[Estreno Mundial] «Tenet», de Christopher Nolan: Una experiencia del tiempo

El último largometraje de ficción del brillante cineasta inglés —el cual vivió esta semana el lanzamiento de su distribución comercial en Europa— se encuentra protagonizado por los actores Robert Pattinson, John David Washington (ambos en la imagen destacada) y una reveladora Elizabeth Debicki, y la factura de su estética fílmica evidencia una indagación audiovisual con el propósito de atestiguar significados y respuestas, frente a la enigmática y desconcertante realidad que nos acoge.

Por Jordi Mat Amorós i Navarro

Publicado el 29.8.2020

«Todos los luchadores, los mártires, los que creyeron en un mundo mejor, están creando la moral de un mundo que les fue entregado sin terminar. Todos los que piensan en el mundo, están ayudando a crearlo. Y lo hacen por dignidad, no por esperar una recompensa o huir de un castigo».
Francisco González Ledesma en La ciudad sin tiempo

El insólito realizador británico nos ofrece una película compleja que exige plena atención al espectador y que requiere de más de un visionado para acercarse a comprenderla mejor. Una de sus principales virtudes es que logra implicar al público asistente generando debate sobre su significado, te la llevas mucho más allá de la sala de proyección, pocas películas consiguen eso hoy en día.

Tenet es aventura épica de acción, un filme de espionaje en el que se recrea la eterna lucha entre el bien y el mal, y que homenajea a filmes clásicos de héroes de acción como la saga Bond o la saga Misión imposible.

Un hombre de raza negra sin nombre —entiendo como símbolo de lo desconocido y oculto en cada persona— con grandes aptitudes físicas y mente preclara (John David Washington) se convierte en el protagonista de la historia, él peleará —con ayuda del enigmático Neil (Robert Pattinson)— por la supervivencia del mundo sin más información que la de una palabra capicúa: Tenet.

Una palabra que significa principio y también cambio, una palabra que anticipa que nuestro héroe se las va a tener con un escenario insólito: un mundo paralelo inverso en el que transitan dobles humanos desafiando las leyes físicas espacio–temporales de nuestro mundo conocido.

Mundos paralelos en los que coexistimos sin ser conscientes, el tiempo como factor alterable en el que se puede viajar, la historia personal y global como algo mutable que puede re–escribirse… Algunos de estos temas son comunes en muchas obras de ciencia ficción pero en Tenet adquieren una dimensión sorprendente nunca antes experimentada: la inversión. La inversión que se nos muestra en la circulación hacia atrás de todo: aves, naves, automóviles, personas… y también en hechos ocurridos que están por suceder como el cristal con impacto de bala del que de la nada —y el silencio, genial ese inquietante silencio— sale la bala hacia el arma que la disparó.

Porque desde un futuro que habita en este mundo inverso se pretende modificar la historia de ambos mundos para el beneficio —cómo no— de un reducido grupo de poderosos. Las fuerzas del mal están dejando huella en nuestro mundo en su afán por manipular la historia, hay por tanto testigos de esa peligrosa inversión que nuestro héroe investiga y que le llevan a Andrei Sator (Kenneth Branagh) el villano que lidera ese grupo en el ahora y aquí.

El villano que como buen villano pretende poseerlo todo en exclusiva y en ese todo está Kat (Elizabeth Debicki)  su combativa esposa a la que nuestro caballero sin nombre ayuda más allá de su misión liberadora global. Es aquí donde el amor tiene su protagonismo, el amor que siente ella por el hijo que Sator retiene para retenerla y el amor incipiente entre esa extraña pareja heroica. Porque Kat también es heroína, ella lucha valientemente para liberar a su hijo de ese poderoso hombre incapaz de amar que la desea y la teme. Dos héroes de naturalezas prácticamente opuestas que se atraen y se alían en la búsqueda de parar a ese villano que amenaza con acabar con todo lo creado gracias al control absoluto del tiempo.

Una historia de mundos en peligro ligada a un núcleo familiar, un tema que parece interesar a Nolan quien ya en Interestellar centró la salvación de la humanidad en la relación de profundo amor entre un padre y su hija. Un reducido núcleo familiar de nuevo en Tennet aunque aquí el mal se sienta en la cabecera de la mesa lo que quizás la convierta en más real.

La película entra por la puerta grande en la galería de clásicos de aventuras: arriesgadas y peligrosas misiones, persecuciones en coche, tiros y peleas, ingeniosos planes para acceder a lugares inexpugnables… Y bajo esta apariencia de cine de entretenimiento entiendo que hay una indagación a encontrar significados y respuestas a nuestro enigmático y desconcertante mundo, hay una voluntad de comprender lo que nos ocurre para reparar o sanar nuestro maltrecho planeta.

En definitiva Tenet es cine con mayúsculas que requiere asistir a las salas para ser vivenciado plenamente y que nos atrapa hasta el punto de hacer soportable la desagradable mascarilla protectora propia de la “nueva normalidad” en estos extraños tiempos de pandemia global. La amenaza está en la pantalla y también en las butacas.

 

También puedes leer:

Interstellar, de Christopher Nolan: Empezar de nuevo gracias al amor.

 

***

Jordi Mat Amorós i Navarro es pedagogo terapeuta por la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

 

 

Tráiler:

 

 

Jordi Mat Amorós i Navarro

 

 

Imagen destacada: John David Washington y Robert Pattinson en Tenet (2020).