«Vicente Huidobro en España»: El mensajero del verbo nuevo

A un siglo de este hecho artístico, es necesario subrayar el papel determinante del poeta chileno en el necesario «agiornamento» de los escritores peninsulares con sus colegas europeos, en efecto, los estímulos y el ejemplo del autor de «Altazor» son incuestionables a la hora de realizar un balance justo del desarrollo de la vanguardia literaria ibérica, durante el siglo XX.

Por Andrés Morales Milohnic

Publicado el 25.19.2019

La importancia de las visitas del poeta chileno Vicente Huidobro a España han sido fuente constante de polémica entre sus defensores y detractores [1] quienes aumentan o disminuyen el peso específico de su alcance sobre los autores del momento. De lo que no cabe ninguna duda es que su paso por Madrid fue decisivo para la necesaria renovación de la poesía que, por ese entonces se escribía en la península ibérica. Aunque quizás su primer viaje de 1918, con la difusión de libros como El espejo de agua y Horizon Carré o la divulgación de sus ideas creacionistas que darían como fruto el nacimiento del ultraísmo, haya sido más decisivo que el segundo de 1919 (con la temprana noticia a Cansinos de su poema Altazor), el polémico tercero de 1920, el cuarto de 1921, el quinto de 1931 (en el que publicará Altazor y Temblor de cielo), el sexto -marcado por la Guerra Civil- de 1936, o el séptimo de 1937 (año del famoso Congreso de Escritores Antifascistas) todos revisten una importancia que ningún crítico puede desestimar. Lo que hoy aparece como indispensable es dimensionar con la mayor equidad posible la trascendencia que estas visitas significaron para la literatura española de esos días y, también, para la propia escritura del autor chileno. Esta necesaria revisión debe entregar las claves para un mejor conocimiento de la poesía vanguardista peninsular y también para entender los inicios y vínculos con una parte importante de la literatura hispanoamericana de vanguardias.

 

El primer viaje: 1918

Aunque ya se podían constatar algunos cambios y un interés por las nuevas técnicas escriturales que se practicaban en Francia e Italia [2], dentro de la poesía española de la época, pocos son los ejemplos auténticamente vanguardistas que pueden citarse con propiedad. En el año 1918 la poesía escrita en la península (salvo contadas excepciones) aún adolecía de un fuerte influjo del Modernismo e incluso de los últimos ecos del Romanticismo tardío. Poco o nada hacía prever que se pudiesen registrar cambios radicales en los procedimientos y en los temas (ya casi anquilosados) de los poetas españoles. Si bien las tertulias cumplían un importante papel como espacios de difusión de las noticias que algunos viajeros traían desde el otro lado de los Pirineos, la mayoría de los escritores no se atrevía -por desconocimiento o timidez- a ensayar aquellas técnicas y, más que eso, a poner en práctica esa autentica revolución estilística que constituía la avant garde.

La llegada a Madrid de Vicente Huidobro en ese año debe ser considerada con toda justicia y propiedad como el punto de arranque para que esos jóvenes poetas contertulios de Cansinos Asséns abriesen sus mentes a las nuevas corrientes literarias que desde hacía tiempo ya habían hecho su aparición en el resto del continente europeo [3]. Ningún argumento más válido para sostener esta afirmación que las propias palabras de Rafael Cansinos Assens, quien da testimonio de la importancia de este hecho llegando a considerar la visita del poeta chileno a su tertulia del Café “Colonial” como uno de los acontecimientos más importantes de 1918:

“(…) el acontecimiento supremo del año literario que ahora acaba, lo constituye el tránsito por esta corte del joven poeta chileno Vicente Huidobro, que a mediados de estío llegó a nosotros, de regreso de París donde pudo ver las grandes cosas de la guerra y alcanzar las últimas evoluciones literarias. Pocas líneas en nuestra prensa señalaron la estancia del original cantor, que retraído y desdeñoso, sólo se comunicó con unos pocos para anunciarles sus primicias nuevas. Y, sin embargo, su venida a Madrid fue el único acontecimiento literario del año, porque con él pasaron por nuestro meridiano las últimas tendencias estéticas del extranjero; y él mismo asumía la representación de una de ellas, no la menos interesante, el creacionismo, cuya paternidad compartió allá en París con otro singular poeta, Pedro Reverdy, el autor de Les ardoises du toit, y cuyo evangelio práctico recogió en un libro, Horizon Carré (París, 1917)».

«(…) Huidobro nos traía primicias completamente nuevas, nombres nuevos, obras nuevas; un ultramodernismo. (…) De estos coloquios familiares, una virtud de renovación trascendió a nuestra lírica; y un día, quizá no lejano muchos matices nuevos de libros futuros habrán de referirse a las exhortaciones apostólicas de Huidobro, que trajo el verbo nuevo. Porque su estancia aquí, de julio a noviembre, en que tornó a su patria chilena, los poetas más jóvenes le rodearon y de él aprendieron otros números musicales y otros modos de percibir la belleza (…)» [4]

De igual forma, Cansinos adelanta las ideas expuestas en un artículo publicado en la revista Cosmópolis el año 1919 (antecedente del capítulo dedicado a la estancia del chileno en Madrid que luego ampliaría en su libro La nueva literatura publicado en 1925). Es interesante comprobar el símil que establece el escritor español con las visitas realizadas por Rubén Darío:

«(…) De igual modo, el paso de Huidobro por entre nuestros jóvenes ha sido una lección de modernidad y un acicate para trasponer las puertas que nunca deben cerrarse. Porque si Rubén vino a acabar con el romanticismo, Huidobro ha venido a descubrir la senectud del ciclo novecentista y de sus arquetipos, en cuya imitación se adiestran hoy, por desgracia, los jóvenes, semejantes a los alumnos de dibujo que se ejercitan copiando manos y pies de estatuas clásicas (…)” [5]

Este decisivo testimonio de Cansinos permite situar con precisión los alcances de esta primera visita que, sin restar ningún mérito a Huidobro, restringe el ámbito de su influencia a los miembros de la tertulia del Café “Colonial” y, tal vez, a unos pocos más interesados. Pero he aquí el punto más interesante, pues es posible constatar un fenómeno de transmisión literaria curioso pero no por eso menos influyente y decisivo. La importancia de la llegada de Huidobro al Madrid de 1918 está determinada por la forma en cómo se conocieron sus textos: lecturas públicas ante los jóvenes poetas de la tertulia de Cansinos, charlas sobre las distintas vanguardias, sobre el propio creacionismo y difusión de algunos escasos ejemplares de Horizón carré entre los mismos asistentes. Desde estos ejemplares empezarían a copiar los poemas otros jóvenes autores extendiendo el conocimiento de los textos del chileno y, fundamentalmente, de los procedimientos que allí se aplican como autentica novedad para los españoles [6].

Los jovencísimos Xavier Bóveda (1898 -1950), Rogelio Buendía (1891 – 1969), José de Ciria y Escalante (1903 – 1924), César A. Comet (1890), Pedro Garfias (1901 – 1967), Rafael Lasso de la Vega, Marqués de Villanova (1890 – 1959), Eugenio Montes (1897 – 1982), Eliodoro Puche (1885 – 1964), Pedro Raida (1890), José Rivas Panedas (1890) Guillermo De Torre (1900 – 1971), Adriano Del Valle (1895 – 1958), Isaac Del Vando Villar (1890 – 1963), Francisco Vighi (1890 – 1961) y otros serían los difusores que ampliaron la órbita de influencia del poeta chileno. El nacimiento del ultraísmo empieza justamente a partir de la palabra “ultramodernismo” utilizada por Cansinos a propósito de la escritura que dio a conocer Huidobro y en el momento en que los poetas españoles comienzan, al igual que amanuenses medievales, a copiar y a  distribuir entre otros interesados los poemas de Horizón Carré y, es de suponer, de la plaquette El espejo de agua.

La correspondencia que el poeta chileno iniciará con los futuros miembros del ultraísmo español (con diversos consejos y el envío de ejemplares de sus libros) será el otro vehículo de transmisión de las ideas que irán plasmando hasta la formación “oficial” de esta singular vanguardia (otoño de 1918) con la publicación en periódicos madrileños (y más tarde, en 1919, en la revista Cosmópolis) del primer manifiesto ultraísta: «Ultra».

Casi desde sus orígenes se iniciará la polémica que va a existir permanentemente entre Vicente Huidobro y aquellos nuevos poetas del ultraísmo. Como si se tratara de un rápido parricidio, muy tempranamente los diversos autores de ultra (de un “peso específico” bastante dudoso) [7] se encargarán de señalar la distancia que media entre ellos y el poeta chileno, rechazando la idea de seguir ciegamente los dictados del creacionismo. Como era de esperar, la respuesta de Huidobro no tardará demasiado aclarando con mucha precisión el escaso valor literario de los textos producidos por los poetas ultraístas y la casi nula concepción vanguardista que estos poseen [8] .

Paralelamente, se inician los primeros contactos epistolares entre Huidobro y el futuro miembro del grupo poético de 1927, Gerardo Diego. Esta relación, sin duda una de las más importantes de las que sostuviera el poeta chileno con escritores peninsulares, continuará hasta la muerte del chileno en 1948. Diego es uno de los poetas que justamente  conocerá la obra del chileno a través de las copias realizadas por los asistentes a la tertulia de Cansinos, relatando así esta experiencia:

“(…) Yo comencé a conocer la poesía de Huidobro en enero de 1919 – antes sólo algún fragmento aislado y referencias críticas de Cansinos – y en seguida tenía ya copiados sus últimos libros, que me prestó Eugenio Montes, fervoroso huidobrista de aquella hora. A Vicente después de cruzarnos algunas cartas (claro está que yo fui el primero en escribirle para manifestarle mi entusiasmo), le conocí personalmente en Madrid en el invierno de 1920- 1921 (…)” [9]

Este interesante vínculo hará de la poesía de Diego una de las más singulares de todo el inmenso corpus del grupo poético del 27, ya que este poeta santanderino combinará una escritura de corte clásico con otra de corte vanguardista, alternándola con gran soltura y sin manifestar mayores contradicciones en esta práctica tan especial. El fervor creacionista de Gerardo Diego se manifestará hasta sus últimos libros [10] donde continúa el ejercicio de su “poesía de creación”  -como él mismo la llama en clara referencia a una programada adhesión a las enseñanzas de Vicente Huidobro- transformándose así en el único continuador en toda la lengua castellana (con ciertas particularidades propias, claro está) de la vanguardia huidobreana. Los aportes de Diego al creacionismo son múltiples y amplían el horizonte inaugurado por el poeta chileno: un constante diálogo con la tradición hispánica ( Garcilaso, Góngora, etcétera), el uso de la rima consonante, el verso medido, la incorporación de un espíritu lírico aún más lúdico y humorístico que el huidobreano (en el sentido de la profunda exploración que Diego realiza en el campo del humor y de las posibilidades de ironizar frente a la poesía decimonónica, por ejemplo) sumado al intento por realizar una síntesis entre la tradición y la vanguardia (Fábula de Equis y Zeda), a la par de recorrer paralelamente ambas formas de entender la poesía, hacen que la obra de Diego deba ser valorada no como la de un seguidor, sino como un esfuerzo por ensanchar más aún las fronteras del creacionismo.

El caso de Juan Larrea reviste también características únicas. A instancias del propio Gerardo Diego, Larrea conoce la obra del poeta chileno y queda tan impresionado por la misma, que no sólo va a cambiar sus concepciones estéticas sino su forma de entender al mundo desde una perspectiva diferente. David Bary [11] relata con mucha propiedad este cambio existencial y literario:

“(…) En 1919 Larrea tuvo su primer encuentro con la poesía de Huidobro, gracias a la intervención de Gerardo Diego. El efecto fue fulminante. El conocimiento de un par de los Poemas árticos le reveló al joven bilbaíno la posibilidad de la liberación no sólo literaria sino cultural y personal. Empezó de golpe a escribir de una manera nueva y a entrever la esperanza de vivir de un modo hasta entonces insospechado, libre de las trabas de una cultura rezagada e inflexible (…)” [12]

El único libro de Larrea, Versión celeste (1970) será tributario, en su primera parte, de la estética creacionista. Igualmente, el poema de mayor extensión que Larrea escribiera, “Cosmopolitano” (publicado en Cervantes en noviembre de 1919) y que, sin lugar a dudas, hay que filiar con Ecuatorial [13], no sólo por compartir el tema del viaje como eje central, sino por el tono general del poema, considerando su extraordinaria importancia en la poesía española de ese entonces por su temprana aparición y los recursos creacionistas aplicados con una segura propiedad que lo distingue de todos los otros experimentos peninsulares. La admiración del poeta bilbaíno por Huidobro no cesará jamás, aunque su escritura derive, sin duda, hacia la órbita surrealista. De hecho, junto con difundir al gran poeta peruano César Vallejo en su famosa revista Aula Vallejo, Larrea defenderá siempre la trayectoria poética de su amigo chileno [13].

Un último hecho vendrá a subrayar la trascendencia del primer viaje de Huidobro a la capital de España: la edición de cuatro libros importantes dentro de su producción literaria, Poemas árticos, Ecuatorial, Tour Eiffel y Hallalí, todos publicados durante 1918 [14] y de los cuales la crítica de la época no dice prácticamente nada. Sin duda los escasos tirajes y las dificultades en la distribución de libros considerados como extraños y demasiado temerarios incidió notablemente para que los periódicos y revistas de ese entonces mantuvieran un imperdonable silencio. A esto debe agregarse que, salvo figuras excepcionales, la mayoría de los críticos y escritores españoles no dominaban la lengua francesa (tres de estos libros fueron publicados en ese idioma y sin traducción al castellano) lo que complicaba aún más su recepción.

Como reflexión final a esta primera visita, es necesario destacar el hecho que el paso de Huidobro por Madrid (a pesar de los múltiples comentarios de Guillermo De Torre y otros detractores) no puede dejar de señalarse como el momento inaugural de la vanguardia española; vanguardia que no sólo debe ser restringida al ámbito del ultraísmo, sino también al propio creacionismo que tocará directamente a dos miembros del 27, Diego y Larrea, consolidando a la vanguardia como una nueva forma de escritura, pero, por sobre todo, en el caso de los poetas creacionistas españoles, dotándola de autores de calidad, asunto que en el ámbito del heterogéneo ultraísmo (y a juicio del propio Huidobro) se encontraba prácticamente ausente.

 

Vicente Huidobro y Gerardo Diego

 

Los viajes de 1919, 1920 y 1921

Tal como se señaló anteriormente, los viajes inmediatamente posteriores a 1918 no revestirán la misma importancia que el primero.

En 1919, de camino a Chile, Huidobro pasa por la capital española y nuevamente acogido por la hospitalidad de Rafael Cansinos Asséns enseña a los contertulios del Café “Colonial” los primeros esbozos de escritura de Altazor, poema que en ese entonces escribía en francés y con el título de Voyage en parachute. También por esos días, Cansinos traducirá para una de las revistas ultraístas más importantes, Cervantes, Tour Eiffel, y Hallalí, libros que habían aparecido el año anterior en la capital española sólo en versión francesa [15] .

1920 será el año en que se desate la seguidilla de oscuras polémicas y también el de su progresivo alejamiento de los jóvenes ultraístas. Si bien Huidobro colabora con diversas revistas del movimiento español (Grecia, Ultra, Cervantes y Tableros) será una entrevista concedida por Pierre Reverdy a Enrique Gómez Carrillo para El Liberal de Madrid -donde Reverdy se atribuye la paternidad del creacionismo y acusa al chileno de antedatar la plaquette El espejo de agua (Buenos Aires, 1916)- la que gatille toda clase de discursos a favor y en contra del chileno [16]. Guillermo de Torre abogará primero a favor del poeta y luego tomará el bando opuesto para entonces dejar muy en claro su posición en su polémico libro Historia de las literaturas de vanguardia; [17] en todo caso, esta “guerrilla literaria” no aportará más que confusión y animadversiones que poco o nada tienen que ver con la real dimensión de la obra huidobreana. Lo que si es conveniente aclarar, es que desde el año 1919 los ultraístas habían manifestado su interés por separarse de los lineamientos creacionistas, como queda explicitado en un texto de José Rivas Panedas publicado en la revista Cervantes y titulado «Protesto en nombre de Ultra» [18] :

“(…) el creacionismo, es algo bien concreto, al menos una cosa muy concreta al lado de nuestro Ultra, que no nos cansaremos de repetir, que no es un dogma ni un modo. El creacionismo sí (…)” [19]

Lo que evidencia justamente una de las críticas más certeras de Vicente Huidobro a la vanguardia peninsular: su falta de carácter, de homogeneidad, su carencia de una idea central, de un eje que de alguna manera particularice y distinga la apuesta del ultraísmo de las otras corrientes de la época. Un problema que apunta a esa facultad receptora de ultra a todas las innovaciones al uso (futurismo, dadaísmo, expresionismo, creacionismo), pero que no logra decantar en la opción concreta ni menos en la práctica poética [20].

El año 1921 está marcado por la aparición en Madrid del primer número de la revista Creación, Revista Internacional de Arte (fundada y dirigida por Huidobro, que vio la luz en abril) y cuyo contenido incluía poemas y artículos en diversos idiomas, partituras musicales e ilustraciones de Braque, Gris y Picasso entre otros [21]. Poco o nada ha quedado registrado de la resonancia de esta publicación, aunque es necesario consignar que tanto Larrea como Diego la citan como otro de los instrumentos que allanaron el camino a la introducción de las ideas vanguardistas. Cabe destacar que éste es el año en que Huidobro conoce personalmente a Gerardo Diego y Juan Larrea, iniciando la ya mencionada amistad que se mantendrá inalterable aún en los momentos más álgidos de las diversas polémicas.

En última instancia hay que señalar otro hecho importante acontecido en ese viaje: se trata de la conferencia pronunciada en diciembre por Huidobro en el Ateneo de Madrid  -presentado por el poeta Mauricio Bacarisse- y cuyo título (como acreditan los recortes de prensa del propio autor [22]) “Estética Moderna” intenta reafirmar la importancia del creacionismo en el contexto  de las literaturas de vanguardia. El interés y vigencia del texto será tal, que Huidobro lo publicará en 1931 como prólogo a uno de sus libros más significativos, Temblor de cielo.

 

Un fracaso inexplicable: el viaje de 1931

En los meses de enero y febrero de 1931 Huidobro reside una vez más en la capital de España [23]. Asiste a recitales poéticos (entre los que cabe destacar “Poeta en Nueva York” realizado por Federico García Lorca), proyecta publicar nuevas revistas, polemiza con Luis Buñuel, se aleja de los escritores del grupo del 27 y publica dos de sus libros más importantes: Altazor y Temblor de cielo [24] en dos casas editoriales de gran prestigio en el ámbito literario español. Estos libros, tal vez los más destacados de toda la producción huidobreana, no merecen mayor atención de la crítica. Como ya ha sido usual en la prensa madrileña, las reseñas sobre la obra del chileno destacan por su ausencia. Hecho singular, inexplicable (o solo explicable por las múltiples enemistades granjeadas por el poeta en sus anteriores visitas) que se asemeja a otros silencios y cegueras sufridos por escritores importantes. No es este el espacio indicado para realizar una valoración de textos tan determinantes en el panorama de la literatura escrita en lengua castellana, pero llama la atención profundamente que del poeta sólo se recojan una entrevista realizada por César González-Ruano en El Heraldo de Madrid [25] (cuando aún no aparecían los libros mencionados) y un par de notas sociales donde se relata un banquete ofrecido en su honor por un grupo de poetas y amigos [26]. Al revisar la trascendencia de Altazor (y a la luz de lo que hoy señalan y destacan los propios poetas españoles) es casi increíble tal pobreza de recepción crítica.

Lo que aparece como incuestionable es el gran aprecio que Huidobro sentía hacia España y hacia muchos de sus artistas y escritores, aunque no recibiera un reconocimiento abierto, el poeta chileno expresará siempre su admiración y afecto. La siguiente ocasión en que regrese a la península – en medio de la Guerra Civil – lo explicitará tanto en sus poemas como en diversos artículos y discursos.

 

Juan Larrea y Vicente Huidobro

 

1936 – 1937: Guerra civil y Congreso de Escritores Antifascistas

Inaugurada la Segunda República española el 14 de abril de 1931 (sólo un par de meses después que Huidobro regresara a París) los enfrentamientos entre diferentes posturas ideológicas no tardarían en hacerse presentes. Luego de gobiernos inestables y una polarización cada vez más extrema, en 1936 estalla la guerra civil comprometiendo a un número impresionante de intelectuales y artistas en favor de la causa republicana. Huidobro, quien había ingresado a las filas comunistas en esa misma década (y a las que renunciaría poco más tarde, con una gran desilusión motivada por el increíble pacto germano- soviético firmado por Ribentropp y Molotov en 1939) no deja de conmoverse por la tragedia española y declara muy enfáticamente su adhesión al bando republicano, viajando desde Chile hasta la península en 1936, el mismo año en que se inicia la contienda [27]

Su participación en la guerra es muy similar a la de un gran número de poetas españoles e hispanoamericanos: discursos políticos, entrevistas, declaraciones a la prensa, lecturas de poemas, etcétera [28]. Incluso arenga a las tropas nacionalistas desde un coche blindado, mediante un altavoz, en los frentes de Madrid y Aragón instándoles a desertar del bando rebelde para “pasarse” al republicano (muchos escritores como Rafael Alberti, Miguel Hernández y hasta Antonio Machado, realizarían una labor similar en distintas radios leales). Su pasión se desborda por lo que considera una traición terrible a la voluntad del pueblo. La mayor parte de sus declaraciones subraya este punto agregando, en ocasiones, la necesidad que el continente americano y europeo se comprometan a salvaguardar la integridad de la República y sus conquistas políticas y sociales.

1937 se inicia para Huidobro con el recrudecimiento de las antiguas rencillas mantenidas con Pablo Neruda. Diferentes cartas firmadas a favor y en contra de ambos chilenos enconan aún más las posiciones. El asunto intenta zanjarse más tarde con otra misiva dirigida a Neruda y a Huidobro y firmada por un número considerable de intelectuales europeos y latinoamericanos. En esta se les solicita que depongan sus diferencias en pos de la causa común que los une, la defensa de la República española [29].

Este año será el último en que Huidobro visite España. Sin saber que se trata de una despedida, asiste como representante de Chile al II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura (celebrado en Valencia, Madrid y París, sucesivamente). Allí se reúne con antiguos amigos y conoce a otros con quien luego constituirá estrechas relaciones (el caso de André Malraux, por ejemplo). Sirve de corresponsal para algunos periódicos chilenos como Frente Popular y La Opinión de Santiago [30] y escribe algunos poemas alusivos al conflicto que publica, junto a artículos, en revistas tan importantes como El Mono Azul y Hora de España.

De regreso a Chile, continuará su labor de respaldo a la República, denunciando la intervención italiana en España de algunos aviadores que están en gira por Sudamérica a través de su poema “Fuera de aquí” [31] (publicado en el diario La Opinión y que le cuesta una agresión física en la puerta de su casa por parte de simpatizantes de Mussolini). Igualmente, proyecta editar un libro titulado Salud, que nunca fue publicado, con entrevistas a figuras relevantes de la República (Miaja, “la Pasionaria”, Líster, Lluis Companys, “El Campesino”, etcétera) y algunos de los escritores integrantes de las “Brigadas Internacionales”.

Es posible afirmar que el compromiso de Huidobro por España sólo es comparable al que meses más tarde de terminada la Guerra Civil lo vinculen con la defensa de Francia y de Europa de las agresiones nazis y fascistas.

Como conclusión a estas páginas dedicadas a la relación del poeta chileno con España, es menester subrayar el papel determinante de Huidobro en el necesario agiornamento de los escritores peninsulares con sus colegas europeos. Los estímulos y el ejemplo del autor de Altazor son incuestionables a la hora de realizar un balance justo del desarrollo de la vanguardia española.

Por último, su compromiso con las reformas sociales de la Segunda República española y su defensa incansable por la supervivencia de lo que ésta representaba deben hacer meditar en torno a la idea del poeta de la indispensable ligazón de la península con el resto de Europa. Luego de muchos años de aislamiento, tanto los intelectuales y artistas españoles como los políticos y la gran mayoría de su población llegarían por fin a una conclusión similar.

 

La primera edición de «Altazor» (1931), de Vicente Huidobro

 

También puedes leer:

Viajar es crear en Altazor de Vicente Huidobro: Un ensayo de Andrea Jeftanovic.

 

Citas:

[1] Asunto que ya puede darse por finalizado con diversos estudios que han privilegiando el valor estético de su obra más que los supuestos protagonismos estériles que solo contribuyeron históricamente a una pobre recepción de la misma. Entre los trabajos que han valorado el aporte decisivo de Huidobro, es necesario mencionar a Gloria Videla (El ultraísmo. Estudios sobre movimientos de vanguardia en España. Editorial Gredos. Madrid,1963), a José Luis Bernal (editor) con su recopilación Gerardo Diego y la vanguardia hispánica (Universidad de Extremadura. Cáceres, 1993) y a Juan Jacobo Bajarlía (Orígenes creacionistas del ultraísmo: los plagios de Guillermo de Torre a Vicente Huidobro. Revista Aérea, N. 1. Santiago de Chile – Buenos Aires, 1997), fuera de los testimonios directos de Gerardo Diego («Poesía y Creacionismo de Vicente Huidobro», en Cuadernos Hispanoamericanos, LXXIV, N. 222 (junio) Madrid, 1968; «Del modernismo al ultra, al creacionismo y al grupo poético del 27», en Crítica y Poesía. Ediciones Júcar. Madrid, 1984), Rafael Cansinos – Asséns (Un gran poeta chileno: Vicente Huidobro y el Creacionismo, en Cosmópolis, Madrid, 1 de enero de 1919), entre otros. Por otra parte, entre aquellos que han desestimado los aportes del chileno hay que mencionar a Guillermo De Torre (Literaturas europeas de vanguardia. Editorial Cago Raggio. Madrid, 1925; «La polémica del creacionismo. Huidobro y Reverdy». En Ficción, Nos. 35-37 (enero – junio ) Buenos Aires, 1962; Historia de las literaturas de vanguardia, Editorial Guadarrama. Madrid, 1965) o las diversas proclamas de autonomía de los propios ultraístas, donde destaca la de José Rivas Panedas («Protesto en nombre de Ultra», en Cervantes, septiembre de 1919. Citado por Gloria Videla en El Ultraísmo. Op. Cit.), señalando las fuentes principales.

[2] Paradigmáticos son los casos de Ramón Gómez de la Serna y de Rafael Cansinos Asséns quienes en sus tertulias (“Pombo” y Café “Colonial”) abrían espacio a la vanguardia futurista. Mención aparte merece la vanguardia en lengua catalana con los trabajos de Gabriel Alomar (1873-1941) a quien Huidobro valoraba incluso antes de su primer viaje a Europa, fundamentalmente su texto El futurisme i altres assaigs, reeditado por Edicions 62, Barcelona, 1970 y cuyas relaciones con el autor de Altazor ha estudiado detalladamente Mireya Camurati en su libro Poesía y poética de Vicente Huidobro (Editorial Fernando García Cambeiro. Buenos Aires, 1980). El influjo huidobreano es importante en la consideración de otros poetas catalanes como Josep-Viçent Foix (1893-1987), con quien mantiene un breve epistolario conservado en la Fundación Huidobro de Santiago. Igualmente, Foix demuestra su admiración por las ideas tanto políticas como estéticas del chileno en «A la pau pel federealisme», un artículo publicado en La Publicitat el 20 de enero de 1933 y donde declara (en catalán): “(…) El  manifiesto de Vicente Huidobro, poeta chileno, es también de tendencias federalistas  y pacifistas. Huidobro es conocido por algunos poetas catalanes que más habían amado los tan añorados Folguera y Salvat-Papasseit. Tengo de él un lote de libros de poemas muy de acuerdo con la estética cubista del grupo “Nord-Sud” y de “Sic” (…)”. Tanto Joaquim Folguera (1893-1919) como Joan Salvat-Papasseit (1894-1924) pueden ser filiados como poetas vanguardistas influenciados por las ideas creacionistas.

[3] Desde la crisis de 1898 España se aisló aún más, si es que era posible, del resto de Europa. Las mismas prédicas de los miembros de la generación homónima hacían referencia sobre una indispensable reflexión y un vuelco del interés social y cultural en dirección a las propias raíces castellanas dejando de lado peligrosamente las innovaciones o cambios que podían provenir desde el extranjero. La famosa polémica entre 98 y Modernismo es un buen ejemplo de este asunto.

[4] Cansinos Asséns, Rafael. La nueva literatura. Tomo III. Madrid, 1927,  pp. 195-197.

[5] Cansinos Asséns, Rafael. «Un gran poeta chileno: Vicente Huidobro y el Creacionismo». Op. Cit.

[6] Básicamente se trata de la ausencia de puntuación, utilización del espacio en blanco, de distintas tipografías y, más importante aún, de la imagen poética como epicentro del texto poético.

[7] Asunto que queda refrendado con los diversos juicios emitidos por académicos españoles como Juan Manuel Díaz de Guereñu y Francisco Javier Díez de Revenga. Este último apunta que el ultraísmo: “(…) no llegó a desprenderse de un tono jovial y a veces sarcástico o caricaturesco, que tenía mucho  que ver, desde luego, con su relación con la greguería ramoniana. La intrascendencia de muchas de estas configuraciones poéticas, la búsqueda de la sorpresa, el aire de juego que llegaron a tener muchos de estos experimentos, definen en cierto modo al ultraísmo, y lo distinguen de otras experiencias que partieron de un punto de salida más serio y comprometido, como lo fue en todo momento el creacionismo, en el que el aire de juego desaparece en su totalidad. (…)”. En Díaz de Revenga, Francisco Javier. Introducción Crítica a Poesía española de vanguardia. Editorial Castalia. Madrid, 1995., p. 17.

[8] En carta escrita a Gerardo Diego el 29 de enero de 1922, Huidobro describe minuciosamente los puntos que lo separan del movimiento español: “(…) Espero que usted ha comprendido bien después de conocerme las razones por las cuales yo no podré nunca tomar en serio el ultraísmo pues nada detesto más que los elementos esenciales que lo constituyen: lo pintoresco, la fantasía y el dinamismo de maquinaria. Todo, falsa modernidad, lado externo y no interno. Trompe l’oeil, engaña ojos, para niños nerviosos y vírgenes necias. Tropicalismo meridional representado en Europa ayer por Italia y hoy por España = Futuristas y ultraístas y éstos todavía hijos espúreos, inferiores a aquellos (…)”. Reproducido de la Revista Poesía.Nos. 30, 31 y 32. Ministerio de Cultura de España. Madrid, 1989.

[9] Diego, Gerardo. «Poesía y Creacionismo de Vicente Huidobro». En su libro «Crítica y poesía». Op. Cit., pp. 302-303.

[10] Entre los libros que hay que destacar de la línea creacionista de Gerardo Diego, merecen especial atención: Imagen (1922), Manual de espumas (1924), Fábula de Equis y Zeda (1932), Biografía incompleta (1967), Biografía continuada (1972) y la recopilación de toda su obra vanguardista en el volumen Poesía de creación (Editorial Seix-Barral. Barcelona,1974). Un análisis extenso sobre las particularidades creacionistas de estos libros ( y los aportes de Diego) se encuentra recogido en mi tesis doctoral Vicente Huidobro y la poesía española contemporánea (Gerardo Diego y Juan Larrea), (Universidad Autónoma de Barcelona. Barcelona, 1988).

[11] Bary, David. Nuevos estudios sobre Huidobro y Larrea. Editorial Pretextos. Valencia, 1984. Capítulo I “Huidobro y Larrea: relaciones personales e intelectuales”,  p. 13.

[12] Bary, David. Op. Cit., p. 13

[13] El propio Larrea, en carta del 7 de diciembre de 1973, al Profesor Robert E. Gurney, señala la conexión indesmentible de ambos poemas: “(…) En junio (1919) viajé a Madrid como solía hacerlo todos los años. Adquirí Poemas árticos, y por intervención epistolar de Gerardo Diego, visité a Cansinos-Asséns, no en su tertulia literaria del Café Colonial sino en la redacción de La Correspondencia. Me prestó los restantes libros de Huidobro que copié a mano, siendo Ecuatorial el que me causó impresión más fuerte y duradera. Lo delata mi Cosmopolitano, relativo a una inesperada ciudad cósmica no ajena a la infinita ausencia de mi amada (…)”. En Gurney, Robert E. La poesía de Juan Larrea. Servicio Editorial de la Universidad del País Vasco, Bilbao, 1985.

Para completar una visión más acabada sobre la poesía de Larrea es indispensable mencionar dos libros que han venido a enriquecer el panorama sobre esta obra: en primer lugar, de Robert Gurney La poesía de Juan Larrea. Op. Cit. y también, la recopilación de ponencias de las «Primeras Jornadas Internacionales Juan Larrea» organizadas en San Sebastián en 1984 y recogidas en forma de libro por Juan Manuel Díaz de Guereñu, Al amor de Larrea. Editorial Pre-Textos. Valencia, 1985.

[14] Huidobro, Vicente. Poemas árticos. Imprenta Pueyo. Madrid, 1918, sin foliar, 25×32 cms. Ecuatorial. Imprenta Pueyo. Madrid, 1918, sin foliar, 19×26 cms. Tour Eiffel. Imprenta Pueyo. Madrid, 1918, sin foliar, 25×32 cms. Hallalí. Ediciones Jesús López. Madrid, 1918, sin  foliar, 25×32 cms.

[15]  Las traducciones de Cansinos fueron recogidas en los números de agosto (Hallalí) y septiembre (Tour Eiffel), de 1919.

[16] La entrevista de Enrique Gómez Carrillo se publica en El Liberal de Madrid el 30 de junio de 1920. A partir de esa fecha se tejerán distintas historias en torno a la antedatación y un sinnúmero de argumentos a favor y en contra que quedarán debidamente esclarecidos por René de Costa y Richard L. Admussen en el artículo «Huidobro, Reverdy y la edición príncipe de El espejo de agua», (publicado originalmente en inglés en Comparative Literature, XXIV, 2 Eugene, 1972 y reproducido en Vicente Huidobro y el creacionismo (René de Costa, editor), Editorial Taurus. Madrid, 1975), donde se demuestra la existencia de un ejemplar facilitado por el poeta chileno Braulio Arenas, recopilador de las primeras Obras completas (1964) de Huidobro (en las que aseguraba poseer esa primera edición). Más tarde, De Costa reforzaría su aseveración con la edición facsimilar del libro en un encarte de la revista Peñalabra, IV, 12, Torrelavega, España, 1974 (acompañada de una «Nota bibliográfica a la edición facsímil de El espejo de agua«, luego reproducida en el libro del propio De Costa En pos de Huidobro. Editorial Universitaria. Santiago de Chile, 1980). Como corolario a esta tan larga polémica, René de Costa insiste en su demostración en el reciente artículo «Punto y aparte a una absurda polémica», en Texturas, N. 8. Vitoria, 1998.

[17] “(…) En cuanto al segundo punto, la influencia del ismo huidobreano, cualquier observador objetivo del panorama literario en España hacia 1920 deberá reconocer que fue muy escasa, al contrario de lo que opinan sin fundamento, sin datos probatorios, quienes pretenden hacer derivar todo de ahí. En primer término, por el motivo poderoso de que los libros del chileno, impresos en ediciones privadas, a cuenta del autor, circularon de modo limitadísimo, únicamente entre las personas a quien él se los entregó. De suerte que un influjo más ancho sólo hubiera podido producirse por capilaridad, o bien -según de hecho sucedió- de modo lateral, indirecto, a través de transcripciones y conversaciones; en último extremo, la difusión debióse en buena parte al revuelo suscitado por la aludida polémica. En cualquier caso, tanto el conocimiento como el influjo de Huidobro quedaron diluidos, como uno más, entre otros que planeaban al comienzo del decenio de 1920 (…)”. De Torre, Guillermo. Historia de las literaturas de vanguardia. Volumen II. Editorial Guadarrama. Madrid, 1974 (Tercera Edición),  pp. 208-209. El subrayado es mío.

[18] Rivas Panedas, José. Protesto en nombre de Ultra. Op. Cit. , p. 105.

[19] Rivas Panedas, José. Op. Cit.

[20] Conviene recordar el texto de una carta de Huidobro a Gerardo Diego donde el chileno señala: “(…) Sólo una esperanza nos queda: la España del Mañana. La España de hoy, exceptuando a Ud. y dos o tres nombres más se hundirá en el ridículo más profundo (…) Espero que Ud. ha comprendido bien después de conocerme las razones por las cuales yo no podré nunca tomar en serio el ultraísmo, pues nada detesto más que los elementos esenciales que lo constituyen: lo pintoresco, la fantasía y el dinamismo de maquinaria. Todo falsa modernidad, lado externo y no interior (…) Futuristas y ultraístas y estos todavía hijos espurios, inferiores a aquellos (…)”. Publicada en el diario El Mercurio, Suplemento “Artes y Letras» bajo el título «Dos cartas a Gerardo Diego y un poema inédito de Vicente Huidobro». Santiago de Chile, 7 de diciembre de 1986.

[21] El siguiente número aparecerá en París en noviembre de ese mismo año, bajo el nombre de Création, Revue d’Art.

[22] Conservados en el Archivo de la Fundación Vicente Huidobro de Santiago de Chile y publicados en la Revista Poesía Nos. 30-31 y 32. “Número Monográfico dedicado a Vicente Huidobro” (René de Costa Editor). Ministerio de Cultura de España. Madrid, 1989, p.158.

[23] En 1929 se ha publicado, con ilustraciones de Santiago Ontañón y por una importante casa editorial  (CIAP, Compañía Iberoamericana de Publicaciones) su extraordinaria novela Mio Cid Campeador.

[24] Huidobro, Vicente. Altazor o el viaje en paracaídas. Compañía Iberoamericana de publicaciones CIAP. Madrid, 1931. 111 páginas, 16×22 cms. Temblor de cielo. Editorial Plutarco. Madrid, 1931. 80 páginas, 13×18 cms.

[25] González-Ruano, César. «Poesía y verdad. Vicente Huidobro, el que trajo las gallinas». En El Herlado de Madrid, 6 de enero de 1931. En este curioso artículo (escrito en un tono de humor poético, si cabe), Huidobro menciona a Juan Larrea y Gerardo Diego como los  grandes poetas del momento en España, señalando su desconocimiento en torno a la obra de Jorge Guillén, Pedro Salinas, Federico García Lorca y Rafael Alberti. Al mismo tiempo señala su precocidad en la escritura, fechando el año 1913 (y el libro Canciones en la noche) como prueba documental indiscutible de su escritura de caligramas anterior a la de Apollinaire y Marinetti.

[26] Destacan entre los asistentes Pedro Sáinz Rodríguez, Juan Chabás, Santiago Ontañón, el diplomático chileno Carlos Morla Lynch y Federico García Lorca, quien leería unos versos escritos en homenaje a Huidobro para la ocasión: “Una abeja me ha contado / desleída en dulce miel / que te vas de nuestro lado / hacia la torre de Eiffel / Y yo que siempre te admiro / Vicente Balart poeta / recibí en mi pecho un tiro / de saeta / Porque la poesía española / ya no te puede olvidar / Pues sin ti se queda sola / Abeja en seca amapola / sin nectar en que libar/ Ya se va, dice la gente / todos dicen ya se va / Yo pregunto dulcemente / la mano sobre la frente / ¿volverá? ¿o no volverá? / Que estos poetas queridos / Carolina y Asunción / llevan la miel en sus vidas / lo amargo en el corazón. / Por eso guarda Vicente / la fresca rosa mejor / que te ofrece humildemente / Federico Conpreamor (sic)”. Vid. Revista Poesía.  Op. Cit., p. 306.

[27] Existe una interesante cantidad de recortes de periódicos, que se conservan en el archivo de la Fundación Vicente Huidobro de Santiago de Chile, donde queda reflejado el interés de la prensa por la adhesión del poeta chileno a la causa antifascista.

[28] Es importante señalar que Huidobro ya había mostrado un vivo interés por apoyar a la República española. Ese mismo año, en Chile, organiza a los intelectuales de su  país que solidarizan con la Madre Patria en torno al folleto publicado en Santiago, en noviembre, «Escritores y Artistas Chilenos a la España Popular», donde se incluye su poema “Está sangrando España”.

[29] La carta, enviada a ambos por la Asociación Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura y fechada en París el 1 de mayo de 1937,  les  conmina a: “deponer su actitud en favor de la causa común” y está firmada, entre otros, por escritores de la talla de Tristán Tzara, Alejo Carpentier, César Vallejo, José Bergamín, Juan Larrea, etcétera. El resultado de esta gestión puede comprobarse por la concurrencia de Huidobro y Neruda al histórico «II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura», celebrado en Valencia en 1937, donde también asistieron Vallejo, Malraux, González Tuñón, Tzara, Ehrenburg, Machado (Antonio), Spender, Paz, Alberti, Guillén (Nicolás) y un largo etcétera. Vid. Aznar Soler, Manuel y Schneider, Luis Mario. II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura (1937). Actas, ponencias, documentos y testimonios. Vol. III. Generalitat Valenciana, Conselleria de Cultura, Educació i Ciència. Valencia, 1987.

La historia de las diferencias entre Huidobro y Neruda se remota a 1934, cuando Huidobro acusa a Neruda de plagiar a Tagore en sus Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Esta y otras polémicas, sin duda alguna, más que enfrentar a los propios poetas, enardecía los ánimos de sus seguidores, quienes contribuían con sus comentarios a que la relación Neruda – Huidobro fuera irreconciliable. El asunto se complica aún más en 1935, cuando la mayoría de los poetas del 27 (y otros del 36) firmen un “Homenaje a Pablo Neruda”. Huidobro resentirá el golpe grandemente. Entre los firmantes destacan Alberti, Aleixandre, Altolaguirre, Cernuda, Diego, Felipe, García Lorca, Guillén, Salinas, Hernández, Panero, Rosales y Serrano Plaja. Juan Larrea y Juan Ramón Jiménez se niegan a rubricar la declaración; Gerardo Diego lo hace a condición que no haya una referencia explícita en contra del autor de Altazor.

[30] Son numerosos los textos remitidos a Chile. Cabe destacar «Conducta ejemplar del pueblo español» (La Opinión,  21-7-36), «Mensaje a la juventud americana» (Frente Popular,  9-7-37) y el polémico «La tragedia de Marañón» (La Opinión,  25-3-37).

[31] Este y otros poemas relativos a la guerra civil española, constituyen -como queda explicitado en esta edición de sus Poesías completas – el corpus de sus Últimos poemas (Edición Póstuma. Talleres Gráficos Ahués Hnos. Santiago de Chile, 1948). Extrañamente, no fueron incluidos en la mencionada edición póstuma realizada por su hija y depositaria, Manuela García Huidobro de Yrarrázaval.

 

Andrés Morales Milohnic nació en Santiago de Chile en 1962. Es licenciado en literatura por la Universidad de Chile y doctor en filosofía y letras con mención en filología hispánica por la Universidad Autónoma de Barcelona (España). Ha publicado veintitrés libros de poesía entre los que destacan: Por ínsulas extrañas (1982); Lázaro siempre llora (1985); No el azar/Hors du hasard (traducción al francés, París, Francia, 1987); Ejercicio del decir (1989); Verbo (1991); Vicio de belleza (1992); Visión del oráculo (1993); Romper los ojos (1995); Escenas del derrumbe de Occidente (1998 y 2014, nueva versión revisada); Réquiem (2001); Izabrane Pjesme/ Poesía reunida (traducido al croata, Zagreb, Croacia, 2002); Memoria muerta (2003); Demonio de la nada (2005); Los cantos de la Sibila (2008); Poemas/Pjesme (traducido al croata, 2011); Antología breve (2011), Escrito (Santiago, 2013; Madrid, 2014); Poemas escogidos/Poezii Alese (versión en rumano, Bucarest, 2014); Écrit dans un miroir (Escrito,  traducido al francés, París, 2015), Esencial (Antología Personal 1982-2014); A los muertos (Argentina, 2016); Tránsfugo (2017); Antología esencial (Madrid, 2018); País de ojos y sueños / Paese de occhi i de sogni (En italiano, Roma 2019); Antología de Andrés Morales (Madrid, 2019) y Oráculo (Santiago de Chile, 2019).

Su obra poética se encuentra parcialmente traducida a quince idiomas (inglés, francés, croata, portugués, chino, coreano, sueco, catalán, mapudungún, rumano, turco, noruego e italiano) y ha sido incluida en más de setenta antologías chilenas y extranjeras y en un gran número de revistas literarias nacionales y del exterior, siendo también distinguida con diferentes reconocimientos nacionales e internacionales entre los que destacan: Premio Manantial de la Universidad de Chile (1980), Premio Internacional Miguel Hernández al mejor poeta joven latinoamericano (Buenos Aires, Argentina, 1983), Beca Pablo Neruda (1988), Beca de Hispanista extranjero (como poeta y académico) del Ministerio de Asuntos Exteriores de España (Madrid, 1995), Fondo Nacional de las Artes de Chile 1992 y 1996, Premio Ciudad de San Felipe 1997, Beca de Creación Literaria 2001 de la Fundación Andes, Beca de Creación Literaria para escritores del Fondo del Libro del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de Chile en los años 2001, 2004 y 2008. Premio Nacional de Poesía “Pablo Neruda” 2001, Primer Premio en el XII Concurso Internacional de Poesía “La Porte des Poètes” de París (Francia) 2007, Premio Hispanoamericano “Andrés Bello” 2014 de Madrid, España (por el conjunto de su obra poética) y el Premio de Ensayo “Centro Cultural de España” en sus versiones 2002 y 2003.

Desde el año 2007 pertenece como miembro de la Academia Chilena de la Lengua y desde el  año 2014 de la Academia Hispanoamericana de Buenas Letras de Madrid, España. Actualmente desarrolla su escritura poética conjuntamente -como profesor titular- con sus clases de Taller de Poesía, de Literatura Española Clásica y Contemporánea y de Poesía Chilena en la Universidad de Chile.

 

Andrés Morales

 

 

Imagen destacada: Vicente García – Huidobro Fernández (1893 – 1948).