«La palabra rabia», de Pedro Montealegre: “Si te comen las palomas volarás sobre las plazas”

La poesía del autor chileno es un asunto trascendental: no se escribe por diversión, o por ejercicio, se crea arte porque se buscan respuestas, pues se quiere entender. Y la obra del desparecido poeta nacional -especialmente en este libro- contiene pasajes donde se anuncia a un país quebrado o en la lógica de su estética, rajado. En un hecho que nos permite hoy, apreciar este volumen también desde una lectura contingente, la de una nación en trance de un estallido social.

Por Carmen García Palma

Publicado el 9.1.2020

Quiero comenzar agradeciendo a Komorebi Ediciones por volver a poner en circulación La palabra rabia de Pedro Montealegre. Esta reedición (así como también la publicación de sus libros póstumos Buenas noches, Buenos días, Retrocometa y Opus morbo) son una feliz noticia para quienes valoramos la poesía de Pedro como una de las voces fundamentales de los últimos años. Es también, para quienes lo conocimos, una oportunidad de volver a conectarnos con él y dialogar con el amigo que tuvimos.

Han pasado 14 años desde la primera edición de este libro y ahora vuelve a nosotros desde otro lugar y con el poeta ausente. Es para mí inevitable aproximarme a La palabra rabia y pensar también en Pedro, en el lugar desde donde escribió estos poemas. Porque ahora son sus libros, sus poemas, la única forma que tenemos de escucharlo. Quizás de vez en cuando se nos aparezca en algún sueño, o mande señales en forma de insectos, pero lo cierto es que en su poesía está contenida parte importante de su cosmovisión, su forma de entender y de mirar. Es entonces poema y poeta los que configuran para mí el sentido de esta obra.

Contribuye por cierto a esta lectura el hecho de que Pedro no solo era un gran poeta sino también un excelente tarotista y mago. Puedo dar fe de su capacidad para enhebrar hilos de mundos desconocidos para la mayoría. Para interpretar símbolos. Por eso leo este libro con la certeza que para Pedro la poesía no era un ejercicio escritural solamente, sino que también era una forma de conexión con un conocimiento diferente, una forma de canalización tal vez, que lo hacía transitar por este mundo con una lectura particular que hace de su poesía palabra y también mensaje.

Las cuatro partes que componen La palabra rabia: “La rajadura”, “Orden de ciego”, “La palabra rabia” y “Tú no eres verdad”, proponen un viaje transformador del sujeto. Es una búsqueda que supone destrucción para poder encontrar. Partiendo por la destrucción del lenguaje mismo.

“Qué es la rajadura, el tajo abierto de la palabra -o un hoyo en la calle- incluso una herida en el fémur de la ciudad, de un hombre que es ciudad…” (pág. 17).

En “La rajadura”, la primera parte de este libro, la intención es abrir la palabra. ¿Acaso forzarla? Rajar la palabra supone también abrirse a sí mismo, romperse, nacer con el dolor del parto. Cito: “Qué es la rajadura sino un parto. Yo te digo: vengo -todo tú coordenadas, todo referencias- cada muerto te dice: cada tajo te ama” (pág. 17).

La fragmentación del lenguaje para crear uno nuevo, la deconstrucción de sus significados para encontrar otros nuevos. Uno que permita mostrar el universo que él habita. Y por eso lo extrema, lo manipula, lo fuerza, lo rompe.

La segunda parte corresponde al “Orden de ciego”, donde la rabia es ceguera. Se entrega a ella. Pierde el control. Pero como una forma de seguir la transformación necesaria del sujeto. “Pongo fin a la luz.  ¿Es la sombra ceguera?”, se pregunta el poeta. “Sanar es ceguera”, continúa. “Vuelo de polilla dispuesta a estrellarse contra la ampolleta caliente” (pág. 25).

La propuesta detrás de este poemario es también abrir la palabra como las infinitas posibilidades que presenta o acaso la caja de pandora que es.

“Toda esta rabia es mi padre destrozado: palabra des-trozar: palabra des-hacer” (pág. 26).

En “Orden de ciego” propone una relación subjetiva con la palabra. La personifica, la vuelve sí mismo. Y sí mismo es también niño, ciudad, país:

“Yo me llamo Muerto. Yo me llamo Pedro: en mi pluma de chico hay masacre diaria. Mi lucha es el barro transformado en decir. Mi lucha es la niña: persigue un coleóptero proclamado lenguaje. Uñas de la hora rasguñando mi uña. La gotita de sangre llamada País. Llegarás a las falanges. Hambre de oír que pierdes tu idioma” (pág. 27).

“Orden de ciego” prepara el camino para llegar a “La palabra rabia”, donde el sujeto desaparece. Se deconstruye a sí mismo para volverse metáfora: “Vas a desaparecer. Ahora descuelgas tu nombre de las carnicerías porque vas a desaparecer.” “Vas a desaparecer en la palabra desaparecer” (pág. 37).

Se despide de sí mismo:

“Un dolor como este es preciso” (pág. 47).

“La historia: los niños muertos de hambre soy yo” (pág. 47), dice.

Finaliza el libro con la negación absoluta del yo en “Tú no eres verdad”:

“Me leí a mí mismo y sigo pobre” (pág. 59), señala.

Y aquí termina el viaje con la siguiente imagen:

“Si te comen las palomas volarás sobre las plazas” (pág. 64).

Acaso una forma de entender que cuando se anula el yo, estamos en todo.

Me pregunto si habrá sido esa la búsqueda del último viaje de Pedro.

Pero la propuesta de La palabra rabia es también un mensaje político. El abandonar el sujeto, deconstruirlo a favor de lo colectivo. Este viaje entonces es subjetivo pero también social. Una forma de aproximación a un paradigma distinto del ser: “Si te comen las palomas volarás sobre las plazas” (pág. 64).

Desde esa perspectiva, atraviesa este libro una lectura donde las imágenes se nos aparecen también como anuncios proféticos. En versos como:

“La ciudad era un puño y parecía una letra intentando abrirse” (pág. 55).

“Ya no me importa a qué huela la ciudad: tú la viste tan muerta, y tan muerta es cualquiera” (pág. 56).

“Fuimos por la avenida, /ayudamos a los moribundos: éramos los moribundos” (pág. 56).

“… balín del muchacho, heriste todo lo que se podía tocar: tu corazón, como tu letra, piedra pómez ¿cómo, cómo aún luchas, el balbuceo del mundo, el silabeo del mundo?” (pág. 42).

Pasajes donde se anuncia un país quebrado o en la lógica de Montealegre, rajado. Y que nos permiten hoy, leer La palabra rabia también desde una lectura contingente.

La poesía de Pedro es un asunto trascendental. No se escribe por diversión, por ejercicio, se escribe porque se buscan respuestas, porque se quiere entender. Siempre creí que Pedro era un ser conectado, como si algo superior lo guiara. Por eso quizás, su muerte es un misterio tan grande, abismal. Han pasado casi 5 años y todavía nos falta una parte para entender la decisión de alejarse de la vida. Tenía proyectos, su salud mejoraba.

Recuerdo un último cigarro que nos fumamos en este mismo lugar, en esta misma feria a fines de diciembre de 2014. Por supuesto que pensé que vendrían más. Más cigarros, más encuentros, más poemas. No nos vimos muchas veces con Pedro. Él vivía en Valencia. Yo lo conocí en uno de sus viajes en la casa de Javier Bello, a principios de la década de 2000. Recuerdo que cantó a capela la canción “Teatro de La Lupita” y me leyó las cartas, en una lectura que resultó ser -comprobé luego- acertadamente profética. Desde entonces se tatuó en mí y quiero creer que yo en él. Lo visité en Valencia. Hubo cartas, hechizos y poesía. Luego vino París. Luego Chile. Seguimos siempre comunicados. Suelo pensar que esa comunicación continúa todavía, en algún lugar entremedio de donde ambos habitamos.

 

**Texto leído el 20 de diciembre de 2019, en la presentación de La palabra rabia de Pedro Montealegre (XIII Furia del Libro, Librería del GAM).

 

Carmen García Palma nace en Santiago el año 1979. Es escritora y creadora de la Fundación Plagio desde el 2001. Ha publicado los libros de poesía La insistencia (Libros de la Elipse, 2004), Gotas sobre loza fría (Cuarto Propio, 2011), Máquina para hablar con los muertos (Ediciones Bastante, 2016), así como la novela Las oscurecidas (Emecé editores, 2018).

 

Carmen García Palma

 

Pedro Montealegre Latorre (Santiago, 1975-2015) fue un poeta y periodista, licenciado en comunicación social por la Universidad Austral de Chile. Doctorado en lengua y literatura hispánicas en la Universitat Jaume I de Castellón. Desde el 2001 formó parte de la Unión de Escritores del País Valenciano.

Publicó los poemarios Santos subrogantes (Ediciones de la Universidad Austral de Chile, 1998), La palabra rabia (Editorial Denes, 2005), El hijo de todos (Ediciones del 4 de Agosto, 2006), Transversal (El billar de Lucrecia, 2007), Animal escaso (Ediciones Idea, 2010) y La pobre prosa humana (Ediciones Amargord, 2012).

De manera póstuma se publicaron en Chile: Retrocometa (Garceta Ediciones, 2015), Buenas noches, buenos días (Libros del Pez Espiral, 2015), además de Opus morbo (Cuadro de Tiza Ediciones, 2017).

 

Pedro Montealegre Latorre

 

 

Crédito de la imagen destacada: Komorebi Ediciones.