[Crítica] «La ciudad y las sierras»: El desencanto citadino de Eça de Queirós

Esta novela —la última escrita por el autor portugués y publicada un año después de su muerte— relata la historia de Jacinto, quien abandona los lujos y el confort de su palacete parisino, y en compañía de su amigo Zé Fernandes, se adentra por primera vez en la tierra de sus antepasados, en la región lusa del Bajo Duero.

Por Sergio Inestrosa

Publicado el 19.6.2021

Acabo de terminar de leer la novela La ciudad y las sierras. Debo de confesar que he leído la versión electrónica de la biblioteca de Apple y la he disfrutado en portugués, de manera que ni siquiera sé si existe el libro en castellano.

Lo busqué en el sitio web de la librería Gandhi de México, pero no lo encontré, aunque había disponibles otros textos como El crimen del Padre Amaro, la que posiblemente es la ficción más conocida de José Maria Eça de Queirós​ (1845 – 1900).

De modo que pido disculpas anticipadas al lector o lectora de esta breve reseña de la última novela que este escritor portugués escribiera. De suyo se afirma que la muerte lo sorprendió antes de que hiciera la última revisión del manuscrito.

Ahora bien, ¿de qué trata la novela?

Es fácil decirlo, pues la obra no ofrece mayores complicaciones y es una defensa de la sencillez de la vida en el campo en contra de la falsedad e innecesarias complicaciones de la vida en la ciudad, en este caso de la urbe por antonomasia, París, la capital de la cultura del siglo XIX.

El autor nos quiere dar a entender con esta novela, que es preferible la vida simple y rutinaria de las montañas de Tormes, en su nativa Portugal, frente al glamour e hipocresía de la Ciudad Luz.

¿Usted me pregunta si la novela es predecible?, la respuesta es fácil: sí.

¿Por qué razón?

Pues porque el autor nos va a ir presentando el cansancio, el hartazgo del personaje principal con la ciudad, y al final también registrará la melancolía del narrador Zé Fernandes, quien vuelve después de cinco años desde la sierra a la urbe.

Y en muy pocos días también siente la desilusión y el desencanto y regresa al campo con los suyos, con la gente y la atmósfera sencilla y natural del lugar, donde por cierto está la Fundación Eça de Queirós, en la actualidad.

 

La bandera del castillo

La novela es sin duda un alegato claramente favorable a la simplicidad de la vida del campo, y es hasta cierto punto una obra moralizante, pues el narrador termina rechazando la “inmoralidad y falsedad” de la ciudad de París en favor de las costumbres sencillas de la gente del campo, incluso el sabor de la comida le parece mejor en la zona rural que en los restaurantes de París.

Ahora bien, esta no es ni de cerca la mejor novela de este autor portugués, su obra más conocida, como ya dije, es El crimen del Padre Amaro, que en México se llevó al cine con la actuación de Gael García Bernal como el sacerdote transgresor.

Esta novela, en cambio, es más de corte realista y en ella se hace una crítica a la corrupción de la Iglesia y de los valores de la sociedad portuguesa de ese entonces.

Como el lector seguramente intuye, he tratado de leer el texto dentro del contexto de este movimiento que se está dando en distintos lugares del planeta en el que asistimos al hartazgo con la vida en la ciudad y se da una vuelta, aunque tímida, a la existencia en el campo.

Muchas personas, especialmente jóvenes, aprovechando las facilidades que la tecnología nos ofrece y las crecientes oportunidades de trabajo desde casa ven en la vida del campo una posibilidad real de tener una cotidianidad más feliz y en armonía con la madre naturaleza.

Ahora bien, se trata de una vuelta al campo con ciertas cosas consideradas por esta generación como indispensables y que damos por descontadas en la ciudad, entre ellas el uso de la tecnología, teléfonos celulares, computadoras, luz eléctrica, servicios médicos, coche, son algunas de la cosas que la gente aspira ha poder tener en el campo.

Por ello mismo, debemos tener mucho cuidado con no romantizar la idea de la vuelta al campo bajo la ilusión de que una vida más sencilla y en armonía con la naturaleza es mejor. La novela es bastante moralizante, y nos advierte de la furia que el bosque puede desatar, pese a la belleza del entorno.

Para muchas personas, sobre todo aquellos que están genuinamente preocupados con la crisis ecológica que vivimos, la posibilidad de llevar una rutina más frugal y más sencilla es una manera de poner su granito de arena y revertir la espiral de caos en que hemos metido al planeta.

Incluso en la novela el protagonista llamado Jacinto, un hombre sumamente rico, dueño de una casa en París, nada menos que en los Campos Eliseos, y de muchos terrenos en Tormes, al llegar a la sierra y ver la pobreza que impera en sus propias tierras, empieza a mejorar las condiciones de vida de la gente y del lugar. Al final de la novela vemos que hasta pone un teléfono para comunicar a los dos pueblos vecinos.

Si el lector logra encontrar la novela o tiene la suerte de leer portugués, aún con ayuda de un diccionario comprenderá lo «de la bandera del castillo», que subtitula a esta reseña.

Por otra parte, no sé si el lector comparte la idea de que la vida más simple en el campo representa una alternativa real frente a la falsa sensación de bienestar que nos presenta la ciudad con todos sus problemas y con todas sus virtudes.

O si por el contrario, piensa que la vida en el campo es  muy dura y en lugar de ayudar al problema ecológico solo lo complicaría aún más. Sea cual sea su opinión al respecto es que la lectura de Eça de Queirós, puede resultar interesante y entretenida. En mi opinión este es uno de los cuatro escritores portugueses indispensables.

 

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Sergio Inestrosa (San Salvador, 1957) es escritor y profesor de español y de asuntos latinoamericanos en el Endicott College, Beverly, de Massachusetts, Estados Unidos, además de redactor permanente y miembro del comité editorial del Diario Cine y Literatura.

 

La última novela del escritor portugués acaba de ser publicada en 2020 por Acantilado

 

 

Sergio Inestrosa

 

 

Imagen destacada: José Maria Eça de Queirósa​ (1845 – 1900).