«Sal en la lengua», de Charlotte Runcie: El origen de la maternidad

El ensayo de la autora escocesa (Planeta, 2020) es un libro que se degusta con pasión —especialmente para aquellos que amamos la costa y las playas—, una obra que nos enriquece gracias a su sabiduría, y también se trata de un texto que despierta al niño que somos, ese al cual le fascina el océano.

Por Jordi Mat Amorós i Navarro

Publicado el 18.10.2020

«El mar es un proceso gradual de transformación, de extensión y de llegar a ser algo más. Anhelar el mar es anhelar aventuras y, al mismo tiempo, también el hogar, todo a la vez».
Charlotte Runcie

La periodista, escritora y poeta anglo–escocesa Charlotte Runcie (1989) nos ofrece un bello ensayo en torno a la mar y su influencia en las personas. Lo escribe estando ella embarazada por primera vez haciendo un paralelismo entre su estado y el de esa inmensidad acuosa. Ella se reconoce afín al mar, se siente conectada a las resonancias de la naturaleza marina, así presenta su libro:

“Este es un relato sobre mujeres, agua y amor que incluye un nacimiento (su hija) y una muerte (la abuela), canciones y cuentos fantásticos, y también el viento que sopla en la cresta de las olas”.

Un relato escrito en prosa poética que rememora sus experiencias personales tan ligadas al medio marino recordando la niña que jugaba en la playa y escuchaba historias. Las rememora desde la adulta y pre-mamá que es ahora:

“Mi abuela y mi madre me enseñaron a escuchar el mar colocando una caracola sobre mi oreja. Una caracola te permite oír el mar aunque la costa más cercana esté a miles de kilómetros de distancia. Como en los mejores cuentos, eso es verdad y también es mentira: el sonido arremolinado que oyes en el interior de la caracola es un eco de la circulación de la sangre en la cabeza. El sonido del mar no es más que el sonido del agua y la sal que se desplaza por el interior y, cuando escuchamos el eco de nuestro cuerpo con la ayuda de una concha, oímos una canción que está hecha de salmuera”.

Su madre y especialmente su amada abuela son sus referentes vitales. La abuela, una mujer de espíritu libre y alma artística. La abuela, una mujer a la que Runcie acompañó en su inconsciente morir tras ser desconectada de los aparatos que la mantenían artificialmente en vida. Allí en la UCI hospitalaria la periodista experimentó por primera vez la muerte de un ser querido, describe como las respiraciones de la abuela se fueron espaciando cada vez más creando silencios:

“Y finalmente uno de esos silencios se extendió más de la cuenta. Fue demasiado largo, sin más. Después de eso, no pudo volver a tomar aire. El silencio en aquella habitación era más notable que en cualquier otra que hubiese estado en mi vida”.

Y más allá de las experiencias personales, Sal en la lengua (Planeta, 2020) es un ensayo acerca de la sabiduría universal en torno al mar. Runcie repasa infinidad de relatos y canciones ligadas al medio marítimo de todos los tiempos de la historia: la mitología griega (cada bloque del libro hace referencia a una divinidad) y la pagana de los pueblos norteños, las obras de Homero o Shakespeare que también son mitología universal, las canciones tradicionales marineras de esas gentes anglosajonas que aún se corean en las tabernas, las historias de santos locales tan venerados antaño, los diarios de navegantes… e incluso las vidas de mujeres intrépidas como la pintora Joan Eardley que supo captar con maestría la fuerza del mar rompiendo en la costa británica.

Runcie homenajea a las gentes de la mar, a los valerosos marineros que navegaban en tiempos —no tan lejanos— en los que hacerlo era un serio riesgo solo apto para hombres (a las mujeres les estaba prohibido). Nos habla de la vida de esos marineros en sus largos períodos lejos de sus hogares y de su especial relación con el temido mar. Los miedos que proyectaban en terribles monstruos acuáticos o en los míticos cantos de sirena.

Pero especialmente a la autora le interesa la menos conocida vida de las mujeres que despedían en la orilla a esos hombres, Runcie se pone en la piel de ellas para transmitirnos cómo se sentían y qué relación forjaron con esa ambivalente mar que les alimentaba pero que en un arrebato furioso podía dejarlas sin la compañía del padre, el esposo o el hijo:

“La costa es un lugar evocador. Las mareas suben y bajan, guiadas por la luna. Las mujeres y las costas cambian sin descanso, redibujándose físicamente según los ciclos. Las fronteras se difuminan y desaparecen. Todo es posible en el límite entre esta vida y la otra. La costa es donde el mundo conocido se precipita a una profundidad desconocida. El cambio se nota con solo mojar los dedos de los pies en la orilla, al adentrarse en la arena que se cubre de olas. Empiezo a ser consciente de la maternidad, que se me revela como una orilla”.

Los miedos de esas mujeres de mar que entroncan con los miedos que siente ella al ser madre, el miedo a morir físicamente —aunque hoy en día es raro morir en el parto— y el miedo a morir psicológicamente o la transformación que supone para una mujer el dejar de ser un individuo independiente para ser madre de un nuevo ser. Un miedo natural que vence —como suele ocurrir al experimentar la grandeza de dar a luz, un trance que Runcie describe soberbiamente en su ambivalencia— por el inmenso amor que siente a su hija:

—Mi amor es un profundo mar azul.

Un profundo mar azul es sin duda este gran libro Sal en la lengua cuyo subtítulo es Las mujeres y el mar. Un libro que destila agua salada, que resuena a mar y que requeriría cambiar la habitual tinta negra de su tipografía por un evocador azul marino.

Un libro que se degusta con pasión —especialmente para aquellos que amamos la mar— y que nos enriquece gracias a su sabiduría. Y un libro que despierta a la niña o el niño que somos, ese al que le fascina el mar:

“El mar es un cuento que nos pertenece a todos, a los que cuentan cuentos y a los que cantan y a las niñas que recogen conchas en la playa”.

 

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Jordi Mat Amorós i Navarro es pedagogo terapeuta por la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

«Sal en la lengua», de Charlotte Runcie (Editorial Planeta, 2020)

 

 

Jordi Mat Amorós i Navarro

 

 

Crédito de la imagen destacada: Gordon Terris.