Novela «Tony Ninguno», de Andrés Montero: Así en la vida como en el circo

La ficción literaria del escritor chileno se presenta en la Argentina de la mano del sello Odelia Editora, en coedición con La Pollera Ediciones. ¿Qué se puede leer entre líneas desde la multipremiada obra -que ganó el X Premio de Novela Elena Poniatowska, en 2017- del narrador trasandino? Nuestra colaboradora bonaerense responde con igual genio y carácter.

Por Yanina Giglio

Publicado el 19.11.2018

 

Imagen, imaginación e identidad

En los últimos años el empleo de la imagen con fines recreativos (provista por el cine, la televisión, Internet) ha alcanzado un auge extraordinario. En esta época de masificación, todas las personas reciben el impacto de las mismas imágenes sobre un determinado tema.

Evidentemente, esta circunstancia pone en jaque el libre ejercicio de la imaginación creadora, limitándola a ser una simple reproducción de elementos prefabricados desde afuera. De ahí que las nuevas generaciones se muevan más en el mundo de la imagen que en el mundo imaginario. Gastón Bachelard nos dice que: “gracias a lo imaginario la imaginación es esencialmente abierta, evasiva”; de allí que: “imaginar es ausentarse, es lanzarse hacia una vida nueva”.

¿Y nuestra propia imagen? Esa que brota desde lo profundo de nuestra sensibilidad a la medida de nuestras propias necesidades espirituales, esa identidad, ¿de qué manera se construye cuando una pregunta nos intimida y nos apunta para que hablemos de nosotros mismos? Quizás estas sean las primeras preguntas que recorren Tony Ninguno. La novela es una apuesta por la vida, como insistencia y como exuberancia. La narradora será una joven trapecista que desentrañará las ferocidades y bellezas de su vida y por qué no, de las sociedades actuales, donde los vínculos de ambición, de poder desencadenan de una forma u otra, las violencias entre muchos de nosotros.

En el nivel argumental podemos decir que dos universos exóticos son contados deliciosamente en paralelo -y perpendicular- por Andrés Montero: el mundo circense y la célebre recopilación de cuentos tradicionales del Oriente Medio Las mil y una noches. La imaginación quebranta cadenas y hecha a correr. No importa si va hacia un pasado cargado de ancestrales y eternas sugestiones o hacia un futuro preñado de promesas. Da lo mismo porque aunque el relato se mueva en un mundo de hechos fatales o felices vividos, su narración obrará el milagro de sacarnos de un tiempo cronológico para sumergirnos en un tiempo humano (fenomenológico en Paul Ricouer), donde el ayer y el hoy no existen y sólo importa la permanencia de los valores.

Es por medio de la epojé –actitud de poner entre paréntesis, de abstenerse de juicios sobre la existencia temporal del mundo- que se pretende alcanzar un ámbito de sentido que prescinde de las cosas y de cuestiones de hecho. Para que esto se produzca no basta solamente con el empleo estilístico de las formas verbales. Se necesita ante todo establecer una comunicación, una corriente vivificante que circule a través de la emoción entre el narrador -vale destacar, narradora, en este caso- y los lectores. Es la manera en que se relata la encargada de establecer ese vínculo afectivo, artífice insustituible de imágenes nuevas, de imágenes verbales –mundos– a las que un estado de creencia, es decir, la adhesión fundada en las condiciones puramente subjetivas, les confiere validez objetiva. De allí la importancia de que la palabra es considerada en el caso de la narración (oral o escrita) como único estímulo de la imaginación creadora, y de cuyo acertado empleo dependerá la riqueza expresiva del relato.

 

De lo no dicho al hecho

Desde las historias de vida, desde la acción de contar, recrear y ficcionalizar (nos) podemos sanar nuestras heridas más profundas. Quizás porque la identidad narrativa está mediada por la imaginación creadora. Asimismo, en la novela de Montero, podremos detenernos a observar el uso de la metáfora como revalorización del mundo de lo imaginario; y ser testigos de cómo se correrá el velo íntimo de la propia identidad (entrega de valores sensoriales, emocionales, estéticos y axiológicos) que hacen que este mundo sea realmente un lugar habitable.

Es decir, que desde lo no dicho al hecho la novela recorre un camino de innovaciones semánticas, donde se atribuyen predicados incompatibles a los sujetos lógicos para la conformación de una trama opaca y rica, que obliga una lectura “entre líneas”, que obliga a adentrarnos en mundos nuevos.

 

La palabra es acción

«Yo era Sherezade y no era otra cosa. La persona que representaba fuera del circo era un intertanto: era la ilusión que permitía la existencia de la verdad. El único lugar posible e imaginable era el circo. Solo dentro de la carpa se hablaba de la vida y de la muerte. Fuera de ella, lo importante era apenas sobrevivir. La gente sobrevivía y venía al circo a vivir, a vivir aunque fuera por un par de horas».

Tony Ninguno de Andrés Montero (Odelia Editora-La Pollera Ediciones, 2018).

 

De esta novela se desprende que una historia de vida narrada oralmente tiene cruces con lo ficcional todo el tiempo, aunque la trama (considerada como una síntesis de lo heterogéneo) sea mostrada como verídica. Poder narrar la vida como es realmente, es la pretensión de decir la verdad. La ficción tiene este poder de rehacer la realidad, ya que se apunta intencionalmente a un horizonte de realidad nueva que hemos llamado “mundo”. Este mundo del texto interviene en el mundo de la acción (del hecho) para darle nuevas formas, transfigurarlo. El estudio de la metáfora permite penetrar más profundamente en el mecanismo de esta operación de transfiguración porque nos deja percibir sensaciones y valoraciones con un énfasis más personal dentro del relato.

Tanto en Tony Ninguno como en la vida misma, la identidad relatada es una nueva verdad, es la reconstrucción de uno mismo desde un acervo propio de conocimientos, hacia un espejo hecho de palabras en la práctica discursiva. Pero, ¿cómo se construye esa “nueva verdad”? Roman Jakobson habla de función poética cuando uno pone el acento al mensaje en sí mismo. Esta operación se ve en la cita que compartimos más arriba, porque lo que llama más la atención es cómo la narradora construye esa noción de esperanza, de pequeñas certezas que llevaba en su interior. Ella imprime con toda la fuerza de la metáfora el lugar de los miedos en su persona (“Yo era Sherezade…”), acercándonos una imagen visual (el circo) tan contundente que nos hace imaginar de forma clara lo que significan para ella; y al mismo tiempo velando, ocultándonos, dejándonos (en un rotundo punto final) con la intriga de cómo serán aquellas horas que conforman su identidad. Aquí lo poético nace de un modo peculiar, opaco, donde se vinculan expresión y contenido, es el cómo y no el qué de la frase lo que más nos atrapa. En este proceso de resignificación de las palabras, la asignación de nuevos sentidos a partir de epítetos, de figuras y recursos de connotación, de comparaciones, elipsis, etcétera, se construye una visión subjetiva y personal de algo que puede ser común a todos.

En la novela completa se dejan vislumbrar la creatividad (clave para la selección y combinación que se realiza con las palabras), la entrega sensible y la imaginación que la envuelve. Porque el mundo de lo imaginario está hecho de esa competencia o capacidad de producir nuevas especies lógicas por asimilación predicativa, y producirlas a pesar de –y gracias a- la diferencia inicial entre los términos que se resisten a la asimilación.

 

Hacia el fin, la vida es metáfora

El lenguaje poético debe su prestigio a su capacidad para llevar al lenguaje al “mundo de la vida” (Husserl) y a ser-en-el-mundo (Heidegger). Es el discurso poético que, sostengo, puede estar presente también en cualquier relato oral y en cualquier forma narrativa, el que aporta a la narración aspectos, cualidades y valores de la realidad que no tienen acceso al lenguaje directamente descriptivo; y que solo pueden decirse gracias al juego -complejo y mágico- del enunciado metafórico y a la transgresión regulada de los significados usuales de nuestras palabras.

Poder reconocerse a uno mismo como la más importante referencia para decidir quien quiere uno ser; “Los hechos siguen al pensamiento (facts follow thougts)” y “Ese pequeño mundo que hace al mundo, los mundos individuales construyen el mundo” son sensaciones/reflexiones/pensamientos que se desprenden de mi lectura de la maravillosa Tony Ninguno. Por esto, de lo no dicho al hecho subyace el pensamiento transformador (imaginación creadora) que nos moviliza a construir pequeños mundos (identidad), grandes mundos, el planeta. De aquí nace la metáfora vital, y las historias de vida, como la narrada en la gran novela de Montero, son el medio para llevarla a cabo, la manera más especial de construirse a uno mismo para superar la contingencia y la transitoriedad que nos ata al mundo de la imagen.

 

La edición de la novela de Andrés Montero impresa en la Argentina (Odelia Editora – La Pollera, Buenos Aires, 2018)

 

 

El talentoso escritor chileno Andrés Montero

 

Andrés Montero nació en Santiago de Chile en 1990. Es escritor, narrador oral, director de la Escuela de Literatura y Oralidad Casa Contada y fundador de la Compañía de Cuentacuentos La Matrioska.

Autor de Tony Ninguno, La inútil perfección y otros cuentos sepiosos, y de las novelas juveniles Alguien toca la puerta, Leyendas chilenas y En el horizonte se dibuja un barco.

En 2017, Alguien toca la puerta recibió en Chile el Premio Municipal de Santiago y el Premio Marta Brunet.

Ese mismo año, Tony ninguno obtuvo el X Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska y el Premio Pedro de Oña, y fue finalista del Premio Clarín de Novela y de los Juegos Literarios Gabriela Mistral. Ha sido traducida al italiano y al danés.

 

 

Yanina Giglio

 

Yanina Giglio nació en Buenos Aires, Argentina en 1984. Lectora serial que investiga, experimenta, escribe y vuelve a empezar. Incansable. Apasionada por el desarrollo de procesos creativos.

Ha realizado estudios en Ciencias de la Comunicación Social en UBA. Obtuvo un PGCert en «Escrituras: Creatividad Humana y Comunicación» por FLACSO. Es miembro fundador de Odelia editora. Coordina talleres de lectura y escritura creativas y es correctora de estilo en uno de los multimedios más importantes de América Latina. Actualmente estudia Artes de la Escritura en UNA y el curso universitario superior «Neurociencias y educación: hacia una pedagogía del asombro» en la Universidad de Morón. Publicó: Abrapalabra: licencia para hablar (Entrelíneas UBA, 2014); La Do Te (Editorial Alción, 2015); Recuperemos la imaginación para cambiar la historia -Antología- (Proyecto NUM-Editorial Mansalva, 2017); Liberoamericanas. 80 poetas contemporáneas -Antología- (Editorial Liberoamérica, 2018). Colabora como periodista cultural en el Diario Cine y Literatura y en Liberoamérica y como crítica literaria todos los miércoles en el programa Sentipensantes por Radio Universidad Nacional Arturo Jauretche.

 

 

Crédito de la imagen destacada: El narrador chileno Andrés Montero por Qué Leer (https://queleerlibros.com/).

Crédito de la segunda fotografía a Andrés Montero: Jazmín Teijeiro.