[Crítica] «Un lugar soleado para gente sombría»: Atrapados como fantasmas

En cada uno de los doce cuentos que conforman la nueva entrega de la creadora argentina Mariana Enríquez, publicada por la editorial Anagrama, hay presencias espectrales que tienen contacto con los personajes «reales» del conjunto de historias.

Por Martín Parra Olave

Publicado el 12.4.2024

Si tuviéramos que hacer una lista con las escritoras y autores relevantes de esta segunda década del siglo XXI, sin lugar a dudas que la narradora argentina Mariana Enríquez (Buenos Aires, 1973) estaría ubicada dentro de los tres primeros lugares, y es que ella, quizás mejor que nadie, ha logrado conjugar la vertiente clásica de la literatura del horror con las tendencias y preocupaciones propias de Latinoamérica.

Un hecho que viene a confirmar esto es la obtención del Premio Herralde de Novela y el Premio de la Crítica en el año 2019 por su texto de ficción Nuestra parte de noche (Anagrama, 2019), una narración que relata parte de la época más oscura y triste de la historia argentina contemporánea.

Su último trabajo es un libro de cuentos llamado Un lugar soleado para gente sombría, compuesto de doce relatos donde los fantasmas y las apariciones son parte central de la estructura narrativa. La apuesta creativa de Enríquez en este volumen es conjugar una realidad violenta y triste donde niños, niñas y mujeres sufren de distinta manera los actos de violencia realizados por hombres que someten a sus víctimas hasta la muerte.

 

La metáfora de un sociedad que se destruye

El cuento «Mis muertos triste» narra la historia de unas chicas muy jóvenes, asesinadas de manera cobarde cuyos fantasmas siguen dando vueltas por el barrio donde fueron acribilladas: «Tres chicas, adolescentes, volvían de una fiesta, de madrugada. Para llegar a los monoblocs debían cruzar el barrio. Alguien les disparó desde una auto. Ni tuvieron tiempo de correr. Murieron en la calle. Como eran muy chiquitas, las tres, de quince años, iban de la mano» (p. 14).

Así, estas chicas fantasmas son el símbolo de una sociedad que se destruye de forma permanente, que se ensaña con los más jóvenes y deja un permanente eco de dolor no solo en las familias de quienes mueren sino que también en la población y en los lugares donde acontecen los sangrientos hechos.

En cada uno de los doce cuentos hay presencias fantasmales que tienen contacto con los personajes reales de las historias. Son espectros sufrientes, espíritus que se encuentran detenidos en el tiempo luego de huir de un secuestro exprés o después de haber escapado de realizar un robo mortal.

¿De qué nos dan cuenta las historias de fantasmas? ¿Cuál podría ser la razón para recurrir al horror y lo sobrenatural? Quizás no hay una respuesta pero si una especulación en torno a nuestra realidad: el dolor y la violencia consumen a la sociedad latinoamericana de la actualidad.

La indiferencia y el miedo obligan a aislarse, a encerrarnos y a perder la sensibilidad frente al sufrimiento de los demás. En efecto, esta literatura permite mirar con otros ojos, no se trata de un realismo sino que de atestiguar una cotidianeidad fantasmal y terrorífica en la cual vivimos sin darnos cuenta. Entonces, la pregunta se invierte y se devuelve: ¿Quiénes son los fantasmas atrapados?

Un lugar soleado para gente sombría, corresponde a un conjunto de relatos emocionantes y profundos, que a través de un sin número de historias fantasmales retrata un mundo macabro donde la oscuridad y el dolor comienzan a reinar, a fin de perpetuar su imperio.

 

 

 

 

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Martín Parra Olave es licenciado en gobierno y gestión pública de la Universidad de Chile y magíster en letras de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Actualmente cursa el doctorado en literatura impartido por esa última casa de estudios.

 

«Un lugar soleado para gente sombría», de Mariana Enríquez (Editorial Anagrama, 2024)

 

 

 

Martín Parra Olave

 

 

Imagen destacada: Mariana Enríquez (por Diego Paruelo).