Concierto 2 del Municipal de Santiago: Con la presencia sonora de un «superstar»

El programa de la segunda fecha regular de la temporada 2018 del escenario de la calle Agustinas ofreció dos partituras habituales en el repertorio docto a nivel internacional: como entrada la Sinfonía Nº 41, “Júpiter”, de Wolfgang Amadeus Mozart y como principal la Sinfonía Nº 10, de Dmitri Shostakovich. Ambas, interpretadas por la Orquesta Filarmónica capitalina, bajo la batuta del director invitado y estrella mundial del violín, el solista ruso Maxim Vengerov.

Por Jorge Sabaj Véliz

Publicado el 14.3.2018

Este comentario especializado analiza los aspectos estéticos, técnicos y musicales que se apreciaron en la función correspondiente al estreno del día 13 de marzo, a las 19:00 horas, ocurrida en el Teatro Municipal de Santiago, y titulada por los organizadores «Concierto 2: Mozart / Shostakovich. Claroscuro».

 

Sinfonía Nº 41, “Júpiter”

Comenzando el primer movimiento se demostró que el tempo utilizado por el director, más bien lento, permitía apreciar de mejor forma las armonías. Se notó el trabajo polifónico en la orquesta de cuerdas, en cada sección de la misma la melodía era ampliamente expuesta y remarcada. Se produjo un evidente contraste entre el periodo contemplativo y el exultante dentro del movimiento. Hubo efectos de crescendo. Tal vez si se extrañó una mayor conexión entre violines y el resto de las cuerdas y de la orquesta en general. A las violas y chelos les faltó presencia, sobre todo en la fuga. Especialmente opacos sonaron chelos y contrabajos. El efecto general de cuerdas era el de un sonido denso, pesado, con mucho arco, excesivamente declamado. Solo en los tutti en forte se apreciaba en mayor grado la polifonía.

El segundo movimiento prolongó el sonido duro en el solo de chelos, los arpegios de los violines segundos se perdían. Se destacó la sutileza en la melodía de los violines primeros. El tempo usado fue igualmente moroso, lo que permitió evidenciar claramente cada uno de los temas. Los acentos o marcato de los chelos sonaban bruscos, sin intención musical. Pequeñas desafinaciones en los cornos. El director mantuvo el control de la orquesta en todo momento.

Al tempo del vals se desenvolvieron las dinámicas de violines y de chelos en el tercer movimiento, atentos a los cambios sugeridos por el director. No se produjo la amalgama del sonido, la orquesta lucía desconectada.

En el cuarto y último movimiento Mozart nos regaló un juego de cuatro o seis voces “cantando” al mismo tiempo. La interpretación sonó discontinua, con poco fraseo a lo que se añadió un pobre arco dinámico constreñido a la gama existente entre el mezzopiano y el forte.

 

Sinfonía Nº 10

El primer movimiento se presentó con una correcta introducción de chelos y de contrabajos. Buen contrapunto de violines y de violas. Los bronces le daban el sustento al brillo exhibido por los violines. La orquesta respondía bien a los cambios dinámicos indicados por el director. El pizzicato en piano de las cuerdas permitió apreciar el tema de la flauta traversa. El tema lo inician violines y violas para luego desarrollarlo en variaciones. El juego entre las cuerdas y los vientos de madera permitieron cambiar los colores dentro del movimiento. Muy bien logrado el contrapunto expresivo y rítmico entre cuerdas y bronces. Efectos de crescendo como “olas” de sonido. Gran exigencia energética para la Filarmónica. Nuevamente el pianísimo logrado en los staccato de cuerdas permitieron el lucimiento de diversos solos o ensambles de vientos de madera. En general, muy bien ejecutados los pianísimos de la orquesta de cuerdas. Buen final con flautín, cuerdas y timbal en piano.

El segundo movimiento fue una oda rítmica trepidante que exigió máxima concentración e intensidad a los miembros de la orquesta. Se unieron cuerdas, bronces y percusión. Fue uno de los puntos altos de la sinfonía y del concierto.

La Danza como un vals lento del tercer movimiento dio paso a la flauta traversa exponiendo el tema principal de la sinfonía en contrapunto con el clarinete. El movimiento se desarrolló en torno a diversas variaciones sobre el tema principal, con solos sucediéndose en el intertanto. El corno solista cumplió en el límite del piano en la exposición del segundo tema de la obra, para después ser brillantemente «re expuesto» por las cuerdas. El director controlaba a la perfección la respiración de la orquesta. Gran concepción del movimiento.

El último movimiento se inició con una exposición de los contrabajos para ser tomado luego por el oboe y la flauta traversa con acompañamiento de cuerdas en piano. En la re exposición es el fagot quien toma el tema del movimiento. Quedó claro el discurso despojado o balbuciente del comienzo del movimiento.

Las cuerdas refuerzan su fuerte presencia como en toda la sinfonía. El director evidencia una entrega completa a la obra lo que genera la correlativa respuesta de la orquesta. El final del movimiento nos mostró un juego continuo de contrapunto y cambios dinámicos altamente efectivos.

Así, y luego de las intensas semanas de marzo vividas en el histórico proscenio de calle Agustinas, la temporada sinfónica regular se tomará un respiro hasta el próximo miércoles 3 y jueves 4 de mayo, cuando la Filarmónica ejecute el «Concierto 3: Albores del Romanticismo», y que incluirá en su programa piezas de los compositores Ludwig van Beethoven, Wolfgang Amadeus Mozart y Louis Spohr.

Para obtener una mayor información de ese evento futuro, revisar aquí.

 

Después de su presentación como solista del sábado 10 de marzo, el intérprete ruso Maxim Vengerov condujo como director invitado a la Orquesta Filarmónica de Santiago, en el Concierto 2 de la temporada 2018 de la agrupación metropolitana

 

Tráiler:

 

Crédito de las fotografías: Marcela González Guillén, del Municipal de Santiago – Ópera Nacional de Chile