«Palabras ya escritas», de Zenaida Suárez Mayor: Las comunidades de Juan Luis Martínez

El ensayo de la académica española no es una crítica más sobre la obra «La nueva novela» (1977) del poeta chileno, sino que con su propuesta crea una teoría estética especialmente para analizar este título, al introducir nuevas herramientas de significado, en torno al corpus artístico y multidisciplinario del mítico autor porteño.

Por Héctor Hernández Montecinos

Publicado el 6.3.2020

“Los poetas sólo reescribimos palabras ya escritas por otros”.
Juan Luis Martínez

Zenaida Suárez es un nombre que perfectamente podría aparecer en alguna parte de La nueva novela. Por ejemplo en la sección VI, La Literatura, o la siguiente, El desorden de los sentidos, de los cuales Zenaida es experta. Los nombres esconden un misterio. Es una idea zen. Ya lo sabe quien juega con sus letras, lo cambia, modifica o renuncia a él. Qué es el nombre sino acaso la propiedad privada de nosotros mismos. Hay una forma de arrancarlo de la página y es con un serrucho, pero de la página cuando aún sigue siendo árbol.

La autora nos lleva a pensar en este estado de la literatura, sus materiales y sus retruécanos, incluso antes de abrir su libro. Lo hizo previamente de manera colectiva al organizar el Simposio Internacional “Juan Luis Martínez: análisis, diálogos y relecturas” en junio de 2019. Es más, si se fijan bien, luego del nombre “Zenaida” aparece una misteriosa M mayúscula. Una M de Martínez, de Misterio y de Mayúscula. Vivimos rodeados de palabras ya escritas, mencionadas, tachadas por otros. Palabras como casas y bosques que son lo mismo en diferente tiempo. Lo ya escrito es donde habitamos y cada una de nuestras vidas es una vida de todas las otras. Un nombre es un corte, una herida, una ausencia donde se descubre lo que ya no podrá decirse.

He pensado mucho en Juan Luis Martínez. He huido de él y lo he reencontrado. Luego del Simposio mi Juan Luis Martínez ya es un otro. No es una leyenda, un mito, un fantasma que reaparece de vez en cuando sino que es una mente que deviene software. Una forma de algoritmo o código abierto al que le somos útiles. Lectores, críticos, anotadores somos parte de la obra. Siempre estuvimos dentro. Sólo había que darse cuenta de que Juan Luis Martínez ya se había dado cuenta. Ya no estoy doblemente tranquilo. Todo lo que uno diga de él, es él. Lo cierto y lo incierto, lo probable y lo probabilístico. Nadie da en el blanco porque el único blanco es la página, la celulosa y la tinta que nadie ve pero todos leen. Lo único que no es exquisito es el cadáver y ahí estamos.

Una obra que siempre se pensó póstuma, fuera de su tiempo, para lectores de un porvenir por venir. Lectores que no leerán sino googlearán para jugar junto con él en un tiempo sin internet. Toda referencia es uno mismo cuando busca algo de sí en el mundo. Juan Luis Martínez es ese software donde todo entra, se modifica, conecta, desmonta y sale como nueva información, o la misma pero en un nuevo mundo. Uno en blanco y negro y en lenguaje binario. Como la muerte y la vida de quien se va a morir. Se escribe con ese último impulso, que no es otro que el primero.

Juan Luis Martínez sin él es estar más con él. Su familia es parte de esa autoría colectiva. Su eterno presente es el eterno amor de ella con respecto a todo lo que él hizo, imaginó y previó. Lo pendiente ha ido abriéndose con la velocidad que el autor hubiese deseado. No hay apuro y todo lo de él es urgente. Sus ediciones se agotan pero no se terminan. Algunas desaparecen y otras regresan de otros tiempos, de otras tiranías. En realidad nunca hubo nada póstumo sino que fue para este presente muerto en que somos sujetos de enunciación. Carne lingüística que se asa con la luz artificial. Su obra ilumina todo a su paso pero también oscurece lo que creíamos era un camino.

Cada vez más son los críticos que se acercan a Juan Luis Martínez. La mayoría sobreactuados o llenos de clichés. Más martineanos que el propio autor. Se reitera lo mismo o se niega por el puro placer de contradecir sin saber lo que es una paradoja. Una paradoja de obra que siempre se reirá y lamentará de quienes entren en ella. Una puesta en escena que desenmascara a quienes hacen el teatrito de críticos.

Siempre se trató de operaciones que se escapan de la literatura. Tiene que ver con la aritmética como una melopea de funciones y variables, la geometría como la medida ante la observación de lo que hay entre una página y la otra, la zoología como la vida y ecosistemas de las palabras y letras, es decir, la demostración de que el método científico no es método y no es científico, del mismo modo que ninguna novela es nueva.

Palabras ya escritas de Zenaida M. Suárez se distingue por varias razones. La primera de ellas es no ser una crítica más sobre La nueva novela sino que la autora crea una teoría especialmente para la obra. La diferencia entre crítica y teoría es justamente la que separa a Martínez del resto de los poetas. No se trata de arrimar cajas de zapatos sino de crear nuevas herramientas, nuevos talleres, nuevas facturas. Su trabajo entra a la obra de Martínez y ahí se mueve, pregunta, incomoda, aprieta, reluce. Despliega a semiólogos y artistas, lingüistas y poetas. Se infiltra entre axiomas y dibujos, fórmulas y papeles tras y delante de la noción de reescritura.

Las dos partes del libro justamente son estos ejes. Su teoría polimórfica y las entradas concretas a escenas de lectura que van desde afirmaciones como esta: “La nueva novela comienza, literal y literariamente, en 1846 con The book of nonsense de Edward Lear”, pasando por un fox terrier y un gato loco, rostros, mapas, códigos secretos, Napoleón III, Rimbaud, Marx, Serrano, Hitler, hasta otras como ésta: “Si en la historia literaria pudiesen elegirse dos textos de características similares a las de La nueva novela, creo que todos podríamos estar de acuerdo en que El Quijote y Rayuela son los dos dignos precedentes del trabajo de Martínez”.

En la “Introducción (excusas previas)”, la autora planta cuatro puntos clave de su propuesta y que me interesan de sobremanera porque son el contrapunto de cómo yo entiendo a Martínez. Primero, La nueva novela no debe leerse desde su contexto de publicación sino de lo que hay dentro de ella. Segundo, no considerar las entrevistas o conversaciones de Martínez como material para leer la obra. Tercero, no usar teorías contemporáneas al lector y no de la obra. Cuarto, lo póstumo está incompleto y carece del valor de lo publicado en vida. En este punto llegamos a un problema hemisférico.

Yo aquí agrego algunas breves y quizás muy estúpidas observaciones de alguien que nunca aprendió a respetar los nidos. Primero, los contextos de un libro son todos los otros libros, los de los autores son toda la humanidad. Segundo, lo que un autor hable, piense e imagine de su obra, es también la obra. Tercero, la teoría no es nunca sobre las escrituras sino sobre quienes leemos. Cuarto, toda obra es póstuma. Sea como sea, ambos lugares son siempre un revés de la página como poema y desde donde se habla es donde uno quiere morir. La nueva novela es justamente esto, el momento en que para uno todo es real y para el otro, nada.

Finalmente, un breve acercamiento a la teoría de Zenaida que logra algo que parecía imposible. Armar un diagrama conjunto entre la autoría, la crítica y la lectura como un mismo proceso entre diversos lugares de enunciación. Se habla del hipermetatexto y en ese hiper está el autor que deconstruye mediante los múltiples vínculos y referencias, en el meta está el crítico que reconstruye su lectura una y otra vez como el ejercicio de su propia reinterpretación y en el texto como tal es donde el lector construye una obra con los materiales concretos y extralingüísticos que conforman la idea que la sostiene. Se trata así de una máquina, un programa que profundiza en la idea de la reescritura no sólo de textos y citas sino de lo que hemos entendido como autor y lector. Se escribe para ser otro y se lee para volver a ser uno mismo.

En esa distancia es que empresas intelectuales como la de Zenaida M. Suárez logran lo que otras no. Su carácter interdisciplinario nos permite pensar en un arte poética de la novela contemporánea como la de un tratado del libro imposible pero real. Una autoría enciclopédica de intertextos que al final de la obra la autora cataloga uno a uno con la vana esperanza de que nuestros nombres también figuren allí aunque lo estén bajo otros como los de Lezama Lima o Deleuze.

La nueva novela es una botella arrojada al mar y el mar somos nosotros. Faros como este libro nos permiten no naufragar pero no nos aseguran la salvación. El llamado es que cada lector se escriba en lo que lee y que a la vez deje huellas en la arena frente a las olas. O como señala Raúl Zurita en la contraportada del libro: “parte de una humanidad cuyo destino se juega entre comunidades del habla o del silencio, de la vida o de la nada”.

 

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Héctor Hernández Montecinos (Santiago, Chile, 1979) es un destacado poeta nacional, que recibió el Premio Pablo Neruda de Poesía Joven 2009.

 

«Palabras ya escritas», de Zenaida M. Suárez (RIL editores, 2019)

 

 

Zenaida M. Suárez

 

 

Imagen destacada: Juan Luis Martínez Holger (1942​ – 1993).