Serie «Merlí»: El reflejo de una sociedad libre y sin tabúes

En este título de Netflix cada personaje vive su propio calvario y como tal, su propio aprendizaje. Y eso es lo que más me ha gustado, ya que se hace una reflexión profunda acerca de las distintas expresiones del ser humano, de las formas de hacer familia, de las experiencias de vida, de los extremos, de las angustias existenciales, de los vacíos, de las carencias, de lo tan humano.

Por Alejandra Coz Rosenfeld

Publicado el 4.5.2018

Merlí es el nombre de la controversial serie de Netflix, cuyo personaje principal, homónimo, ha sido comparado extrañamente con Mussolini. Razón suficiente para que me picaran los dedos y pusiera en marcha un pequeño recorrido acerca, según mi perspectiva, de la tan genial y recomendada serie. Personalmente creo que Merlí nos da una profunda mirada de la cultura española y por ende una forma de contraposición con la tan recatada nuestra. Donde no me encaja en absoluto es la absurda comparación Merlí versus Mussolini a no ser de que sea vista sólo por la epidermis.

Quiero partir mencionando que en Chile estamos a años luz del viejo continente en el ámbito educacional y en otros tantos, educación, comunicación y libre expresión.

Basta con ver qué tipo de televisión hacemos. Qué tipo de series y de culebrones transmitimos a diario. Ni mencionar acerca del cine, que aunque la peli sea excepcional, es escasamente promocionada en las salas de nuestro país, a no ser que se engalane con algún tipo de premio extranjero, para así validar el talento hecho en Chile.

Tenemos la necesidad de aferrarnos a cualquier tipo de reconocimiento para atrevernos a dar el vamos, con algún premio la subimos a un pedestal y puede ser exhibida y es exhibida mientras dure la euforia colectiva que se produce frente a ciertos fenómenos, comparables con el fútbol y mientras se lucre obviamente.

A modo de ejemplo, Una mujer fantástica antes de ser galardonada, se proyectaba en horarios bastante irrisorios, sólo en la matiné. Una vez ganado el Oscar, le subió de inmediato el pelo y como nuestro querido país es un tanto arribista, fue transmitida incluso en la televisión abierta.

Siempre nos dejamos seducir por este tipo de adornos, en vez de abrirle espacios al arte made in Chile, sólo por ser nuestro.

Si se ve televisión europea, la relación periodista / espectador, es una relación de igual a igual. A diferencia de nosotros, donde la gran mayoría de las veces, los periodistas televisivos tienen cierto desdén o algún grado de superioridad frente al espectador. Allá el periodismo acartonado dejó de estar de moda hace muchos años. Se dejó fuera también los cuellos con corbata para impresionar y dar cierta imagen de credibilidad. Se dejó ya de sostener y de sustentar la personalidad a través de cuánto tienes o posees. Y creo que es por dos motivos, uno porque ellos vienen con temas de guerra, escasez y muerte colgados en el ADN, motivo suficiente para tener los pies bien puestos en el presente y segundo, que es también consecuencia de lo primero, donde las clases sociales no son excluyentes.

Ya que al tener todos acceso a la educación y la salud, la sociedad se ha ido conformando sin grandes diferencias socio-culturales. Y aunque existan, no es impedimento para que todos se relacionen como pares.

Volviendo a Merlí, creo que una de las cosas que más me cautivó fue el trasfondo educativo, el reencantamiento hacia la filosofía, como un arma que te enseña a pensar y a desarrollar una postura crítica. A diferencia de la terrible realidad que enfrenta nuestro país, donde se ha querido incluso eliminar dicha asignatura.

La historia trata acerca de un profesor (Merlí) que imparte clases de Filosofía en una escuela pública de Barcelona. Obviamente que al desarrollarse en Barcelona, es imposible no pensar en el tema de la independencia de Catalunya, ni que pase desapercibido, de hecho es sutil e inteligentemente tocado a lo largo de la serie, casi como una sugerencia y una posibilidad, abarcando las distintas posturas con la naturalidad que da el derecho de la libre expresión.

A través de la serie es posible percibir lo que significa creer en este tipo de proyecto educativo y social. Donde los pro son casi todo y los contra no pesan. Y una de las cosas más rescatables es la naturalidad con que se enfrentan las situaciones del cotidiano, dejando de lado todos los prejuicios.

Ninguna subdivisión determina el tipo de relación que se ha de tener. Nadie es menospreciado por tener menos, como ocurre en nuestro querido país. Donde es imposible incluso pensar en una educación gratuita y de calidad, ya que si no es pagado es sospechoso o rasca.

Y es porque de base no se cree en ella; y aún no nos terminamos de convencer que la única manera de un desarrollo sustentable a lo largo del tiempo, es a través de la educación, y es porque no es conveniente para ciertos bolsillos, educar a la gente. Porque es más fácil manipular a través de la ignorancia y del miedo.

En Chile prima el poder adquisitivo. Ello te da el status tan deseado, el respeto y admiración. Eso es lo que te valida como ser humano. Por lo tanto, partiendo de esa premisa, somos llevados como sociedad a desarrollar como parte de nuestra idiosincrasia el deseo de ser más que, esa necesidad de mostrar a través de lo material, lo que valgo y esconder lo que no tengo y aspiro tener. Y así vamos creando una sociedad poco honesta, donde las cosas nunca se dicen de frente, sino siempre de soslayo, transformándonos en una sociedad sin personalidad propia. Una sociedad hecha de máscaras y de dagas en la espalda.

Basta con salir a la calle y ver cómo nos vestimos, siempre grises y uniformados; en especial en esta época otoñal donde la gran mayoría usa el mismo modelo de parka, así se pasa desapercibido, no se llama la atención, se es uno más del rebaño, se pertenece a algo. Porque el miedo a ser distinto es más grande que la necesidad de ser y serlo en esta sociedad, significa exponerse, ser apuntado y discriminado.

Hay que destacar y sacarse el sombrero por las nuevas generaciones que están rompiendo con los miedos y estereotipos caducos que han quedado enquistados post dictadura.

En Chile nadie se mezcla con la chusma, con los pobres, con los del pueblo, porque son rotos, mal educados y mal agestados, por lo tanto, es mejor esconder esa realidad y crear espacios donde ojalá sólo se vea gente bonita.

A diferencia de los países desarrollados que tienen educación pública y buen café. Y digo esto porque, una sociedad desarrollada, está acostumbrada a la multiplicidad. Es posible ir a la misma escuela con el hijo del gerente de una gran empresa, junto con el hijo de un jardinero, de un doctor, de un cesante; y lo mismo sucede en los cafés. Entras a un café y te lo tomas con el chofer de la micro por un lado y por el otro con el pije más pije. Allí se han roto ya todas las burbujas.

Siempre estando la posibilidad de pertenecer o no, porque también existen escuelas privadas y los cafés ultra selectivos. Pero en general, son los menos concurridos, porque lo cotidiano está hecho de variedad.

En los países europeos, todo trabajo es digno. Y todo trabajador, tiene la salud y la educación asegurada. Por lo tanto la posibilidad de hacerse un camino siempre está presente.

Allí no existe la cartita bajo la manga que tanto usamos como de ser hijo de o haber salido del colegio tal, o vivir en, como tarjeta de presentación.

Nos hemos deshumanizado como sociedad, adormecido y sólo viajamos por la superficie, como la burda comparación de Mussolini con Merlí.

La mayoría de las escuelas son mixtas, se va con ropa de calle, el largo del pelo o la cantidad de piercings no determina tu capacidad pensante y la diversidad sexual no es tema.

El sexo nunca fue tabú y esa cotidianeidad por un lado se agradece, y por otro evidencia nuestra mentalidad cartucha y culposa incluso hasta hoy en día vigente.

Claramente que ninguna sociedad ni ninguna serie es perfecta y por lo que no todo es azúcar sobre hojuelas.

Cada personaje vive su propio calvario y como tal, su propio aprendizaje. Y eso es lo que más me ha gustado, ya que se hace una reflexión profunda acerca de las distintas expresiones del  ser humano, las formas de hacer familia, las experiencias de vida, los extremos, las angustias existenciales, los vacíos, las carencias, lo tan humano.

Todo bajo la mirada de algún filósofo como telón de fondo; así es como cada episodio es titulado con el nombre de alguna corriente filosófica o bien con un filósofo determinado, siendo éste el hilo conductor del capítulo.

Merlí nos presenta las dos caras de la moneda, la impermanencia de la vida y de la huella que se deja.

 

 

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