[25 de octubre de 2020] ¡Qué vivan los estudiantes!

Ahora que Chile estaba incendiado entero, nos recordamos siempre del chiquillo que saltó el torniquete, le puse Arturo Prat de estos nuevos tiempos, el país de Pinochet era la Esmeralda, vieja e indigna, que se hundía, el Huáscar, la perra realidad.

Por Alberto Cecereu

Publicado el 26.10.2020

No teníamos idea que ayer millones íbamos estar votando. El 14 de octubre de 2019, no teníamos idea. No imaginamos que ese Arturo Prat estudiantil que saltó el torniquete del Metro, iba a ser un galón de gasolina que provocó todo esto.

Sí, se ha quemado todo. Tenemos la sensación, que el Baquedano pintado de rojo, parroquias quemadas, micros incendiadas, metro paralizado y destruido, fueron litros de gasolina social que fueron vertidas. Una arcada completa de vómito. Un arrebol de rabia.

Ese Chile profundo que usaban de cursilería y adorno discursivo de políticos, ahora sí, lo estábamos viendo. Es que ese Chile entero decía basta. “Ya no aguanto más que mi taita viaje dos horas a la casa y nos saque la chucha por la rabia que le suban el pasaje del metro”, decía uno. “Prefiero morir luchando en la calle que con este cáncer que hará a toda mi familia pobre”, decía otro.

Porque seamos sinceros. Muchas veces jóvenes y bellos, preferimos hundirnos en el copete y la droga. Meterse en la aventura cachera. Borrarse en la madrugada. Fundirse en el canto de los pájaros. Todo, para escapar de esta realidad felona y agria. Fuimos cobardes.

No tuvimos la capacidad de rebelarnos, de armar una revuelta consistente. No. Nos cagamos de miedo. Burgueses, faloperos, competitivos. Por eso, admiramos tantos a estos cabros de ahora.

Ahora que Chile estaba incendiado entero, nos recordamos siempre del chiquillo que saltó el torniquete. Le puse Arturo Prat de estos nuevos tiempos. El Chile de Pinochet era la Esmeralda, vieja e indigna, que se hundía. El Huáscar, la perra realidad.

Dura, de acero, como un toro de mar, directo a violarnos, matarnos y llevarnos al ahogo. Pero este cabro, la saltó. Se fue a conquistar un sueño nuevo. Vino el 18, y chucha que caminamos ese día.

Porque los dueños del sistema nos cortaron todo. Las micros, el metro, los taxis. Nos dejaron a pata. Nos metieron el toque de queda. Nos hicieron cagarnos de miedo. Nos dijeron que estaban en guerra con nosotros. Pero casi dos millones de personas en Santiago marchamos el 25 de octubre.

Y miles en todas las ciudades del país. Fue un día bakan. Vi a amantes refregándose en la vereda. Niños saltando con globos de colores. Mimos que hablaban. Fue una fiesta, a pesar del aullido paquero que se metía entre las calles.

Fue una revuelta charcha en muchas cosas. Aumentaron las leyes restrictivas. Le dieron más recursos a los pacos. Los conservadores se volvieron más conservadores y los amarillos perdieron toda vergüenza. Hicieron un acuerdo en cuatro paredes. No le preguntaron a nadie y se sintió que nuevamente nos estaban follando sin permiso. Comenzaron a repartirse esta torta que fue cocinada en las calles.

Las mismas calles que dimos cara durante tantos meses más. Cara para parar ollas comunes durante la pandemia. Haciendo vacas eternas para parar los gastos médicos de los compañeros, la cesantía de la familia, el olvido de los que siempre olvidan.

El Estado y la clase política nuevamente nos olvidaba. Nos obligaron a sacar nuestros ahorros previsionales, porque estos raja suelta nos creyeron idiotas, como siempre. No fueron capaces de apagar las guirnaldas de sus circos y dejar de mamar de la teta del fisco.

Pero no importa. A pesar de que nos dijeron que quizás mejor no votar. Capaz que se suspende el plebiscito. Que pa qué gastar tanta plata. Que no es la prioridad. Una verborrea de mierda, por la chucha, que nos hastío nuevamente. Por lo visto no habían entendido nada.

No eran $30 pesos del metro, ni las pensiones. No. Eran ellos. Nuestro Arturo Prat escolar, nuestro mijito rico Pareman, nuestras Lastesis, nuestra trava marchando para que no la maten, en fin, tantas y tantos, ellos, los nuestros, habían hecho todo esto, porque estábamos y estamos, en contra de ellos. Explotamos de ellos.

Incluso, nos tiraron al río. Infiltraron las poblaciones. Allanaron casas. Pero ayer fuimos millones votando. Aunque nos mate la pandemia o nos caguen de nuevo. Por la chucha, fuimos igual. No le estamos dando una oportunidad a la tracalada de políticos. No. Nos estamos dando una oportunidad a nosotros mismos.

Por la tía de la pobla, por la profe con sueldo de hambre, por la mapuche golpeada, por los niños y niñas del Sename que asesinaron, por los de Til Til y Puchuncaví.

No hemos ganado nada, pero tenemos la sensación, esta mañana, que hemos ganado tanto. Si no fuera por ese chiquillo que saltó, sino fue por cada marcha, por cada ojo perdido, por cada llanto gritado al cielo, por cada cuete de artificio, por cada láser apuntado, por cada banderazo, por los treinta y cuatro muertos, por los hijos que ya existen y los nietos que vendrán. No hubiésemos hecho nada. No hubiésemos votado nada.

Gracias a los estudiantes. Dibujan una biblia de Historia con todo esto. Y son bellos. Nunca tanta belleza había tenido Chile. Lo dijo nuestra Violeta Parra: ¡Que vivan los estudiantes!

 

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Alberto Cecereu (1986) es poeta y escritor, licenciado en historia, licenciado en educación, y magíster en gerencia educacional, además de redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

Alberto Cecereu

 

 

Imagen destacada: Evasión en el Metro de Santiago, octubre de 2019.