«Ven a mí»: La antología que recoge lo mejor de las 2 mil 300 páginas que Luis Cruz-Villalobos imaginó entre 2015 y 2016

Fueron 42 los poemarios que el prolífico escritor chileno concibió en el plazo de dos temporadas, y cuya exquisita selección acaba de ser editada y publicada en el circuito impreso y de la web. A continuación, se enseñan el prólogo y también la nota introductoria del volumen, esta última redactada por quien realizó la apasionante labor de elegir entre las singulares creaciones que el autor nacional «compuso» frenéticamente durante ese puñado de meses.

Por Jaime García Maffla y Alfredo Pérez Alencart

Publicado el 24.11.2018

 

Ven a mí

Por Jaime García Maffla

He de confesar al autor, Luis Cruz-Villalobos, de Ven a mí (Hebel Ediciones, Santiago de Chile, 2018), poemario antológico, a su compilador, Alfredo Pérez Alencart, así como a esa presencia única y última, rostro de lo eterno como Viento o Vida, en torno al cual gira, y al cual se va en llamado, en ausencia de duelo y casi de zozobra, que ante la idea de redactar unas palabras de compañía en su entregarse al mundo, lo leí –de algunos poemas era relectura– haciendo anotaciones, las cuales, en el instante de redactarlas, he dejado de lado para mirar al signo todo de su palpitar y hacerse, a su cifra, su hálito en materia y espíritu, aún en obediencia a inasibles e íntimos –también lo universal y lo concreto histórico– registros de una poetización que, al cabo, viene a hacerse litánica…

“Ven a mí” que, por conversión se vuelve en un “Voy a ti”. Libro agónico que casi haría de calco del Salterio… Hablo por el sentir y no por el saber, porque cada palabra aquí es también, luego de la transmutación, un testimonio y una experiencia humana pura, a solas, del alma al nacer, y al enigma del mensaje del viento (el mismo con el cual el Ser Supremo se mostró a Elías), éste como figura que hace casi de leitmotiv. Creaciones que me llaman de nuevo al estar delante de este Ven a mí…

Los poemas, desde la aparición de cada verso, van en un iterativo señalar y nombrar (si por figuras varias) que roza la esencia de aquel que nombra y la de lo nombrado, desde la invocación a la denuncia, desde la alabanza a la queja. Así, diré que al adentrarse todo lector en la tensión de sus versos, atiende a un habla íntima, la del hombre interior que busca y la de un secreto manantial que entre su luz encuentra.

Ven a mí no se lo recibe, sino que él viene a todas las manos que encuentra abiertas. Si he dejado, pues, de lado las anotaciones, ha sido para ir, envuelto en su atmósfera total, a algo como una urdimbre de analogías, de las cuales la primera es el poema epitalámico «Cantar de los cantares», con esa inevitable asociación, tanto al «Cántico espiritual» como a la estrofa de aquella mujer que preparó con impar celo su castillo interior:

 

Vivo sin vivir en mí
Y tan alta vida espero
Que muero porque no muero…

 

Llamar es clamar. Alguien lo hace, pero hay aquí otro que responde en idéntica fe de amor en celo… Varios sujetos: el “yo” creador, un “tú”, y un “él” que corresponde a una figura dramatizada en la cual el poeta pone su propia voz.

Está el Misterio de ese «Oscuro» de Gonzalo Rojas: “Qué se ama cuando se ama?”, con el sentido alegórico y simbólico a la vez del “desierto”, lo mismo que el llamado del peregrino (Racconti di un pellegrino russo) con su bordón, y el pardo sayal de un franciscanismo que envuelve en pregunta y respuesta a todas las creaturas, a aquello que a un tiempo hace parte de la naturaleza y del espíritu. Desde igual senda señalaría por su título, y como pares de aliento, «Hacia un saber del alma», de María Zambrano, y SER FINITO–SER ETERNO o «La ciencia de la cruz» de Edith Stein: versos de una palabra como “noche”, cargada en la pensadora alemana de las significaciones que le da Cruz-Villalobos.

Y allí las canciones de la tradición chilena que fueran compiladas por Violeta… Es la urdimbre de las analogías, de las asociaciones y de otras “afinidades electivas”. Ante la versificación en oración –que es y hace todo poetizar– se dibuja el “desierto”, y fácil es la asociación a The West Land de T.S. Eliot, como también a los “hombres divididos, huecos”, que se encarnan en seres que imploran recordando el bello giro de Tagore: “Con el amanecer, Dios saluda al mundo con su luz, y las aves llenan el firmamento de respuestas”: «Cántico» de don Jorge Guillen, en fe de vida.

En Cruz-Villalobos están la entrega, iluminación y reticencia de la mejor lírica de lengua castellana. Hay indicaciones gráficas, como la letra “T” dibujando una cruz. Desde ésta, se llama o clama en queja, que es correspondida, al saber el llamado. Tal vez me aleje de lo que se expresa inmediata-mente en cada poema, pero consigno cuanto en mí ha suscitado, trayéndome de regreso al origen vuelto en intemporales fin, trayecto y designio. Pero de ese “saber del alma” el telón de fondo es la negación del alma, como en la Jarcha:

 

¡Ke tuelle me ma alma!
¡Ke kita me ma alma!

 

Viene, con el llanto del mundo, la caricia de “otro” mundo en el abrazo de aquel que se sabe centro nuestro y es reclamado por el dolor, la pérdida, la angustia del tiempo y de lo inalcanzable de un espacio puesto en apariencia al alcance de las manos. Consolación pide también este llamado íntimo. Y pedir su venida es ya una figura del posible existir en plenitud ante la espera, entre la presencia y dimensión que enaltecen, y el abajamiento que de lo propio ha hecho el mundo en torno… Todo, acaso, desde un oculto paraje antiguo que vio el nacimiento del Milagro, gracias al cual todos los puntos cardinales de la Rosa de los Vientos se abren…

 

«Ven a mí», de Luis Cruz-Villalobos (Editorial Hebel, Santiago de Chile, 2018)

 

 

Explicación (in) necesaria en torno a una cosecha

Por Alfredo Pérez Alencart

 

I.

2015 y 2016 fueron años especialmente fértiles para la creación poética de Luis Cruz-Villalobos. El escrivi-viente chileno quiso juntar en un solo volumen esa ingente producción, siendo el resultado Poemas 1516. Obra compilatoria.

Entre los textos allí acopiados, hay uno que empieza así: “Dijo por ahí Alencart / En un prólogo que me donó…”. Hablaba de que soy reacio a estar fechando la escritura de mis versos, y también que suelo sugerir no respetar el orden cronológico de las publicaciones, cuando de una antología se trata.

Tal poema ahora lo podrán leer por completo en el epílogo de la cosecha que tienen ante vuestros ojos. Y, salvo por este y el primero poema de esta obra, quise darle una alegría a mi hermano Luis, no desordenando para nada lo que yo iba espigando, libro tras libro, desde ‘Al son’ hasta ‘El otro como quiebre’.

 

II.

 

Dice Cruz-Villalobos:

Y mis semillas son estos versos
Que lanzo
Lejos
Y que un día
Tal vez un día

Brotarán en el corazón silente
De alguien que lee
Muy dentro
Exactamente
-Quizás-
Como tú.

 

III.

Él aventó sus semillas allá por la lejanía de Chile. Yo, gozoso en Salamanca, los leí e hice una selección temática: quise cosechar solo algunos frutos cuya savia tuviera al Amor y a su venida como ejes centrales. Amor desmedido al Amado galileo; amor apasionado a la música; amor entregado a la Dama que lo acompaña más de cuatro lustros; amor a las aves…

Y, tras la lectura, vengan a él vuestros corazones.

 

El poeta chileno Luis Cruz-Villalobos (1976)

 

 

 

Crédito de la imagen destacada: Obras visuales de Luis Cruz-Villalobos.