«Los arrepentidos», de Marcus Lindeen: Un tránsito intergenérico

La contingencia de esta obra remece, pues hace diez o quince años ser “transexual” era algo prácticamente desconocido, incluso ser homosexual aun hace veinte años era considerado un tema tabú. Hoy, gracias a la lucha de los movimientos pro-diversidad, el feminismo, las repercusiones de la película «Una mujer fantástica», y la visibilización de una comunidad hasta hace poco marginalizada, ser lesbiana o transgénero ya no es un asunto oculto y prohibido que deba asociarse a la cara más ominosa de la sociedad.

Por Jessenia Chamorro Salas

Publicado el 17.6.2018

Ser “trans” significa transitar de un género a otro, aquí el verbo ilumina, pues ser “trans” implica estar en un tránsito que nunca se completa del todo, nunca se llega completamente del punto A al punto B, pues siempre se lleva una marca indeleble de la identidad anterior hacia aquella hacia la cual se transita, como si se llevara un huésped en el interior, un ajeno que somos nosotros mismos, tal como ocurre, me viene a la memoria, en la novela de la mexicana Guadalupe Nettel El huésped, en donde una niña vive con una extraña dentro de sí misma. Un huésped que marca una diferencia, el cual co-habita en nosotros, tal como explica el teórico Hillis Miller en su metáfora del crítico como huésped. Transitar es cambiar, evolucionar, deambular con o sin rumbo, conocer para conocerse, traspasar fronteras. Esto es precisamente lo que ocurre en Los arrepentidos, pues los personajes Orlando y Mikael, han transitado por géneros, roles y fronteras materiales y abstractas, con el fin de develarse a sí mismos en dicho proceso, como un autodescubrimiento que se origina de la experimentación corporal consigo mismos. Ambos han traspasado los límites impuestos por la sociedad para buscar su identidad auténtica, sin tapujos ni convenciones, sino que zurciéndose a sí mismos desde los márgenes existenciales que los intercambios genéricos les permiten.

La crítica e intelectual feminista Judith Butler, en su célebre texto llamado Actos performativos, reivindica la idea de que cada uno puede realizar ciertos gestos o acciones que permitan construir la propia subjetividad y tengan impacto en la sociedad al posicionarnos en una zona liminal que deconstruya los márgenes establecidos. En este sentido, Orlando y Mikael realizan “actos performativos” al operar sus cuerpos, modificar su apariencia y reconstituir sus roles de género, actos transgresores y subversivos que los transforman en sujetos de lucha, sujetos auténticos que cuestionan la sociedad al problematizar sus propias identidades, transformar sus subjetividades e incluso, arrepentirse de aquello.

Transitar para regresar no implica una pérdida o un fracaso, pues el punto de regreso jamás será igual al punto de partida, hay un proceso de aprendizaje detrás, un descubirse que no pudo haber ocurrido sino se hubiese transitado aquél camino. Estos hombres mayores (se) cuestionan el tránsito realizado, porque estar constantemente en tránsito se vuelve algo cansador, porque estar permanentemente en ese sitio liminal y fronterizo te hace un marginal que no es parte de nada, sin embargo, la conciencia de aquello radica en el hecho mismo de haber transitado. Ese no-lugar desde el cual se alzan las voces de Orlando y Mikael recuerda la teoría de Michel Foucault sobre las “heterotopías”, esos lugares heterogéneos y disímiles en donde los individuos se constituyen y relacionan desde una alteridad que no tiene raíz. Sean Isadora y Mikaela, u Orlando y Mikael, estas figuras se sustentan como subjetividades en constante construcción, es decir, como identidades en tránsito que subrayan, más allá de las idas y vueltas hacia su origen, lo que el teórico Jacques Derridá llama, la “differance”.

La contingencia de esta obra remece, pues hace diez o quince años ser “transexual” era algo prácticamente desconocido, incluso ser homosexual aun hace veinte años era considerado un tema tabú. Hoy, gracias a la lucha de los movimientos pro-diversidad, el feminismo, las repercusiones de la película Una mujer fantástica, y la visibilización de una comunidad hasta hace poco marginalizada, ser homosexual, lesbiana, transexual o transgénero ya no es un asunto tabú que deba asociarse a la cara más ominosa de la sociedad. Recuerdo en este sentido, mi amistad con la estudiante, poeta y activista Trans, Mara Rita, autora de su libro homónimo Trópico mío, publicado el 2015, cuando apenas se estaba abriendo la ventana hacia estas temáticas. Marcus Lindeen ha sido un adelantado a su tiempo, un intelectual visionario que ha sido capaz de develar en sus textos aquello que la sociedad ha oscurecido.

Los arrepentidos, protagonizada por Rodrigo Pérez y Alfredo Castro, de la mano del Teatro La Palabra y bajo la dirección de Víctor Carrasco, ha revitalizado el texto de Lindeen y lo ha dotado de una contingencia y dramatismo que la posicionan como una de las obras más importantes de esta temporada en el GAM. Una obra en donde la capacidad actoral es protagonista, en donde los cuerpos de los actores son instrumentos performativos, y en donde los elementos escenográficos elaboran una composición escénica que no puede dejar impávido al espectador, quien desde el inicio de la obra, podrá transitar junto a sus protagonistas, y al finalizar esta, se dará cuenta que ya no podrá volver a pensar o sentir de la misma forma en que lo hacía antes de haberla visto.

Los arrepentidos es sin duda una obra que estremece e interpela sobre cuestiones que al fin la sociedad actual está develando.

 

Los actores Rodrigo Pérez y Alfredo Castro, el dúo y elenco total del montaje «Los arrepentidos»

 

Ficha técnica:

Autor: Marcus Lindeen
Traducción: Constanza Brieba
Dirección y diseño de espacio: Víctor Carrasco
Asistencia de dirección: David Gaete
Elenco: Alfredo Castro y Rodrigo Pérez
Diseño de iluminación: Andrés Poirot
Diseño audiovisual: Javier Pañella y Nicole Senerman
Diseño sonoro: Daniel Marabolí
Composición musical: Fernando Milagros y Diego Perinetti
Producción ejecutiva: Bárbara Nash
Producción en terreno: Manuel Morgado
Fotografía: Alejandro Bustos

Producción: GAM y Teatro de La Palabra

Funciones: Desde el 25 de mayo hasta el 8 de julio de 2018, miércoles a domingo, a las 20:30 horas

Sala: Edificio A, piso 1, Sala A2 del GAM

Público: Para mayores de 16 años

Valor de las entradas: $8.000 general, $4.000 estudiantes y tercera edad

Dirección: Avenida Libertador Bernardo O’Higgins Nº 227, Santiago, Chile

 

 

Crédito de las fotografías utilizadas: Centro Cultural Gabriela Mistral