«La más bella»: Una chica de extraña belleza

Actualmente en cartelera, el filme de la realizadora francesa Anne-Gaëlle Daval no tiene riesgos formales. Con una fotografía prolija, orientada por el discurso wellness, esta cinta, en el fondo, es una comedia romántica que entretiene con diálogos creíbles donde el sentido del humor juega un papel dramático imprescindible y que cuenta con actuaciones precisas: Florence Foresti, la actriz protagónica, se lleva la palma mayor.

Por Alejandra M. Boero Serra

Publicado el 23.3.2019

 

«…despega tu imagen del espejo./ Siéntate./ Celebra tu vida».
Derek Walcott

Anne-Gaëlle Daval, diseñadora de vestuario, deviene directora, guionista y, como no, diseñadora del vestuario de su ópera prima La más bella (De plus belle, 2017). Una comedia que quiere hacer pie en temas delicados y candentes: el cáncer como enfermedad superable -no un camino hacia la muerte sino una posibilidad de resignificar la vida-, la aceptación de la propia imagen en un mundo que somete -sobre todo a las mujeres- a un imperativo de belleza imposible de alcanzar, la sororidad como punta de lanza para superar inseguridades físicas y emocionales y el amor romántico en conflicto.

Lucie es la protagonista absoluta. En sus cuarenta, saliendo de un tratamiento de cáncer, madre de una adolescente, divorciada, hija dependiente de una madre voraz, tímida, cerrada emocionalmente e insegura con su aspecto físico, arrastra este combo con actitudes que van desde la victimización hasta el empoderamiento, pasando por momentos de angustia que la van llevando a un camino de auto descubrimiento en positivo. Florence Foresti actúa con maestría, en cuerpo y alma su personaje. Personalidad con imperfecciones -aquí puro cine francés- que hace que conectemos hacia lo emocional desde el principio.

Lucie es implacable consigo misma, una jueza impiadosa que interiorizó y equiparó el no encajar con los mandatos ante el hecho de no merecer ser feliz, deseable, en ser la perfecta inútil en una sociedad hiper sexualizada y erotizada. En su vida de relaciones sólo el hermano menor (Jonathan Cohen) -no casualmente su médico de cabecera- es quien la contiene, valora sus esfuerzos y la impulsa a buscar otros horizontes. Su hija vive su adolescencia como puede, también desafiando y desafiándose. El apoyo de su madre, Yvonne (Josée Drevon) y de su hermana, Manon (Olivia Bonamy) llegan a ser, casi siempre, tóxicos. La llegada de Clovis -un sexual Mathieu Kassovitz- quiere equilibrar la balanza. El donjuán de manual que viene a seducir a la cenicienta -poco convincente en la primera parte-, se va despojando del puro estereotipo de telenovela a medida que la protagonista va ganando confianza, lo cual termina haciendo creíble un romance con tintes desopilantes. Al final, el personaje de Kassovitz puede mostrar aristas más jugadas y termina siendo más interesante de lo que se preveía.

 

«Mírense al espejo y digan lo que ven»

Será la dueña de un local de pelucas y profesora de striptease -una enigmática Dalila (Nicole García)- quien llevará a Lucie a saberse única e irrepetible. La ayudará no sólo a despojarse de la ropa y a desnudar su cuerpo sin vergüenza sino a enfrentarse a la mirada de los otros con la propia, reafirmándose en su ser mujer, en su femineidad libre de prejuicios. Y poder salir de ese retrueque con que se defiende de su madre y de su hermana:»Dicen que sólo la gente hermosa se mira al espejo. No es verdad. Los que se miran son los que no se quieren». Es en este momento cuando una comedia liviana levanta el ritmo y puede salir airosa. Son las escenas en las cuales se ensaya y se despliega, finalmente, el Full Monty de estas mujeres en donde una película sencilla en sus pretensiones -teniendo en cuenta el abanico de temas que aborda-, se redime.

Sin riesgos formales, con una fotografía prolija, orientada por el discurso wellness, La más bella no deja de ser, en el fondo, una comedia romántica que entretiene con diálogos creíbles donde el sentido del humor juega un papel no menor y que cuenta actuaciones precisas: Foresti se lleva la palma mayor.

Si se buscan lecturas profundas o un discurso feminista acorde a la época tenemos que saber que acá se nada en aguas más bien de playas, donde el cliché y el estereotipo tiñen de rosa muchas de las escenas. Quizás no fue intención de la directora cargar las tintas en problematizar la fragilidad y vulnerabilidad de las mujeres frente a los tantos espejos deformantes que nos acechan. Ni de salir a competir con filmes pro Me Too. Sí rescatar con honestidad brutal esta consigna: «Finalmente todos los seres humanos queremos lo mismo: ser aceptados por lo que somos».

Un largometraje fresco para disfrutar antes de que lleguen los primeros fríos del otoño austral.

 

Alejandra M. Boero Serra (1968). De Rafaela, Provincia de Santa Fe, Argentina, por causalidad. Peregrina y extranjera, por opción. Lectora hedónica por pasión y reflexión. De profesión comerciante, por mandato y comodidad. Profesora de lengua y de literatura por tozudez y masoquismo. Escribidora, de a ratos, por diversión (también por esa inimputabilidad en la que los argentinos nos posicionamos, tan infantiles a veces, tan y sin tanto, siempre).

 

Florence Foresti (Lucie) y Mathieu Kassovitz (Clovis) en una escena de «La más bella» (2017), de Anne-Gaëlle Daval

 

 

 

 

Tráiler: