«La villana»: Una violencia elitista y de masas

Este es un largometraje de ficción que hace uso de un barroquismo nervioso para capturar la sangre y el esfuerzo físico. Es una tragedia, una historia de venganza, cuyas volteretas son tanto físicas como del guión. La velocidad tremenda del filme impide preguntarse por su libreto, pues la «vendetta» como patrón domina todo.

Por Cristián Garay Vera

Publicado el 28.12.2017

Partamos con decir que es una película que usa de un barroquismo nervioso para capturar la sangre y el esfuerzo físico. Es una tragedia, una historia de venganza, cuyas volteretas son tanto físicas como del guion. La velocidad tremenda del filme impide preguntarse por su guion, pues la venganza como patrón domina todo. Un cine de esfuerzo y estética, donde la sangre corre a borbotones, como pasa en muchas películas japonesas y coreanas, no ahorrando al espectador cuellos cercenados y sangre a raudales.

En esta película hay dos vertientes que se cruzan sin cesar, ayudados por una cámara que en primer plano sigue las huellas de la anti-heroína, Sook-Hee (Kin Ok-Bin), que a la vez es víctima y victimaria. El primer plano es la Venganza, con mayúscula, que transcurre desde el asesinato del padre de la protagonista. El segundo, es el tópico de la agencia que, controla los movimientos de sus asesinos profesionales. Una agencia gubernamental, dirigida aquí por Madame Kwon (Kim Seo-Hyung), pero cuyos pasos y movimientos son inaccesibles a los efectivos, como Nikita, éxito del cine francés (Jean Luc Besson,1990), y en la CIA en El ultimátum Bourne (Paul Greengrass, Estados Unidos, 2007).

Por otro lado, no podemos distinguir bien la parte moral, porque la asesina obedece según un impulso de reparar la oprobiosa muerte de su padre y su cautividad posterior. Designio que se torna en un impulso imparable para reparar, y que es parte del interés de la Agencia para poderla controlar en futuras misiones.

La estética de la película es consecuente con esta mirada recortada de la protagonista. Sook-Hee es muñeca de un juego de intereses cruzados y oscuros, en el cual su vida se perfila como un reality show. Todo está controlado por cámara y micrófonos ocultos, fotografías, y agentes a su alrededor.  Si hay algo claro es que la protagonista no es dueña de su vida, ni siquiera de su hija, o de sus matrimonios, y que más bien es arrastrada por una secuencia de acciones fuera de su comprensión.

Algunas de las acciones rememoran ese clásico de Jean Luc Besson antes comentado, donde también Nikita (Anne Parillaud) debe afrontar misiones de asesinatos. Pero la diferencia, es que éstas anteceden a su gestión “gubernamental”, y no son producto de una historia social y de violencia como en el caso francés. Aquí es una asesina de antes, y la promesa es ser una agente durmiente, aunque tengamos claro que esto no pasa de un decir, ya que en toda la película no para de matar y de ser cazada. Algunos podrán decir que es un cine de escapismo y banal, pero La villana tiene esa factura tan propia del cine oriental que es a la vez industria policial y de consumo de masas, y lo asume sin complejos. Quizás algo que, en el cine chileno, a veces ahogado de fraseología, política y grandes discursos, no ha abundado salvo en el itinerario personal de Marko Zaror (Kiltro, Chile, 2006).

 

La villana (Ak-Nyeo).  Dirección y guion: Jung Byung-Gil. Música: Koo Ja-Wan. Fotografía: Park Jung-Hun.  Elenco: Kin Ok-Bin, Shin Ha-Kyun, Kim Seo-Hyung. Corea del Sur, 2017. Duración: 2 horas, 23 minutos

 

En «La villana» una agencia gubernamental dirigida por Madame Kwon (la actriz Kim Seo-Hyung, en el fotograma) controla los movimientos de sus asesinos profesionales

 

Tráiler: