano en el año 1965, y son efectivamente muy duros. Creo que, como todo lo que una autora o autor diga sobre su tiempo y los problemas de su entorno e incluso sobre su obra misma, habría que tomarlos y pensarlos en su contexto y no considerarlos como definitivos respecto a su quehacer o su forma de estar en el mundo.

Hay quien declara las mejores intenciones pero no vive a su altura. O quien dice suscribir ciertas causas pero su escritura despega tan nulamente que nada aporta a ellas. En ese sentido es que señalo que hay algo paradójico en esa declaración de la poeta, porque su escritura misma es una emancipación.

Por ejemplo, es notable cómo Odio cantó pioneramente, como dice Peggy von Mayer, ‘con una voz clara, audaz y desinhibida la sexualidad’.

Lo que parece cierto es que, sobre todo hacia el final de su vida, era de un carácter difícil, de furias grandes. Con todo, incluso frente a las declaraciones más lejanas a nuestra mirada, habría que saber en un punto, como con tantos grandes autores, no anteponerlas a la obra, porque finalmente el principal deber del poeta es escribir poemas que abran algo, que conmuevan, que resulten únicos, no intercambiables con la inmensa masa de poesía indistinta que existe.

Y tengo la convicción de que Eunice Odio logró, dicho ahora con las palabras con que Juan José Saer habló de Hugo Gola, ‘construir un idioma propio en el interior del idioma’.

 

La difusión de una obra que se impondrá

—La multitud de referencias que se cruzan para posicionar a Odio van desde nombres ya canonizados como Bolaño, Lispector, Zambrano, Rimbaud, e incluso se dirigen hacia las artes visuales en su faceta surrealista (Leonora Carrington, Remedios Varo). ¿Qué mito hay acá? ¿Cómo se puede representar a esta figura para hacerla singular, dentro de la constelación que la acompaña? ¿Hay un intento de canonización, un acto de justicia, en este diagnóstico?

—Quiero creer que más allá del entusiasmo, que mantengo y crece, y mucho más acá de un deseo de validación (que ni soy quién para hacerlo ni es ella quién lo necesite), lo que hay en esas relaciones es producto de ver una voz que eleva y expande la lengua y la imaginación poética y que no puedo evitar leer en diálogo con quienes han hecho lo propio.

Si este libro aporta a hacerle justicia a una obra que de todos modos se impondrá con el tiempo por su propio peso, me alegraría mucho. No pienso este trabajo en términos de canonización sino de algo más modesto: circulación.

Reponerla en órbita y abrirla a nuevas lecturas. Mediadas por editores, críticos, lectores, siempre las grandes obras se mantienen o vuelven, por más perdidas que hayan estado durante un tiempo, del mismo modo en que las más sobrevaloradas van quedando atrás, como esas dos vacas que caen al mar desde un barco en la novela Damas chinas de Mario Bellatin y ahí quedan, solas a punto de hundirse.

 

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Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).

Ha publicado las novelas Dos cuerpos, Réplicas, Nuestros desechos, No me ignores, Cardumen, Si ellos vieran, Concepciones, Sinestesia, y Dame pan y llámame perro, y los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, y la novela bilingüe En la isla/On the Island.

Traducciones de sus textos han aparecido en The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).

Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

«Este es el bosque», de Eunice Odio (La Pollera, 2021)

 

 

Nicolás Poblete Pardo

 

 

Imagen destacada: Vicente Undurraga Rodríguez.