«Ese montón de libros que están botados en la pieza del fondo», un cuento de Marcela Jiménez de la Jara

Socióloga UC de profesión, la narradora de este relato es hija del recordado ministro de Salud del Presidente Salvador Allende -durante el gobierno de la Unidad Popular-, el controvertido médico radical, Óscar Jiménez Pinochet. Doctorada en su especialidad, a su profusa actividad como conferencista, académica, e investigadora, la connotada cientista social desarrolla asimismo una ingente labor como cuentista de talleres dirigidos por renombrados escritores nacionales, en la ciudad de Santiago. Del trabajo gestionado en esa instancia es que envía una de sus creaciones para publicarse en las páginas del Diario «Cine y Literatura».

Por Marcela Jiménez de la Jara

Publicado el 2.11.2017

No logra recordar cómo vivían en esta casa tan grande, ahora helada y vacía. Algo la mantiene acá y desde la muerte de su marido y la ineludible partida de sus hijos, no ha logrado venderla ni arrendarla.

-Hay que hacer sanación para movilizar energías- le dice su hija menor. Recuerda que el papá decía que lo sacarían “con piyama de palo”-, continúa Sofía, refiriéndose al ataúd.

Otro tanto es lo que asegura su amiga María Angélica, quien incluso le ha ofrecido traer a Drago, el talentoso médium, para invitar a las almas detenidas en los rincones de la casona a ascender hacia la luz.

-Aquí penan, señora- le había dicho la nana Chila, que era quien se quedaba cuidando la casa cuando salían de vacaciones.-Estoy en la cocina, siento ruidos de madera y todos los cajones de los closets del dormitorio del fondo, están abiertos- continuaba la nana asustada.

Hasta ahora que está completamente sola viviendo en esta casa, nunca se había planteado esta posibilidad. Aunque ha prendido todas las luces, siente una extraña desazón y el viento de otoño y del invierno que ya se anuncia en esta fría tarde de martes, la inquieta sobremanera. Hay ruidos que atribuye a roedores que disfrutan de las nueces del añoso nogal del patio del fondo, o a los gatos de los vecinos que los persiguen.

Y fue al llegar tarde del taller de literatura, que empezaron las interrogantes; ¿Por qué está prendida la luz de aquella habitación si la dejé apagada? Es la pieza de su hija Camila que vive en Francia, que se ha convertido en una suerte de biblioteca o de estudio no siempre ordenado, en donde su nieto de nueve años se escabulle a hacer sus experimentos.

Alguna fuerza especial la atrae hacia ese rincón de la casa y vanagloriándose de ser valiente y de no sentir miedo, trata de explicarse el porqué de esa extraña situación.

“Es que al cerrar la cortina cuando salía hacia el taller, pasé a llevar el interruptor y sin querer encendí la luz”, reflexiona.

“O tal vez al prender la del pasillo cuando llegué, se produjo una conexión no registrada que requiere que Jaime, el electricista, nos lo aclare”, cabila.

Dejando las frías explicaciones objetivas, piensa incluso que a pesar de las diferencias horarias su hija Camila la está echando de menos y la está llamando mentalmente desde Nantes, desdoblándose en sueños; rápidamente le escribe un whatsupp diciéndole cuanto la extraña, para que lo vea temprano en la mañana.

A riesgo de encarecer la cuenta del gas, ha encendido todos los radiadores de la calefacción porque siente cambios de temperatura y ve “presencias” que circulan raudas, en varios rincones de la casona.

Se sitúa al fin en la pieza en cuestión y constata que en esa ruma llena de tierra y ácaros, están los libros que su marido atesoraba.

La figura alta y delgada de ese joven de belleza indescriptible, (así lo expresó un cineasta que lo divisó en la calle en la década del cincuenta), se le aparece transitando por el parque forestal frente a la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile. Lleva el código bajo el brazo y se alimenta apenas con algunos plátanos y algo de leche; gastó todo el dinero que le pasó su tía para que almorzara, en la librería cercana, y devora con ansiedad “La sangre y la esperanza” de Nicomedes Guzmán, los relatos breves de Francisco García Pavón, “El reino no es de este mundo” de Alejo Carpentier, “Enviado Especial” de Ernest Hemingway, y “Los caminos de la libertad” de Sartre. Fue justamente con este último volumen que la presionó para que se casara con él, argumentando que uno de los caminos para ser libre, era la relación de pareja.

Tomó con cuidado esos y otros libros, ahora oscuros y humedecidos; los limpió con respeto y los ordenó delicadamente uno a uno.

La luz de la pieza no se ha vuelto a prender.

 

A la izquierda, la autora de este cuento, la socióloga y escritora Marcela Jiménez de la Jara

 

Imagen destacada: Las actrices francesas Jacqueline Bisset y Marine Vacth, en un fotograma de la cinta «L’amant double» (2016), del realizador parisino François Ozon