Juan Cristóbal Peña: «Lo que está en cuestión en la revuelta social de 2019 es el modelo de transición a la democracia»

El autor de la recién lanzada investigación de «Jóvenes pistoleros» (Debate, 2019) —una crónica periodística en torno a la comprometida biografía del integrante del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), Ricardo Palma Salamanca— conversó con el Diario «Cine y Literatura» acerca de las implicancias existenciales de su último volumen y también sobre el significado de los complejos días políticos que vive el país, desde hace poco más de un mes.

Por Joaquín Escobar

Publicado el 23.11.2019

A partir de su propia trayectoria vital, el periodista Juan Cristobal Peña (Santiago, 1969) rememora en Jovenes pistoleros la vida de Ricardo Palma Salamanca y de Miska Brzovic, su pareja: a ésta, el reportero la conoció durante la educación secundaria cuando ambos eran alumnos del colegio Francisco Miranda de Peñalolén, en los años 80 del siglo pasado.

De esa forma, y entrecruzando sus recuerdos con los hechos y acontecimientos que dieron fama a ambos jóvenes (Palma y Brzovic), Peña reconstruye con rigurosidad un período turbulento de nuestra historia reciente, que empieza con las marchas y protestas estudiantiles de mediados de la década de 1980 y que se extiende hasta hoy, con Palma Salamanca viviendo en París, luego de salir a la luz su cinematográfica y clandestina vida fuera de Chile.

En efecto, y luego de su huida de la Cárcel de Alta Seguridad de Santiago -donde cumplía condena perpetua por el asesinato en abril de 1991 del senador de la UDI Jaime Guzmán Errázuriz, y por el secuestro a fines de ese año, de Cristián Edwards del Río-, Palma residió en México hasta la captura de Raúl Escobar Poblete, el también ex-frentista «Emilio», ocurrida el 30 de marzo de 2017 en aquel país.

Palma Salamanca se hacía pasar en ese entonces por un ficticio fotógrafo mexicano de nombre Esteban Solís Tamayo, y tenía con su pareja, Silvia Brzovic Pérez -que allí era la relacionadora pública de artistas plásticos, «Pilar Quezada Moreno»- una galería de arte en el estado de Guanajuato de la nación azteca.

Palma, como Escobar (supuestamente) formaban parte de un grupo liderado ideológica y estratégicamente por ex etarras vascos que se dedicaban a los secuestros de empresarios para financiarse, en una banda armada donde habrían concurrido guerrilleros de diversas nacionalidades.

El 16 de febrero de 2018 Palma Salamanca fue capturado en Francia (antes hizo escala en Cuba). El gobierno nacional, de esa forma, solicitó su extradición para que enfrentara nuevamente a la justicia local, pero el 2 de noviembre el Estado francés le concedió el asilo político al guerrillero, y el 23 de enero de 2019 el tribunal de Apelaciones de París terminó por negar, finalmente, a la justicia chilena su pedido.

Con anterioridad, el autor de Jóvenes pistoleros reeditó en 2013 su libro Los fusileros (2007), una crónica donde el periodista describía la tarde del domingo 7 de septiembre de 1986, cuando en el Cajón del Maipo, un comando del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, le tendió una emboscada a la caravana que trasladaba a Augusto Pinochet. La temeraria acción se transformó en un mito y sus protagonistas -entre los que se contaban un escolar, un gásfiter, un bombero, un fisicoculturista, un cantautor, un ex seminarista, un ex estudiante de cine y otro de filosofía- cayeron en el olvido y corrieron suertes dispares.

Narrada en clave de thriller político, ese texto también acude al presente -al igual que Jóvenes pistoleros– para reconstruir la historia de los veintiún guerrilleros que ese día desafiaron a la dictadura militar más sangrienta de Hispanoamérica, convencidos de que no saldrían con vida del evento, en una trayectoria de lealtades, traiciones y muerte que operan como un relato a trasluz de las décadas de 1980 y 1990, y el consecuente comienzo de la transición en Chile.

Juan Cristóbal Peña entregó en esta entrevista, asimismo, su análisis político en torno a la compleja situación social que vive el país, y a la similitud de la actual coyuntura histórica con los conflictos vividos por la generación de jóvenes de los 80, de la cual tanto él como Palma Salamanca formaron parte.

 

—¿Cuánto influyó el colegio Latinoamericano de Integración en Ricardo Palma Salamanca? Más allá de que era estudiante del establecimiento cuando ocurrió el asesinato de Natino, Guerrero y Parada, asumimos que el proyecto del Latino tuvo injerencia directa tanto en su formación política como humana.

—Tal como relato en el libro, el Latinoamericano de Integración fue decisivo no sólo por el capítulo del secuestro de Manuel Guerrero y José Manuel Parada que derivó en la muerte de ambos en 1985, en lo que se conoció como el caso Degollados. Tanto en ese colegio, como en el Francisco de Miranda, hay un comunidad de familias de una izquierda ilustrada donde se comparten complicidades y experiencias comunes propias de esa época: muchos de los alumnos de esos colegios pertenecían a familias ilustradas de izquierdas que habían sido víctimas de la dictadura, que padecieron violencia y abusos. Ahora, eso no significa que quienes estudiaron ahí tomaran caminos tan radicales como los que tomó el Negro Palma. Es más común que los militantes de organizaciones guerrilleras provinieran de liceos fiscales que de colegios particulares de izquierda.

 

—Te estás erigiendo como uno de los periodistas-historiadores más reconocidos en documentar y narrar lo que fue el FPMR. ¿Qué ha sido lo más complejo de todo el proceso de investigación? Si bien es cierto que había material (Una larga cola de acero, El gran rescate, Nacer en primavera), tampoco era abundante, más bien el mayor registro comienza con el trabajo que realizaste en Los fusileros.

—Una cosa llevó a la otra, vale decir, no fue algo deliberado. Más que convertirme en un experto o referente, me interesaba conocer y contar la historia de una organización guerrillera que, de una cierta forma, había sido denostada por la historia y el periodismo más estándar y conservador. Me parecía importante mirar a quienes empuñaron las armas en contra la dictadura con perspectiva y distancia, sin ánimo de juicio, denuncia o glorificación, con una mirada compasiva y cariñosa pero, insisto, con distancia y desprejuicio. En ese sentido, me interesaba el factor humano de esa historia, conocer los orígenes de quienes protagonizaron la lucha armada a la dictadura, sus motivaciones, sus miedos y deseos y errores. Los rodriguistas no fueron héroes ni ningunos desalmados, pero de todos modos guardan una distancia moral importante con quienes estaban en el bando contrario, luchando con todos los recursos del Estado, en un plan de exterminio que, a fin de cuentas, fue muy macabro y cobarde.

 

—Si bien es cierto que la base de Jóvenes pistoleros es su base periodística, igualmente hay una construcción narrativa interesante (el texto a ratos se lee como una novela), como si la retroalimentación de las distintas disciplinas tuvieran mayor fuerza para narrar la historia contemporánea de Chile.

—Claro, esa era la idea, una investigación periodística que no se leyera como un libro de periodismo clásico sino como una novela, un thriller político que pudiera narrar un capítulo histórico a la vez que ingresara a la subjetividad e intimidad de los personajes. En ese sentido, es una historia de amor guerrillero, con todo lo que eso implica.

 

—La historia del FPMR es admirable. La lucha que dieron es un ejemplo no solo de valentía, también de logística y organización. A ratos contrasta un poco con la historia del MIR, pues si bien hay casos de gente digna de respeto (Miguel Enríquez, Lumi Vidwlla, Bautista Van Schouwen), también hubo un contingente no menor de los que se cambiaron de bando: Pascal Allende, Max Marambio, o varios de los que terminaron siendo parte de La Oficina. Al parecer mientras más ultras eran, más amarillos resultaron ser.

—Sí, la historia del FPMR es muy distinta a la del MIR, que de alguna forma llega a destiempo a la lucha armada y sin la contundencia, la organización y el apoyo popular que tuvo el primero. La del FPMR fue más que una lucha testimonial como fue la del MIR, incidieron de una forma distinta y sus acciones rozaron la hazaña. Ahora bien, ambas tienen un sino trágico marcado por la derrota y la pérdida, como muchas organizaciones guerrilleras de la región, por lo demás.

 

—¿Qué opinión tienes de la serie Guerrilleros dada hace un par de años en CHV? ¿Te sirvió en la investigación para llevar a cabo Jóvenes pistoleros? Te lo preguntamos porque en las fuentes que describes al final no aparece citada.

—Me gustó mucho la investigación que hay detrás de Guerrilleros, es un trabajo contundente y arrojado para haber sido exhibido por televisión abierta. Ahora, como muchos trabajos audiovisuales, Guerrilleros tiene ese típico vicio de las series audiovisuales de no ficción que dan a entender que son los primeros -y únicos- que han abordado el tema. Quiero decir, no se tomaron la molestia de citar fuentes documentales previas ni entregar referencias en las que se basó la investigación que hicieron.

 

—¿Cómo ha sido la repercusión de tu trabajo en el extranjero? ¿Te parece que se valora más al FPMR afuera del país?

—Depende, hay cosas que han repercutido más que otras afuera. La que tuvo mayor incidencia internacional es el trabajo sobre la biblioteca de Pinochet, que fue reconocido con el Premio de la Fundación García Márquez y despertó una curiosidad y un interés justamente por el enfoque que proponía: perfilar a un dictador a través de sus libros y sus lecturas. En ese sentido, tanto el reportaje como el libro componen un perfil intelectual del dictador.

 

—¿En qué estás trabajando actualmente? Sería sumamente interesante ver un libro tuyo sobre la vida Palma Salamanca clandestino, la forma en que sobrevivió tantos años sin ser descubierto. Quizás podría ser un libro de entrevistas.

—Con Palma Salamanca tuve más que suficiente, y me parece que esos aspectos que refieres están cubiertos en el libro. Como sea, con el FPMR y Palma Salamanca estoy más que cumplido.

 

—Miska y Palma Salamanca fueron parte de los secundarios que comenzaron con las protestas a la dictadura en la década del 80. En el estallido social de octubre de 2019 fueron nuevamente los estudiantes de colegio, pareciera que la historia es cíclica, como dice Nietzsche la figura de un eterno retorno.

—Así es, hay un vínculo interesante entre esa historia y el presente, y no sólo porque mi libro habla de un rebelión popular protagonizada por jóvenes. En parte, lo que está en cuestión en la revuelta social de 2019 es el modelo de transición a la democracia. Hay un cuestionamiento al modo en que se administró la transición, que fue un continuo más que un cambio drástico, un continuo que nos pesa y se arrastra hasta estos días.

 

—¿Cómo estás viviendo el estallido social? ¿Cómo ves el Chile del futuro? La brutalidad policial y estatal ha sido nefasta pero aun así parece haber esperanza de construir un país mejor.

—En esencia, porque es un fenómeno complejo, lo veo con entusiasmo. Me preocupa y me indigna la represión policial, sin duda, la arbitrariedad, el abuso de poder, la respuesta desmedida de una policía desatada, sin criterio, sin apego a los derechos, sin control civil: hay ahí otra herencia de la dictadura que la nueva democracia no supo o no quiso resolver, tal vez porque le acomodaba. Pero por lo que se ha visto hasta ahora, el movimiento y sus demandas siguen siendo más fuertes que la represión policial y los empeños por criminalizar las protestas. No tengo idea de cómo se van a seguir desarrollando estas protestas, supongo que van a permanecer por todo el próximo año y que la represión y los abusos no se va a detener. Confío en que de todo esto tiene que salir algo mucho mejor a lo que había hasta antes de octubre de 2019.

 

—¿Qué lees en estos momentos?

—En estos días avanzo con Los diarios de Emilio Renzi, de Ricardo Piglia, una joya que funciona en varios niveles literarios, y con dos libros de no ficción que me han gustado mucho, Carne de cañón, de Juan Cristóbal Guarello, y 38 estrellas, de Josefina Licitra. Desde lugares distintos, ambos hablan de ese sueño revolucionario, que también fue delirio y mandato, de los años 70 en Latinoamérica. Y claro, entre medio, procuro leer reportajes periodísticos sobre lo que está pasando en Chile en estos días.

 

También puedes leer:

Escritor Luis López-Aliaga: «En el campo literario se dio una expresión a través de la Nueva Narrativa y sus hijos de la Zona de Contacto, una idea de juventud funcional al proyecto político y económico dominante, que entró en crisis con el estallido de octubre de 2019».

Escritor Marcelo Leonart: «Oh, cómo te desprecio Eugenio Tironi por las metáforas baratas con las que ‘analizabas’ al gobierno y el enriquecimiento de tus amigos».

 

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Joaquín Escobar (1986) es escritor, sociólogo y magíster en literatura latinoamericana. Reseñista del diario La Estrella de Valparaíso y de diversos medios digitales, es también autor de los libros de cuentos Se vende humo (Narrativa Punto Aparte, 2017) y Cotillón en el capitalismo tardío (Narrativa Punto Aparte, 2019).

Asimismo es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

«Jóvenes pistoleros», de Juan Cristóbal Peña (Debate, 2019)

 

 

Joaquín Escobar Cataldo

 

 

Crédito de la imagen destacada: Mabel Maldonado.