«Robinson Crusoe», de Daniel Defoe: La novela símbolo del colonialismo inglés

La obra del escritor londinense ha sido considerada la ficción dramática de mayor éxito en el circuito angloparlante, sus traducciones e impresiones se acercan al millar y ha sido en varias ocasiones trasladada a un lenguaje cinematográfico, siendo la primera versión en 1902 bajo la dirección de Georges Méliés, y en 1954, se filmó otra adaptación a cargo del realizador español Luis Buñuel.

Por Sergio Inestrosa

Publicado el 2.6.2020

Anoté en la reseña pasada sobre el libro Diario del año de la peste, que la novela Robinson Crusoe es la obra más famosa del escritor británico Daniel Defoe: fue publicada en 1719 y es considerada por la crítica como la primera novela inglesa y un título clásico de aventuras.

Para algunos está basada en hechos reales ocurridos a un tal Alexander Selkirk, un náufrago que pasó 28 años en una isla desierta, cerca de la desembocadura del río Orinoco.

La trama de la novela es sencilla, está escrita en primera persona, y su forma de narrar consiste en describir la vida del náufrago de manera muy minuciosa y directa. Lo que Defoe hacía muy bien era crear la ilusión de estar frente a un informe de hechos verídicos. No olvidemos que el estilo del inglés es darle importancia al informe de los hechos, como si fuera un periodista, y evita los juicios subjetivos.

En esta novela encontramos por un lado la voz narrativa de Crusoe que recuerda sus aventuras de joven, y estas se mezclan con un diario que el mismo Robinson escribe, digamos la voz de la acontecimientos en tanto ocurren pero, estas son dos voces de un mismo protagonista. Ahora bien, la idea es una y la misma: presentar los hechos como si fueran reales, comenzando con el cumplimiento de lo advertido por el padre de Robinson, de que no sería feliz si se volvía marinero.

El éxito de la novela fue inmediato y universal, considerada la obra inglesa más popular de todos los tiempos. A finales del siglo XIX ningún otro libro en la historia de la literatura occidental tenía más ediciones, traducciones e imitaciones que Robinson Crusoe, con más de 700 reimpresiones, traducciones y ha sido llevada a la pantalla grande en varias ocasiones, siendo la primera en 1902 bajo la dirección de Georges Méliés: en 1954, Luis Buñuel hizo una adaptación de la novela.

La crítica ha visto en Robinson Crusoe el símbolo del colonialismo inglés y de la moral protestante y puritana. En la novela está descrito y asumido, tal vez como se podía esperar por la época en que fue escrita, el factor religioso. Robinson hace constantes referencias a Dios y a la Biblia. Así por ejemplo en la página 115 escribe que a diario leía la palabra de Dios y buscaba en ella el consuelo que su situación demandaba y a partir de este momento encuentra en esta situación de aislamiento y soledad la alegría de saber que Dios no lo había desamparado, pese a las dificultades de estar aislado y solo, de la falta de confort y de las enfermedades que padeció durante este tiempo.

La trama va así: el autor nos cuenta la vida de Robinson Crusoe, quien viene de una familia acomodada y que ha sido educado para no saltarse las reglas, ser formal y permanecer en sus país para evitar problemas. Sin embargo, el joven desea ser marinero y tener una vida de aventuras. Finalmente, el joven Crusoe, termina cumpliendo su deseo de ser un marino británico.

En una de sus expediciones a África es capturado por unos piratas y en las costas de África pasa varios años como esclavo; sin embargo, logra escapar junto a otro compañero, Xury, y son recogidos por un barco portugués que los lleva hasta Brasil, donde con el poco dinero que tiene se hace de terrenos y comienza plantando tabaco. Su fortuna se incrementa rápidamente y él continúa haciendo proyectos y así poco después comienza a plantar caña de azúcar, y además de dedicarse también al tráfico de esclavos para lo cual hace viajes a África, el primero de ellos lo inicia el 1 de septiembre de 1659, exactamente ese día se cumplían ocho años de su primera salida de casa.

Y como en aquella primera ocasión este viaje fue igualmente caótico, pues al poco tiempo de estar en alta mar los azotó un huracán, después de salvarse de esta primera tormenta los golpeó una segunda que destruyó el barco, pero  él se salvó del naufragio y terminó en una isla de la que, al parecer, es el único habitante.

A la mañana siguiente con un mar en calma, ve los restos del barco cerca de donde estaba y se aventura a nadar y hacerse de provisiones, armas y municiones que había en el barco; después en otro de los muchos viajes que hace al barco recoge y guarda el dinero que encuentra.

En las primeras páginas hace un inventario de las cosas malas y buenas que le han pasado, un poco a la forma en que lo hacen los jesuitas al evaluar las circunstancias de pros y contras y Robinson piensa que entre las cosas malas está encontrarse solo en esa isla desierta, separado de la sociedad, y entre las cosas buenas el estar vivo y el que Dios le haya acercado el barco a la costa, de modo que puede ir a buscar cosas que necesite en los restos del barco naufragado.

A partir de este momento (septiembre 30, 1659) decide llevar su diario para documentar los eventos que le ocurran.

En la isla Robinson construye una casa, una canoa, planta maíz y vegetales, cría cabras y hasta llega a domesticar a un loro a quien convierte en su mascota. Con lo que Crusoe trata de mostrarnos que la necesidad es la madre del desarrollo de instrumentos útiles, y es la capacidad de sobrevivir lo que prueba nuestra inteligencia; pues la necesidad lo hace pensar y lo lleva a idear formas prácticas de solucionar sus problemas.

Un día descubre la huella de un pie humano y esto lo inquieta sobre manera; poco tiempo después descubre que una tribu visita la isla para realizar rituales y sacrificios humanos.

Veinticinco años después de estar solo en la isla, Crusoe ayuda a escapar a un joven prisionero que los caníbales traían para sacrificar en la isla; y aunque no entiende lo que dice le satisface oír una voz humana. Crusoe describe a ese joven como bien formado, de piel oscura y nos dice que tiene unos veintiséis años, y le pone el nombre de Viernes.

Crusoe le enseña a Viernes todo lo que él sabe, lo convierte al cristianismo y le expone las riquezas del mundo occidental. Junto a Viernes deciden atacar a los caníbales y liberar a otros dos prisioneros, uno de ellos es el padre de Viernes y el otro es un marino español. Incluso, al terminar el ataque, Crusoe hace el inventario de los daños causados a los caníbales y anota que mataron a 17 en total, logrando huir cuatro, en total 21.

Es interesante notar que en ningún momento Robinson Crusoe se da por vencido bajo esas circunstancias, y mantiene una perspectiva optimista respecto a su futuro, mostrando en numerosas ocasiones su aprecio y afecto por Viernes, refiriéndose a él como su amigo.

Robinson Crusoe pasa casi treinta años en la isla, hasta que finalmente un barco inglés llega, pero ha habido un amotinamiento y Crusoe ayuda al capitán a recuperar el control de su barco y a cambio le pide que lo lleve a Inglaterra. Salen, según lo anota Crusoe, el 19 de diciembre de 1686 y llegan a Inglaterra el 11 de junio de 1687.

Al llegar, acompañado de Viernes, descubre que sus padres ya han muerto, y se da cuenta que es un extraño en su país, entonces toma un barco a Lisboa. Después viaja a Brasil, parando por veinte días en su isla, lo que le da la oportunidad de ver los progresos que los pobladores que dejó a cargo han hecho y de allí sigue hacia su plantación en Sudamérica, donde recibe los dividendos económicos de su propiedad y desde donde envía insumos y gente para continuar desarrollando su propiedad insular.

 

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El diario del año de la peste, de Daniel Defoe: Un periodismo de pandemias.

 

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Sergio Inestrosa (San Salvador, 1957) es escritor y profesor de español y de asuntos latinoamericanos en el Endicott College, Beverly, de Massachusetts, Estados Unidos, además de redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

Una de las tantas ediciones en castellano de «Robinson Crusoe»

 

 

Sergio Inestrosa

 

 

Imagen destacada: Un afiche promocional del filme Robinson Crusoe (1954), de Luis Buñuel.