[Entrevista] Escritor Juan Chapple: «Mis cuentos son una alegoría de nuestro propio estallido social de octubre de 2019»

El autor nacional dialogó con el Diario «Cine y Literatura» a raíz de su nuevo libro de relatos, bautizado bajo sugerencia con el título de «El día más salvaje», y en donde vuelve a reiterar el cruce artístico entre lo fantástico latinoamericano y la controvertida historia de Chile, de acuerdo a la definición estética que él mismo entrega en esta plataforma medial.

Por Nicolás Poblete Pardo

Publicado el 3.2.2022

El día más salvaje (y otros cuentos de la penumbra) (Libros de la Medianoche, 2021, y distribuye Ocholibros Editores) es la última publicación de Juan Chapple (Vertederos, Un astro umbrío en el pérfido día brillante, Memorias de un corazón de fuego).

Este volumen de relatos circula entre la fantasía y el terror, haciendo uso de una poética que destaca por su cuidado lenguaje. En palabras de Thomas Harris, se trata de: “textos que dejan una sensación de desasosiego como un eco profundo mucho tiempo después de terminada su lectura”. El día más salvaje, dice Harris, es un libro: “a veces terrorífico, a veces insinuante, siempre notable”.

Chapple (Santiago, 1972) entabla una conversación con diversos géneros, notablemente el terror, y en varios relatos vemos este diálogo entre tortura y terror, que trae a la memoria, asimismo, cuentos como los acuñados por E. A. Poe, una fundación para la narración anglo, y Horacio Quiroga, un referente crucial del terror latinoamericano.

Bastante más que un siglo nos separa de las producciones de Quiroga y Poe y, por eso mismo, percibimos cómo esas escuelas han calado hondo en nuestros imaginarios actuales. Como vemos en “La música del paraíso”, cuento que da inicio a la colección El día más salvaje, la voz (“soy otro emplastado”, dice) se erige como: «el canto de un mundo que agoniza». Y comprendemos que hay agonías que duran una eternidad.

Hay otras porosidades en estos cuentos; otros bordes se difuminan. En “El secreto de la esfinge”, por ejemplo, es posible ver el irritable vaivén entre religión y locura. Esta tensión deviene delirio: “escuchaba voces y Dios se lo había dicho, debido a que, en su calidad de iluminado, tenía comunicación privilegiada con Él o con alguno de los arcángeles».

En este desesperante y desesperado péndulo se reclama, en forma de añoranza, el retorno de un mundo previo, idealizado, y se reitera la inconformidad con el mundo actual…

 

Cuentos insertos en la matriz de lo fantástico

—Háblanos de tus personajes y los contextos psíquicos por los que circulan. En “El dios del desierto”, la niña (apodada “La muda” en su colegio) habita un universo descentrado, freak. Ella debate en su mente la idea de identidad asociada a nuestro nombre propio, y piensa que su nombre “es como Dios. No puedo pronunciarlo, porque ya no sabría quién soy. Estaría perdida”. Y en “Defenestraciones” nos sumergimos en otro pozo asociado a un horror con tintes góticos. Aquí el conflicto dirige su mirada hacia el suicidio. Aquí, Federico, Rogelio y Ana forman un triángulo donde la comunicación deviene entropía y alienación…

—Existe en estos personajes y en todos los personajes del libro y los diversos cuentos en los que transitan, una búsqueda, creo yo, de granjearse un lugar en el mundo, aunque a veces ese lugar sea definitivamente oscuro.

Esto último no está en discusión… como sea, el lugar en que se inserten o que construyen, luminoso o definitivamente lóbrego, ese sitio los define de alguna forma, porque pareciera que el paisaje interior y exterior se coaliga, se anuda, o ambos parecen mezclarse.

Sin duda que se trata de personajes que están atribulados o que perciben o persiguen una estrella negra en el firmamento.

Psicológicamente se trata de personajes golpeados y donde ha anidado lo extraño o la extrañeza, del mundo que habitan, pero principalmente de sí mismos. En el caso de la niña en «El dios del desierto», su horizonte cotidiano en la salitrera es muy corto, si habláramos de distancias mentales, de amplitudes o cerrazones, pero resulta que su universo imaginario es vasto, tan vasto como el desierto que habita.

Existe un tema con el nombre y el nombrar, acto demarcador de la creación y configurador del tipo de mundo que también habitamos… cómo decimos lo que decimos, cómo ordenamos a través de ese lenguaje y el lugar que le damos a los objetos y sujetos del mundo, sin duda que condiciona ese habitar y ese mundo al mismo tiempo.

Ambos cuentos están insertos en la matriz de lo fantástico, y lo qué ocurre en ese momento en que el mundo cotidiano, el mundo más familiar sufre uno o sucesivos colapsos y se nos establece como lectores el espacio de la terrible duda sobre lo que está sucediendo… eso queda más claro en el caso de Rogelio de «Defenestraciones», el profesor de historia colonial que es ¨llamado¨ a arrojarse por la ventana.

Tal vez no hablaría de suicidio, sino que de buscar en ese salto, al que es llamado por ciertas ventanas (no por todas), una atracción desde la irracionalidad, desde aquel lugar de lo desconocido… él no tiene motivo aparente para hacer lo que hace, por eso habla de propulsiones y no de intenciones, ejecutando ese salto al vacío, que es, sin lugar a dudas, pienso yo, un salto hacia sí mismo, un salto de completitud, filosófico, o, precisamente, en la búsqueda de una filosofía…

Ahora bien, eso, por más bien que pueda sonar, no deja de ser amedrentador, terrorífico, pues se trata de pasar por el espejo, y que en el proceso el espejo se rompa, para ver qué podría estar al otro lado, ¿la dicha, el encuentro, el infierno?

Sea lo que sea que pase, desde ese viaje, filosófico, místico, oculto, no hay regreso.

 

«El estado calamitoso de la República»

—El cuento que nombra el volumen, “El día más salvaje”, escoge la ciudad para analogarla a una incubadora de mierda. Aquí impera un tono de resentido hastío y fatiga existencial, y el narrador nos comparte su predicamento de manera cínica. También se puede ver una denuncia animalista, con los torturados pollos de la fábrica y la exponencial basura equiparada a los cuerpos de líderes políticos. ¿Cómo pensaste esta estrategia?

—Este cuento, que da nombre al volumen, quizás es una alegoría de nuestro propio estallido social de octubre de 2019… digo tal vez puesto que no fue pensado en ese contexto, y si lo fue, se hizo 7 años antes, y fue una visión, casi un sueño…

El personaje que narra la situación de la ciudad lo hace desde un estado casi alucinatorio, monitoreando la decadencia de lo material que comienza a suceder en este escenario cuasi apocalíptico ante la rebelión de los canes, y el sufrimiento de los pollos.

Pero resulta que ese estado calamitoso de la ciudad, es decir de la polis, es el estado calamitoso de la República, de la cosa pública, de la política, de lo ciudadano ante los negociados flagrantes y destructivos, es la decadencia, sin duda anterior, de lo espiritual en un contexto donde todo se mide y es llevado a tasación por la hiperrentabilidad.

Aquel es el estado del mundo, aunque claramente en Chile ha tenido un lugar preferente, como laboratorio económico, como sitio de experimentación: somos como un gran laboratorio y el tono del relato da cuenta de esa experimentación, desastrosa por cierto para lo humano, infernal para lo animal, y podemos deducir, tremebunda para la ecósfera que habitamos.

Hay un extraña ecuación en todo ello, y más extraña es la contra ecuación del cuento, que no tiene resolución, y que a diferencia de un relato como el de «Los pájaros», se encuentra firmemente enraizado con lo social y no tiene un final definitorio sino que pulsátil, una latencia de acabo de mundo, donde no se sabe lo que viene… Muy distinto, aunque parecido a lo que estamos como país, tratando de establecer una especie de refundación.

Aunque ese espacio refundacional, en el cuento, se da en un contexto fantástico, que deja preguntas, resonancias que debe completar el propio lector.

 

El escritor Juan R. Chapple

 

Las oscuridades de cada uno

—Un aspecto recurrente en el volumen son los sueños. Los relatos están cruzados por personajes que sueñan, que documentan sus sueños, siempre recordados como pesadillas. En “El día más salvaje” los sueños y la realidad se entremezclan: “Vi por la tele o soñé con las menudencias de los pollos… soñé que las menudencias de los pollos se convertían en un hombre”. En “Pies” soñar es repasar una angustia ancestral: “soñé muchas veces que corría… veía a mis pies rojos, afiebrados y enloquecidos… corría como endemoniado”. En “Animitas” tenemos más sueños perturbadores: “… soñé con caca de animales. Soñé que todos los animales se fugaban…”. ¿Qué valor le adjudicas a los sueños como contribuciones al impacto del relato?

—Haz tocado un tema sensible e importante para mí. En primer lugar, yo soy un tipo que sueña mucho, que recuerda sus sueños, y que los anota… a veces por afanes literarios, otras con vocación voyerista, como si le pasasen a otros.

La vida psíquica en todos es muy rica, lo que pasa es que no le hacemos caso, y en mis personajes es muy dado el hacer caso de eso o recordarlo. Los sueños, o el espacio del sueño, es muchas veces otro mundo, o el camino hacia otro mundo, quizás no tan oculto, pero si velado, porque no hemos desarrollado los ojos para conversar con aquel.

Quizás todos estos cuentos son homenajes al mundo de los sueños y de lo inconsciente, pero que intentan decir, de forma real o figurada, cosas sobre nuestra (in) humanidad, tratan de pronunciar un lenguaje hecho con otra cosa que palabras, y de desenroscar lo que me gusta nombrar como aquello que está más allá del telón púrpura: es decir, el espacio alterno a nuestras seguridades, a nuestras cotidianeidades, de nuestros logros, éxitos y vanaglorias, de nuestra racionalidad, a nuestra carcaza de día, para ingresar a ese profundo lugar de la noche donde nos las vemos con nuestros fantasmas… personales, sociales, etcétera.

Sin la visita a nuestros fantasmas, es imposible dialogar con nuestras oscuridades, pues somos mucho más que las cosas en que trabajamos, las familias que hemos formado y las que nos han conformado y las metas que nos hemos propuesto…

 

Homenaje a las visiones de Poe

—El cuento “Aquellos en la multitud” se plantea como un diálogo con “El hombre de la multitud”, de Edgar Allan Poe, donde el norteamericano destaca el horror del espacio urbano, así como la subjetividad de su narrador, asediado por su dislocación mental. La narración nos muestra a Alma, quien condensa estas tensiones como representación de la alienación. Aquí hablas de la idea de “progreso”, entendido como el capital, donde las mercancías son anzuelos para los muertos vivos.

—El cuento de Poe «El hombre de la multitud», que espeja mi «Aquellos en la multitud» es clave en el volumen. Ese cuento de Poe, escrito al término de la primera mitad del siglo XIX, en plena revolución industrial, un cuento que no tiene el pedigree de «El gato negro», «El barril del amontillado», «La máscara de la muerte roja», «Los asesinatos de la rue morgue», «El corazón delator», o «La caída de la casa Usher», y otros fabulosos cuentos del de Boston, es fabuloso igualmente, pues nos centra en un Londres de espanto, recorrido ya por multitudes y por el tintineo de las mercancías.

Recordemos que en Inglaterra no hubo revolución social, como se entendió en Francia, pero si hubo revolución industrial, del capital, y por eso la visión de Poe en radiografiar imaginativamente aquello es tan importante en este cuento.

El ser que detecta el narrador y flaneur que persigue a ese ser de la multitud, una criatura singular, que se le aparece como un genio del crimen, un monstruo, es alguien que no se siente a gusto, sino en el seno de las multitudes, respirando ese aire enrarecido de ellas, y siempre tomando bocanadas del brillo muy material, pero también inmaterial, de éxtasis religioso casi, de las mercancías.

Ese ser de la multitud, al cual sigue enloquecidamente nuestro narrador y personaje, es uno que no se deja leer, eso dice, y está movido por un deseo incognoscible, ocluido para quien observa, más allá de los evidentes signos de frenetismo y locura.

Yo he querido no solo hacer un homenaje a ese cuento y, otra vez, a esa visión de Poe, pues el autor norteamericano visionó al hombre del futuro, el ¨epítome¨ del progreso proyectado y buscado por el capital… este ser de la multitud, enfebrecido por el dios de las cosas y extasiado en el latido de la multitud es el hombre y la mujer de hoy.

Es decir, cualquiera de nosotros podríamos hoy ser ese monstruo, potencialmente, ese ser que no se deja leer, absorbiendo aquel aire multitudinario y terrible, oracional frente a los escaparates (digitales o citadinos), porque es precisamente la naturaleza social y cultural la que ha cambiado.

El monstruo, eso que está fuera de la naturaleza, precisamente, ha mutado, y podríamos ser nosotros mismos.

 

«La conquista sempiterna que se produce en la historia, la lógica de la dominación»

—En “Animitas” rescatas una tradición popular espiritual, que decanta en superstición, con una voz melancólica que documenta su pasar: “En ciertas ocasiones pienso que vivo para esto. Para esperar”. La voz del que históricamente no goza de plataforma para elevar su voz: “Soy un bueno para poco”, admite. En el cuento “El mundo y el viento” se nos presenta a Severino quien, entre cortos de aguardiente, nos conduce hacia el sur de la pampa, una denuncia expuesta casi inconscientemente: “En todos sus años en esas soledades había visto imágenes extrañas… como el naufragio de los últimos indígenas con canoas quemadas, tierras arrasadas y niños muertos navegando hacia el mar…”. ¿Qué importancia tienen el folklor y la historia en tu investigación?

—En animitas, precisamente, existe la búsqueda de un lugar en el mundo… luminoso para quien habla (el personaje), sin duda, después de que todos los de su entorno le dicen de una forma u otra que es un bueno para nada, que no cumple en lo más mínimo con las expectativas familiares que se han hecho sobre él… pero, al mismo tiempo, un lugar de la pesadilla, un lugar umbrío, erigiéndose como falso predicador o mesías, un mesías que se tiene que inventar su grey, un sacerdote que “está dejando peladas las iglesias”, el copiloto de la muerte, como él mismo dice, articulando su “prédica” terrible, terrorífica en las carreteras.

Ahí hay una forma torcida de apropiarse del folklore popular, desde una mirada tétrica… estos lugares de adoración popular, normalmente emplazados en las carreteras de nuestro país, son vistos desde un diferente punto de vista, legítimo desde la mirada del narrador, que escribe una especie de carta al lector, al posible escucha, como si relatara su aventura vital, otra vez, desde un sueño…

En el caso de «El mundo y el viento», ese relato tiene que ver con la posibilidad de que ciertas cosas pudiesen existir, y el momento preciso de esa creencia, que es donde anida lo fantástico, la vacilación de ese momento en que se despliega esa posibilidad.

Más allá de ello, efectivamente, muchos cuentos, como «Defenestraciones», «El dios del desierto», tienen un sustrato histórico y también personal.

Ese relato de «El mundo y el viento» está dedicado a mi abuelo, John G. Chapple, quien pudo ver de primera mano el desguase de ese mundo indígena cuando llegó a la Patagonia en 1904, y conoció a personajes tan siniestros como el cerdo rojo, un mercenario escocés, cazador de cabezas, al servicio del latifundista Menéndez, que contribuyó notable y horripilantemente a la exterminación de nuestros pueblos originarios de la Patagonia.

Más allá del cuento, el contexto general es de muerte, y más allá de ello, de matanza, de la conquista sempiterna que se produce en la historia, de la lógica de la dominación.

Si me permites decirlo, el propio cuento de «La música del paraíso» es una especie de alegoría de nuestra historia dictatorial… el sueño de un autócrata de producir algo bello (a veces, como en el caso de Pinochet y sus secuaces, ni siquiera existe ese sueño), a costa de todos los que haya que hervir en la olla o poner en el espetón para lograrlo.

Así que la importancia de ambas cosas, y el cruce de ellas es sumamente importante para mí, creo que el fantástico latinoamericano, cuando no se escribe como funcionarios de la fantasía, se robustece con la inclusión y el pensamiento de nuestra controvertida historia en sus dominios.

Como en todos mis libros, la contaminación de todo ello es flagrante, o, si pudiéramos usar un lenguaje más floral, la “polinización” de los temas y géneros se me da de esa forma.

 

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Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).

Ha publicado las novelas Dos cuerpos, Réplicas, Nuestros desechos, No me ignores, Cardumen, Si ellos vieran, Concepciones, Sinestesia, y Dame pan y llámame perro, y los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, y la novela bilingüe En la isla/On the Island.

Traducciones de sus textos han aparecido en The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).

«El día más salvaje (y otros cuentos de la penumbra)», de Juan R. Chapple (Libros de la medianoche, 2021)

 

 

Nicolás Poblete Pardo

 

 

Imagen destacada: Juan R. Chapple.