Cine trascendental: «Joker», de Todd Phillips: De la frustración a la deriva violenta

Como obra maestra puede calificarse esta película en torno a uno de los villanos más famosos del universo del cómic. Lo es por su excelente guión (que firma Phillips junto a Scott Silver), también por la dirección y ambientación y especialmente gracias a la magistral interpretación de Joaquin Phoenix. El filme retrata a un hombre desequilibrado y es una reflexión sobre distintos aspectos de la condición humana en nuestro convulso tiempo como son la frustración y la violencia.

Por Jordi Mat Amorós i Navarro

Publicado el 22.10.2019

«Mano tendida, mano que hace. La mano alcanzó su perfección allí donde renunció al botín y a la violencia».
Elias Canetti

 

Preliminar

Para aquellos lectores que no hayan visto este filme y quieran hacerlo: quizás sea mejor leer este artículo tras su visionado dado que en él se explican detalles esenciales de su argumento (incluido el final).

 

Arthur, la sonrisa impuesta

Gotham City (alter ego de New York) es una ciudad gris, muchos de sus habitantes malviven en calles y edificios descuidados y sucios. Este ambiente espacial refleja -o en el ambiente espacial se refleja- su forma de ser dominante: la frustración de tantas personas que subsisten a duras penas con pocas oportunidades de prosperar, gentes que viven en su miseria y ven como unos pocos lo hacen a cuerpo de rey. Y frente a esa injusticia social lamentablemente la solidaridad no se lleva, se nos muestra como impera el egoísta “ir a mi bola” del “bastante tengo con lo mío”. Unas formas proteccionistas muy semejantes a las de los que ostentan el poder, unas formas que crean aislamiento y soledad, unas formas que alejan de su humanidad a todas esas gentes. En una ciudad así, no es extraño que la violencia crezca…

Arthur es una de esas personas de vida aislada-solitaria y gris, él trabaja como payaso en una pequeña empresa de servicios. Vemos como unos jóvenes gamberros le roban su cartel publicitario en plena calle y cómo le patean cuando los alcanza, nadie le ayuda. Y su jefe le responsabiliza de lo ocurrido, lo considera –también sus compañeros payasos- un tipo raro. Y raro para las personas o sociedades no empáticas como Gotham es sinónimo de exclusión, esa es su realidad y la de demasiados.

Nuestro protagonista asiste a los servicios médicos sociales donde le atiende una doctora tan gris como la ciudad y el sistema de poder. Una mujer de preguntas estándar y de cero empatía, una funcionaria recetadora de pastillas. Nadie con quien Arthur pueda compartir su ansiedad. Tampoco en casa donde malvive con su madre dependiente a la que cuida con mimo, la mujer está obsesionada con Wayne un poderoso hombre al que sirvió y a quien escribe solicitando su ayuda, ayuda que nunca llega. Una madre que no se interesa por saber la verdad de Arthur y que en su ceguera le ha llamado y le llama Happy (feliz) a un hijo que para nada lo es. Una felicidad impuesta por una mujer que no asume -no quiere ver- la realidad propia de la que escapa –el monótono y triste malvivir- y que involucra en esa falsedad a su hijo. Y un hijo que enmascara su desamparo, su dolor y su frustración en el Happy materno impostado como flotador, un flotador que no funciona ni puede funcionar por su falta de autenticidad.

Así, se entiende que la principal característica de su “rareza” sea una extraña risa que no puede controlar y que suele causarle problemas con la gente, con la gente de una sociedad que recela y teme. Lo vemos por ejemplo en la escena del autobús en la que hace el payaso –es su sentir, es su comunicarse- con un niño, la madre reacciona protegiéndolo como si los agrediera a pesar de que él le entrega un escrito en donde explica su tic risorio (lo lleva siempre para evitarse problemas aunque a nadie conmueve).

Arthur se comunica mejor con los niños, sabe hacerlos reír. Él es un niño abandonado, herido –sabrá y sabremos su historia ocultada por la madre- que entiendo busca en el oficio de payaso un modo de intentar transmutar su tristeza, provocando la risa de los niños pretende hacerlo consigo mismo (la conocida ambivalencia del clown). Y busca relacionarse, busca el amor que nunca tuvo, del que poco o nada sabe por falta de referentes. A él le gusta una vecina pero como no se ve capaz de seducirla fantasea imaginándose en su compañía. Arthur -como su madre- es incapaz de afrontar su realidad y escapa de ella imaginando lo que no es. Es un hombre con grandes carencias afectivas, un hombre muy necesitado de amor que busca infructuosamente ser amado-comprendido-reconocido por alguien adulto.

En Arthur anida ese deseo de reconocimiento que busca canalizar como cómico aunque en sus intentos se muestra incapaz de hacer reír al público. Su frustración irá en aumento y al acceder a un arma acabará surgiendo su alter ego violento que él bautizará como Joker. El arma se la proporciona un compañero de trabajo tras la agresión de los jóvenes. Aunque inicialmente no la quiere, acaba considerándola como un divertido atrezo a incorporar en un hipotético número cómico, lo vemos simulando dispararse con ella como una forma medio en broma medio en serio de canalizar su frustración contra sí mismo. Y el juego que era violencia auto-inducida pasará a ser violencia a todo aquel que no le trata bien. Violencia a punta de pistola que acabará siendo el medio para alcanzar el reconocimiento que no pudo tener con la sonrisa impuesta del buen chico que cuida a su madre y hace reír a los niños.

 

Joaquin Phoenix en «Joker» (2019)

 

Joker, a la violencia sin retorno

Nuestro protagonista se convierte en asesino involuntario al usar su arma por primera vez disparando a unos hombres trajeados que intimidaban a una chica y que acaban agrediéndolo a patadas como hicieran anteriormente los jóvenes. En esta ocasión él se rebela y los mata con saña, descarga en ellos todo lo reprimido en tantas situaciones de la sonrisa forzada del buen chico. Ahora ya no es él mismo el agredido, ahora ya son los otros. En una de las mejores escenas del filme se nos muestra cómo tras su primera acción violenta se encierra en un baño donde improvisa-compone una danza pausada a lo mimo que entiendo a modo de señal de autoafirmación y autodominio, señal que se convertirá a partir de ahora en ritual de poderío como Joker.

Ese suceso tiene mucha difusión mediática por ser los muertos gente de cierta posición social y no gente anónima del pueblo llano como es él. La policía busca a un payaso asesino y Wayne –el magnate al que adora su madre quien va a ser candidato a la alcaldía- declara: “¿Qué clase de cobarde se oculta tras una máscara? Alguien que le tiene envidia a las personas que tienen más suerte que él, tiene miedo de mostrar su rostro. Hasta que esas personas no mejoren, los que hemos triunfado más en la vida siempre veremos a los que no como humildes payasos”, lo que provoca manifestaciones de indignados -muchos de ellos con máscaras de payaso- contra el sistema.

Arthur ya se siente Joker, y como tal simbólicamente tacha el cartel “no se olviden de sonreír” de su centro de trabajo dejándolo en un rebelde “no sonreír” (al sistema); lo hace al ir a recoger sus cosas tras ser despedido porque se le cayó el arma de su disfraz de payaso en una actuación infantil. Y en la que será su última sesión terapéutica por los recortes sociales del gobierno comenta: “Yo dije que durante toda mi vida ni siquiera sabía si realmente existía, pero existo y las personas comienzan a notarlo”, y la gris terapeuta le confiesa: “gente como tú les importa un carajo, también les importa un carajo personas como yo”, la triste verdad del sistema en el que malviven.

Sin trabajo y sin terapia a Arthur sólo le queda el hogar de la falsa felicidad: su madre. En su empoderamiento abre una de las cartas que ella escribe a Wayne y descubre que -según ella- es su padre. Conseguirá hablar con el magnate y descubrirá la verdad que su madre esconde, Arthur fue adoptado y ella lo desatendió hasta el punto de permitir que su pareja lo maltratara y abusara de él. Su reacción como Joker es matar a su madre descargando lo reprimido: “Hola Penny Fleck, siempre odié ese nombre, solías decirme que mi risa era un trastorno, que algo estaba mal en mí, no es cierto, es mi verdadero yo. No he sido feliz ni un puto minuto en toda mi vida. Antes creía que mi vida era una tragedia pero ahora veo que es toda una comedia”, y la ahoga con su almohada. También mata violentamente a un antiguo compañero de trabajo que solía burlarse de él, otro clown que lo presencia se salva porque ha sido el único que siempre le ha tratado bien. Un reducto de compasión como adiós definitivo al buen chico que quiso forzadamente ser.

Liberado ya totalmente de ese Arthur, asiste a un exitoso programa televisivo como invitado, previamente Murray su presentador se había burlado de él al emitir una actuación suya grabada en un club nocturno. Joker aprovecha la ocasión para mostrarse al público como un hombre empoderado confesándose el payaso asesino que la policía busca y afirmando que le es gracioso matar. Y hace un alegato anti-sistema criticando su poder para decidir qué está bien o mal: “maté a esos tres porque eran una basura, todo el mundo es horrible hoy en día, suficiente para volver loco a cualquiera” y habla de los poderosos como Wayne afirmando que son incapaces de empatizar con la gente: “ellos creen que responderemos como niños buenos, que no atacaremos”, ese ellos son los pocos que lo dirigen todo decidiendo sobre los muchos que malviven. Murray le refuta que no todo el mundo es basura a lo que Joker responde que él también es basura por burlarse de su actuación y le dispara matándolo en directo.

Toda una entrada “a lo grande” al mundo, ahora es famoso-reconocido gracias a la violencia vengativa que exhibe-ostenta en su danza mímica ritual. Y ese reconocimiento cala en los violentos que protagonizan las revueltas callejeras que lo ven como su líder, así se nos muestra como un payaso mata a Wayne y su esposa dejando a un hijo huérfano. Joker se siente líder sonriendo “feliz” de su empoderamiento ante las masas, pero esa felicidad antes impuesta por la madre entiendo que ahora es autoimpuesta como venganza a ella y a la sociedad madre o sistema, esa felicidad no es para nada una auténtica felicidad, esa felicidad es una nueva máscara que lo sigue esclavizando.

Joker con su máscara de violencia sigue matando compulsivamente incluso en su encierro psiquiátrico. En la última escena lo vemos riendo de un chiste al tiempo que se nos muestra como contraste la imagen del hijo de Wayne tras la muerte de sus padres (él será el heroico Batman, su eterno rival), la doctora le pregunta si quiere compartirlo: “no lo entendería” (nadie le ha entendido y asume que siempre será así) y la imagen de su salida al pasillo en dominio blanco con sus pisadas de sangre.

 

Joaquin Phoenix en «Joker» (2019)

 

La deriva violenta, triste actualidad

Desafortunadamente la violencia que muestra la obra es toda una realidad en esta nuestra sociedad del siglo XXI en la que cada vez más proliferan los discursos agresivos en la política y en los medios de comunicación. Se añoran los tiempos no tan lejanos en que aún existían los debates respetuosos, los diálogos, la escucha y la comprensión del otro, los consensos y acuerdos para el bien común… Hoy en día un debate político o ideológico es sinónimo de inmovilismo y crispación entre diferencias que derivan en bandos enemigos irreconciliables. Triste, muy triste.

Y está claro que vivimos unos tiempos convulsos en los que se producen retrocesos en los derechos de la población a favor de las leyes del mercado económico global que cada vez más lo rige todo. Crecen las desigualdades, la falta de oportunidades y la pobreza, y muchísimas personas se ven obligadas a abandonar sus territorios en éxodos masivos de incierto final por esas y otras causas como las lamentablemente y omnipresentes guerras.

A todo ello nadie parece saber dar soluciones y eso provoca una creciente insatisfacción social. Un descontento hacia unas estructuras de poder que se muestran impotentes y caducas: gobiernos que no solucionan los problemas reales, políticos-dirigentes corruptos y patéticos, naciones dirigidas casi como negocios donde privan los intereses del capital por encima de los intereses de las personas…

En esta inquietante realidad malviven o sobreviven la mayoría de la población mundial. Y este panorama es el que ofrecemos a los jóvenes que han de relevarnos. No es de extrañar que muchos de ellos canalicen su frustración en la violencia, en el impetuoso: “esto es una mierda, me lo cargo”. Afortunadamente la mayoría de esa canalización agresiva se lleva a cabo a través de los exitosos vídeo juegos de guerra y lucha a los que tantos están enganchados.

Pero otros aprovechan las necesarias manifestaciones o huelgas reivindicativas para descargar su agresividad. Y en su actitud violenta destruyen la convivencia y la acción a la que presuntamente apoyan. Por la violencia nada se legitima, al contrario por la violencia toda supuesta razón se convierte en sinrazón. Las formas agresivas desautorizan cualquier discurso, se necesita abrir los puños y tender las manos para encontrar soluciones válidas para todos (incluido el “enemigo” sea el colectivo que sea).

 

También puedes leer:

Guasón, de Todd Phillips: Las claves del filme que remece la cartelera mundial.

Debate: Joker: Un largometraje controversial y de múltiples interpretaciones.

Guasón: La invención de la soledad.

 

Jordi Mat Amorós i Navarro es pedagogo terapeuta por la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

Robert De Niro y Joaquin Phoenix en «Joker»

 

 

 

Tráiler:

 

 

Imagen destacada: Joaquin Phoenix en Joker (2019).