[Entrevista] Mariana Schkolnik, autora de «Crónicas haitianas»: «Las mujeres aseguran la comida diaria de la población»

El volumen de la ingeniera comercial que dirigiera el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) durante el primer gobierno de Michelle Bachelet, se lanza hoy en la Biblioteca Pública del Centro Cívico de La Reina, en un evento que contará con la participación de los escritores Catalina Infante, Fidel Améstica y Nicolás Eyzaguirre. También intervendrá Álvaro Medina Jara, director de la editorial Elpensador.io, la casa impresora independiente que patrocina a esta publicación.

Por Nicolás Poblete Pardo

Publicado el 3.6.2022

En Crónicas haitianas (Elpensador.io 2022) Mariana Schkolnik ofrece un ángulo particular sobre la inmigración haitiana, así como un crítico reporte de la situación en aquel país. La economista ha sido directora del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) y consultora de Naciones Unidas en la rama OIM.

La Organización Internacional de Migraciones permitió impulsar el desarrollo de un censo en Haití, como una forma de ayudar a la construcción de la información necesaria para las políticas públicas en momentos en que las fuerzas de las Naciones Unidas administraban el devastado país.

Así, Schkolnik es un portavoz autorizado a la hora de (re)presentar su trabajo. Ella conoció en profundidad la isla y sus habitantes y, en palabras del editor Álvaro Medina Jara: «encuentra la forma perfecta para iluminar un pasaje con una metáfora precisa».

 

Mariana Schkolnik

 

«Todo es precario»

—En tu presentación dices que escribes: «con la urgencia de dar a conocer, querer y cuidar a los inmigrantes que llegan de la isla. Entender su historia es importante, así como sus luchas, logros y derrotas. A ellos dedico este libro, así como a los que hoy luchan por sobrevivir en nuestro país». En tu dedicatoria destacas el instinto de sobrevivencia y, también, la necesidad de educar como forma de luchar contra los prejuicios…

—En efecto, ellos son un pueblo cuya dignidad me sorprendió, su independencia contra la dominación francesa, así como la abolición de la esclavitud fueron las primeras del mundo. Y ellos guardan una cierta memoria histórica de estas inmensas victorias y logros.

Sólo que el castigo fue aterrador, el de Francia y del resto de los países más desarrollados. Luego tenemos una invasión norteamericana por veinte años, instalación de un dictador cruento por otros treinta años, y finalmente tras su caída la llegada de las misiones de paz de Naciones Unidas cuyo efecto es por decir lo menos ambivalente, como ocurrió en el Congo, u otras ocupaciones como la de Afganistán.

Uno se pregunta qué deja aquello: el país, los escasos recursos naturales y su gente han sido exprimidos durante siglos. Eso es lo que entendí viviendo ahí. No quedó infraestructura, ni agua potable, ni electricidad, ni alcantarillado, ni una clase política educada, ni escuelas, ni universidades importantes, todo es precario.

 

«Durante los dos años de mi estadía sólo leí literatura haitiana»

—Varios momentos destacan un afán «desmitificador»: «Hasta ahora el concepto de esclavista, o abusador y explotador hace referencia a los blancos. Los que andan en autos, los que tienen plata, porque los blancos son los que se ven. Y, sin embargo, en mi experiencia ahí, lo que más me impresionó fue la opulencia, el despilfarro y la riqueza de algunas familias haitianas. Fortunas cimentadas justamente en la necesidad de sobrevivencia del resto de la población, en la corrupción nacional de todos los poderes y en la apropiación de tierras». ¿Qué otros mitos y prejuicios pudiste detectar en tu estadía allí?

—En efecto, la extrema riqueza choca, impacta, pero no se ve fácilmente hay que subir a la cima de los cerros aun verdes, hay que ver las camionetas «hummer» en las calles, volando por sobre la gente. Viven entre Haití y Miami, y otros países desarrollados. No se muestran en los reportajes, ni en las noticias.

Pero tampoco se conoce la riqueza cultural que ha tenido ese país, a pesar de todo. Hay una cantidad impresionante de buenos escritores, cineastas, poetas, pintores que han ganado fama internacional y numerosos premios, muchos de ellos asesinados por Duvalier, o exiliados que van y vuelven dependiendo de la situación del país.

Cito solo algunos escritores: Gary Víctor, Danny Laferrier miembro el Academia Francesa, Marie Vieux- Chauvet, Kettly Mars, Frankétienne. Durante los dos años de mi estadía sólo leí literatura haitiana, maravillosa, riquísima, variada. Asistí incrédula a una feria de libros que se hace anualmente, en la que había multitudes comprando y leyendo libros.

Finalmente, hay que comprender que la mayor parte de los haitianos que llegan a Chile, no han tenido jamás un trabajo formal. La mayor parte de la población vende en las calles carbón, ropa usada, chatarras, o incluso preparan y venden la comida ahí mismo en las veredas.

Cuando llegan a Chile hay que mostrarle que se puede tomar el agua en sus viviendas, que no hay que comprarla, que se debe llevar a los niños a control de salud y a las escuelas. Hay que mostrarles que existe un Estado y políticas sociales que no sospechan.

Muchas de las cosas que damos por hechas, para ellos son inimaginables.

 

«Vi solo formas de sobrevivencia de todo tipo»

—La crónica «La llegada», termina con la siguiente reflexión: «Luego mi sensación de agobio se reduciría con las primeras lluvias, para descubrir que tampoco dejaban nada a su paso, salvo desolación y barro, al correr hasta el mar, sin más impedimentos que la basura que se acumulaba en las quebradas». Aquí se percibe cierta licencia poética para registrar la impotencia de un escenario devastado. ¿Qué riesgos corres al estetizar esta realidad?

—No intento romantizar la miseria, solo utilizo un lenguaje literario que creo que es igualmente válido para ese contexto. Es el lenguaje que me surge, intercalando incluso en el libro, capítulos que constituyen cuentos propiamente tales. Todo el libro es un conjunto de ficciones y realidades que no podrán diferenciarse entremezcladas, productos de mis recuerdos y experiencias, necesariamente distorsionadas de la pura realidad.

Me impresionó, y no pude disimularlo la belleza de la gente, su altivez en la miseria, eso es así. Los niños van a la escuela con sus uniformes perfectos, para mí es un milagro inexplicable.

Creo que cualquier persona que vaya se sentirá impactado por ello. Mientras estuve ahí no percibí la existencia de mendicidad, vi solo formas de sobrevivencia de todo tipo, cada uno sintiendo que su trabajo era válido y hasta significativo.

Las mujeres que cocinan en las calles son las madres, las proveedoras, las que aseguran la comida diaria de la mayor parte de la población.

 

«Seguimos siendo unos brutales colonizadores»

—En «El asalto a los campamentos» se percibe esta impotencia, la vulnerabilidad llevada al extremo de la renuncia: «En esta guerra no había resistencia, solo estupor, ojos inmensos abiertos aún somnolientos, gritos mudos de horror frente a esta invasión… nadie resistió ni se opuso, obedientes respondieron como pudieron a nuestras preguntas, pusieron sus dedos entintados en el lugar de la firma, dóciles en medio del sueño olvidaron la fiereza de haber sido los primeros esclavos liberados del mundo, la sorpresa fue total». Hay algo más que ironía en esta descripción. ¿Es posible vislumbrar un horizonte de reparación?

—Es mas bien una triste reflexión de la barbarie de nosotros los blancos, y a la degradación que aún hoy se somete a los haitianos, seguimos siendo unos brutales colonizadores en muchos sentidos.

Al menos en lo que nos concierne como chilenos, invoco a una mayor difusión de su historia, de sus logros, de sus derrotas, tal vez en las escuelas, en los medios de comunicación. Una mayor comprensión de su cultura y de la sensibilidad que tienen a flor de piel, frente al maltrato y al racismo. Me pregunto cómo podremos conseguir una integración respetuosa en nuestra sociedad, ese fue mi objetivo al escribir.

Como dice Danny Laferriére: «El idioma no es suficiente. Hay que tener algo que decir».

 

 

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Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).

Ha publicado las novelas Dos cuerpos, Réplicas, Nuestros desechos, No me ignores, Cardumen, Si ellos vieran, Concepciones, Sinestesia, y Dame pan y llámame perro, y los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, y la novela bilingüe En la isla/On the Island.

Traducciones de sus textos han aparecido en The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).

Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

«Crónicas haitianas» (Elpensador.io, 2022)

 

 

Nicolás Poblete Pardo

 

 

Imagen destacada: EFE.