«Bohemian Rhapsody»: La mística de Freddie Mercury y de Queen

La obra de ficción audiovisual ganadora de los Globos de Oro más importantes (mejor filme dramático y mejor intérprete principal), se perfila como una de las cintas favoritas para los venideros premios Oscar, acá apreciada en el análisis literario y estético que propone nuestra colaboradora argentina.

Por Alejandra M. Boero Serra

Publicado el 7.1.2019

Dos estatuillas en los Golden Globe 2019: mejor película dramática y mejor actor protagónico. Récords de recaudación en taquilla. Banda sonora reproducida exponencialmente. Decepción de los fanáticos que esperaban el reality del reviente. Emoción apta para todo público.

Tres protagonistas: un músico-compositor-pianista, una voz potente como pocas; una banda símbolo del rock clásico y una canción fetiche que todavía hoy guarda su misterio hacen de Bohemian Rhapsody (2018), de Bryan Singer un éxito que acaparó la atención de acólitos y de profanos.

Is this real life? Is this just fantasy?

Hay aquí un homenaje que se permite licencias que no alteran las proezas musicales ni la estética de un Freddie Mercury magistralmente encarnado por Rami Malek. Un alquimista de espíritu faústico merecía a este médium de la actuación. Ninguna impostura: el joven Farrokh Bulsara se va metamorfoseando en la reina extravagante de un rock en todos sus registros.

Hay también un grupo que supo sobrellevar, gracias a su solidez profesional y humana, la excentricidad de su vocalista estrella. Y hay historias de amor -acaso una sola que muta y pervive- con Mary, Paul y Jim.

Bryan Singer primero y Dexter Flechner junto con el guión de Anthony McCarten arriesgan poniendo en acto lo que Freddie contestó cuando le preguntaron por la canción que da nombre al filme: «es una de esas canciones que te transportan a una fantasía. Creo que la gente debe escucharla, reflexionar y crear su propia historia dependiendo del significado que tenga para cada uno». Y sí, es una de esas películas…

Cero morbo y muchos puentes por donde el agua sólo refleja lo que fue, y que todo fan y curioso saben. Acá también hay un homenaje y un respeto a la intimidad de Mercury. Sus palabras fueron tan contundentes como sus elecciones: «Siguiendo la enorme conjetura de la prensa de las últimas dos semanas, es mi deseo confirmar que padezco sida. Sentí que era correcto mantener esta información en privado hasta el día de la fecha para proteger la privacidad de los que me rodean. Sin embargo, ha llegado la hora de que mis amigos y seguidores conozcan la verdad y espero que todos se unan a mí y a mis médicos para combatir esta terrible enfermedad. Mi privacidad ha sido siempre muy importante para mí y soy famoso porque prácticamente no doy entrevistas. Esta política continuará». El filme, sin hacer del dolor y la decadencia un show, nos conmueve hasta las lágrimas sin apelar a golpes bajos (leí críticas que transitan estos adjetivos: pasteurizado, descafeinado, superficial… que no representan lo que se ve en las salas y fuera de ellas en los rostros emocionados y llorosos de los espectadores …).

La mística «Bohemian Rhapsody» junto a los temas del legendario Live Aid estremecen. El filme ya es histórico por esta banda de sonido que no deja a nadie indiferente. Vibramos y nos rendimos ante tanta belleza.

Las canciones fueron producidas por Brian May y Roger Taylor. Quisieron -quedó claro que pudieron- encontrar las versiones más genuinas haciendo hincapié en las actuaciones en directo que se ajustan como un guante a la narrativa de la película.

Otro músico, ya clásico y mítico, de mi país escribió:

«El efecto poético se produce por la capacidad de un texto de continuar generando lecturas diferentes sin ser consumido nunca por completo».

«La principal regla poética es conmover, todas las demás no se han inventado si no para conseguir esto». (Indio Solari).

Siento que esto sentimos quienes asistimos a la proyección de Bohemian Rhapsody.

 

Alejandra M. Boero Serra (1968). De Rafaela, Provincia de Santa Fe, Argentina, por causalidad. Peregrina y extranjera, por opción. Lectora hedónica por pasión y reflexión. De profesión comerciante, por mandato y comodidad. Profesora de lengua y de literatura por tozudez y masoquismo. Escribidora, de a ratos, por diversión (también por esa inimputabilidad en la que los argentinos nos posicionamos, tan infantiles a veces, tan y sin tanto, siempre).

 

El actor Rami Malek -reciente ganador de un Globo de Oro- en una escena de «Bohemian Rhapsody» (2018)

 

 

 

 

 

La crítica argentina, Alejandra M. Boero Serra (1968)

 

 

Tráiler: