La pianista rusa Varvara en el Municipal de Santiago: Estilo e introspección sobre el teclado

Desde el 11 al 13 de diciembre se presentó en el histórico escenario de la calle Agustinas, y en dos oportunidades, primero en el Concierto Décimo de la Filarmónica titulado “Amor brujo” y a continuación en el último recital anual del ciclo de Grandes Pianistas, la ejecutante eslava Varvara Nepomnyashchaya. Ganadora, entre otros, de los prestigiosos premios del Concurso Bach de Leipzig (2006) y del primer premio del Concurso Géza Anda de Zúrich (en 2012).

Por Jorge Sabaj Véliz

Publicado el 26.12.2017

En el Concierto Décimo y el último de la temporada sinfónica 2017 del Municipal de Santiago (11 y 12 de diciembre), la pianista Varvara interpretó el Concierto para piano en Sol Mayor (1931) de Maurice Ravel (Ciboure, Francia, 1875 – París, 1937) junto a la Orquesta Filarmónica, dirigida por el también ruso Konstantin Chudovsky.

Desde el principio nos da cuenta de una interpretación introspectiva e intelectual más que pasional. Se toma su tiempo como si paladeara cada nota. Por su parte la orquesta exhibió algunos desencuentros rítmicos con la solista. El arpa con poca presencia y el corno con algunas desafinaciones menores. Se escucharon un poco desconectados vientos, cuerdas y solistas.

El bellísimo Adagio Assai comienza con un solo de piano donde la voz principal destaca por su presencia y acentos. Al no querer hacer una interpretación patética ésta se vuelve aún más dramática por contraste. La flauta y el oboe ponen la nota dulce y melancólica. Mejor acompañamiento de cuerdas que de vientos. La pianista sabe sacar a la luz las contradicciones de la partitura. El oboe, por su parte, tendía a apurarse y a dar más volumen que el requerido dada la interpretación intimista. Para Varvara cada nota mostraba su importancia y tenía algo qué decir.

En el Presto finalmente se juntaron la solista con la orquesta. Bien los vientos, los chelos y contrabajos en sus acompañamientos. Al final hubo pequeñas descoordinaciones rítmicas.

Como bis nos ofreció una pieza de Claude Debussy, Images del Libro I,  en donde se pudo apreciar su introversión intelectual en la obra, su uso de los tempos. Se la vio más relajada.

 

Varvara en su presentación del día 11 de diciembre, cuando ejecutó el concierto para piano y orquesta en Sol mayor de Maurice Ravel

El programa se completó con la Suite Latinoamericana (1976 – transcrita para orquesta en 1994) de Luis Advis (Iquique 1935 – Santiago, 2004) y el ballet El amor brujo (1915) de Manuel de Falla (Cádiz, 1876 – Alta Gracia, 1946).

La Suite Latinoamericana se desarrolla en cinco números que representan distintos ritmos latinoamericanos como el Tango o milonga, el Vals, la Tonada y el Mambo o la Conga. En general se ve un uso masivo y variopinto de la percusión la que en determinados momentos de clímax opaca en volumen al resto de la orquesta. En los distintos números se desarrollan medios expresivos tales como un solo de violín, de percusión, pizzicatos, cambios abruptos de dinámica, notas disonantes de bronces, forte súbito, fugas y finales repentinos. Obra novedosa y de un color poco habitual en el repertorio sinfónico.

El ballet El amor brujo fue acompañado por la mezzosoprano solista Gloria Rojas quien exhibió una voz declamada casi sin vibrato ni impostación, con una correcta pronunciación y modulación. Tenía el modo agitanado del recitado de una cantaora flamenca en donde contaba la historia del pescador y de la bruja. Con un buen peinado y vestido nos muestra un canto acontecido de emisión popular a rato casi destemplado. Interpretación honda y sentida.

En cuanto a la orquesta las cuerdas estuvieron particularmente eficaces durante toda la obra. Hubo solos de viola, del violín concertino, de corno, de chelos. Gran intervención de la trompeta, las cuerdas, equilibradas y armónicas, siguiendo las indicaciones dinámicas del director.

 

El director titular de la Orquesta Filarmónica, Konstantin Chudovsky, en una imagen del último Concierto (el Décimo) de la temporada 2017 para la agrupación estable del Municipal de Santiago

 

En el ciclo Grandes Pianistas

El recital de piano del día miércoles 13 de diciembre incluyó en su repertorio la Sonata para piano Nº 14 en Do menor K 457 de Wolfgang Amadeus Mozart, Dos poemas para piano Op. 32 de Alexander Scriabin y los Preludios Op.28 de Frédéric Chopin.

-Sonata para piano Nº 14 en Do menor K 457: En el primer movimiento nos mostró un ritmo uniforme, estructura decidida y presente con acordes macizos y sonoros. Su mano derecha era más expresiva. Introdujo algunos cambios dinámicos que le aportaron al fraseo expresivo. Segundo movimiento más contenido con espacios para los silencios, interpretación despojada y explícita, extrovertida.

El segundo tema fue abordado de forma más lírica y cantábile. Bien logradas escalas cromáticas, en la re exposición hubo mayor contenido de improvisación con notas intermedias. Deja todo el asombro y contenido musical a los silencios.  En el tercer movimiento hay una variación de emociones. Momentos introspectivas y momentos técnicamente brillantes y optimistas, un juego de relajo y tensión que expresa el movimiento. Antes del final se toma un largo silencio, un ralentando. Absoluto control de la interpretación.

Dos poemas para piano Op. 32: En el primero nos sumerge de a poco en la atmósfera del poema. Extensión de finales de frases musicales. Se trata de un tema contemplativo que finaliza con suavidad. La segunda parte incluye un tema exasperante asaltado por espasmos percusivos. El segundo poema se inicia con una línea melódica doliente y expresiva, honda de patetismo. Movimiento ondulante de la calma a la exasperación. Bello movimiento de manos sobre el teclado. No obstante el desborde del tema no pierde la elegancia. Final exigente y extenuante, parecía rasguñar y golpear las teclas del piano.

– 24 Preludios Op.28: Acercamiento frontal a Chopin. Abordando la composición sin miedo y con expectativas. Arpegios claros y sonoros. Interpretación que elude el patetismo y se queda con la música desnuda, sin apoyos. Vuelve a rescatar los silencios. Nos transportó al Salón Parisino del siglo XIX. Los preludios de exaltación eran abordados con vehemencia y precisión como si fuese una fuga paroxística. A veces exagera el aspecto marcial del preludio casi con pompa y solemnidad. Dedos ágiles y veloces.  El vals lo toca con cierta melancolía y nostalgia. Aporta frescura y libertad a su acercamiento a los preludios.

En la segunda docena de preludios se ve el uso del contraste como herramienta expresiva. Hay números bucólicos y juveniles, iluminado y fresco, como un paseo de dos amantes luego ingresan de forma misteriosa y subrepticia las notas graves, la solemnidad del destino o la gravedad de lo inefable. La mano izquierda toma el control, el espíritu que siempre sobrevuela. El paseo se repite 40 años después.  Ritmos rápidos y galopantes que te dejan sin aliento. Un Chopin tocado con desenfado e inocencia. Frases cortantes y abruptas. Volvemos al salón del siglo XIX. Interpretación que se sorprende con los hallazgos del momento. Lo contrario a un estilo romántico o u romanticismo moderno. Interpretación grácilmente inmadura. Toca de memoria, sin partitura. El último preludio se lleva todo el patetismo romántico de la época. Es el más estilístico de todos. Termina con los 3 golpes de destino.

Como bis nos ofreció una transcripción para piano del lied Wanderers Nachtlied de Franz Schubert sobre poema de Goethe. De Franz Liszt la Campanella Variaciones sobre un tema de Paganini, donde exhibió puro virtuosismo con trinos y arpegios por doquier. Gran dominio técnico.

 

Varvara en el recital de piano que ofreció el día miércoles 13 de diciembre sobre el escenario del Municipal de Santiago, correspondiente al ciclo Grandes Pianistas

 

Crédito de las fotografías: Municipal de Santiago, Ópera Nacional de Chile