«XXY», de Lucía Puenzo: Una pequeña guía para jóvenes disidentes

Desde una perspectiva pedagógica un escritor chileno de las nuevas generaciones escudriña en los nudos dramáticos de esa formidable pieza audiovisual argentina —protagonizada por Ricardo Darín e Inés Efrón—, y que tanto nos encadilara al momento de su estreno comercial en las carteleras chilenas, durante ese frío y lluvioso invierno santiaguino de 2008.

Por Ezequiel Urrutia Rodríguez

Publicado el 12.7.2020

XXY es de esas crónicas urbanas y audiovisuales que juega sabiendo lo que hace. Es quizás, una de esas obras complejas, que en su caso, al retratar la infinidad pasando nuestro concepto binario, destaca especialmente por sus agallas (considerando el año de estreno). Después de todo, no es común enfocar conceptos de las disidencias sexuales desde la perspectiva adolescente. Es un mérito a destacar.

En sí, la obra de Lucía Puenzo (2007) nos relata la historia de Álex, una persona intersexual que solo desea vivir en calma, en un espacio donde sus características no sean juzgadas. Al mismo tiempo que sus padres tratan de mantener su naturaleza dentro de un perfil bajo, a la espera de poder intervenir de manera quirúrgica lo que, para ellos, es un problema. Pero que toda su tranquilidad se ve agitada con la llegada de Álvaro, un joven que se llevaría más de una sorpresa al conocer a nuestra protagonista.

Y es esta relación lo que hace a esta pieza una obra alucinante.

Generalmente, es difícil que un autor pueda trabajar plenamente temas como este con personajes menores, ya que no falta el fanático neoconservador que pega el grito en el cielo alegando de que: “se está corrompiendo la mente de los niños”. Aunque pareciera ser que tal “confusión” no surte el mismo efecto cuando se trabaja con personajes mayores de edad. Claro, por ser mayores, es fácil ser condescendiente, ¿no? Pero con un joven en la misma situación, por muy vago que parezca, puede serle de apoyo una historia que represente a esta, su experiencia, se está cometiendo “adoctrinamiento político” (al más puro estilo de un Hernán Larraín Matte).

En fin, para esas personas, está claro que solo queda recordarles que ya no son los años 50, número uno; y dos, con internet en las manos cualquiera puede acceder a lo que quiera, y cuando quiera. Y es mejor hacerlo con una buena guía que repitiendo por inercia un concepto que no se entienda (o que se pueda malinterpretar). Además de que por más que les pese, temas como los retratados en este rodaje son algo que corresponde, especialmente a lo establecido en el currículum nacional, cuyo programa de Orientación, específicamente en Séptimo y Octavo Básico, trabaja una mirada a las disidencias sexuales durante el periodo de la adolescencia, con el objetivo de fomentar el autodescubrimiento y la exploración de esa parte de sí en un contexto informativo, sano, y seguro. Y relatos como este resultan hasta ideales para trabajarlos en una clase (aunque en mi opinión como docente, por la edad que proponen los personajes, sería más eficiente en un curso de Media, ya que conectaría más con dicho periodo escolar).

Pero además de ser un retrato tan práctico de un personaje joven, el filme señala otro elemento igual de importante: la participación de los padres durante este proceso de descubrimiento.

Tal afirmación se sustenta con las intervenciones del padre de Álex durante este rodaje. Que es cierto, partiría como alguien que sigue las instrucciones del médico al pie de la letra, percibiendo la naturaleza de Álex como una “anormalidad” (porque en sí, para las ciencias naturales, eso significa desarrollar tu fisionomía fuera del rígido binario), anormalidad que pretende corregir por medio de intervenciones y medicamentos. Pero que luego de ver a Álex con Álvaro habría de entender que realmente tenía a un niño, o más bien dicho, a una persona intersexual, que no necesariamente tendrá que ser uno, u otro.

Este momento de entendimiento culminaría cuando el padre se abre a conocer a más personas como Álex, que si ánimos de hacer spoilers, sumaría un personaje de soporte simple, pero eficiente, cuya orientación aprovecharía de romper parte de los mitos sobre las disidencias sexuales, las cuales, pueden vivir una vida tan normal como la de cualquier cisgénero.

En síntesis, el arco en cuestión se encargaría de mostrar la parte faltante en la vida de una persona disidente, exponiendo su círculo, y cómo el miedo afecta tanto a la persona como a sus cercanos.

Sí, la mayoría de estos casos, nos demostrarían a unos padres avergonzados que buscan “reencaminar” a su hijo desviado. Es más, durante los 70 y 80 el cine se encargó de retratar bajo ese concepto a los personajes LGBT+. Pero lo mejor de este relato, es que sería todo lo contrario. Nos mostraría padres comprensivos, que se abren a escuchar el punto de vista de sus hijos, no les infantilizan, no les minimizan, entienden que ya no tienen cinco años y que están en edad de responder aquellas dos preguntas: ¿quién eres? ¿Y qué es lo que tú quieres?

Es cierto, no son preguntas sencillas. E incluso, muchos adultos serían incapaces de responderlas. Pero también es cierto que para eso existe la educación, para ilustrarte, trazar ese camino que te conducirá a esa respuesta. Y si más personas se disponen a orientarte en tu travesía, mejor.

Ahora bien, ya volviendo con los muchachos, otro elemento a destacar está en cómo los cercanos de Álex dan forma a su otredad, es decir, la forma en que los heteronormados ven a quienes salen de este círculo, ya sea mostrando curiosidad, asombro, o rechazo (aunque este no sería el caso). Un hecho a destacar de este filme es cómo son lo suficientemente directos, especialmente con cierto factor, el morbo que causa en otros las diferencias de este tipo y cómo, a causa del desentendimiento, se termina por acosar a las personas en esa situación.

Esta incidencia no sería tal si, de nuevo, se trabajara en la educación sexual como el currículum manda. Y aunque la premisa de esta obra, como un todo, destaca por su simpleza, su panorama es más que suficiente para abordar estos conflictos y desarrollarlos de forma didáctica.

Y esto, es lo mejor de esta historia. Que abordara las voces de quienes no siempre dirán lo que sienten por temor a regaños, pero que ahí están, esperando a un oído que no les juzgue, y que los oriente, mas siempre respetando una decisión que es personal. ¿Qué mejor para trabajar con alumnos en esa situación?

 

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Ezequiel Urrutia Rodríguez (1996) es un joven escritor chileno nacido en la comuna de San Miguel, pero ha vivido toda su vida en los barrios de Lo Espejo. Es autor del volumen Kairos (Venático Editores, 2019) su primera obra literaria, y la cual publicó bajo el pseudónimo de Armin Valentine. Es socio activo de la Sociedad de Escritores de Chile (Sech).

 

 

 

Tráiler:

 

 

Ezequiel Urrutia Rodríguez

 

 

Imagen destacada: XXY (2007), de Lucía Puenzo.