[Entrevista] Lilian Arévalo: «El habla campesina representada por Mariano Latorre sigue existiendo casi de la misma forma que hace un siglo»

Casi 100 años después de su primera impresión, la Universidad Alberto Hurtado relanza una edición crítica y remozada de «Zurzulita» (1920), una de las principales novelas del llamado padre del Criollismo literario chileno, y quien también fuera galardonado el Premio Nacional correspondiente a la temporada 1944 de la disciplina. Acá, el diálogo con una de las investigadoras a cargo del proyecto.

Por Nicolás Poblete Pardo

Publicado el 22.6.2022

Pasado un siglo desde la publicación de Zurzulita, la reconocida novela de quien ha sido calificado como “el padre del criollismo”, regresa en edición de lujo, gracias a ediciones de la Universidad Alberto Hurtado.

Mariano Latorre (1886 – 1955), escritor y profesor, Premio Nacional de Literatura 1944 y autor de obras como Cuentos del Maule (1912) y Zurzulita (1920), es reconocido como un prócer en el movimiento criollista, un referente para varias generaciones.

A más de 100 años de su destacada Zurzulita, ediciones UAH publica una edición crítica de la novela, que incluye históricas fotos, un contundente dossier, así como una cronología. Tanto esta como la presentación introductoria «Historia del texto y criterios editoriales» están a cargo de la tríada: Lilian Arévalo, Nicole Monti y Lorena Seguel.

Aquí, Lilian toma la voz para responder algunas preguntas sobre la flamante edición.

 

La investigadora Lilian Arévalo

 

«Ha sido muy gratificante haberlo terminado por fin»

—Cedomil Goic, apuntan las editoras en su texto: «propone que el autor priorizó la expresión de un cambio y la incorporación del campesino como personaje con valor propio». En este texto, que sigue a la introducción de Hugo Bello Maldonado, un exhaustivo ensayo crítico, se apela a un «nuevo acercamiento», y a un ánimo por «contribuir a la vigencia de la obra». «Asumimos el desafío de fijar y actualizar el texto de la manera más coherente con el proyecto literario que se vislumbró durante el cotejo de las cinco ediciones», aclaran en su presentación. Este fue sin duda un trabajo (de equipo) minucioso y que requirió de un período de tiempo prolongado. ¿Qué las motivó a embarcarse en tan exigente trabajo?

—Tal como dices, el trabajo de una edición crítica es muy exigente no solo en cuanto al trabajo que implica el cotejo, sino también en cuanto a la responsabilidad de hacerlo bien, con seriedad y disciplina. Ha sido muy gratificante haberlo terminado por fin.

En cuanto a la motivación, al principio, fue enteramente académica, tanto así que el germen de esta edición está en un curso de gestión cultural en el que estábamos las tres mientras estudiábamos licenciatura en lengua y literatura en la Universidad Alberto Hurtado.

El trabajo final de ese curso era un proyecto cultural y nosotras decidimos hacerlo sobre edición crítica, porque conocíamos la colección Biblioteca Chilena de la editorial de la universidad. Así comenzó todo.

En el camino nos fuimos entusiasmando y la motivación puramente académica se fue transformando en un desafío profesional, así que, motivadas por el profesor Ignacio Álvarez y después de decidirnos por Mariano Latorre, decidimos postular el proyecto a Biblioteca Chilena.

 

«El lenguaje es una práctica social»

—»Latorre destaca por representar un lenguaje campesino que se despliega fuera de la norma lingüística, por ende, no resiste ni admite intervenciones bajo esos parámetros». ¿Qué dificultades ven en este afán de lealtad? ¿Cómo contrastan esas hablas e idiolectos con ciertas jergas actuales que rechazan cualquier purismo? Estaba pensando en cómo el castellano «chileno» ha ido cambiando tan rápidamente en las últimas décadas, con la globalización, inmigración, etcétera. El lenguaje como organismo vivo… Lo que vemos en la novela, ¿nos lleva a otra época, a otra etapa evolutiva del lenguaje?

—Queda la impresión de que el lenguaje ha ido cambiando más rápidamente, sí; pero no creo que sea solo el lenguaje. Es decir, nunca es solo el lenguaje en términos históricos y socioculturales.

El lenguaje es una práctica social, no una herramienta simple de comunicación, y para nadie es un misterio que hemos cambiado muchísimo como sociedad en la última década o en las últimas dos.

Por ejemplo, cuando les muestro portadas de La Cuarta del año 2015 (a penas 7 años atrás) a mis estudiantes, se quedan espantados. Este año, un estudiante quedó descompuesto después de ver el tristemente famoso titular «Hizo anticucho con la polola». Estos cambios socioculturales se realizan también en el discurso y por medio de él.

Ahí tenemos lo que está ocurriendo con las formas lingüísticas incluyentes, con el esfuerzo que muchas hacemos por no utilizar formas excluyentes como el masculino genérico. Con esto quiero decir que el lenguaje nunca se debe aislar del contexto, por lo menos cuando se quiere analizar la realidad sociocultural.

En cuanto a la pregunta sobre el habla campesina imitada fonéticamente en la novela, no me parece exactamente otra etapa evolutiva, sino una parte del lenguaje siempre presente en sociedades desiguales como la nuestra, con diferencias tan marcadas en los niveles educativos.

Algo parecido pasa con el habla popular. Hablantes con mayor formación y acceso a la educación podemos imitar el habla campesina o el habla popular, o sea, podemos transitar entre los registros formales que manejamos y los coloquiales que utilizamos con distintos propósitos.

Un exponente del habla campesina o popular, por el contrario, no puede hacer ese tránsito, porque no maneja otros códigos. No sé si me fui por las ramas o derechamente para otro lado, pero tiendo a pensar que el habla campesina representada por Mariano Latorre en la novela sigue existiendo casi de la misma forma que hace un siglo.

 

«Un movimiento como el criollismo aparece como algo ‘recargado y disparejo'»

—»Recargado y disparejo», criticó Alone a Latorre en su reseña sobre Cuentos del Maule. Ricardo Latchman sale en su defensa, ayudándolo en su posicionamiento. ¿Cómo ves este debate con 100 años de distancia?

—Alone encabezó la oposición al criollismo y lo hizo con vehemencia. Era intenso el hombre.

Digo encabezó porque el asunto de la resistencia al movimiento criollista fue sistemático, tanto así que existe la llamada «querella del criollismo», en la que Ricardo Latcham encabezaba la defensa de la obra de Latorre y del movimiento en general, además de dedicarse a estudiarlo y difundirlo, a darle autoridad, finalmente.

A la distancia, me resulta un debate comprensible y hasta necesario. Creo que la resistencia es un componente importante en la configuración de las grandes transformaciones. En un Chile cuya elite intelectual insiste en mirar y admirar a Europa, un movimiento como el criollismo aparece como algo «recargado y disparejo».

De alguna forma, la intensidad de la resistencia algo nos dice de lo resistido.

 

La modernidad y su proyecto fallido

—Un aspecto que destacan hacia el final de su texto es el del rol de la mujer en relación a la posesión de tierras en el campo. Asimismo «es posible rastrear la evolución de una idiosincrasia cultural» gracias al contexto que construye (a) Latorre. ¿Cuándo se sabe o siente que estás captando un signo de los tiempos? ¿Es esta una oportunidad para cursar algún mensaje político, por la relevancia de los discursos de género hoy?

—Retomo lo que acabo de escribir: la intensidad de la resistencia algo nos dice de lo resistido. Quizá la resistencia sea una señal para reconocer un gran cambio o acontecimiento.

Pienso en la nueva Constitución, en el lenguaje incluyente, en el avance respecto de los derechos civiles de las personas LGBTQ+ y sociales de las personas en general. Ese cambio acelerado que percibíamos en el lenguaje tiene relación con los cambios sociales.

En cuanto al párrafo final que mencionas, armamos el dossier final con la idea de rastrear una idiosincrasia cultural. Por eso era tan importante para nosotras contar con los textos de Ignacio Álvarez y de Natalia Cisterna.

Ambos textos nos hacen pensar sobre la modernidad como un proyecto fallido, Álvarez desde la relación de la naturaleza con el ser humano y Natalia desde la relación de Mateo con Milla.

Ambas reflexiones pueden llevarnos a interpretar la realidad actual respecto de nuestra relación con la naturaleza y sus recursos naturales, por ejemplo, y sobre el avance del feminismo.

 

 

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Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).

Ha publicado las novelas Dos cuerpos, Réplicas, Nuestros desechos, No me ignores, Cardumen, Si ellos vieran, Concepciones, Sinestesia, y Dame pan y llámame perro, y los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, y la novela bilingüe En la isla/On the Island.

Traducciones de sus textos han aparecido en The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).

Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

 

 

 

Nicolás Poblete Pardo

 

 

Imagen destacada: Memoria Chilena (Luis Durand y Mariano Latorre).