«Nadando por un sueño»: Los ejercicios de la desesperación

Este largometraje -la segunda obra del actor francés Gilles Lellouche como realizador- hace reír, pensar y reflexionar sobre la vida que tenemos y la que realmente queremos, y así los personajes se van mostrando con naturalidad y la cinta logra la atención de su público. En definitiva hay que verla, pues la obra pasea a sus espectadores por lo extraño que puede llegar a ser nuestra mente, lo importante de sentirse útil, lo frágil que pueden ser las relaciones humanas y el valor de la superación y de la amistad, donde todos necesitamos de vez en cuando una medalla.

Por Miguel Alvarado Natali

Publicado el 10.5.2019

Gilles Lellouche, actor francés  reconocido en la pantalla grande nos trae Nadando por un sueño (Le grand bain, 2018), película francesa con la cual hace su debut como director. La obra es una comedia dramática que llegó a Chile esta semana protagonizada por Mathieu Amalric (Bertrand) y Virginie Efira (Delphine, la entrenadora), acompañados por otros conocidos del cine francés como Guillaume Canet y Benoit Poelvoorde.

Bertrand es un tipo que lleva dos años sin trabajar producto de su estado depresivo. Se levanta acelerado a tomar sus medicamentos, cruza algunas palabras con su familia – la cual se va a sus quehaceres – y luego juega Candy Crush en su celular echado en un sillón. Su vida no tiene mucho sentido, es distraído, pero hay una oportunidad de trabajo, toma su bicicleta para ir a la entrevista, pero le va mal. En tanto, su esposa lo consuela y lo comprende, pero todo cambia un día en que esperaba que su hija saliera de clases de natación y ve un aviso que buscaba nadador para completar el equipo de varones de nado sincronizado de aquel complejo deportivo.

Ingresa al entrenamiento y aquí se encuentra con un grupo de hombres que no andan tan alejados de lo que él está pasando, todos con algún tipo de crisis vinculado en parte a la edad, a los conflictos familiares, a los económicos y a los vicios: Un administrativo de una fábrica de aceros con buena situación económica, pero que está al borde de perder a su esposa e hijo. Un guitarrista de rock pesado que ha grabado muchos discos, pero a quien literalmente no lo conoce nadie y vive en un motorhomes.

También está el dueño de una tienda de piscina que ha caído en la banca rota. Mientras, otro de los personajes con 38 años no pudo sacar un crédito para comprarse su casa. Los acompaña, el piscinero que se frustra porque ya está todo automatizado y él sólo sirve para acarrear las vallas de la piscina. A estos hay que sumarle a Delphine, la entrenadora con un pasado glorioso en el nado sincronizado, la cual les lee poesía durante los ejercicios, pero quien tiene serios problemas con el alcohol.

Nadando por un sueño es una historia de personajes con distintos rasgos sociales y emocionales, que llegan a tal grado de amistad y esfuerzo que los hace superar obstáculos, proponerse metas –como es la de llegar a representar a Francia en un campeonato mundial de nado sincronizado, sin ser atletas de esta disciplina- y en este camino se van rompiendo los estereotipos deportivos masculinos y las inseguridades personales.

Este largometraje nos hace reír, pensar y reflexionar sobre la vida que tenemos y la que realmente queremos, los personajes se van mostrando con naturalidad y la cinta logra la atención del público. Si bien es cierto no todo gira en un conflicto determinado hay un aire a The Full Monty esta cinta inglesa de 1997 donde un grupo de cesantes en su desesperación económica se juntan a ensayar para hacer un baile nudista sólo por una noche en un bar al son de You Can Leave Your Hat On interpretada por Tom Jones.

Es notable la voz en off que se escucha al comienzo de la cinta –mientras van pasando muchas imágenes- y nos advierte que la película se trata de: “una contradicción geométrica, redondo como la libertad o los senos de Samantha, pero también es la historia de una moral cuadrada, de una educación cuadrada, en fin, un cuadrado nunca entrará en un círculo”. Para dar paso a un gran plano general a la casa de Bertrand, el protagonista.

Con una trama que se sostiene en toda la cinta y esto es mérito del director, ya que nunca es fácil contar y poner en orden la vida y los dramas de cada uno de los personajes. Con una banda sonora que incluye canciones originales de Phil Collins, Paul McCartney, Olivia Newton-John y Vangelis, muy bien elegidas.

Y aquí viene lo más logrado de esta producción, las brillantes actuaciones -diría que de todo el reparto coral- que le dan la potencia dramática necesaria hasta el final con un desenlace que a la media hora ya lo sabemos, pero que en este tipo de guiones, resulta y tiene que ser así.

En definitiva hay que verla, nos pasea por lo extraño que puede ser nuestra mente, lo importante de sentirse útil, lo frágil que pueden ser las relaciones humanas y el valor de la superación y la amistad, donde todos necesitamos de vez en cuando una medalla.

 

Miguel Alvarado Natalí (Santiago, 1968) es periodista de profesión y escritor de oficio. Ha publicado los poemarios Estaciones (1997) y Barrio Yungay (2012), y la novela Calle Dieciocho (2001).

 

Un fotograma del filme «Nadando por un sueño» (2018), del realizador francés Gilles Lellouche

 

 

 

 

Tráiler:

 

 

 

Imagen destacada: Mathieu Amalric, Benoît Poelvoorde, Philippe Katerine, y Alban Ivanov en Nadando por un sueño (2018).