Novela «Solenoide», de Mircea Cartarescu: Un monumento literario a los tiempos modernos

La obra del escritor rumano es una pieza de ficción formidable que da para múltiples y variadas interpretaciones, y que seguramente se erigirá como una de las grandes narraciones dramáticas de las últimas décadas en Occidente, y la cual entregará una pauta a los más sesudos, contradictorios y variados análisis de la crítica y de los especialistas.

Por Juan Mihovilovich

Publicado el 7.12.2018

Estamos en presencia de una de esas obras monumentales -y no precisamente por su cantidad de páginas-  que marcan, indefectiblemente, el camino de la literatura, del lugar donde la realidad-ficción se origina (Bucarest, Rumania) y desde el que se proyecta hacia un mundo caótico: nuestro planeta, sin ninguna necesidad de salir del reducido espacio de la ciudad agobiada y entristecida.

Pero no se trata únicamente de una narración que a ratos resulta delirante, abrumadora, asfixiante, sino que va dando pautas de reconocimiento del universo que habitamos, el propio y personal de Mircea Cartarescu (Bucarest, 1956) -o del personaje que asume-  y de los variados protagonistas que lo rodean, con los cuales estructura una historia multifacética, que incursiona por los cambiantes recovecos de la materia física, la visible y la invisible, la real y la supuesta, la macabra y la maravillosa. Y que a partir de esas constataciones y elaboraciones intenta redescubrir el sentido profundo de aquello que no vemos, que se edifica bajo cánones inexplorados, ocultos, secretos, diabólicos incluso, que puede ir desde un demiurgo hasta un ejército de ángeles bondadosos, supuestos o verdaderos, que construyen y destruyen a un mismo tiempo y de manera instantánea la vida física.

Desde la estructura microscópica y abismante de los ácaros, sarcoptos, arácnidos y sus derivados, con sus ejércitos delineados tal cual la epopeya humana, con sus miserias desgarradoras, sus sanguijuelas infinitesimales y la permanente actitud devoradora de unos y de otros, hasta el paradigma de una humanidad desgastada que se engarza de manera magistral con la domesticidad de la profesión mundana del narrador (es profesor de una escuela de segunda en Bucarest), con su entorno de docentes corroídos y manipulados por un sistema de presión asfixiante que deforma el sentido de la educación y de la proyección de la vida social de los rumanos, Cartarescu ha erigido un monumento a la insensatez de los tiempos modernos, de la desidia y la ramplonería por hundirse, ex profeso, en las mediocridades ambientales y, en contra de todo aquello que detesta y que rechaza, continuar con la soterrada lucha por “entender” el espacio y el tiempo, desde y hacia la literatura profunda que lo habita por completo, y desde donde repudia al literato común y banal.

Situado en Bucarest durante la época comunista el personaje central choca a cada instante, no sólo con esa atmósfera asfixiante del controlador sistema Orwelliano, sino, además, con su acuciante necesidad de asumir su condición de no-escritor. Esta paradoja cruza toda la historia del poeta-profesor. Su obsesión por escribir a diario, a contracorriente, y consignar todo lo que ocurre en su interior e inserto en una realidad que nunca le parece tal, sino apenas la configuración onírica de una mente individual y colectiva, conforman una suerte de confrontación frustrante con la apremiante urgencia de “descubrir por qué”, como individuo y ser humano, ocupa un lugar en el espacio, porque vive y muere a cada momento, por qué el sufrimiento humano es un cadalso perpetuo donde la agonía y el éxtasis se dan la mano y se la muerden al unísono.

Pero no sólo se trata de ser sujeto de la historia, que al fin de cuentas le resulta casi irrelevante, sino porque su angustia metafísica está presente de modo permanente y total en toda la novela: desde su nacimiento no querido hasta su adultez más desarraigada.

Sus incursiones en lecturas ocultas, de autores casi desconocidos y relevantes cercanos al mito y al culto, sus habituales referencias a los grandes de la literatura del siglo XX como Kafka, Borges, Poe, Lewis Carroll, etcétera, conforman una personalidad ávida de saber quién es,  por qué está vivo, cuál es su derrotero particular y de qué modo la especie humana tiene un rol que cumplir sobre este mundo y cuál ha de ser ese papel que lo diferencia, en apariencia, de las demás especies vivas y de una naturaleza que nunca le parece inerte.

¿Y qué es o de que se trata “un solenoide”?

El protagonista adquiere una casa antigua con forma de barco y que se sustenta sobre un solenoide, que no es otra cosa que un generador de campos electromagnéticos que modifica o altera las propiedades del espacio, tanto explicita como implícitamente, y cuyo funcionamiento obedece al campo gravitacional que una bobina ejerce a su alrededor. Solo que a partir de este instrumento tecnológico extraño, desconocido y temible (se reproduce en otras cinco edificaciones bajo la estructura de la ciudad de Bucarest) se alteran y modifican también ciertas y determinadas conductas humanas, se accede a procesos de levitación o acciones paranormales o denominadas milagrosas cuando el conocimiento humano es incapaz de comprender la injerencia de otras dimensiones, como la cuarta, en este caso.

Desde allí y pasando por datos autobiográficos permanentes, la obra va y viene en una especie de flashback muy bien pensados, que parecieran desordenados, pero que obedecen a un proceso anárquico coherente y desde donde él y los demás actores de las historias entrecruzadas deambulan con un sentido de búsqueda, pero de una búsqueda que les otorga el narrador a partir de su accionar empírico, de su inquietud individual, y cuyos personajes secundarios se yerguen también como eslabones colocados a propósito por un pre-determinismo velado al que se accede gradual y sostenidamente.

Sus relaciones con los padres, la muerte de su gemelo al poco tiempo de nacer, sus vínculos con los escasos amigos de la infancia, su rechazo a la educación formal, su aislamiento, su congénita timidez, su internación en un sanatorio para niños tuberculosos alrededor de los diez años, su casamiento y separación temprana, sus incursiones obsesivas por el entretejido secreto de la existencia, sus sueños y pesadillas, las visitas de seres fantasmales, los manuscritos que surgen como señuelos, sus relaciones amorosas circunstanciales, van estableciendo una personalidad que solo desea salir del mundo, de huir de él para encontrarle sentido al proceso del nacimiento, desarrollo y muerte de todo lo viviente. Esa huida no es otra cosa que el acceso a la idea de un Dios espinoso, furtivo, pero indispensable.

Enfrentado al dilema de optar por el nacimiento de un niño o de una obra de arte, deberá asumir en su experiencia personal qué es lo más valioso para el hombre y la mujer y para la historia misma de la humanidad y su desarrollo ulterior.

Una obra formidable que da para múltiples y variadas interpretaciones, que seguramente se erigirá como una de las grandes novelas de las últimas décadas, y que dará pauta para los más sesudos, contradictorios y variados análisis de los especialistas.

Sólo resumir que estamos en presencia de un narrador como pocos, de un manejo idiomático personalísimo, de un uso de términos inusuales en la novelística reciente que, además, vive y sufre desde adentro de la novela como parte de un engranaje mágico, terrible, perverso y maravilloso a la vez.

 

Juan Mihovilovich Hernández (Punta Arenas, 1951) es un importante poeta, cuentista y novelista chileno de la generación de los ’90 nacido en la zona austral de Magallanes. De profesión abogado, se desempeña también como juez de la República en la localidad de Puerto Cisnes, en la Región de Aysén. Asimismo, es miembro correspondiente de la Academia Chilena de la Lengua.

 

 

Novela «Solenoide» (2015), de Mircea Cartarescu (Editorial Impedimenta, Madrid, 2017)

 

 

 

Crédito de la imagen destacada: El escritor Mircea Cartarescu, por Jorge Quiñoa.