«Los arrepentidos»: Un cuerpo llamado deseo

Esta puesta en escena -que se exhibe bajo una nueva temporada hasta el 31 de marzo en el Centro Cultural Gabriela Mistral- es humana y sobrecogedora, fácil de digerir, con un buen ritmo que bordea la tragedia y la cual en algunos pasajes saca sonrisas: se trata de una búsqueda constante y dramática de la identidad, la que sin duda va de la mano con la felicidad, y de vigente y renovada actualidad, en su propuesta temática.

Por Miguel Alvarado Natalí

Publicado el 23.3.2019

Los arrepentidos es un montaje teatral basado en el largometraje documental Angrarna (2010) del director sueco Marcus lindeen (38 años) y que el GAM presenta nuevamente hasta el próximo 31 de marzo, bajo la dirección de Víctor Carrasco: es la historia de Orlando y Mikael, quienes en distintas épocas se sometieron a un cambio de sexo, con la convicción de encontrar su verdadero yo y la felicidad, pero que por el camino su visión de lo que se atrevieron a realizar con sus cuerpos fue cambiando al encontrar que la vida de transexual no era lo que habían soñado. Ahora con 60 años comienzan arrepentirse y es aquí donde se juntan para hablar de sus vidas y lo que ha sido vivir con el sexo opuesto al que nacieron. El transitar de un cuerpo a otro -no es fácil- y para estos suecos nunca se pudo concretar totalmente esta transición, ya que vivían marcados por su identidad anterior.

Alfredo Castro y Rodrigo Pérez son los que se suben a escena para interpretar el primero a Orlando, un joven gay que desde su adolescencia sufrió la marginación social cuando en muchas partes del mundo era ilegal y anormal la homosexualidad, lo que lo llevó a operarse en 1967 convirtiéndose en uno de los primeros pacientes en realizarse un cambio de sexo en Suecia. En tanto Rodrigo es Mikael, quien también se sometió a esta operación pero ya siendo un adulto de 50 años. En el verano del 2006 ambos se conocen, entran a un teatro, se sientan frente a un micrófono que grabó todos sus relatos, es decir, desde el momento que tomaron la decisión de transformarse en mujeres, para luego enfrentar la vida con un nuevo cuerpo y apariencia, incluso -la conmovedora experiencia de Orlando- quien se casó con un hombre con quien estuvo 11 años, sin que éste supiera que estaba con un transexual.

Con una escenografía que convence -y así tiene que ser, ya que es una réplica exacta de las conversaciones reales que tuvieron estos dos transexuales en el teatro nacional de Suecia donde se les realizó la filmación- y pese a lo simple, dos sillas, una mesita de centro con un proyector de diapositivas, un telón blanco de fondo y a un costado del escenario un mueble con cafetera y tazas son los elementos funcionales para la escena, incluso las fotos verídicas de los personajes le dan un atractivo y veracidad al montaje, mientras vemos un desplante escénico mesurado de los actores que pasan la mayor parte de la representación sentados.

El vestuario y el maquillaje están perfectos y encajan en esa atmósfera muy bien lograda, donde nada sobra y el público la percibe haciéndose parte de ella, porque está historia si no los hace cambiar la visión que tenían de los transexuales, al menos los hará reflexionar, a ver a estas personas en su intimidad y soledad. No como una comunidad, una secta o un movimiento sino como seres que transgredieron los cánones establecidos por la sociedad con el fin de buscar su verdadera y real identidad.

Es indiscutible el talento actoral y la versatilidad de Alfredo Castro, quien seduce con su personaje –Orlando- con vestimenta femenina, sus movimientos de brazos y manos, ese cruce de pierna, los gestos, el tono de la voz, en fin, un papel que le acomoda, que transmite una melancólica pero a la vez sufrida remembranza de su pasado en las plazas y calles como prostituta. Esa vuelta a ser nuevamente un hombre, pero que todavía es incompleta, con muchas operaciones que lo hacen reflexionar y tratar de convencer a su colega Mikael de que no se opere de vuelta.

Por su parte, Rodrigo Pérez realiza una interpretación brillante de Mikael, quien solo quiere convencer a todos de que necesita el cambio de sexo y apela al gobierno para que le den la autorización. Su obsesión es volver a tener pene, es menos afeminado que Orlando, viste varonil, un poco tosco. Se le notan sus pechos, es inseguro y paradojalmente tiene dudas de su homosexualidad. Es auto referente en uno de sus diálogos: “eres un anormal, un personaje extraño que es mejor evitar, para ellos siempre vas a ser… nunca vas a ser normal”, y Orlando le responde: “Qué es normal? tal vez nosotros que somos diferentes somos los normales y ellos son todos raros no sé”. Se advierte en ambos personajes un arrepentimiento evidente, pero además, esto de volver a ser los de antes, se va desencadenando producto del no ser aceptados, de no encajar en la sociedad, del fracaso matrimonial de uno de ellos, de los tratos homofóbicos, es decir, de no ser respetados en su nueva condición sexual.

La humillación, el desprecio, la identidad de género, el descontento, el arrepentimiento y el amor son aspectos que aborda este título. Que saca de la oscuridad una realidad que muchos no quieren ver. Las imágenes reales proyectadas en el escenario nos sumergen en la vida de estos transexuales, algo que impacta y a la vez nos acerca a su humanidad, sus sentimientos y lo avanzados que fueron para la época de su juventud.

Los arrepentidos es un montaje que estremece y cautiva la atención del público, es vigente y contingente con los cambios que estamos experimentando en el Chile de hoy. La película Una mujer fantástica, nos dio las primeras luces de lo que significaba ser transexual o transgénero en Chile, un mundo desconocido para gran parte de la sociedad, y esta obra nos completa ese universo con estos dos suecos que se atrevieron a contar su vida, su tormentosa transición sexual en búsqueda de su identidad, el fracaso en esa experiencia y el cuestionamiento sobre la decisión de haber cambiado su aspecto físico, pero que al parecer no pudo evolucionar en lo psíquico. Esta puesta en escena es humana y sobrecogedora, fácil de digerir, con buen ritmo, bordeando la tragedia y que en algunos pasajes te saca sonrisas. Es una búsqueda constante de la identidad, la cual va de la mano con la felicidad.

 

También puedes leer:

Los arrepentidos, de Marcus Lindeen: Un tránsito intergenérico.

 

Alfredo Castro en «Los arrepentidos»

 

Ficha técnica:

La obra es una coproducción GAM – Teatro de La Palabra, y se estrenó el 24 de mayo de 2018, con una temporada que se extendió hasta el 8 de julio.

También fue parte de la XXVI versión del Festival Internacional Santiago a Mil 2019, con tres funciones entre el 3 y el 5 de enero.

Conversatorio post función el próximo domingo 31 de marzo de 2019.

Autor: Marcus Lindeen.
Traducción: Constanza Brieba.
Dirección y diseño de espacio: Víctor Carrasco.
Asistencia de dirección: David Gaete.
Elenco: Alfredo Castro y Rodrigo Pérez.
Diseño de iluminación: Andrés Poirot.
Diseño audiovisual: Javier Pañella y Nicole Senerman.
Diseño sonoro: Daniel Marabolí.
Composición musical: Fernando Milagros y Diego Perinetti.
Producción ejecutiva: Bárbara Nash.
Producción en terreno: Manuel Morgado.
Fotografía: Alejandro Bustos.

 

Centro Cultural Gabriela Mistral

Desde el 13 hasta el 31 de marzo de 2019, de miércoles a domingo, a las 20:30 horas.

Sala: Edificio A, piso 1, Sala A2.

Para mayores de 16 años.

Valores de las entradas: $6.000 preventa general, $8.000 general, $4.000 estudiantes y tercera edad.

Dirección: Avenida Libertador Bernardo O’Higgins Nº 227, Santiago.

 

 

Créditos de las fotografías utilizadas: Centro Cultural Gabriela Mistral.