Cristián Warnken: Un intelectual que participa de la política y de sus beneficios

Con parapetar al «poeta» también se blinda a esta democracia tutelada —al decir del sociólogo Felipe Portales—, y la cual existe con el único propósito de defender una forma de poder. Lo que resulta más o menos evidente, si se observa que la actividad desplegada por el profesor de castellano en estos últimos años ha sido la de alzarse como un pontificador en casi todo tipo de materias y de hábitos, irradiando una imagen de perfecto hombre culto, cuyo criterio y formulación resultan indiscutibles.

Por Edmundo Moure Rojas

Publicado el 21.6.2020

“Es tan, tan grande la crisis, que no podemos, ni yo, darme el gustito de criticar a Piñera ni andar encontrando errores. Errores que se van a cometer porque es una crisis sin precedentes y los gobernantes del mundo están actuando en penumbras. Hay que reconocerle al Gobierno que ha habido una seriedad en el trabajo de enfrentar la crisis de salud. Tenemos todos que hacer un esfuerzo, izquierda, derecha, centro, y actuar con grandeza. Si no, nos vamos ir a pique como país”.
Cristián Warnken Lihn, en la revista Ya de El Mercurio

Los dimes y diretes, los “posteos” y “subidas” a la web de esta semana recién transcurrida, me dejaron algo cansado. Y no es porque escribir me resulte agotador; por el contrario, sufro de incontinencia y grafomanía. No era para menos, un simple cronista liado con el Inefable Entrevistador y su Decano mandante.

En este último tiempo —un año o más— nuestro saltamontes metafísico ha recorrido largo y tortuoso camino. Al enfrentarse al punto de los senderos que se bifurcan, escogió la vía diestra, sin incurrir en la ordinariez de proferir declaración de principios alguna; no era necesario para quien mira la realidad desde la cumbre de los Himalaya.

Así, el comienzo de su breve trilogía propedéutica, la Compresión (siempre mayúscula), le llevó a entender al más controvertido de sus compatriotas del momento, al médico soberbio y mixtificador, cuyos arrestos autoritarios siguen exhibiendo, día a día, las criminales aberraciones de su actuar a la cabeza de la vapuleada Salubridad.

Al recibir, allá arriba, los ecos de inopinadas críticas, Cristián Warnken clamó por instaurar, en este Último Reino dividido, la Tolerancia; es decir, el respeto mudo y el acatamiento al poder que nos rige por mandato divino: Dios (el Golem, en su caso), el Monarca y el Amo. Es muy probable que esto se relacione con la teoría del vilipendiado galeno: “contagio de rebaño”. Percibo un evidente sesgo bíblico, aunque uno de mis contradictores me acusaría de “imaginación desbordada”.

En tercer lugar, con envergadura moral y sintáctica, la Grandeza. Si en el monte de Cristián Warnken no hubo zarza ardiendo ni decálogo pétreo, sí la suficiente iluminación para conminar, a todo el pueblo chileno reunido —mascarillas y metro y medio de distancia— aguardando la palabra revelada: “No debemos criticar al presidente Piñera, menos en las instancias de esta grave crisis. Apelemos, pues a la grandeza de espíritu”. Esto ha sido, para mí, no la gota… etcétera, sino el último cachito de mecha que sigue a la explosión de la dinamita…

No hay quien aguante, ni siquiera premunido de la paciencia gallega, que es, créanme, superior a la musulmana.

Cierro aquí —tengo mucho que escribir sobre el Premio Nacional (cronología) y otros asuntos literarios que me interesan—. Y, como siempre, hay quien escriba con más elocuencia que uno, la mejor reflexión de este intríngulis me la obsequia mi amigo Jorge Calvo, destacado narrador y crítico literario, director de la Sociedad de Escritores de Chile. Aquí va, en cursiva y con su permiso previo. Que os aproveche, lectores ciudadanos de esta república entumecida:

“En memoria de la oscura época en la que ambos —tú y yo— compartimos en la desaparecida revista Huelén, que dirigía nuestro común amigo, Hernán Ortega Parada, intentaré responder sobre las razones para ‘blindar’ a Cristián Warnken. Pienso que son las mismas razones por las que se blinda a tantos otros: blindar esta ‘democracia protegida’ y que existe con el único propósito de defender una forma de poder. Lo que resulta más o menos evidente, si se observa que la actividad desplegada por Cristián Warnken en estos años de ‘alegría recuperada’, ha sido la de alzarse como el gran continuador de Ignacio Valente (pseudónimo del teólogo católico José Miguel Ibáñez Langlois), en materia de reseñas y comentarios y, en pontificar, a diestra y siniestra, en casi todo tipo de materias y hábitos, irradiando una imagen de perfecto hombre culto, cuyo criterio y formulación resultan indiscutibles. La labor de pontificar: salvar y condenar, en un mundo informado como el actual, es fútil e innecesaria.

“Y esta vocación de ‘bisagra’ —de continuar manteniendo el equilibrio de un orden desactivado por el caos— también lo es.

“Es importante observar cómo cambia la realidad y se requiere lucidez para comprender los roles que se enfrentan en la arena. Sin duda —por sus repercusiones— Cristián Warnken también participa de la política y de sus beneficios.”

Dicho sea.

 

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Edmundo Moure Rojas, escritor, poeta y cronista, asumió como presidente titular de la Sociedad de Escritores de Chile (Sech) en 1989, luego del mandato democrático de Poli Délano, y además fue el gestor y fundador del Centro de Estudios Gallegos en el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile, casa de estudios superiores en la cual ejerció durante once años la cátedra de «Lingua e Cultura Galegas».

Ha publicado veinticuatro libros, dieciocho en Sudamérica y seis de ellos en Europa. En 1997 obtuvo en España un primer premio por su ensayo Chiloé y Galicia, confines mágicos. Su último título puesto en circulación es el volumen de crónicas Memorias transeúntes.

En la actualidad ejerce como director titular del Diario Cine y Literatura.

 

Edmundo Moure Rojas

 

 

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