«Van Gogh, a las puertas de la eternidad», de Julian Schnabel: Una visión del infinito

Nominada al Oscar a mejor actor por la interpretación principal de Willem Dafoe, el largometraje del atrevido realizador estadounidense es una forma de comprender el proceso creativo del genio francés, en la búsqueda de un lenguaje propio, con una imagen del mundo que nadie más ve y aprecia, salvo el mismo pintor. Actualmente en cartelera.

Por Cristián Garay Vera

Publicado el 11.2.2019

El doloroso proceso de la creación tiene en Vicent van Gogh su cénit, que retrata esta película en un metraje nervioso, que sigue al protagonista (Willem Dafoe) por donde va, alternados con primeros planos, mostrando los años franceses del artista belga: su amistad con Gauguin, su estadía conflictiva en ambas localidades, sus problemas económicos y mentales, su relación con su hermano. En un transcurrir lento y silencioso del desarrollo dramático, donde los diálogos no abundan.

La reconstrucción del paisaje y el entorno sobre todo de Arlés y Auves-sur-Oise (la película se centra en su estadía en Francia desde 1886) con sus campos de girasoles, y esas planicies donde él veía la eternidad, conforma un sustrato de la narración acompañada de un piano que es la parte musical y energética propuesta por Tatiana Lisovkaia. Son la fotografía, los gestos y parlamentos de Van Gogh el centro inequívoco de la película. Un genio extraño, sometido a crisis constantes, con un arte incomprendido y que, sobre su muerte, se vuelca por la tesis del asesinato.

Su condición mental y física, su deterioro corporal, el papel de mecenas de su hermano, frente este hermano inútil para hacer otra cosa (solo quería y sabía ser pintor le dice al sacerdote del siquiátrico), van marcando sus opciones radicales respecto de los colores, la naturaleza como fuente de inspiración, y su nula comprensión de las relaciones humanas.

La conflictiva relación con sus vecinos es también prolongación de la relación con el mundo del arte y de los compradores que no lo apreciaron en vida, pues solo en su funeral se empezaron a vender sus obras, alrededor de su féretro.

El estigma del artista maldito es explotado aquí hasta la saciedad, y casi siempre desde su perspectiva. No es un filme biográfico, sino una película acerca del artista y su proceso creador. La fotografía (Benoit Delhomme) se hace cargo de esta tensión, usando el desenfoque de la cámara para mirar los amarillos del campo, siguiendo los movimientos del protagonista sin centrar la imagen, ofreciendo raras veces una imagen del horizonte en tanto eternidad como él decía, contraponiendo los pensamientos de Van Gogh con primeros planos que explotan al máximo ese rostro sufrido. El enemigo del pintor es el invierno, la lluvia que golpea inmisericorde la ventana. Cada invierno es una tragedia anímica, y cada vez que el cielo se abre, parte a pintar sin descanso sus campos de girasoles, recuperando por ratos su equilibrio.

Arles y otras localidades del sur de Francia son el escenario de la pobreza, la falta de aseo, el frío, que son las formas del rechazo de la sociedad hacia Van Gogh y viceversa. Frente a ello, su relación con su hermano Theo (Rupert Friend), con Gauguin (Oscar Isaac) y el cartero son las formas de la relación mejor llevadas. Relaciones en todo caso epidérmicas ante la vastedad de la psiquis del artista, cuyas luchas internas son más relevantes para sí que el mundo exterior.

Sin ninguna duda la personificación de William Defoe es central en esta película, donde los silencios son también parte del guion, donde la opacidad de los otros contrasta con la imaginación desbordada de Van Gogh. Una película de Julian Schnabel para seguir con paciencia, ya que son pocos los respiros y pausas benevolentes en esta narración. El largometraje es una forma de comprender su proceso creativo y así se arriesgan los guionistas Jean Claude Carriere, Julian Schnabel y Louise Kugelberg. La búsqueda de un lenguaje propio, con una imagen del mundo que nadie más ve, y que es una apuesta para el público (y el mercado) que no ha nacido aún y que el percibe en el futuro existirá.

 

Van Gogh, a las puertas de la eternidad. Director: Julian Schnabel. Guion: Jean Claude Carriere, Julian Schnabel y Louise Kugelberg, Música: Tatiana Lisovkaia. Fotografía: Benoit Delhomme. Elenco: Willem  Dafoe, Rupert Friend, Oscar Isaac, Mads Mikkelsen. Reino Unido, 2018, 1 hora y 51 minutos.

 

Cristián Garay Vera es el director del magíster en Política Exterior que imparte el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile, casa de estudios de la cual además es profesor titular.

 

Los actores Oscar Isaac (Gaughin) y Willem Dafoe en «Van Gogh, a las puertas de la eternidad» (2018)

 

 

 

 

Tráiler: