[Crítica] «Atisbos»: Voces que se interrogan por el último descanso

El poemario del autor chileno Nicolás Poblete Pardo se estructura con un ritmo evidentemente dialógico entre un padre, un hijo, un hermano, una voz femenina, y una pregunta que se interpela en silencio por lo divino, por la materialidad que encarna la muerte, al mismo tiempo que lo hace en torno a la desaparición, el silencio y el lugar que le corresponde a la materia de un cuerpo.

Por Macarena Urzúa Opazo

Publicado el 13.4.2024

Un atisbo, una ventana, un observar hacia el dolor del duelo y el universo de la pérdida nos abre la palabra que desciende en este poemario.

«¿Risa nerviosa o tristeza mística?», dice uno de los versos.

Poemas y voces que se interrogan por el recorrido, el último descenso. Reflexiones que nos acercan a una lectura de la muerte, las raíces que responden a una muerte que se narra a sí misma. Dónde situar entonces el lenguaje poético previo y posterior a este hecho, qué hay antes y después, tal vez un punto de partida sin retorno al que el lenguaje intenta en vano aproximarse.

La prosa y versos de la poesía de Nicolás Poblete Pardo nos insertan en todas estas preguntas por las que atraviesan presencias fantasmales que deambulan entre diversos mundos y registros.

El poemario se estructura con un ritmo evidentemente dialógico entre un padre, un hijo, un hermano, una voz femenina, una pregunta que se interroga en silencio por lo divino, por la materialidad que encarna la muerte, al mismo tiempo que lo hace en torno a la desaparición, el silencio y el lugar que le corresponde a la materia de un cuerpo.

Padre, hijo, muerte, enfermedad, relaciones fraternales, filiales, en las que el sujeto poético se imbuye sin miedo. Diálogos que van de un yo a un tú, recitando cual letanías aquella circular transferencia fraternal, en una acción que simula lo interminable: un caminar mudo desde la muerte a la vida anterior. Emerge la palabra desde el duelo, permitiendo describir los contornos de la enfermedad. Quizás una manera de hacerlo, sea llenar la narración de esa vida y de los días, desde sus objetos cotidianos, sus voces, sus ausencias.

Esta es una poética no solo del dolor, sino que nace desde la pregunta por lo humano, lo animado e inanimado, en donde lo orgánico y lo inorgánico se entremezclan, entre medicinas, exámenes, entidades que son huella del que se ausenta: presente y pasado de un fantasma que, a ratos vuelve un testigo y actualiza su presencia en las sombras.

 

Una remembranza póstuma

Así, el poemario Atisbos deambula por toda la narrativa que rodea la enfermedad y la muerte innombrable y prohibida del suicida.

Cuánto cabe en lo no dicho, el sol de la noche que ilumina con su luz negra, cuando no hay carta del suicida, ni tampoco lenguaje posible con el que rellenar esa página:

Quizá mi canto es una constelación de incógnitas.
Quizá hay algo precioso, un sol negro; alrededor, luz ígnea:
Luz ultravioleta que soy incapaz de ver.
Luz invisible que transporta propiedades.

Desprenderse o aprehender el duelo, reconstruir sus partes, tal como se rememora (remember comparte raíz etimológica con remembrar, a los miembros del cuerpo, la imposibilidad de volver a unirlos) a una persona cercana que ya se ha ido.

El sujeto poético de Poblete en Atisbos se configura como una voz interior que a veces es íntima, pero otras, se enuncia desde la distancia del diario de una enfermedad que también documenta su proceso, que, como otros poetas chilenos, han intentado escribir desde el dolor, sobre él y en la cercanía de la muerte (Enrique Lihn y Gonzalo Millán).

Atisbos, enuncia una poesía que es al mismo tiempo testimonio y documental: partes médicos recetas de remedios, tratamientos varios que operan como ready mades que contrarrestan la carga de la cotidianeidad abrumadora con todo aquello con lo que convive una muerte cercana.

El texto de Poblete, dialoga expresamente con el poema de Wislawa Szymborska, «La habitación del suicida»:

Creéis que al menos la carta decía algo.
¿Y si os digo que no había carta?
Muchos somos, los amigos, y todos cupimos
en un sobre vacío apoyado en un vaso.

Un diario de despedida, un homenaje y una remembranza póstuma, un volver a la pregunta que guarda el silencio del espectro, asomarse, atisbar desde la luz a la expresión que desciende.

 

Dos poemas de «Atisbos»

Vendemos sangre

Vendemos sangre.
La plata que conseguimos es la misma que recibimos por concepto de devolución de la isapre.
Es una pena que el papel faltante lo haya roto yo.
De pura rabia.
Si hubiera conservado la boleta que acreditaba tu internamiento habríamos superado el valor de la sangre.
Por lo menos ese fue el cálculo del servicio al cliente..
Cliente.
«Te rogamos responder esta encuesta».
«Porque nos importas».
Aprieto botones y recuerdo:
«Nadie es indispensable».
Ignorancia o crueldad, no sé.
Quizá hasta boba esperanza.
¿Nadie es indispensable?
Eso no era lo que expresaba el rostro descompuesto de la enfermera.
0 negativo.
Dime tú dónde encontrar donantes para ese grupo.

 

¿Quién se va a hacer cargo?

«¿Quién se va a hacer cargo?».
«Ya es segunda vez que…».
«Buenas noches, ¿hablo con__?».
«Disculpe, su teléfono lo conseguí…».
«Estaba…».
«No sé cómo decirle, esto, y desde ya…».
«Lamento su… pérdida».
«Pero sabe que mi negocio está… está en el primer piso, no sé si sabe eso usted».
«Está en el fondo. Abajo. Y, claro, todo cae ahí».
«No sé, a veces tiran algún vaso plástico, papeles, cosas así. Y la mugre, claro, todo cae ahí, pero…».
«Disculpe. Como le digo, siento muchísimo lo que le pasó a su… familiar».
«Pero sabe que ya es segunda vez que su familiar escoge este lugar, mi negocio, para tirarse».
«Para… usted sabe».
«Y la vez anterior yo no dije nada. No tenía cómo…».
«Pero ya es segunda vez y ya van varios objetos dañados, algunos con pérdida total».
«¿Qué objetos? Una mesita y dos sillitas».
«Sí, mi tienda es la que vende muebles para niños».
Me vi caminando por las calles con esa bolsa plástica transparente.
¿Años atrás?
Siglos.
Días.
Esa primera vez que la voz sin cuerpo recordaba por el teléfono.
O:
Enésima vez.
En el hospital me dieron la impúdica bolsa transparente.
Dentro, la pata de una silla, astillada y coloreada por tu sangre.
La silla para niños había sido pintada de color amarillo.
Plasma.
«Entonces póngase usted también en mi lugar y en mis gastos».
«¿Sabe? Póngase en mi lugar por un minuto…».
«Claro que le deseo paz y tranquilidad en estas fechas».
«Pero entiéndame que alguien va a tener que hacerse cargo de estos gastos».
Finalmente, la voz sin cuerpo revela la cifra en pesos chilenos.

 

 

 

***

Macarena Urzúa Opazo, es Ph. D. en Literatura Hispanoamericana por Rutgers University. Su investigación se ha especializado tanto en la poesía chilena y latinoamericana del siglo XX, así como también la formación de redes en el contexto de las vanguardias latinoamericanas.

 

«Atisbos», de Nicolás Poblete (Editorial Cuarto Propio, 2024)

 

 

 

El poemario «Atisbos» y la novela «Corral» se presentarán conjuntamente el próximo miércoles 24 de abril en la comuna de Ñuñoa

 

 

Tráiler:

 

 

 

Macarena Urzúa

 

 

Imagen destacada: Nicolás Poblete Pardo.