La preponderancia del autor: Un diálogo entre José Saramago, Jorge Luis Borges… y José Donoso

El narrador portugués se pregunta, ¿qué mueve al lector a leer? Y nos sugiere que hay una esperanza secreta, la posibilidad de que el leyente descubra (en el texto que está leyendo en este momento) primero el argumento, y más allá de eso, la invisible, pero omnisciente presencia del creador de la ficción.

Por Sergio Inestrosa

Publicado el 30.3.2018

Este breve texto se basa en el libro Cuadernos de Lanzarote 1993-1995 (1997) y como me gusta mucho Borges, me tomé el atrevimiento de invitarlo a meter su cuchara en esta conversación.

Samarago se pregunta, ¿qué mueve al lector a leer? Y nos sugiere que hay una esperanza secreta, la posibilidad de que el lector descubra que en el libro (en ese que está leyendo en este momento) primero el argumento, y más allá de eso la invisible, pero omnisciente presencia del autor. La novela piensa Saramago es una máscara que a la vez que esconde revela algunos aspectos (uns traços) del escritor. Por lo tanto, si el lector no está interesado en el escritor, sería muy difícil interesarse en la novela (página 234).

Oigamos a Borges en este punto, en la clase diez del lunes 7 de noviembre de 1966 (en Borges profesor, de Martin Hadis y Martin Arias, de 2000), dice: «Ocurre muchas veces, conociendo a la persona, apreciándola, se tienen muchos más deseos de leer la obra». Es común que conocer a la persona, respetarla, tenemos muchos más deseos de leer su trabajo (página 152).

Y Saramago insiste, las novelas llevaban una persona adentro, el autor: “vivimos para decirle a otros quiénes somos» (página 269). En francés, dice, suena mucho mejor: «On vit pour dire qui on est» (página  282). Como lectores críticos cabe preguntarse si esta idea de Saramago no refleja un culto a la personalidad del autor, un resabio de su filiación al Partido Comunista.

Borges parece concordar de nuevo con esta idea  y en la ya citada clase diez dice: «sucede en todos los libros extensos, el autor acaba por identificarse con el héroe. Es necesario que en todos los libros largos, el autor termine de mezclarse con el héroe. Es una cuestión de necesidad. De esta manera, el autor sopla su vida en él. Le da su vida al héroe” (páginas 151-152).

Saramago vuelve a su idea sobre el autor y afirma: «Somos historias de historias que narran historias. Estamos narrando la historia que somos, y las historias que aprendemos… Somos seres hechos de palabras, heredamos palabras y dejamos un testimonio de palabras” (página 235). El propio Borges expresó una idea muy similar en uno de sus cuentos: somos sueños de una persona que está soñando y al mismo tiempo esa persona es también un sueño de otro soñador.

Saramago dice: «Tengo esta idea ‘loca’ que contradice la teoría de la alfabetización y es que en verdad, el narrador no existe, y es solo el autor quien ejerce la función narrativa real en un libro ficticio» (página 476). Esto es verdad, todos lo sabemos pero en el fondo fingimos olvidarlo para leer. Ya sabemos que los diferentes tipos de narradores son estrategias narrativas que el autor crea para contar su historia. Pareciera que Saramago establece una relación de necesidad entre el autor y la historia contada.

¿Eso es una postura anti académica?, ¿un mero culto a la personalidad del autor? ¿Es esta idea viable para enseñar a leer una novela en nuestras clases?, ¿o es esto una soberana prepotencia y un desplante por parte de un autor connotado, de una celebridad literaria, de un premio Nobel que se atreve a poner en tela de juicio el trabajo académico que se basa en el análisis de la variedad de narradores en un texto?

Saramago escribió que solo escribe sobre lo que no sabe antes de escribirlo: «es por eso que mis libros no se repiten entre sí, aunque yo me estoy repitiendo en ellos. Aunque no sé mucho, lo que sé mejor es sobre mí» (página 513).

Si nos atenemos a lo dicho por Saramago tendríamos que terminar por considerar que una novela es siempre una obra autobiográfica. ¿Podemos ir por ese camino? Porque no todas las novelas son así, ¿verdad? Aunque muchas se basen en algún tipo de evento real.

Para terminar, descubrí que José Donoso en su libro Donde van a morir los elefantes (1995) usa como epígrafe una cita del libro Mosquitos del escritor estadounidense William Faulkner: «A novel is a writer’s secret life. The dark twin of a man” (Una novela es la vida secreta de un escritor. El gemelo oscuro de un hombre»).

En el fondo, si no estamos de acuerdo con la idea de la centralidad del autor que nos propone Saramago, seguramente estaremos de acuerdo con él cuando afirma que: «es la curiosidad lo que hizo que los seres humanos lean y escriban» (página 614).

 

El primer tomo de los dos que componen los «Cuadernos de Lanzarote», del escritor portugués José Saramago

 

El texto publicado corresponde a una conferencia dictada por el autor en el círculo de lectura del Endicott College, de Beverly, Massachusetts, Estados Unidos, el día 16 de febrero de 2018.