«Temporada de huracanes», de Fernanda Melchor: Lo que no sabemos de nosotros mismos

Una crítica a la última novela (2017) de la escritora mexicana, y cuyo éxito consolidó a su autora como una de las narradoras más prominentes de su generación, en un logro artístico que inclusive le valió la comparación con el Nobel colombiano Gabriel García Márquez y con el creador literario chileno José Donoso.

Por Mauricio Embry

Publicado el 20.9.2019

Imagina Macondo, el pueblo creado por el tío Gabo, con gitanos, pestes de amnesia y colas de chancho. Sí, exacto, ese del realismo mágico. El lugar donde ocurre Cien años de soledad y varios cuentos de Los funerales de Mamá Grande. Ahora imagina que a eso le incorporas una jerga mexicana de “a de veras”, algo así como si escucharas una conversación real en un bar (quizás el único tipo de conversación real que existe). ¿Lo tienes? Perfecto. Súmale ahora una brutal crítica al machismo, a la discriminación y a la violencia. Una crítica tan buena que no parezca crítica. Una que, por momentos, pueda parecer incluso apología o, al menos, normalización de esas conductas. Bien. Ahora solo falta un elemento. Mejor dicho, sobra. Sí, me escuchaste bien. Ahora tienes que quitarle algo. Ahora tienes que sacarle lo mágico. No, no tanto, tampoco hay que exagerar. Déjalo ambiguo. Sí, mantén esa aura mística, pero, en lugar de que la magia forme parte de lo cotidiano, disfraza lo real con un toque de Hogwarts. Sí, exacto, que las violaciones, abusos y asesinatos más terribles parezcan tan normales como si fuesen mariposas amarillas volando sobre Macondo. Bueno, si imaginas todo eso, podrás hacerte una idea de lo que es la novela Temporada de huracanes, de Fernanda Melchor (Veracruz, México, 1982). Y de cómo es el pueblo en que ocurre la historia: La Matosa.

Cuando leas esta novela, es probable que tu personaje favorito sea el narrador. ¿En primera persona? No, no, está escrito en tercera. Al menos eso creo. Sí, como lo oyes, “creo”. Porque la novela se adentra tanto en el habla coloquial de los personajes, en sus pensamientos y diálogos, que, aunque esté en tercera, por momentos parece que estuviera en primera. Me explico: cuando el narrador focaliza en Yesenia, una chica que se siente fea y vive con una abuela tan cruel que llega a competir incluso con la de la Cándida Eréndira, sientes que es ella la que te está hablando, aunque en realidad sea el propio narrador. Lo mismo ocurre con Munra, la pareja de una prostituta del pueblo, quien, por ganarse unas monedas, termina involucrado en un crimen.

El narrador también se adentra en la cabeza de Norma, una muchachita de trece años que huye a la Matosa buscando ocultar un secreto, solo para verse envuelta en una situación cada vez más desesperante. Y en Brando, un chico cuya represión sexual y anhelo de convertirse en un “macho” le provocan una rabia y ambición que no tardará en llevarlo a su propia desintegración. Todo esto te lo cuenta el narrador desde la perspectiva de los personajes, usando un lenguaje informal que fluye tan bien que parece un amigo cercano con el que te irías de fiesta solo para emborracharlo y que te cuente más historias.

Calma. Sí. Lo sé. Quieres que me deje de rodeos y te diga de una vez por todas de qué trata la novela. Mira, podría darte la respuesta fácil. Podría decirte que la historia va sobre la aparición del cadáver de la Bruja del pueblo flotando sobre el río y de cómo, a través del relato de los diversos personajes involucrados en su asesinato, al final te enterarás de quiénes la mataron y por qué. Pero si te lo digo, te estaría mintiendo. La novela no va de eso. La novela va de un pueblo en el que la pobreza, la violencia contra niños, los abusos, las violaciones, el odio contra la mujer y la intolerancia hacia la diversidad sexual son tan comunes como Remedios, la Bella, levitando sobre una sábana en Cien años de Soledad. Va sobre un pueblo donde los chismes y el doble estándar inundan todo, incluso peor que la incesante lluvia que caía sobre Macondo. Va sobre viejas pidiéndole hechizos al personaje más odiado del pueblo, solo para luego hablar pestes de ella. Sí. Como ves, esta novela parece que trata sobre lo que pasa en un pueblo cualquiera de una realidad atemporal, donde hay una bruja y se hacen hechizos y brebajes mágicos. Pero esa es la trampa. En realidad esta novela trata sobre el México actual, la Latinoamérica actual. Esta novela habla sobre ti. Sobre mí. Sobre todo lo que ocurre a nuestro alrededor diariamente. Y sobre el realismo mágico con el que lo abordamos.

Pero la novela también trata sobre la adicción a las pastillas del personaje de Luismi, el resentimiento de Yesenia, la masturbación imparable de Brando o la soledad de la Bruja. Sí, exacto: esta novela trata sobre el fracaso. ¿Qué?, ¿quieres saber cómo es este fracaso? Bien, imagina un naturalismo estilo Zola, pero más irónico. Una ironía que se produce por el descaro con el que se cuentan las cosas, escapando (por fortuna) de cualquier tipo de melodrama. Es decir, desde luego que hay situaciones dramáticas, pero estas no se cuentan con sentimentalismo barato, sino que, más bien, con la idea de que existe un destino fatídico que se ríe de ellos. Quizás peor, un sistema político, económico y social completo que se ríe de sus esfuerzos.

Por eso, cuando leas la novela, verás que algunos de los personajes de la Matosa intentan salir adelante, pero, lejos de solucionar sus problemas, siempre pasa algo que los empeora. Como Yesenia, que quiere desenmascarar la vida licenciosa de su primo Luismi y termina provocando una tragedia; o la prostituta Chabela, que intenta ayudar a Norma y la chica termina en el hospital. Pero ninguna de estas situaciones se expone desde el victimismo (aunque objetivamente muchos de los personajes sí sean víctimas), sino desde la normalidad, contando sus tragedias como si solo estuviésemos hablando del clima. Por ello y, parafraseando el pasaje de la novela que le da nombre, puede decirse que en la Matosa viene fuerte la temporada de huracanes.

En fin. Es posible que nada de lo que acabas de leer te interese. También es posible que hayas llegado hasta acá solo porque te gustan los spoilers y querías saber si se me escapaba alguno (probablemente así fue). Lo entiendo. Por eso, si te parece, no consideres nada de lo que he dicho hasta ahora y quédate con esto: “Léelo”. Esa sería la mejor reseña que alguien puede hacer de este libro. Sí, te hablo en serio. Al igual que drogarte o bañarte en pelota en el mar de noche, nadie puede explicarte lo que se siente. Solo tienes que sacarte la ropa y tirarte de piquero en sus 223 páginas hasta acabarlo. Hasta que termines con la boca abierta mirando una polilla quemándose en tu lámpara de noche mientras te preguntas: “¿Qué pedo con esta novela?”.

 

Mauricio Embry nació en Santiago de Chile el año 1987. Es abogado y escritor. Desde el año 2014 ha participado en distintos talleres literarios, destacando los cursos impartidos por los escritores Jaime Collyer, Patricio Jara y Leony Marcazzolo. En el año 2016, publicó el cuento «Una cena para Enrique», dentro del libro En picada (editorial La Polla Literaria), que agrupó distintos cuentos de los participantes del taller de Leony Marcazzolo. Entre octubre de 2018 y septiembre de 2019 cursó y aprobó el máster en creación literaria, impartido por la Universidad Pompeu Fabra en Barcelona.

 

«Temporada de huracanes», de Fernanda Melchor (Literatura Random House, 2017)

 

 

 

Crédito de la imagen destacada: Literatura Random House.