«Good bye, Lenin!»: Un filme para pensar al siglo XX

El realizador alemán Wolfgang Becker dirigió este filme simbólico para la cultura popular de las últimas décadas, y el cual, dentro de los códigos dramáticos de una profunda comedia existencial, reflexionó en torno a los grandes dilemas ideológicos y políticos de la humanidad desde la Primera Guerra Mundial hasta nuestros días.

Por Víctor Ilich 

Publicado el 23.7.2020

¡Qué película! Good bye, Lenin!, de Wolfgang Becker, es un drama con tintes de comedia o una comedia con matices dramáticos. En efecto, es como la vida misma. En lo medular, un hijo quiere evitar la fatalidad de que su madre, quien salió de un coma, sufra un nuevo impacto emocional —esta vez, a raíz de los cambios en la República Democrática Alemana (RDA)—. Para eso orquesta una puesta en escena desde la habitación de su madre convaleciente, donde aparentemente no hay cambio alguno. El contexto: una Alemania Oriental que se abre a Occidente: a Coca-Cola y Burger King. Un cambio inimaginable para Marx y Engels.

Marx intentó concretizar las abstracciones: ideas, sentimientos y deseos. Su énfasis en lo económico fue lapidario y algunos sostienen que sus profecías fueron incompletas, ya que obvió lo inherente a toda naturaleza humana: la tendencia natural de hacer su propia voluntad con independencia de los intereses colectivos. No siendo los intereses colectivos necesariamente inspirados por la generosidad, lo empático o solidario. La historia tiene varios ejemplos al respecto, por lo pronto, es pertinente recordar a Alemania, donde el autoritarismo llegó acompañado de populismo, una combinación mortal.

La madre del protagonista del filme se comprometió con el socialismo, su hijo se comprometió con las necesidades de su madre; el énfasis entre burgueses y proletarios queda corto al descuidar una tipología aún más radical: la del esclavo y el amo, y es allí donde el aspecto económico queda en bancarrota, ya que aún los multimillonarios pueden ser esclavos de sus pasiones y sucumbir frente a ellas y la pobreza, cuya circunstancia no implica necesariamente afectar la integridad de una persona, tampoco la determina hacia una tragedia griega.

Crecí escuchando a mi papá que el mundo se cambia con ideas y siempre agregaba: una idea se combate con otra idea. En el mundo abstracto de las ideas, lo paradójico es que pueden ser tan concretas como una semilla y arraigarse tan fuerte a la tierra de las necesidades que crecen cual árbol junto a torrente de aguas. Si una semilla cae en buena tierra, germina y en el mejor de los casos, producirá frutos, pero una idea por sí sola no es más que una semilla junto al camino o ahogada entre espinos, incluso puede en algo crecer, pero sin raíces fuertes y profundas derechamente morirá.

Las ideas son relevantes, pero su desarrollo resulta esencial para que sobrevivan. Los pensamientos se componen de ideas y las teorías son el andamiaje donde se desarrollan ambas, se nutren y arraigan. Los sentimientos y deseos se amalgaman entre las palabras. Y la memoria las ata a nuestra conciencia para adormecerla o despertarla. El mundo está lleno de buenas ideas también, pero es su desarrollo el que hace que se conviertan en pan.

El filme me hizo recordar los últimos momentos de vida de mi abuela Norma, con quien crecí. En sus últimos días, el proceso degenerativo afectó su memoria, en pocas palabras: ya no me reconocía. No me dolió, porque me confundió con otro ser querido para ella. Su hermano asesinado hace muchos años con ocasión de un supuesto asalto.

Al verme —la abuela— con su rostro emocionado y afligido dijo: “Sergio, llévame contigo”. Así se llamaba su hermano. No dudé mi respuesta, ni la corregí, en absoluto, no quise provocarle otro impacto emocional, solo contesté: “Te irás conmigo, pero aún no”. Se quedó tranquila. Se alegró. Me alegré. Algunos de los que estaban en esa habitación lloraron, ninguno me corrigió. Volví a contestar que venía por ella, y ante su insistencia en preguntar si se podía ir conmigo, agregué: “Te vine a buscar”.

Nadie en esa habitación se escandalizó, alguien puede pensar que le seguimos la corriente a la abuela, pero desde la perspectiva desde donde yo estaba, recordé que algunos creen que en parte hablamos y en parte profetizamos. Nadie pudo obligarme a no negarme a mí mismo, por amor a ella. Y si algunos creen que Marx profetizó, quien soy yo para acallar a otra profeta.

Dicen que hay un tipo de revolucionarios–profetas que aspiran a cambios legítimos. En un principio tratan de persuadir para convencer, una vez que muchos se convencen —porque cada uno se convence a sí mismo—, si los cambios no se producen —o se producen, pero no como se espera—, la vía del terror y violenta los tienta. Y como el lenguaje de la necesidad es persuasivo: descubrir, progresar, mejorar, nuevo, poderoso, ganador o emancipación, luego imponer se transforma en la norma hacia cualquier disidente que refute: no hay nada nuevo bajo el sol, mejor es dar que recibir, poder para no caer en el error. Ser consciente de aquello evita la ingenuidad, sostienen. Quién sabe si el último zar de Rusia, Nicolás II, se dio cuenta de ello, más allá de sus errores.

No hay sistema político que pueda libertar al ser humano de su lucha interna, algunos podrán ignorarla o adormecerla, pero ningún ser humano puede hacerla desaparecer: hacer lo recto es mucho más que ocupar una regla, porque las motivaciones cuentan. Y es aquí donde las repercusiones psicológicas de nuestros hechos evidencian que no da lo mismo los caminos que escogemos. Ningún camino es neutro.

He visto muchos actos violentos, incluso algunos han quedado en la impunidad o aparentemente sin consecuencias, pero tengo la certeza de que lo que percibo es un fragmento de la realidad, es solo una parte de la historia y la justicia es una copa que se bebe en la soledad de nuestras propias celdas.

Algunos podrán lanzar piedras, otros contestar con balas, pero ninguno de ellos podrá esquivar el impacto de lo emocional, ya sea quedando insensibilizados o quebrantados hasta lo medular: la apatía, síntoma del despropósito y de la falta de expectativas, también puede ser el pan de su día a día. Se atribuye al rey David la siguiente frase: “Matará al malo la maldad”. Marx de seguro la habrá escuchado, ya que era de ascendencia judía y con antepasados rabinos.

Sobre esto último, incluso hay estudiosos que sostienen que la maldad afecta nuestro intelecto. Al modelar o amoldar nuestra percepción cognitiva sobre lo real y la realidad, asimismo, retumba en nuestras emociones, el cómo nos sentimos, e impacta en nuestra voluntad, lo que queremos o perseguimos para, finalmente, influir en nuestro cuerpo. Por eso dicen que el mal hace mal, en otras palabras, nos puede enfermar.

Es así como el peligro de vivir esquivando las balas es creer que siempre las podremos esquivar. El síndrome de Sansón podrá ser ignorado o desconocido, mas no por ello ser menos real. En el contexto de Sansón, el amor sin fingimientos era y es también un límite a la oscuridad.

A fin de cuentas, hay fronteras que son un artificio, el descubrirlas libera. De allí que sea mejor hablar de diferentes planos o contextos. La lucha del lenguaje transciende las clases sociales. Ya que al hablar de clases sociales, hablamos de construcciones discursivas con un propósito específico: establecer fronteras, murallas y cercas.

Ya sea en la dictadura del proletariado o en la de los burgueses, la opresión solo cambia de traje y bronceado: Aleksandr Solzhenitsyn —Premio Nobel de Literatura 1970— fue un testigo presencial a ponderar. El problema no son los debates o las controversias, sino pretender hacer pacífico lo radical: negarse al mundo, no ignorarlo. Comprender para intervenir. Al César lo que es del César y al pueblo lo que es del pueblo, porque al Creador dicen que le pertenece todo. Y si llegase a ser cierto, administrar lo ajeno es un desafío inmemorial.

 

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Víctor Ilich nació en Santiago de Chile en 1978. Egresado del Instituto Nacional y de la Escuela de Derecho de la Universidad Finis Terrae, en la cual estudió becado. Abogado y juez de garantía en la Región de O’Higgins. Autor de más de una docena de obras literarias. Algunas de ellas han sido prologadas y comentadas por destacados académicos, escritores y críticos como Hugo Zepeda Coll, Thomas Harris, Andrés Morales, Alfredo Lewin y Juan Mihovilovich.

Entre sus obras se puede citar Infrarrojo, poemario presentado por el académico, escritor, poeta y miembro de la Academia Chilena de la Lengua, Juan Antonio Massone del Campo, quien le ha antologado, Réquiem para un hombre vivo, poemario dedicado al poeta Juan Guzmán Cruchaga (presentado por el ministro de la Corte Suprema y escritor Carlos Aránguiz Zúñiga y el ex ministro de la Corte de Apelaciones de Santiago, Juan Guzmán Tapia), La insurrección de la palabra, Arte de un ocaso vital, Baladas de un ruiseñor (poemario erótico romántico), Dragón, escorpiones y palomas, Hojas de té, La letra mata (un texto que resucita la palabra), El silencio de los jueces, un texto para sazonar el corazón, prologado, en su primera edición, entre otros, por Sergio Muñoz Gajardo, quien fuese presidente de la Excelentísima Corte Suprema de Justicia (2014-2015), Disparates, poemario relativo a la libertad de expresión y los prejuicios (2016), Cada día tiene su afán (2017), que procura motivar en la lucha en contra del cáncer, presentado por Haroldo Brito Cruz, quien también fue presidente del máximo tribunal del país, con ocasión de la celebración del Día Internacional del Libro.

Y, además, ha lanzado el poemario titulado Toma de razón, en coautoría con Roberto Contreras Olivares, poeta y ministro de la Corte de Apelaciones de San Miguel, presentado en Hanga Roa, Isla de Pascua, en agosto de 2017. En abril de 2018 junto a otros tres jueces penales publicó el libro Duda, texto fruto del taller literario que impartió, al cual luego de terminar denominó “Ni tan exacto ni tan literal”. También, en octubre de 2019, en pleno estallido social, público Venga tu reino, poemario prologado por Felipe Berríos, S..J. y Alfredo Pérez Alencart, poeta y docente de la Universidad de Salamanca.

Por último, en marzo de este año 2020, publicó el libro Al derecho y al revés, que recopila las columnas de opinión y crítica literaria escritas bajo el alero del diario El Heraldo de Linares, quien patrocinó su cuidada edición, en un libro prologado por Lamberto Cisternas Rocha, quien fuese vocero de la Corte Suprema.

 

 

 

Tráiler:

 

 

Víctor Ilich

 

 

Imagen destacada: El actor Daniel Brühl en una escena de Good Bye Lenin! (2003).