La entrevista patafísica: Carina Maguregui y los humalógicos

Con un pie en la ciencia -ya que registra el grado académico de bióloga-, y el otro puesto en la creación narrativa -porque también es escritora-, la «anfibia» audiovisualista bonaerense dialoga con nuestra habitual colaboradora en un formato inusual, aunque ya probado por este Diario sudamericano y transversal: el género de la entrevista patafísica, en un desafío poético, filosófico y lúdico a fin de mirar la vida, la muchas veces pálida existencia, con otro magnífico e impresionante cristal.

Por Yanina Giglio

Publicado el 1.7.2018

Carina, ¿adiviná qué? Estamos en un zoológico de humanos, cada jaula un grupo de especímenes diferentes. Todo muy habitual en nuestro mundo. También esto que hacemos es común, esto de jugar a acercarnos mucho a las rejas, lo más cerca posible de sus caras endemoniadas… Justo estoy por lanzarles galletas con formitas humanoides y se me ocurre preguntarte:

¿Cómo habrán hecho para clasificarlos?

CM: –Mi mamá me contó un rumor que hicieron rodar nuestros ancestros de generación en generación y desde su tatarabuela hasta ella: los humanos se confinaron voluntariamente en humalógicos. Lo hicieron para evitar la aniquilación del planeta. Un instante de inexplicable lucidez global les permitió ver que se habían convertido en criminales impiadosos, incluso los bebés nacían sin inocencia. Decidieron entonces, la reclusión masiva hasta que anidara en ellos el respeto, el amor y la compasión por los demás seres que también habitábamos la Tierra. Se autoclasificaron según la Escala: Grados de Crueldad y la mayoría cayó en la categoría “irrecuperables”. Pasaron ya tres siglos de aquel instante y -como habrás notado- no hay humanos afuera.

¿Qué es la propiedad privada?

CM: –Algo que ya no existe más: las llanuras, los bosques, las playas, los acantilados y las cumbres, los humedales y manglares, los arrecifes, las lagunas y las selvas… todo… es público. De cada uno de nosotros y de nadie.

¿Es el cuerpo una cárcel?

CM: –No, todo lo contrario. Los animales no conocemos las cárceles porque no tenemos un cuerpo: somos un cuerpo. Nos habitamos con vitalidad y fervor en todos nuestros instintos y vísceras. Cuando nos llega el momento, cuando hemos migrado incontables kilómetros -tantos que nos toma la fatiga impostergable- entonces nos dejamos ir. Esta sabiduría de soltar sin miedo es, sin duda, una de nuestras mayores fortalezas.

¿Cuándo dejamos de ser?

CM: –Algunos animales creen en la reencarnación. Están convencidos que pueden volver a otro ciclo de existencia encarnados en una palmera tropical, un zafiro azul o, el peor de los casos, en un humano. Esto me parece bastante descabellado. Por su parte, los humanos creen que dejan de ser/existir cuando muere la última persona que los recordaba. Esto me parece bastante egocéntrico. En cuanto a mí, no tengo certezas de ningún tipo y siento que hay una sola vida, en la que somos, ahora mismo. Lo que viene después de soltar pertenece al campo de mi imaginación –o más probablemente al de mi deseo- siempre ser onda/partícula, una especie de luz que jamás se apaga.

¿Qué es eso que gritan y piden estos humanos? ¿Libertad? ¿Qué es libertad?

CM: –Gritan enloquecidamente que es más fácil matar a alguien que amarlo. Son alaridos escalofriantes. Se piden a sí mismos, se ruegan a sí mismos sentir algo de solidaridad por otro. Eso sería para ellos el principio de la libertad. Pero no pueden. Su incapacidad es aterradora.

¿Qué te provoca empatía?

CM: –Me crié en una manada con extraordinario sentido del humor y risas deliciosamente contagiosas. Será por eso que la risa me provoca empatía. Apenas veo un hocico que comienza a arrugarse y un par de colmillitos asomando y ya se me erizan todos los pelos del lomo, experimento empatía a carcajadas. No puedo parar. Se ríe mi alma juguetona.

Contame un sistema ideal…

CM: –Te cuento: 1, 2, 3, 4, 5 …. 107, 108, 109 … 1566, 1567, 1568 y así hasta el infinito. El único sistema ideal es el de los números. Todos los demás acaban siempre burocratizándose y corrompiéndose.

 

Nos vamos del zoo pensando que sería mejor no volver. Que sería mejor que no existieran. Que podríamos hacernos humanistas. Te lamés la oreja derecha, mientras yo muerdo mi larga cola.

 

La bióloga, escritora y audiovisualista argentina Carina Maguregui (Buenos Aires, 1966)

 

 

Carina Maguregui (Buenos Aires, 1966)

Licenciada en ciencias biológicas por la Universidad de Buenos Aires, sus múltiples intereses abarcan el cine, la literatura, el periodismo, el teatro y la educación. En 2010, obtuvo una diplomatura superior en educación, imágenes y medios en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). Ganó premios y menciones en concursos nacionales de ensayo, dramaturgia e historieta. Es autora de Escamas de este mundo gemelo: destino y voluntad en Kieslowski y Van Dormael (2010), del ensayo Muerte y resurrección del afecto: discurso televisivo, conciencia y texto fílmico(2004) y de las novelas Doma y Vivir ardiendo y no sentir el mal (ambas de 2004). Actualmente es productora de contenidos del portal Educ.ar (Propiedad del Ministerio de Educación de la República Argentina).

 

 

Crédito de las fotografías utilizadas: Carina Maguregui